Arturo Morales Toledo |
Arturo Morales Toledo, periodista y militar peruano que participó en la campaña de la Breña, tuvo el grado de Coronel, y fue secretario de Andrés Avelino Cáceres.
Finalizada la guerra, durante el gobierno de Morales Bermúdez, en diciembre de 1890, lideró un motín en el cuartel de Santa Catalina, que al ser sofocado, resultó muerto de un disparo al pecho.
Revisando el semanario "El Perú Ilustrado", número 10, de fecha 16 de julio de 1887, aparecen unos versos escritos por él, sobre la batalla de Huamachuco.
Transcribiremos a continuación esta composición realizada por este veterano de la breña.
"Huamachuco.
(fragmentos)
¡Oh inspiración! destello misterioso
Que desciendes de lo alto de la gloria
E iluminando la sombría mente
De la extraviada humanidad proscrita,
Le traes á la memoria
El sublime recuerdo refulgente
De su origen divino,
Y le infundes aliento generoso
Para sondear, con incansable anhelo,
Los profundos arcanos del Destino
Y la infinita bóveda del Cielo.
Tú, que una vez en mi existencia oscura,
Me elevaste del Pindo hasta á la cumbre,
Donde rodeado de celeste lumbre
Y enardecida mi alma con el rayo
De tu soplo fecundo,
Las glorias celebré del “2 de Mayo,”
Luminoso Thabor del Nuevo Mundo.
Haz que en ardiente lava se transforme
La sangre de mis venas:
Que destroce las bárbaras cadenas
Que atan al hombre á la materia inmunda;
Con tus torrentes de armonía inunda
Mi mente y corazón estremecidos,
Que, fuera ya de ese poder caduco
Del marasmo y la vil indiferencia,
Quiero cantar, con épica elocuencia,
La tragedia inmortal de Huamachuco!
Ya no de Mayo la brillante aurora
Saludaré con entusiasmo santo,
Porque ella se apagó! Rudo quebranto
Sobrevino á la Patria infortunada;
La insensata ambición y la anarquía
En horrible consorcio recorrieron
Los campos del Perú, con faz sombría,
Y entre ruinas su trono establecieron.
La ley enmudeció, y el despotismo
Levantó su estandarte ignominioso,
Cayó en la noche del olvido eterno
La fecunda enseñanza
Que encierra del Callao la alta victoria,
Y anularon el Bien y el Patriotismo
La indigna farsa y la social escoria. .
Nada quedó de pié! La Democracia
Era solo el escudo que cubría
La innoble desnudéz de los malvados,
De mercaderes la insolente audacia,
La apoteosis de histriones coronados.
La torpe Envidia en misterioso asecho,
Cual inmunda serpiente,
Esperaba que el Mérito surgiera
Con fé sublime y levantado pecho
Para clavarle el ponzoñoso diente!
¡Tremenda confusión! ¡Delirio insano!
Los sicofantes, en sangriento coro,
Escarnecían el honor peruano
Y por saciar sus pestilentes vicios
Defraudaban con cínica arrogancia
Los caudales del público Tesoro,
Mientras el pueblo, con profundas penas,
En la noche fatal de la ignorancia,
Se agitaba entre harapos y cadenas!...
Mas, la hora siniestra se aproxima
De horrenda expiación. La suerte airada
Ha levantado su inflexible espada
Sobre la vida del Perú. A la sima
Que los malos ahondaron con sus vicios,
La Patria rodará, de excelsa cumbre,
Y desde allí combatirá grandiosa
En medio de violentas tempestades,
Para ejemplo inmortal de las edades,
Como un titán caído
Que en su hórrida agonía,
Sacude audaz con sus sangrientos hombros
De un gigantesco mundo los escombros!
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Ya los hijos de Arauco,
Sedientos de oro y de matanza impía
Y vislumbrando perspectivas grandes,
Invaden en legiones nuestro suelo,
Cual tremenda bullente catarata,
Que de la eterna cima de los Andes
Inundando los llanos se desata!
En vano el Patriotismo.
Denodado luchó contra la suerte,
Sus angustias ahogando y sus pesares;
Persiguiendo del triunfó la esperanza,
Los buenos alcanzaron noble muerte,
Con fiero arrojo y con afán notorio,
En el inquieto fondo de los mares,
En los infaustos campos de la Alianza
Y dé Arica en el Alto Promontorio!...
En vano el Patriotismo
En la arena fatal de las derrotas,
El pecho herido y las entrañas rotas,
Ardiendo en heroísmo,
Volvió á empuñar con vigorosa diestra
El hierro del combate;
Circundado de escombros y de horrores,
Con espantoso estruendo,
Cayó otra vez en la feroz palestra,
En el día sin Sol de Miraflores!
Caído está el Perú. Y la Discordia
En su carro flamígero que aterra,
Audaz proclama su poder aciago
Y sobre todo su estandarte aferra!
Los tremendos desastres de la guerra,
La imágen de la Patria escarnecida,
Del hogar el santuario profanado
Por extrangera planta,
No detienen la audacia del malvado
No embarazan la lucha fratricida
Que mata la honra y que la fé quebranta!
¿A quién en tu amargura,
Oh! Madre de los Incas sin ventura,
Los ojos volverás?...Tiniebla densa
Se cierne en la extensión de tu horizonte,
Bate sus alas la borrasca inmensa,
Y de horror se estremecen
El hondo abismo y el excelso monte.
En la noche sombría
De tu desgracia y tu dolor sin nombre,
Aparece una estrella refulgente
Que ilumina hasta el fondo del abismo
Y ofrece al angustiado Patriotismo,
En su dolor profundo,
De esperanzas magníficas, un mundo!
Todo no está perdido. La bandera
Del honor nacional y de la gloria
En las cumbres flamea de los Andes,
Lejos del dolo y la ambición rastrera.
De Chile la Victoria
Pudo humillar tan sólo á los cobardes
Que una existencia arrastran prostituida,
Mas no al guerrero de b rillan te historia
Que por la Libertad rinde la vida!
¿Quién es aquel caudillo
Que el triunfo busca de una gran idea
Con indómito aliento,
Que crece en el fragor de la pelea
Y que nunca desmaya ni se abate
Del infortunio al Colosal embate?...
¿Quién es aquel soldado
Infatigable, audaz, de alma de acero,
Que en medio de violentos aquilones,
Con afán peregrino,
Defendiendo el honor de dos naciones
Se levanta más alto que el Destino?...
Es el invicto Cáceres,
De cien batallas lidiador grandioso,
Que con sublime esfuerzo generoso
Quiere cambiar, en prósperos, los fallos
De un hado inexorable y siempre adverso,
Y cuya lucha ardiente
Aplaude conmovido el Universo!...
A su paso los pueblos se levantan
De bélico entusiasmo arrebatados,
Y sus cadenas míseras quebrantan.
Él, del oscuro fondo
De nuestros infortunios sin ejemplo,
Saca legiones con robusta diestra
Y las empuja á la fatal palestra.
Él, airado y terrible,
Superior á la inmensa pesadumbre
De amargas decepciones,
A la brillante luz del medio día,
La serpiente aplastó de la anarquía
De Acuchimay en la sangrienta cumbre!
Él, con hórrido extrago
En Pucará y en Marcavalle ahuyenta
De la Araucanía el pabellón aciago,
Y su valor y su grandeza ostenta,
Con fulgor soberano,
Para asombro del mundo Americano!
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Mas, tres años de esfuerzos colosales
No han podido cambiar del cruel destino,
Que preside la lid de la existencia,
Los designios sangrientos y fatales!
Ya se acerca el momento
De la lucha suprema y espantosa;
Ya en Cajamarca la traición odiosa,
De la Patria, ha jurado el hundimiento
Y al invasor innoble
Exije, en cambio de su acción nefanda,
Que le levante, con hediondo barro,
Un trono en el Palacio de Pizarro!...
Las araucanas turbas,
Que los peruanos réprobos excitan,
En violento tropel se precipitan
Sedientas de venganza,
Para vencer al ínclito guerrero
En un campo de horror y de matanza!
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Entusiasta, pujante, temerario,
El General desata sus legiones,
Cual furente cimera de aquilones,
En pós del adversario.
«La tumba ó la victoria» este es el lema
En la horrible catástrofe suprema.
De la cima fatal del «Santa Bárbara»
Descienden nuestros bravos combatientes
De Huamachuco, al extendido valle,
De Araucanía la torpe muchedumbre
De pronto se amedrenta
Y se oculta confusa y espantada
En los escombros de la opuesta cumbre,
Como de lobos colosal bandada
A la tonante voz de la tormenta!...
Ya el ronco trueno del cañón revienta
Y su éco, ensordeciendo
Con espantoso estrépito profundo
El llano y la montaña,
Anuncia al Nuevo Mundo
De Chile y del Perú, el choque horrendo
Y la sangrienta formidable hazaña!...
Entre nubes de polvo y de metralla,
Cáceres el intrépido,
Sobre un corcel indómito, recorre
Su línea de batalla,
Y con fiero ademán y voz vibrante
A sus bravos les dice:
«¡Esa cumbre escalad! Ea! adelante!
«No siempre la victoria es del más fuerte,
«Ella ciñe las sienes del guerrero
«Esforzado, tenaz, perseverante
«Que busca en la batalla noble muerte.»
Suena el clarín, y la señal de ataque
Infundiendo á los nuestros mayor brío,
Los empuja á la cumbre, en que la estrella
Solitaria de Chile
Ya casi moribunda luz destella
¡Escenario sombrío!
Parece que entre horrendos huracanes
De nuevo pretendieran
Escalar el olimpo los titanes!
Por uno y otro bando
El estampido del cañón aterra;
Del rifle el proyectil, rápido zumba
Implacable sembrando
De ensangrentadas víctimas la tierra,
Y el fragor de la lucha horripilante
Se acrecienta y retumba,
De un volcán, al estruendo semejante!
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Yá el peruano corona la alta cumbre,
Su bicolor bandera enarbolando,
Yá medrosos se ahuyentan
En confusa aterrada muchedumbre
Los del opuesto ignominioso bando!
Ya el triunfo es del Perú. El sol fulgente,;
De la inmortal Victoria nos alumbra,
Ciñe de lauros la exaltada frente
Del ínclito guerrero
Y á la virtud y á la justicia encumbra.
Grito de inmenso júbilo resuena
En las peruanas filas
Y, la vibrante sonorosa trompa
Que los espacios llena,
Anuncia de la Patria idolatrada
La excelsitud y la explendente pompa!
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Mas ¿qué ruido es aquel? ¿Qué torbellino
En la asaltada cumbre se levanta?...
¿Por qué nuestros campeones
En estruendosa confusión, que espanta
Retroceden al llano? ¡Ah cruel destino!
Horroroso sarcasmo de la suerte!
¡La anhelada Victoria
Era solo un relámpago de gloria
En la noche profunda de la muerte:
¡Un sueño de bonanza
En el océano oscuro tempestuoso
Do naufraga el Perú sin esperanza!
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No fué el valor en la gigante lidia
Lo que faltó al Perú. Con ardimiento
Generoso, creciente, inextinguible,
Cáceres reluchó. La negra Envidia.
Y la Traición en tenebrosa alianza
Aislaron al guerrero en su pujanza
Y lo dejaron solo en la contienda!
Caiga sobre ellos maldición tremenda
Y en medio á los escombros calcinados
Que la borrasca, amontonó, espantosa,
Levantemos la enseña victoriosa
Del trabajo fecundo,
Y á su sagrada sombra, transformados
Los hijos del Perú, con noble ejemplo,
Reconstruyamos á la faz del mundo
De nuestra Patria el magestuoso templo!
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Arturo Morales Toledo.
Huancayo, Julio de 1884"
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Texto tomado de "El Perú Ilustrado" núm 10, Lima, 16 de julio de 1887.
Fotografía tomada en el estudio Courret.
Saludos
Jonatan Saona
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