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1 de septiembre de 2017

Plan de Mackenna


El “Plan de defensa” fechado el 27 de noviembre de 1810, fue hecho por una comisión compuesta por Juan Mackenna, Mariano Egaña y José Samaniego, expuesto ante la Junta de Santiago. Dice que el reino de Chile inicia en el 26°30’
Juan Mackenna es el abuelo materno de Benjamín Vicuña Mackenna

"Plan de defensa de Juan Mackenna
27 de noviembre de 1810.

La defensa de un país abraza varios e importantes objetos, algunos en sí al parecer contradictorios, pero de cuya reunión pende la unidad de planes, que es la base fundamental de toda operación militar. Estos objetos pueden dirigirse a la clase de enemigos que tiene o podrá tener el reino, a la situación geográfica de éste, cir­cunstancias locales, y, últimamente, su población y erario.

En cuanto al primer objeto: si en los inescrutables arcanos de la Providencia está decretada la pérdida de España, entonces Bonaparte, dueño absoluto de la mayor y más bella parte de la Europa, cuya población excede de 9.000.000 de almas; libre, igualmente, de todo enemigo continental y aún del recelo de tenerlo, por su reciente enlace con la Casa de Austria, dedicará todos los esfuerzos de su vasto Imperio a la construcción de bajeles y reorganización de su marina, de que sólo puede esperar la reconquista de sus colonias y de lo que más le importa subyugar --la América Española--, país el más interesante del mundo para las potencias mercantiles, no sólo por sus ricas producciones naturales, sino [por]que, es­tando enteramente destituido de fábricas y artes, por­ consiguiente es indecible su consumo de géneros europeos.

Una mirada al mapa de Europa demuestra los inmensos recursos marítimos de la Francia: domina toda la costa euro­pea del Mediterráneo desde el estrecho de Gibraltar hasta el mar Adriático, y siguiendo la que baña el océano desde dicho estrecho, toda la de España, Portugal, Francia, la [de] Flandes, [la] austriaca, Provincias Unidas, los puertos de Hamburgo y Lubec, únicos restos de la antigua formidable Liga Anseática, rematando, por fin, dicha costa dominada en el Báltico; pues aunque los reinos de Dinamarca y Suecia existen, sus reyes están tan postrados a los pies del tirano, como los reyezue­los de Holanda, Betfalia, Baviera, etc., cuyas cadenas, aun­que doradas, no son menos pesadas que las de los nueve millones referidos, que gimen bajo la férula del execrable corso.

Poca meditación se necesita para persuadirse del mucho número de bajeles que en poco tiempo podrán construirse en los puertos y arsenales de todos los países indicados; e igual­mente que por mucha que sea la vigilancia de las escuadras inglesas, no será difícil a las francesas en tan inmensa exten­sión de costas de eludir su [cuidado] y dirigirse con tropas de desembarco a cualquiera provincia de la América, que en su actual estado indefenso sería fácil presa del usurpador. Los indiferentes dirán que Chile por su situación geográfica en un extremo del globo, y por sus defensas locales, será el último país de la América que puede invadir el enemigo. Algún con­suelo para el helado egoísta es ser el último devorado; pero, confesando que la distancia de Europa a Chile es inmensa, y que los Andes por el Este, el desierto de Atacama por el Norte, y el cabo de Hornos por el Sur, son barreras verdaderamente formidables, no es este reino tan invulnerable como se piensa: tiene más costas que defender que ningún otro país del globo de igual superficie, y una costa bañada por la tranquila Mar del Sur, que con tanta propiedad se llama Pacífica, y que, por consiguiente, proporciona un fácil desembarco en cualquier punto. Además, Chile se considera en Europa, y con razón, el país más fértil de la América, por cuyo motivo y por el de la salubridad de su clima, tan análogo a Europa, cualquier ene­migo ultramarino que intentase la conquista del Perú, prime­ramente atacaría a Chile, y desde aquí dirigiría sus operacio­nes contra aquel reino y sus inmediatos.

El reino de Chile, extendiendo sus límites hasta el estrecho de Magallanes, está comprendido entre los 26° 30' y 53° 30' de latitud austral, y entre los 303° 308' de longitud, contando desde el meridiano de Tenerife. Sus confines, como ya hemos referido, son por el Este, la cordillera, por el Oeste la mar, al Norte el desierto de Atacama, y por el Sur el indicado estre­cho, o bien el cabo de Hornos, si se quiere comprender las is­las de la Tierra del Fuego. La naturaleza ha proporcionado a Chile en los majestuosos cerros de los Andes una fortificación natural, y por su larga extensión, única en el mundo; sus pa­sos o boquetes son tan pocos y estrechos, que un pequeño destacamento puede defender el más asequible de ellos contra un ejército. Iguales obstáculos tenemos entendido ofrece el desierto de Atacama a cualquier enemigo que intentase pene­trar el reino por el Norte. Toda la parte austral de Chile al sur del estéril e inútil archipiélago de los Chonos, y conocida con el nombre de tierras magallánicas, es enteramente incóg­nita, si se exceptúa la corta relación de ella inserta en la triste historia del Wager perteneciente a la escuadra de Anson, que naufragó en esta horrorosa costa el año 40 del siglo pasa­do. Defendido, pues, Chile hacia el Este, Norte y Sur por la misma naturaleza, la mejor de las fortificaciones, todos los co­natos y esfuerzos deben dirigirse a defender la costa, de cuyo sólo objeto pende la seguridad del reino.

Cualquiera escuadra que con miras de conquista pase el cabo de Hornos, ha de ser una expedición al menos de segun­da orden, y sus buques de transporte, proporcionados en su nú­mero y capacidad a que la gente esté en tan larga navegación con el desahogo correspondiente, circunstancia precisa, ma­yormente a la Francia, que no tiene establecimiento ni puerto el inmenso tránsito de Europa a esta mar. Luego que la expe­dición haya pasado el Cabo, su primer objeto será apoderarse de algún puerto provisto de víveres y demás necesario para refrescar su gente: los únicos en Chile, y se puede decir en toda la mar del Sur que puedan llenar estos objetos, son las bahías de Concepción, Valparaíso y tal vez Coquimbo, como manifestará la siguiente corta descripción de todos los puertos de este reino, que son, Chiloé, Valdivia, Concepción, Valpa­raíso, Coquimbo, el Huasco y Copiapó. En dicha descripción se insertarán igualmente los ahorros y variaciones que con­sideramos indispensables en su sistema de defensa..."

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Texto completo disponible en la web Historia de Chile

Saludos
Jonatan Saona

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