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17 de septiembre de 2017

Entrevista a Iglesias

Miguel Iglesias
Entrevista a Miguel Iglesias

En el blog "Fichas históricas" se hace una transcripción de una entrevista hecha a Miguel Iglesias en una ceremonia en el Morro Solar, lamentablemente solo se indica que la fuente es una "revista militar de la década de 1970" sin especificar más datos.

La fecha de la entrevista, según dicho blog, es "probablemente en la década de 1920" es errónea pues Iglesias falleció en 1909, (salvo que trate de insinuar que la entrevista fue hecha al monumento de Miguel Iglesias) sin embargo el contenido resulta interesante para compartir, por ello copio aquella publicación:

"Un reportaje al general Miguel Iglesias

Luego de la infausta guerra de 1879, anualmente se llevaron a cabo ceremonias conmemorativas por la Batalla de San Juan en el Morro Solar, a estas actividades asistían muchos sobrevivientes de esa contienda. En un artículo de una revista militar de la década de 1970, encontramos la copia de una entrevista realizada al general Miguel Iglesias, probablemente en la década de 1920, lamentablemente, no consignan la fecha ni el autor de dicho reportaje.

"Cumpliendo una misión periodística me encontraba en el Morro Solar. La ceremonia que en conmemoración del aniversario de la Batalla de San Juan había finalizado. Los Jefes, Oficiales y las tropas que llegaron a ese lugar histórico, con el fin de rendir homenaje a los que cayeron en defensa de la patria, se habían retirado a sus respectivos cuarteles. Allí ya nadie quedaba, a no ser los monumentos al Soldado Desconocido y al general Miguel Iglesias, rodeado de ofrendas florales. Dichas ofrendas eran el reconocimiento de la Nación a estos hombres que amaron al Perú hasta la muerte. ¡El General Iglesias!, dije de pronto e inmediatamente un sinnúmero de recuerdos me vinieron a mi memoria: El general Iglesias había sido uno de los Héroes del Morro. Fue uno de los Vencedores del Dos de Mayo. 

Llegó a ser Presidente del Perú en los momentos más críticos de nuestra historia. ¡Qué más méritos que estos como para hacerle un buen reportaje!, pensé. Y sin pérdida de tiempo me acerqué a él.
-¡Buenos días, general!
-¡Buenos días, hijo! – me respondió, mientras miraba fijamente el cúmulo de casas nuevas que se levanta al pie del Morro.

Francamente, jamás pensé que me respondería con tanta cordialidad. Era como si me hubiera conocido desde hacía mucho tiempo. No se equivocó el escritor que refiriéndose a él dijo: Era así el hombre, sencillo, generoso y caballero. Luego de darle mi saludo, le manifesté mi deseo de hacerle un reportaje sobre los diferentes aspectos de su vida. Él aceptó gustosamente.

- Nací en la ciudad de Cajamarca el 11 de junio de 1830. Fuimos seis hermanos, hijos todos de Rosa Pino y Lorenzo Iglesias Espinach, de quienes me siento muy honrado de ser su vástago. De mi padre, porque fue uno de los más decididos seguidores de la causa emancipadora. Él tuvo una gran amistad con el Libertador Simón Bolívar. Te voy a contar algo sobre esta amistad. Cuando el Libertador estuvo en Cajamarca, se alojó precisamente en la casa de mi padre. En uno de los ocho días que permaneció allí Bolívar, se le hizo un homenaje donde se habló abiertamente sobre la liberación del yugo español. Lo curioso fue que mi padre, por la exquisita discreción que lo caracterizaba, no se hizo presente a la reunión. Al darse cuenta de su ausencia, Bolívar lo hizo llamar y lo sentó a su lado al mismo tiempo que lo invitó a participar de la conversación y a discutir sobre las campañas de la emancipación.

Mi segunda pregunta había sido formulada. Estábamos entrando en confianza. El general Iglesias aprendió las primeras letras en la vieja casona de Cajamarca. Su instrucción fue la que correspondía a los hijos hombres de las familias nobles y acomodadas. Más adelante, por razones paternales, no fue al famoso Seminario de Trujillo, a seguir la formación educativa que su rango exigía. Fue enviado a Lima, a proseguir estudios en el Colegio, entonces particular de Nuestra Señora de Guadalupe, en donde dirigió sus enseñanzas don Sebastián Lorente, otrora renombrado educador. Allí alcanzó a nutrirse del sentido liberal que al colegio le habían dado sus profesores, los cuales no estaban de acuerdo con las ideas conservadoras de don Bartolomé Herrera y del Colegio San Carlos.

Después se matricula en la facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, donde siguió Derecho. Pero por razones involuntarias a su persona, no pudo llegar a ser bachiller o doctor en jurisprudencia. Asuntos familiares lo hicieron regresar a su ciudad, para dedicarse a labores agrícolas.

- General, desde que Ud., dejo la universidad hasta el momento en que apareció en la vida política de nuestro país, ¿cómo trascurre su vida?  
- De regreso a Cajamarca, lo primero que hice fue arrendar el fundo "Junco" y comencé a cultivarlo. Contaba entonces con 20 años y ya estaba casado con Jesús Carrera. Pero como el terreno era más adecuado para la ganadería que para la agricultura, me dediqué a condicionarlo para ese menester. Pronto me hice de una gran ganadería y también probé suerte en las minas. En "La Purísima" llegué a encontrar oro y plata, naturalmente, el éxito no siempre coronó mi esfuerzo, muchas veces no hallé nada.

De esa época de ganadero y minero, cuenta el general Iglesias, que una vez no vaciló en llevar su ganado desde Jaén hasta la propia capital. Eran mil animales y él mismo con sus ayudantes fue llevándoles el pasto y el agua necesaria, transportándolos a lomo de mula. Llegando a Huacho el agua escaseó. En varios fundos donde tuvieron que parar, se negaron a darle lugar para pastar el ganado, pero en una de las tantas paradas y a pesar que el general Iglesias sabía de la negativa, se apersonó ante el propietario del fundo, éste, al verlo decidido, viajando desde Jaén, le prestó la ayuda que requería. Dura fue la marcha, ochocientos animales llegaron a la capital y ganó en su venta. 

Al preguntársele que si su época de ganadero y minero había significado algo para él, el general Iglesias dijo:
- En esta fase de mi vida, por la misma naturaleza de mis actividades, viajé mucho, unas veces a pie, otras a caballo. Es así como estuve en la costa, como en la ceja de montaña, en la jalca como en la janca y también en la puna. Estos viajes sirvieron para templar mi cuerpo y mi espíritu en las soledades. De esta manera me estaba preparando para el futuro, para mi ingreso al Ejército.

Se ofreció hablar de sus primeros pasos en la vida militar, previamente manifestó que antes de vestir el uniforme, se le encargó la prefectura de Cajamarca. Fue cuando se destituyó al presidente Pezet y fue nombrado el coronel Antonio Noya, como Jefe Supremo del Norte con mando político y militar. El primero de abril de 1865, juró como prefecto ante la Corte Superior de Cajamarca.

Inmediatamente, con sus propios recursos, empezó a levantar fuerzas, preparando la consolidación del nuevo orden institucional y al mismo tiempo para la circunstancia que pudiera presentarse del rechazo al invasor español. Mediante un decreto que expidió, llamaba al servicio a los dos batallones de la Guardia Nacional. En esos momentos recibió el grado de teniente coronel, con el que participó en la Victoria del Dos de Mayo.

Un sinnúmero de anécdotas han desfilado en la conversación. Acaba de contar que en una oportunidad, ya general, se hallaba en Pacasmayo y al verse con la cabellera crecida entró a una peluquería. El peluquero era de tendencia cacerista y muy hablador; mientras le cortaba el pelo, el fígaro le hablaba de política sin sospechar quien era él. Le decía que Cáceres era el hombre ideal, en cuanto a Iglesias que era un hombre lleno de defectos, que no miraba al humilde. El general Iglesias, que lo escuchaba silenciosamente, al terminar le pagó con una libra de oro. El peluquero protestó, aduciendo que no podía aceptar esa cantidad por una simple cortada de pelo. Entonces, mirándolo fijamente, con la sonrisa en los labios le dijo:
- Se lo agradece el general Iglesias, por la valiosa información recibida.

También nos cuenta que poco después que Piérola se proclamara Jefe Supremo de la República, nombró a sus ministros, a quienes les dio la categoría de Secretarios de Estado, siete fueron los nombrados. Al coronel Miguel Iglesias se le encargó la Secretaría de Guerra; tenía cincuenta años. En su despacho, el nuevo Secretario de Guerra se abocó a la tarea de dirigir el nuevo período político que comenzaba en el Perú, al mismo tiempo que tuvo la responsabilidad de la conducción de la Guerra del Pacífico. Compartió con Piérola los trabajos y las penas de las derrotas, las alegrías de las victorias.

Posteriormente llegó a ser Presidente de la República, precisamente cuando el Perú atravesaba por uno de los momentos más críticos de nuestra historia. Dos fueron sus preocupaciones como presidente: lograr la paz cuanto antes con el hermano país del sur y liberar al Perú de las luchas intestinas que durante su gobierno se produjeron. Al respecto, el general Iglesias nos refirió que el 1º de abril de 1882, lanzó una proclama en la cual se pronunciaba sobre estas luchas intestinas:
- Mi espada no ha lucido, ni lucirá jamás en los campos estériles de la anarquía, para ensangrentar el suelo patrio en servicio de pasiones personales.  

Pero si la paz con el país del sur se logró, la paz interna no fue conseguida:
- Inútiles esfuerzos de mi gobierno para unificar a la familia peruana. Este motivo y muchos otros fueron los que me llevaron a dimitir, alejándome de esta manera, definitivamente, de la vida política del Perú.

Después de decirme la causa por la cual se retiró de sus actividades políticas, el general Iglesias guardó silencio, dándome a entender que no tenía más preguntas que hacerle, porque de un pincelazo me había contado su vida. Es, cuando abusando de su confianza, le formulé una última pregunta de despedida sobre la batalla en el Morro Solar:
- Por una parte, guardo recuerdos muy gratos, porque aquí en este Morro los peruanos de entonces supimos escribir una hermosa página de nuestra historia, para ejemplo de las generaciones venideras. Y por otra parte, guardo recuerdos muy tristes, porque aquí vi caer a mis mejores hombres, aquí vi caer a mi hijo mayor, Alejandro, destrozada la cabeza por la bala…

Ahora, el silencio se hizo presente en los dos. El reportaje había llegado a su final, agradeciendo al general mentalmente por haberme concedido esta entrevista y muchas gracias por lo que hizo por el Perú"."


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Foto original cuando Iglesias era Prefecto de Cajamarca, del archivo de Matilde Revoredo.
Texto publicado en el blog "Fichas Históricas"

Saludos
Jonatan Saona

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