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9 de enero de 2016

Corresponsal sobre Rinconada

Distribución fuerzas en el combate de Rinconada (créditos Renzo Castillo)
"La Sorpresa de Ate
(Del Corresponsal de El Heraldo el cual se encontraba en el campamento de Lurín)

A las 4 P.M, del sábado 8, conforme a las órdenes re­cibidas, salió de su campamento de Pachacamac el coronel don O. Barbosa con sus ayudantes, el doctor Diego San Cristóbal, acompañado de los cirujanos primeros, señores José  M. Ojeda, Jerman Valenzuela, otros empleados i dos cantinas de campaña i las siguientes  fuerzas:

Seis compañías del 3° de línea, una montada del Buin, 600 hombres del Lautaro, 100 granaderos i 4 piezas de montaña, bajo las órdenes de los señores Napoleón Gutiérrez, Robles i Marzán.

A las 7 P. M. se detuvieron al salir del valle, acampando ahi con todas las precauciones consiguientes a  una marcha de sorpresa hasta la 1 A. M., hora en que se pusieron nuevamente en marcha, cuando ya la Junta había apagado su farola, como dijo un soldado.

La  tropa fué distribuida así:
Vanguardia: Buines, Caballería, Artillería, 3° de linea i Lautaro.

A las 5 A. M. la línea se detuvo a la entrada de un paso estrecho, verdadero zaguán de una boca de lobo. Cortado entre dos cerros, de una cuadra de largo i cinco varas de ancho.  Seguía un cajón pedregoso entre dos cordones de lomas elevadas, como de 5,000 metros de largo por 1,000 de ancho i a cuyo fondo se divisaban las trincheras enemigas.

Se mandó a los Granaderos a descubierta, i volvieron diciendo que no había sino minas; pues no alcanzaron a ver a los enemigos, que permanecían ocultos.

Avanzó entonces la compañía del Buin, con órden de ocupar una quebrada entre dos cerros. Dos piezas de ar­tillería se colocaron a la entrada izquierda sobre las lomas de la entrada i las otras dos un poco mas adelante, a 3,500 metros de distancia.

Tres compañías del 3° tomaron en seguida posición de las cumbres que dominaban las líneas enemigas, que­dando  el resto como de reserva.

La artillería disparó durante una hora i media sin apu­rarse, i al concluir, bajando de los cerros laterales se juntaron las compañías del Buin i dos del 3°, avanzando en órden disperso hasta la distancia de 600 metros de las trincheras, donde comenzáron lo que los militares llaman fuego en avance.

Fué esta maniobra el primer episodio interesante del drama que comenzaba. Las tres compañías, alineadas en un órden admirable, avanzaban lentamente formadas en dos filas; la primera cargaba tendida en el suelo, se hincaba para apuntar, i solo después de elejir detenidamente un blanco, disparaba i se tendía de nuevo, dejando paso a la segunda que avanzaba a su vez unos cuantos metros, se arrodillaba i apuntaba, en seguida fuego i después a tierra para que avanzara de nuevo la de atrás.

Era esto una evolución en la elipsis del Parque Cousiño, admirable  por el órden, la calma i la increible sangre fría de nuestra tropa, que no disparaba sino después de pillar al vuelo uno de los blancos fugaces que asomaban detrás de las trincheras, como la cabeza de don Cristóbal en el entablado de los títeres.

Estos, por su parte, hacían un fuego desaforado tirando atolondradamente sobre nuestras tropas.

Nuestros soldados están persuadidos de el que se bate detrás de parapetos está perdido, primero, porque no apunta, preocupado con la idea de que están esperando que asome la cabeza para dispararle, os decir, que tenien­do resguardado todo el cuerpo, todo el cuidado lo concen­tra en la cabeza, i entonces apenas asoman apuntando al cielo las mas veces, i segundo, porque ya no tienen dere­cho a pedir la vida al que logró vencerlos teniendo de su parte todas las desventajas.

Se vió entónces salir a espaldas de las trincheras, con dirección a los cerros de la izquierda, la caballería enemi­ga, que parecía desafiar a que avanzaran los nuestros. No sabía que por la falda opuesta subía una compañía del 3°, la que apénas vió desde la cumbre la maniobra de los jinetes, rompió sobre ellos sus fuegos, descendiendo rápidamente al plan, sin lograr darles alcance, porque hu­yeron al monte a galope i tan atropelladamente, que apar­tándose de la ruta conocida, hicieron estallar a su paso dos o tres minas.

Entónces se tocó "alto el fuego i avance nuestra caba­llería" movimiento audaz que tuvo de su parte el éxito contra el cual nada se puede decir.  Los granaderos fal­dearon el cerro por donde había pasado la enemiga, i tomando a la izquierda describieron una curva a espaldas de las trincheras ocupadas todavía por la infantería peruana. Hubo en ésta un instante de pánico, pues aban­donando sus fuertes posiciones, echó a correr al monte que tenia 20 pasos a retaguardia.

Iba al frente de la primera mitad de Granaderos el alférez don Nicanor Vivanco, i tan rápida fué su carga so­bre los que huian que, a pesar del corto trecho que éstos tenían que recorrer para quedar a salvo, alcanzó a acorralar a 25, 2 oficiales i 23 soldados, los mismos que des­pués mordian el polvo, rasgadas de alto abajo las cabezas; como si fueran sandías,
¡Qué sablazos, Dios de la guerra!

Unos se habían detenido en la mandíbula inferior, otros habían hundido los kepíes en una zanja que llegaba hasta la nariz, i muchas cabezas pendían apenas de una hebra de carne!

Ahí concluyó el combate.  Ya el resto de las tropas nuestras ocupaba todo el cajón.  Se pudo ver entónces las trincheras enemigas: un terraplén de arena de dos metros de alto, un foso, después rieles cruzados, en seguida, el monte para arrancar i minas de pólvora en todos los ca­minos, senderos i faldas de cerros por donde era posible el paso.  Había en ese reducido espacio unas 150 minas, de las cuales 30 estaban en el desfiladero de la entrada.

Tres de ellas reventaron a espaldas de nuestra caballe­ría; otra, cuando confundida la mitad del alférez Vivanco con la infantería enemiga, solo se veía a través de una nube de polvo amarillo el centelleo de los sables;  otra, que un soldado de Granaderos hizo estallar al tocarla con su sable para inutilizarla; un caballo suelto que corría por el campo pisa otra, que revienta levantándolo seis varas del suelo, donde cayó con el vientre abierto; i la última, que pisó un soldado del Buin, llevándole una pierna i quemándole la cara a él, i a Eujenio Figueroa la cara i la mano.

A las 11 A. M. todo estaba concluido. La tropa se in­ternaba hasta siete cuadras en el bosque, donde tranqui­lamente varios soldados cojieron un buei, lo despostaron sin alcanzarlo a comer, pero trayéndose la carne a medio asar.

Los heridos nuestros son 11: José Quezada, un balazo en una mano; Pío Toro, en la ingle; Exequiel González, golpe de bala en un pié; José María Avilés, bala en un costado; Pedro José Correa, bala en un muslo; Eujenio Figueroa, polvorazo; Raimundo Retamal, bala en el muslo; Rosendo Palma, bala en el costado izquierdo, i Segundo Loyola, el Buin que pisó la  mina i que murió en la misma noche.

Los heridos fueron curados en el mismo campo de ba­talla por los señores San Cristóbal, Ojeda i Valenzuela, en momentos en que el San Bartolomé comenzaba a disparar sobre el campo ocupado por los nuestros, lo que duró cerca de una hora.

A la 1 P. M. se emprendía la marcha de regreso, trayendo a uno que se dijo injeniero inglés.

La infantería peruana tuvo unas 80 bajas, i su número se estima de tan diversas maneras, que prefiero esperar el parte oficial que aun no se ha pasado.

Habiendo el coronel Barbosa consultado al Jeneral si se mantenía en el punto que ocupaba, recibió órden de abandonarlo, por lo que a la  1  P. M, se emprendió el re­greso, soltando esa buena presa que tan poco dista de Lima.

El lugar de la refriega se llama la Rinconada, a ocho cuadras de Ate.

No se habían apartado mucho los nuestros, cuando la tropa peruana, oculta en el fondo del valle que le servia de refujio, volvió a sus trincheras, a las cuales seguía el San Bartolomé disparándole tardíos cañonazos.

En el camino se encontró a dos compañías del Curicó, apostadas ahí por lo que pudiera suceder.
Tal  ha sido  a función de hoi.

No tuvo mas consecuencias que las que se quiso sacar de ella; pero ha probado que Lima pudo ser tomada si se refuerza a Barbosa, así como los peruanos sacaron la cuen­ta de que el camino de Manchai es una rendija peligrosa en sus filas.

El  corresponsal."

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Imagen, zona de enfrentamiento, detalle de un video explicativo sobre el combate de la Rinconada, realizado por Renzo Castillo

Saludos
Jonatan Saona

3 comentarios:

  1. Corresponsal? de que medio?

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  2. Los partes de ambas partes en referencia a este choque armado son verdaderamente opuestos en la información que ofrecen. Aquí se menciona 25 prisioneros acorralados que acaban decapitados por los sables de la caballería. Los partes peruanos no mencionan más de 7 bajas y numerosas bajas por el lado de Chile. La Columna Pachacamac defendió la trinchera de la Rinconada de Ate, y aparentemente, formó casi completa después del encuentro. Lo de los toros nadie lo menciona en los partes. Cual es la verdad de lo que ocurrió allí?

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