Esta descripción la realizó Cáceres en sus Memorias, "La Guerra del 79 y sus campañas" redactadas por su secretario Julio C. Guerrero.
"Últimos requerimientos a Panizo para que deponga su actitud
El coronel Panizo, en sus comunicaciones no sólo me solicitaba su remplazo, sino también reclamaba mi presencia en Ayacucho, alegando que esta era necesaria para hacerme entrega formal de la división.
De Huancavelica, dirigí una nota (17 de febrero) a Panizo, en la cual, tratando de persuadirle, decíale que “cuando la desgracia tocaba a las puertas de la nación, revestida de los horrores de la guerra implacable de devastación y conquista, no había derecho ni tiempo para entretenerse en cuestiones de política partidista. Acudir al peligro con el concurso común y absoluta prescindencia de banderías políticas, era el único deber que reclamaba los esfuerzos todos del patriotismo".
El día 19 tuve noticias de que Panizo había desconocido mi autoridad y apresado al coronel Morales Bermúdez, alojándole, incomunicado, en el local de la prefectura. La defección de las tropas hermanas quedaba consumada; no obstante, por todos los medios que estuvieron a mi alcance, traté de evitar la lucha fratricida.
Sobreponiéndome a todas las contrariedades, hice descansar mis hambreadas y fatigadas tropas, reducidas ahora a unos 400 hombres y, después de haberlas distribuido convenientemente, ordené la marcha hacia Cajarchapa el día 20. Aquí pernoctamos, y, al día siguiente, 21, continuamos a Carmenca, pasando por el caserío de Rocrón, En este sitio recibí una nota de Panizo, en la cual me comunicaba oficialmente el desconocimiento de mi autoridad, y me advertía no seguir a Ayacucho, porque entonces no respondía de las consecuencias. ¡Y poco antes había reclamado mi presencia en dicha ciudad!
Mi situación tornóse grave: a retaguardia tenía a los chilenos y, ahora, enfrente, un compatriota en rebelión, quien, cebado por la pasión política no sólo me negaba su concurso para luchar contra el enemigo de la patria, sino que aprestábase a combatirme.
Seguí por las alturas de Carmenca, y el 22 bajé por el camino que de Ica conduce a Ayacucho, por el cual me dirigí a la población, dando asi un rodeo, para caerle a Panizo por la espalda.
ACUCHIMAY (22 de febrero de 1882)
A la una de la tarde estaba nuestra columna próxima a llegar a la ciudad de Ayacucho. Cuando las fuerzas de Panizo la avistaron creyeron al principio que eran fuerzas de Ica que venían a unírseles. Pero al reconocernos, salió la división a nuestro encuentro, con gran aparato; desplegó dos batallones con la artillería en el cerro de Acuchimay, y uno en las alturas de Carmenca, que era el camino que seguíamos
En el acto mandé que se hiciera alto, detrás de una pequeña colina, llamada Quicapata, y que la artillería se situara en un sitio conveniente, sin hacer fuego hasta recibir mis órdenes.
Seguidamente, resuelto aun a intentar todo medio de conciliación, empecé a dictar a mi secretario, doctor Cavero, un oficio para Panizo, invocando sus sentimientos de patriotismo y fraternidad, a fin de que evitara la lucha, y expresándole que sus armas debía esgrimirlas contra el enemigo de la patria, que iba a vanagloriarse y sacar provecho de nuestra fratricida contienda, y, por último haciéndole presente que si persistía en su rebelde actitud, él seria el único responsable ante la nación.
Apenas había firmado este oficio, cuando la artillería de Panizo abrió el fuego sobre nuestra columna que reposaba detrás del indicado collado
Rotos asi los fuegos por las tropas de Panizo, ordené que una compañía del batallón Zepita, desplegada en dos guerrillas, contestaron inmediatamente, a derecha e izquierda, los fuegos del rebelde.
Iniciado el combate, y cuando el faccioso, sin cesar el fuego de su artillería, hizo descender algunas compañías de infantería que atacaron nuestro frente y amenazaban envolvernos por los flancos, acudió el coronel Vizcarra con una compañía del batallón Junín a reforzar nuestra linea de combate.
La lucha hacíase casi insostenible por nuestra parte, por los sucesivos refuerzos que lanzaba el insurrecto desde sus posiciones de la altura sobre el llano que ocupaban nuestras tropas. Fue entonces cuando ordené al coronel Secada tomar el mando de la derecha bastante comprometida, lo que cumplió al instante con el batallón Tarapacá, del coronel Mariano Espinoza, siguiendo inmediatamente a retaguardia el escuadrón Cazadores del Perú.
Empeñada la acción en toda la linea, desde su flanco izquierdo, apoyado en la quebrada que pasa por el barrio del Carmen Alto, hasta las faldas del Acuchimay, el éxito de la jornada dependía únicamente de la decisión de los nuestros. Y así fue efectivamente.
El ejército del centro que, desde Chosica hasta Pucará, supo arrostrar resignadamente todo género de privaciones, que combatió al chileno, y estaba hondamente convencido de la alta y sagrada misión patriótica que tenia que cumplir, no podía menos de desplegar en esta lamentable y triste jornada el mismo valor que desplegó ante el enemigo, pues se trataba de hacer volver al camino del bien y del deber, a una tropa extraviada por la conducta ignominiosa de sus jefes, que lanzaban contra sus propios compatriotas las fuerzas que debían emplearse en la lucha contra el invasor.
El coronel Secada, con las tropas del ala derecha subió las faldas del Acuchimay y atacó a la bayoneta a los dos batallones que ocupaban la altura, a órdenes del coronel Feijoo y del comandante Ze-gal. que murieron en el combate. Por la izquierda. los coroneles Villegas y Valdivia atacaron el flanco derecho y frente del faccioso, desalojándole de sus posiciones, y poniendo en fuga ai batallón que mandaba el coronel Moreno, que se dispersó y tomó el camino de Huanta,
El impetuoso ataque de nuestras tropas me permitió tomar la delantera y subir el Acuchimay, acompañado de mis ayudantes y algunos hombres de mi escolta; luego, dejándoles en la ladera, seguí adelante con solo uno de mis ayudantes. Llegado que hube a la meseta del cerro, encontré allí al coronel Panizo, rodeado de varios Jefes y oficiales y 300 individuos de tropa formados en columna.
Dominado por la Indignación, me acerqué a ellos y les apostrofé de ¡miserables!, porque se habían atrevido a volver las armas contra sus propios hermanos. Distinguí en ese momento, entre la tropa, a un antiguo corneta del Zepita, que me había servido como "corneta de órdenes" y combatido en la batalla de Tarapacá, y le grité:
"-¡Farfán! ¿Tú también traicionas a tu general... ¡Viva el Perú!"
El soldado, completamente avergonzado y saliendo de las filas, me respondió:
-"Nos han engañado, mi general..." y dió un estentóreo "¡Viva el Perú!", que fue coreado por toda la tropa.
Hacia las cinco de la tarde, quedaba definida la lucha y apresados los principales jefes rebeldes (coroneles Arnaldo Panizo, Enrique Bonifaz, Juan Vargas Quintanilla y otros más), autores de la triste escena que ofrecía el Perú en medio de sus desgracias frente al enemigo.
En esta fratricida acción, hubimos de lamentar de nuestra parte algunas bajas, entre ellas las de los sargentos mayores José M. Osambela, valiente y dinámico explorador, segundo jefe de la caballería, Domingo de La Fuente, del batallón Tarapacá, y Fermín Dalón, que murió de sus heridas a los pocos días Herido fue el teniente Pedro E. Muñiz."
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Saludos
Jonatan Saona
Gloria a un héroe esa foto donde esta anciano me llena de orgullo
ResponderBorrarLa fragmentación ha sido la caracteristica de la historia del Perú donde cda faccción ha satisfecho sus propios intereses sin importarles los de la Nación.
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