Militar boliviano |
JEFATURA DEL BATALLON PADILLA 6º.
La Paz, Junio 18 de 1880.
Señor Coronel:
Librada la acción que anhelaba el ejército aliado, situado a inmediaciones de la ciudad de Tacna y en el Campo de la Alianza el 26 de Mayo último, me compete el debe de pasar a V. S. un parte detallado de las operaciones del batallón Padilla 6º de mi mando, en aquella memorable jornada.
Después del acelerado regreso de los cuerpos Padilla, Canevaro, Arica, Sucre, Viedma, Tarija y demás que expedicionaron la noche del 25 a órdenes del coronel don Belisario Suárez para sorprender al enemigo, recorriendo un trayecto de seis leguas entre ida y vuelta, porque se nos hizo extraviar a derecha e izquierda por la mala dirección del rumbo, logramos ocupar cada uno de los cuerpos nuestra respectiva colocación en el campamento.
El batallón Padilla vino a retaguardia de los demás cuerpos de infantería y a horas 4 A. M., descubrió la presencia del enemigo, por haber sido herido en la mano el soldado Miguel Castro de la 2ª compañía, por un centinela perdido del lado del costado izquierdo. El ejército enemigo avanzaba en masa y lentamente levantando gruesas columnas de polvo, siendo de advertir que al rayar el día, seguimos marchando en retirada, cuando su artillería nos despidió varias descargas de bala rasa y bombas, las que cesaron al llegar nosotros a más de la mitad del camino, sin duda porque nos alejamos bastante y no podrían los enemigos adelantar con facilidad.
Eran pues las 7:30 A, M., cuando nos restituimos a nuestras antiguas colocaciones como se tiene expresado anteriormente.
El tiempo que medió hasta horas 9 A M., lo pudo emplear la tropa en desayunarse ligeramente con lo que podían encontrar en aquel estado de ansiedad general.
Entretanto, se aproximó el ejército enemigo a tiro de cañón: tocóse generala y al punto se formaron todos los cuerpos, sin haber muchos de ellos alcanzado al desayuno. Situáronse primero en columna cerrada, después en batalla y en lugares inmediatos a sus campamentos y no divisados por el ejército contrario.
Rompióse el fuego de artillería sobre el costado izquierdo de nuestra línea y el derecho de la adversa contestó la pequeña batería del centro que estaba a nuestro frente a órdenes del denodado comandante don Adolfo Palacio y a su vez reforzada por dos piezas Krupp traídas de la derecha por el mayor don Octavio Paz, y de este modo se arreció el fuego de artillería por más de dos horas. Grande era la impaciencia con que la infantería aguardaba la orden de ataque en todo ese tiempo trascurrido; cuando al fin las guerrillas desplegadas a vanguardia de cada cuerpo, según el plan preconcebido, recibieron orden de romper el fuego, sobre el enemigo que hacia de su parte mortífero sobre nuestras filas sin dejar de avanzar.
La principal guerrilla del batallón Padilla formaba la 6ª compañía, mandada por el capitán don Juan Garitano Zavala, con reserva de la 5ª a órdenes del sargento mayor don Julián Paz, mientras que las demás compañías permanecían formadas a su retaguardia. Replegada la 1ª guerrilla, salió a afrontarse la reserva, y pocos momentos después, recibí de esa comandancia general, orden de atacar con todo el cuerpo. Incontinenti se avanzó en batalla al trote y sin hacer mucho fuego, aproximándose como a tres cuadras del enemigo después de haber vencido la larga distancia que nos separaba; entonces fue que el batallón se desplegó cargándose a la derecha del contrario y dando un fuego nutrido y ganando terreno a cada descarga hasta desalojar a aquél. Aquí me permito mencionar, señor comandante general, la intrepidez, bizarría y uniformidad con que cada capitán y cada subalterno, animaba y conducía a su valerosa fuerza, sin permitir que se retrasara ninguno de la línea de batalla. El 2º jefe, teniente coronel don Vicente Crespo, llenó también cumplidamente su deber; siendo aun notable que el comandante don Octavio Rivadeneira del Estado Mayor General, tuvo la inspiración de incorporarse a mi cuerpo y de compartir de nuestro ardimiento, dando así una prueba de abnegación y denuedo poco comunes entre otros que tienen el mismo carácter de colocación.
Hecha esta relación, no debo omitir, que los cuerpos Chorolque y Grau que estaban a nuestra derecha respectivamente cargaron con igual bizarría, viniendo a ocupar cerca de la dirección de nuestra línea. El batallón Arica de nuestra izquierda, rivalizó en entusiasmo y decisión. El paso con que avanzó fue siempre el de carga hasta arrollar y hacer dar media vuelta a la fila enemiga, y hubo instante, que cesando por completo el fuego contrario, se dieron prisa varios del Padilla a dar alcance a los corridos para desarmarlo a bayoneta calada y lo consiguieron tomando muchos prisioneros. En este estado apareció una nueva línea enemiga, detrás de la ceja de nuestro frente, que con sus descargas cerradas consiguió proteger a los que quedaban.
Trabóse una encarnizada lucha con fuego a pié firme de ambas partes y al cabo de un cuarto de hora, nuestra línea volvió a cargar y avanzar hasta arrollarlos otra vez. Se inutilizaron varios rifles de nuestros soldados, los que en el acto cambiaron con los Comblain de los chilenos prisioneros y muertos sobre cuyos cadáveres pasaban, usando de sus municiones. Entretanto murieron heroicamente los capitanes: Juan G. Zavala y Julio Achá; los tenientes: José María Obando, Delfín Butron, Justo Pastor Rivera, el porta estandarte Sócrates Céspedes y N. García que se alistó en la 5ª compañía momentos antes de la batalla. Fueron heridos, el que habla, del brazo y costado izquierdo, inutilizándosele su cabalgadura por tres proyectiles; el 2º jefe, teniente coronel don Vicente Crespo, en la parte interior de la rodilla derecha; el sargento mayor don Manuel Cordero, de gravedad en el muslo derecho y el sargento mayor graduado don Julián Paz de la 5ª compañía.
Al empuje que repetirnos tuvo que retroceder otra vez la línea enemiga, dando fuego en retirada hasta la ceja donde apareció, y allí, se reforzó con otra línea más compacta y más extensa que las otras, la cual nos obligó a detenernos y a dar otra vez fuego a pié firme. Mientras tanto pasaron mucho más de tres horas que la misma línea por nuestra parte sostenía el combate; la distancia que habíamos avanzado del campamento era aproximativamente de una legua, varios soldados habían agotado sus municiones, que en el Padilla no pasaban de 120 proyectiles por plaza, y todos generalmente estaban rendidos por la fatiga de movimientos tan constantes y acosados por la sed, habiendo desaparecido más de sus dos terceras partes.
La reserva que debía darnos respiro no parecía; fue preciso retroceder con fuego en retirada hasta la hondonada, donde habíamos destruido la primera línea enemiga. Allí se renovaron los fuegos con vigor y entereza. Se notó en toda la línea cierta laxitud por la fatiga y deseo de tomar ligero descanso y municionarse, con cuyo motivo comenzó a desgranarse sin que fuera posible contenerla. A ese tiempo, el ala izquierda de nuestro ejército que ya había sido arrollada, dio lugar a que los enemigos nos presentaran un cambio de circunvalación tomándonos a dos fuegos. Sus baterías arreciaron sus fuegos para desalojarnos y en esto la batería boliviana del fuerte de la derecha menudeó sus descargas con tanta celeridad y maestría que contuvo y deshizo a los enemigos dejándonos así hasta la dirección del campamento aliado, en que divisamos varias compañías del Canevaro que hacían fuego de sus posiciones situadas en la altura de nuestro campamento En seguida se declaró la dispersión de nuestro ejército, las caballerías enemigas por escalones atacaban nuestra retaguardia y eran contenidas a su vez por el fuego en retirada de nuestras tropas.
La reserva que debía darnos respiro no parecía; fue preciso retroceder con fuego en retirada hasta la hondonada, donde habíamos destruido la primera línea enemiga. Allí se renovaron los fuegos con vigor y entereza. Se notó en toda la línea cierta laxitud por la fatiga y deseo de tomar ligero descanso y municionarse, con cuyo motivo comenzó a desgranarse sin que fuera posible contenerla. A ese tiempo, el ala izquierda de nuestro ejército que ya había sido arrollada, dio lugar a que los enemigos nos presentaran un cambio de circunvalación tomándonos a dos fuegos. Sus baterías arreciaron sus fuegos para desalojarnos y en esto la batería boliviana del fuerte de la derecha menudeó sus descargas con tanta celeridad y maestría que contuvo y deshizo a los enemigos dejándonos así hasta la dirección del campamento aliado, en que divisamos varias compañías del Canevaro que hacían fuego de sus posiciones situadas en la altura de nuestro campamento En seguida se declaró la dispersión de nuestro ejército, las caballerías enemigas por escalones atacaban nuestra retaguardia y eran contenidas a su vez por el fuego en retirada de nuestras tropas.
Terminada la relación que me ha cabido, sírvase V. S. aceptarla y darle el lugar que ella merece por su veracidad.
PEDRO P. VARGAS.
Al señor Coronel, Comandante General de la segunda división del ejército boliviano don Severino Zapata.
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Saludos
Jonatan Saona
A confesion de parte, relevo de pruebas...
ResponderBorrarNo me cuadra este parte
ResponderBorrarMe parece que este distinguido Coronel tergiversa la verdad para hacer mas honrosa la derrota, pero exagera demasiado y hace muy poco creible su relato, no creo que un batallon encontrandose en forma sucesiva con fuerzas superiores, mantenga su capacidad combativa y haga retroceder y persiga al enemigo por mas de una legua. La verdad no es creible porque de esa forma habrian ganado.
ResponderBorrarEligieron el terreno y organizaron sus fuerza para la defensa. Intentaron sorprender al enemigo mediante un ataque para lo cual realizaron una marcha nocturna. Sin embargo, se perdieron y debieron regresar a sus posiciones originales. En el combate fueron superados ampliamente debiendo huir para nunca más aparecer en un campo de batalla.
ResponderBorrarCada ladrón juzga de acuerdo a su condición
ResponderBorrarClaro,los ladrones peruanos que saquearon Lima después de la derrota en Miraflores. No tuvieron compasión con sus propios compatriotas. Tuvieron los extranjeros y tropas chilenas poner orden.
BorrarDe cual habrá tomado o fumado este distinguido jefe boliviano, combatió con su batallón más de tres horas arrasando tres líneas defensivas adversarios logrando avanzar más de una legua y luego de haber caminado toda la noche y con gran parte de la tropa sin siquiera desayunar.
ResponderBorrarEstá igual que los partes peruanos, a lo mejor nos han engañado todo este tiempo y los aliados ganaron la guerra por paliza.