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11 de marzo de 2024

Reportaje a un enmascarado


Reportaje a un enmascarado
Apendicitis Internacional
(De "Sucesos" de Valparaíso)

Recibida, de mi Director, la orden de largarme por esos mundos en busca de informaciones de actualidad, quiso mi buena suerte que á poco de callejear, tropezase de manos á boca, con el señor X, persona que ha vivido mucho y que, por sus actuaciones de todo orden, está capacitado para emitir opiniones, dignas de tomarse en cuenta, en una época en que está de moda reunir las cosas pasadas cuando por ley histórica se constituyen en cosas presentes.

Desde que salí de las oficinas de "Sucesos" iba pensando en la conveniencia de obtener datos referentes al ya famoso asunto de Las Cautivas, tanto más cuanto que eminentes ciudadanos, como don Julio Zegers, don Marcial Martínez y otros, en presencia de las gestiones del Excelentísimo señor Bentín con diplomáticos chilenos, han terciado en una actualidad que debemos relegar lo más pronto posible á los cachivaches de antaño, so pena de darnos muy malos ratos y muchos dolores de cabeza.

Esto pensando, detuve al señor X. y lo abordé con toda franqueza.
-Señor X, necesito para mi revista que usted me otorgue un reportaje (válgame la palabra mal pese á Omer Emeth) respecto al asunto de Las Cautivas, ó sea al tratado de Ancón. Creo que usted que anduvo por el Norte y que fué uno de los militares que más figuró, entre los subalternos y aún los jefes de entonces, tendrá mucho que hablar al respecto.

Señor X.-No tengo inconveniente en satisfacer su curiosidad, siempre que me sea posible, pero á condición de permanecer absolutamente incógnito. No tengo yo el suficiente renombre para prestigiar opiniones, ni he alcanzado tampoco la edad de las canonizaciones civiles ó laicas con que se acostumbra en esta buena tierra, ir poblando de vejestorios el panteón de los semi-dioses. Llámeme sencillamente El enmascarado y estaré siempre á sus órdenes. Puede comenzar sus preguntas.

Repórter.- Es efectivo que, accediendo á los jimoteos del general Iglesias, se introdujo en el tratado el artículo por el cual se dejaba á las provincias de Tacna y Arica diez años en poder de Chile, pasados los cuales se procedería á consultar á un plebiscito respecto á su definitiva nacionalidad?

Enmascarado.-D. Marcial Martínez tiene razón al sostener que los pucheretes y compungimientos de don Miguel, determinaron ese artículo ó mejor dicho, artículación fatal; el general Iglesias fué sólo la mano del gato con que otro más hábil trató de sacar la castaña del rescoldo. El general Iglesias era una inteligencia mediocre y lo rodeaban otras inteligancias más ó menos del mismo fuste, excepción hecha de Julio Hernández, su secretario y en rigor de rigores -en el hecho- su ministro universal. Los otros, los ministros titulares, no le llegaban al talón al joven Hernández.

Repórter.-Todo un gallo. 
Enmascarado.-Sí, todo un gallo, que ayudó á Iglesias á formarse la situación cuando cuatro caudillos le disputaban el mando supremo del Perú, no ocupado por nuestras armas.

Repórter.-¿Quiénes eran ellos?
Enmascarado.-Los coroneles Puga y Seminario por el norte; el primero desde Cajamarca y el segundo desde Piura. El contraalmirante Lizardo Montero desde Arequipa y el general Andrés Avelino Cáceres en la sierra central.

Repórter.-¿Y á todos los arrolló Iglesias?
Enmascarado.—¡Qué esperanza! como dicen las limeñitas. Quien se encargó de arrollarlos fué el ejército de Chile, que derrotara á Cáceres en Huamachuco, tomó á mano, sin efusión de sangre, al bravo Montero y su ejército en Arequipa y logró espantar á los coroneles Seminario y Puga. 

Repórter.-Ya voy entendiendo.
Enmascarado.-Y entenderá mejor cuando sepa que el gobierno de Iglesias fué una breva curada, por la diplomacia de D. Domingo Santamaría, á quien se le metió entre ceja y ceja celebrar la paz en el Perú precisamente-como lo dice D Marcial Martínez-cuando nada ni nadie nos obligaba á dar un paso absolutamente prematuro y, por sus detalles, contraproducente.

Repórter.-¿Cómo contraproducente?
Enmascarado.-Como lo oye, amiguito, pues el tratado de Ancón, lejos de traer y afianzar la paz con el Perú, nos trajo y nos afianzó un estado de guerra latente, lleno de enconos y suspicacias muy dificiles de extirpar. Vea, usted, después de las campañas de Tarapacá y de Tacna y Arica, es decir después de un esfuerzo que representa el quinto á lo más, del que hubimos de desarrollar más tarde, fueron celebradas unas conferencias pro-paz á bordo del buque de guerra norte-americano 'Lackahnam", en la rada de Arica, en 1880. A esas conferencias concurrieron tres delegados por el Perú, tres por Bolivia y tres por Chile (los señores Altamirano, José Francisco Vergara y Eusebio Lillo). Esas conferencias fracasaron ¿sabe usted por qué?

Repórter. No tengo idea.
Enmascarado.-Pues fracasaron, porque Chile en sus proposiciones imponía, como condición sine qua non, la anexión perpetua á nuestra soberanía de todos los territorios enemigos ocupados por nuestras armas ó sea desde el río Sama al paralelo del grado 24. Los contrarios pusieron el grito en el cielo y hablaron de que ya había pasado la época de las conquistas; pero nuestros representantes, inflexibles, sostuvieron que aquello no era conquista, sino la justa compensación por los sacrificios de sangre y de dinero que esa ocupación nos había demandado.

Repórter.-¿Qué replicaron los delegados del Perú y de Bolivia?
Enmascarado.-Se sostuvieron en no sancionar lo que ellos llamaban conquista y después de muchos torrentes de oratoria y otro poco de champaña yanqui, el asunto quedó en nada y cada mochuelo, digo delegado, volvió á su olivo. Y Chile, siguió armándose y preparándose para ocupar Lima, tal como lo consiguió en el mes de Enero de 1881. Después vinieron las luchas de la sierra y del norte del litoral, con los montoneros hasta llegar á Octubre de 1883 y celebrar este desgraciado pacto de Ancón, cuyo apéndice sobre Las Cautivas nos tiene en pleno caso de apendicitis inflamatoria y tal vez supurada, internacional, y precisamente cuando ha pasado la época de todo tratamiento médico y no puede pensarse sino en una intervención quirúrgica.

Repórter.-Está bien; pero yo deseo saber cómo se pudo consignar en el tratado de Ancón, esa barbaridad de Las Cautivas. 
Enmascarado.-Muy sencillamente. A pesar de que Iglesias y todo su gobierno no eran otra cosa que la hechura de la Diplomacia chilena la brevita curada supo darse trazas para engatuzar á nuestros representantes en la celebración de ese famoso pacto, quebrantando no ya lo que debíamos pedir sino lo que había pedido nuestra cancillería en las conferencias de Arica.

Repórter. No deja de ser extraño que nuestros hábiles, nuestros flamantes plenipotenciarios se dejasen meter el dedo en la boca.
Enmascarado.-Pues, como le he dicho, Julio Hernández, á quien me tocó conocer en Trujillo, cuando entregamos esa plaza á Iglesias y con quien más tarde fuí muy amigo, en Valparaíso, fué el autor y el gestor de aquel macanudo apéndice.

Repórter.-Confirmo que el tal don Julio debió ser muy gallo.
Enmascarado.-Las cosas pasaron así. El tratado se redactó cediendo á perpetuidad desde el Sama al Loa, pero Julio Hernández inició, con felina destreza una campaña, á fin de que la cesión á perpetuidad se estipulara sólo de Camarones al Loa y que se enmascarase la de las provincias de Tacna y Arica citando al efecto una multitud de tratados semejantes celebrados por las potencias europeas al través de los siglos. Todo un curso de Historia Internacional.

Lo que decidió á nuestros plenipotentes á ceder fueron estas ó parecidas palabras de Hernández:
"Señores Plenipotenciarios, no tenemos en manera alguna el ánimo de no ceder á Chile Tacna y Arica; pero debemos enmascarar esa cesión por razones de seguridad personal. Vosotros habéis visto que aún sobresale de una de las torres de la Catedral de Lima la viga en que fueron colgados los hermanos Gutiérrez los asesinos del Presidente Balta. Pues bien, si nosotros cedemos desde luego á Chile el territorio comprendido desde el río Sama hasta la Quebrada de Camarones, tenemos la seguridad de seguir la suerte de aquellos asesinos, tan pronto como el último soldado del general Lynch abandone nuestro territorio, ó sea dentro de un año."

Y así fué cómo Julio Hernández, que tenía un rostro de chiquillo regalón, secundado por Iglesias y sus demás cooperadores, hicieron á nuestros plenipotentes caer en el garlito, y estampar una cláusula que nos ha de costar muchos dolores de cabeza, máxime cuando hasta aquí, después de cerca de siete lustros nada se ha conseguido hacer para chilenizar esas provincias, pues todos sus chilenizadores se olvidaron de que se chileniza con chilenos y no con chilenadas. 

Repórter.-¿Qué es eso de las chilenadas? 
Enmascarado.-Eso lo explicaré otro día, pues ahora voy muy apurado y no dispongo de tiempo para hacerme reportear ni un momento más.

Repórter.-Pero yo, pensé, no pierdo la esperanza de pescarlo en otra ocasión, á fin de que me vaya largando la pepa de lo que sabe de asuntos puestos hoy en plena actualidad.


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Revista "Variedades". Año XIII n°477. Lima, 21 de abril de 1917.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. En citado "enmascarado" andaba más perdido que yo tratando de publicar en este blog con mi nombre. Ocurre que en la llamada "conferencia de Arica", celebrada durante tres diferentes días a bordo de la "Lackawanna", Chile no exigió retener todos los territorios dominados por sus armas a esas fechas (octubre 1880), desde "Sama al sur" como se señala allí. Lo que efectivamente exigió, en cuanto a cambio de soberanía de territorios, fue la posesión del Departamento de Tarapacá. Vale decir, desde la Quebrada de Camarones, por el norte, hasta la desembocadura del rio Loa, por el Sur. No se llegó a acuerdo, y la guerra continuó. El Tratado de Chorrillos (llamado de Ancón) dejó ese territorio definitivamente en poder de Chile, además de aquel de la provincia de Arica y parte del departamento de Moquegua (Tacna hasta el Sama), en administración transitoria por 10 años (que se alargarían a casi 50). Como los acuerdos de 1929 dejaron definitivamente en poder de Chile la provincia de Arica y su puerto, la reflexión es que, si Perú hubiera aceptado la propuesta chilena de 1880, hubiera salvado su integridad desde la quebrada de Camarones al norte, por una parte, además de unas 10 a 12 mil vidas muy valiosas.
    Creo que está demás aclarar que, en la tal conferencia de Arica, los representantes chilenos fueron efectivamente tres, pero los de Perú y Bolivia solo dos cada uno. Los EEUU si tuvieron tres representantes a abordo de la "Lackawanna". Es efectivo que la entrega en administración por 10 años de los citados territorios de Arica y parte del departamento de Moquegua fue sugerida como una forma de enmascarar - temporalmente - una cesión perpetua a futuro. Los negociadores peruanos estuvieron muy bien en esa instancia. Pero, Chile no fue capaz de poblar, ni menos "chilenizar" los aludidos territorios en los siguientes lustros, debiendo retornar Tacna al Perú en 1929. Logro peruano muy merecido por la persistencia y apego a su patria del pueblo tacneño.

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