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6 de noviembre de 2023

Germania por Bisama

"Combate de Pampa Germania" por Juan Crass

Germania por Bisama Cuevas

...Los jinetes del comandante Vergara, después de refrescar y forrajear sus cabalgaduras en Dolores, siguieron el día 6 su carrera por el desierto, ya afortunada, hasta producir el encuentro en las pampas de Germania contra fuerzas de caballería aliada.

Según refiere el oficial peruano R. Heredia, la noticia de la presencia y proximidad de los chilenos en el desierto, que se supuso la vanguardia de fuerzas que se movían, la tuvo Buendía en Agua Santa, donde se creyó débil para resistir, contando con un ejército tan reducido como el que tenía á disposición: el Aroma, Vengadores y restos del Independencia y Victoria salvados al desastre de Pisagua, circunstancia que unida á la forzada detención en Pozo Almonte, como lo hace notar don Gonzalo Bulnes en su historia, de la división Dávila, perteneciente al ejército de Suárez, que había partido á reunírsele desde Iquique, motivó el cambio del punto de concentración: Pozo Almonte por Agua Santa.

Buen día al retirarse de esta localidad entregó á las llamas los edificios de la estación y los grandes depósitos de víveres y forrajes, acumulados á costa de tantos sacrificios, lo que hace decir á uno de sus propios historiadores que el general peruano no tenía el propósito de volver por aquella vía, con el apresuramiento que demostraba en incendiar depósitos tan distantes de los lugares ocupados por los chilenos.

La caballería de la alianza, interpuesta en Germania á la columna del comandante Vergara y que cubría la retaguardia del Ejército que se retiraba al sur, á Pozo Almonte, era mandada por el comandante don José Ventura Sepúlveda, jefe que gozaba fama de valiente é intrépido, hijo de una dama peruana y de un coronel chileno que llevó al Perú la campaña de 1838. Su número, de 100 á 120 hombres, era compuesto de tropas del regimiento que ostentaba por nombre el de «Húsares de Junín», título de honor que el libertador Simón Bolívar diera a la caballería peruana en recuerdo de la acción de Junín; y de tropas del regimiento boliviano «Bolívar l.° de Húsares»

En las filas de los primeros mandaban los oficiales Clodomiro Puente Arnao, Octavio del Mazo y José Soza. En las de los segundos, su capitán don Manuel M. Soto y los tenientes Barrón y Gómez. Como armamento, siendo húsares, usaban sólo carabina Winchester.

A la caída de la tarde, en la descubierta chilena se dio la voz de «enemigo al frente».

En efecto, la caballería aliada, que había también avistado á la nuestra, se extendía estratégicamente, apoyando sus costados en los accidentes del terreno. A su frente dejaba un excelente campo de tiro á sus armas.

El alférez don Gonzalo Lara, que mandaba el piquete de 25 hombres de descubierta, sin empeñar combate y en obedecimiento á órdenes de antemano recibidas, se replegó al grueso, dando inmediata cuenta de la novedad á su comandante en jefe, quien entró en corta deliberación con los oficiales superiores.

Pronto el escuadrón, dejando su orden de marcha, se formó en columnas y ya con el enemigo á la vista, el capitán Parra, que mandaba la segunda compañía, gritó “a la carga”, orden que sus soldados obedecieron con la celeridad del rayo, deseosos de probar el filo de sus pesados sables de factura francesa, y partieron ligeros, veloces, avivando la carga con el chivateo legendario de las selvas de Arauco, siendo al punto seguidos por el resto del escuadrón al mando de Barahona, y de los jefes Vergara y Martínez, y del ayudante de campo Dardignac, que picando con la espuela á sus caballos, siguieron, entre nubes de polvo, revueltos con los tiros cazadores.

Los húsares abrieron sobre las compactas filas el fuego de sus armas de repetición; pero pronto el sable manejado con membruda mano acalló su estruendo. El entrevero fue sangriento.

De los primeros en caer fue el bravo comandante Sepúlveda, víctima de feroz cuchillada que le dividió el cráneo.

Diseminada la caballería en combates parciales, cegada la tropa en el furor de las armas, el brazo de los fieros cazadores no se detuvo sino cuando remataron sus caballos á tres leguas del sitio principal de la acción, hasta donde dieron escolta á los “espantados fugitivos” y éstos fueron pocos. En sesenta se estima el número de sus muertos, que no se contaron. Por nuestra parte perdimos en la tropa á tres valientes: Francisco Tapia, Juan de Dios Piñeiro y Froilán Benítez. Heridos resultaron el alférez Lara y cinco soldados.

El capitán Parra, que perseguía la caza, jinete en una flaca yegua tordilla, por no haber tenido tiempo de usar el brioso animal que su asistente Utreras conducía á retaguardia, pudo librar de los reveses del sable de los fieros soldados al teniente Emilio Gómez. Con igual suerte el alférez Souper pudo proteger y hacer prisionero al comandante peruano Chocano, de la familia del poeta de su apellido, gobernador de Agua Santa.

Refiérase que mientras el capitán Parra se detenía un instante en su carrera para hacer prisionero al teniente Gómez, pasó al alcance de su voz el asistente Utreras, jinete en el caballo regalón de su capitán, un magnífico bayo de gran alzada, el que llamado por éste para el cambio de montura, contestó blandiendo el sable, indicando no poder, y siguió arrebatado en los azares de la lucha hasta perderse en los revueltos accidentes del combate. Utreras, á quien los años no separaron del cariño de su jefe, había hecho presa de guerra en el brioso bayo, por haberlo desmontado una bala. 

En el entrevero estuvo á punto de caer víctima de su arrojo, el comandante don José Francisco Vergara. Le salvó el sable de un cazador, de la carabina que, como maza, esgrimía un corpulento negro.

Entre los episodios es digno de recordar el que se refiere al sargento Tapia.

Hubo un momento en que el bravo sargento, acompañado sólo del soldado Pedro Castro, se vió cercado de un grupo como de doce ó quince enemigos, á los que confiadamente se había acercado, engañado por la semejanza de uniforme con los de su regimiento. Al reconocerlos, observó á su compañero que el honor de cazadores no permitía volver la espalda al enemigo y que era preciso cargarlo por el mal estado de su caballo. No importa, contestó el intrépido sargento, “cargaré solo y tú como puedas apóyame por retaguardia para que no me rodeen”. Lanzado al encuentro peleó con admirable denuedo, hasta que á pié, por haber muerto el caballo, cayó derribado por una bala, no sin que hiciera morder el polvo á tres soldados.

Sus compañeros llegaron tarde para librarlo del enemigo, pero vengaron su muerte: del pelotón, el sable de los cazadores no dejó ninguno.

* * *

El hecho de armas de Germania acrecentó la fama de la caballería chilena, no desmerecida en el curso de la guerra.

Después de esta victoria, la columna expedicionaria volvió bridas por el desierto y acampó en San Francisco, ocupado ya por los primeros regimientos que se movían de Pisagua.

J. A. Bisama Cuevas.


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Bisama Cuevas, José Antonio. "Álbum Gráfico Militar de Chile. Campaña del Pacífico". Santiago, 1909.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. En mi opinión, la decisión de quemar los depósitos con recursos logísticos ubicados en Agua Santa que adoptó Buendía fue acertada. No es, claramente, que no pensara regresar por esa misma vía (Estación Central - Agua Santa) a enfrentar al ejército chileno que había invadido Tarapacá por Pisagua el día 02.11.79. Es que, simplemente, no tuvo otra opción.
    Veamos: El ejército de Chile envió una patrulla en observación el día 04.11.79, al atardecer, hacia la estación San Roberto. Comprobó ésta la ausencia de enemigos, así como el buen estado de la vía férrea. En base a ello, se despachó el día 05.11 al escuadrón de cazadores (dos compañías) a la orden del secretario del CJ, para penetrar y consolidar lo que resultare factible. Esta fuerza alcanzó hasta Dolores el mismo día 05.11, y tomó allí posesión del pozo mismo, así como de los estanques de agua, la maquinaria para elevar el agua y su combustible, como también del material ferroviario para transportarla (carros estanque). Todo, inexplicablemente, en buen estado y listo para su inmediata utilización.
    Ese mismo día 05.11, al anochecer, la caballería chilena - desde Dolores - divisó las llamas de los depósitos aliados ardiendo en Agua Santa. Al día siguiente, 06.11, continuó su avance por la vía férrea, notando la columna de humo de los depósitos que aún ardían, y chocó con la caballería de Sepúlveda al atardecer, destruyéndola.
    Vale decir, que si Buendía no ordena la destrucción de esos bienes el día 05.11, estos habrían caído en poder de las fuerzas chilenas el siguiente día 06.11. El comentario acerca de que esa decisión fue apresurada, porque el enemigo se hallaba aún en la costa, muy distante de Agua Santa es, pues, equivocado. Fue, como comento, una de las pocas decisiones estratégicas atinadas que dispuso Buendía en la coyuntura.

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