Conocidas las nuevas versiones don Eduardo Llanos insistió en su primitiva exposición.
En esta dificultad para corroborar su dicho, don Benigno Posada se dirigió a don Edmundo Wallis, el caballero gibraltareño, casado con chilena, y que fue uno de los acompañantes del entierro de Prat. Publicaremos estos otros documentos producidos, que no pueden faltar para la originalidad de esta exposición.
“Señor Edmundo Wallis.
Muy señor mío:
Hágame el favor de contestarme al pie de ésta, ¿qué presenció Ud. en el Cementerio, el día 22 de Mayo de 1879?
Soy de Ud. Atto. y S. S. — Benigno Posada".
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"Señor don Benigno Posada.
Iquique, Junio 12 de 1884,
Señor de mi respeto:
La pregunta que Ud. me hace es algo compleja, y como sé que ella tiende a esclarecer los hechos que se relacionan con el entierro del ínclito capitán Prat, me voy a permitir contestarla con los detalles que recuerde mi memoria.
Después del tremendo y desigual combate, entre la "Esmeralda" y el "Huáscar", que presenció desde el muelle, mi corazón se hallaba impresionado por el heroico comportamiento de su capitán y de toda la tripulación. Así fue que, tan luego como supe que los cadáveres del capitán Prat y del teniente Serrano habían sido traídos a tierra, me apresuré a ir a ver la noble faz de aquellos denodados guerreros y me propuse acompañar sus restos venerados al último asilo.
Al día siguiente, supe que Ud. había ido a pedir permiso, al señor Prefecto, don Justo Pastor Dávila, para enterrar esos ilustres cadáveres, y que el permiso le había sido otorgado con la condición de que la ceremonia se hiciese de la manera más secreta. Habiendo sabido también que el entierro debía tener lugar por la tarde, como a las 4.30 P.M., me dirigí al Cementerio, y allí me encontré con el señor vicecónsul inglés, don Juan Naim; poco después llegó usted y al rato don Eduardo Llanos, y, en pos de él, un carretón en que venían los cadáveres de Prat y Serrano. Pocos momentos después se nos agregaron el señor Federico Latur y un dependiente del señor Llanos.
El carretón siguió solo, orillando al Cementerio, conducido por el carretonero Jacinto Predar, de nacionalidad portuguesa, según últimamente he sabido, para entrar por la puerta trasera. Los de la comitiva entramos por la puerta principal. Al llegar a la cruz, que antes estaba en el centro del Cementerio, se quedaron todos allí, menos yo y el señor Llanos, que avanzamos a abrir la puerta, para que entrase el carretón. En este momento sucedió un incidente que debo referir.
A la misma hora en que se iban a sepultar los cadáveres de Prat y Serrano, se sepultaban, a corta distancia, los cadáveres de los oficiales peruanos García y Velarde, que habían sido conducidos con gran pompa y por inmenso acompañamiento, al son de una música fúnebre.
Al ruido que producía la música, se asustó la mula que conducía nuestros preciosos restos, por lo que yo y el señor Llanos tuvimos que tomarla de las riendas, uno de cada lado, y hacerla andar por la fuerza.
Llegando el carretón al lugar donde se hallaban abiertas las fosas, el señor Llanos se fue a juntar con la comitiva que estaba al lado de la cruz. En ese momento, el carretonero me dirigió la palabra en estos términos: "¿Y quién me ayuda a bajar los cajones?" A lo que yo le contesté: "Yo, que para eso he venido". Acto continuo eché mano de un extremo del cajón de Prat y lo bajamos del carretón, haciendo después lo mismo con el de Serrano. En este instante se acercó usted para presenciar el acto de la sepultación y recuerdo que un muchacho de la comitiva de los oficiales peruanos le preguntó a usted cuál de los dos cajones encerraba el cadáver del comandante, lo que Ud. le indicó, retirándose él precipitadamente.
Entre los dos (es decir, yo y el carretonero) colocamos el ataúd de Prat en la fosa, y después el de Serrano, retirándose al instante el carretonero.
Quedé yo solo en presencia de Ud., y como no hubiera pala ni herramienta alguna con que arrojar la tierra, me arrodillé y a brazadas empecé a arrojarla hasta cubrir la fosa de Prat. Pasé en seguida a hacer lo mismo con la de Serrano; pero antes que concluyese de cubrirla sentí que muchas personas de la comitiva de los oficiales de García y Velarde, se acercaban y vociferaban palabras oprobiosas contra Prat y Serrano, y al poco rato comenzaron a caer sobre mí terrones y otros proyectiles. Temeroso de que el escarnio pudiera seguir, suspendí la obra y me retiré, juntándome con la comitiva que se hallaba al lado de la cruz.
Tal es la relación gráfica y verdadera de lo que presencié el día 22 de Mayo de 1879 en el Cementerio de Iquique, en el acto de la sepultación de los héroes Prat y Serrano, que con tanta justicia glorifica el pueblo chileno agradecido.
Yo tomé parte no sólo por la admiración que en mí produjo la hazaña tan heroica, sino también porque mi larga residencia en Chile, donde contraje matrimonio, me ha hecho considerar a este hermoso país como mi patria adoptiva.
Creí cumplir con un deber, no solamente de humanidad, sino también de simpatía y de reconocimiento por el país de mis hijos.
Con sentimiento de respeto, me subscribo su atento y S. S.
— Edmundo Wallis".
Conocidos todos estos documentos, hay que convenir en que muchos accidentes del cuadro quedan en la penumbra. En algunas versiones, sobresale especialmente la actuación de don Eduardo Llanos y en otras la de don Benigno Posada. Si uno de ellos es asturiano y el otro de la región vecina, se explica la desavenencia.
El que menos ruido metió viene a ser don Ciríaco Salas y Munduteguy, que con don Eduardo Llanos y don Benigno Posada fue el otro de los caballeros españoles de la Beneficencia con intervención en el entierro y sepultación de Prat y Serrano.
Muy joven salió de su pueblo natal, Zumárraga, estableciéndose en Valparaíso en 1877.
El año siguiente partió para la plaza de Iquique a implantar un negocio que por acá había podido conocer. La fortuna le sonrió, aunque, producida la guerra, el negocio paró en ruina. Después de algunos años volvió a Valparaíso donde es fama que no faltaba nunca a las festividades del 21 de Mayo en torno del monumento a los héroes de Iquique. En estas ocasiones, mientras resonaban las salvas o se escuchaban los himnos patrióticos, el caballeroso español sentía nublarse sus ojos de lágrimas y exclamaba entre dientes:
— ¡Oh!, ¡quién dijera, caramba, que yo he tenido al de la estatua en mis propios brazos!
De Valparaíso, ya en prosperidad sus negocios, don Ciríaco Salas y Munduteguy hizo un viaje a España, volviendo al año siguiente porque tenía verdadera predilección por Chile. A mediados de 1916 sus fuerzas se habían debilitado y buscando la salud se embarcó otra vez para España. Y a poco de llegar a Zumárraga, su pueblo natal, le sorprendió la muerte el 9 de julio de ese año.
Ahora, con la muerte de don Eduardo Llanos, ha desaparecido el último testigo del entierro de Prat y Serrano en Iquique. El sargento Aldea, que murió en el Hospital tres días después, no tuvo sino la fosa común; aunque más tarde Chile pudo recobrar, debidamente confrontado, el cadáver del bravo sargento que acompañó hasta después de su muerte al heroico comandante de la “Esmeralda”.
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"El último de los testigos del entierro de Prat y Serrano en Iquique" por R. H. (Roberto Hernández). Publicado originalmente en “ El Tarapacá” de Iquique en 1927. Republicado en "Revista de Marina" n° 730. Fecha 01 de junio de 1979.
Saludos
Jonatan Saona
Excelente documento, fuente histórica de valor extraordinario.
ResponderBorrarHonor y gloria a los caídos en Iquique. Agradecimiento eterno a los que se arriesgaron sepultar a Prat y Serrano. Viva Chile hoy y siempre. Ojalá esto lo conozcan las nuevas generaciones.