I.
He aquí un hombre más, digno de la historia americana y de la universal.
Los hombres se ajitan por dejar un nombre inmortal en cualquiera clase, en la guerra, en la administración, en las letras, en las artes, en las ciencias, en la filantropía, pero cuán pocos alcanzan su ardiente aspiración!
No basta tener una alta posición social o política para ser digno de la historia, para ser memorable; no basta ser emperador, rey, czar, presidente, ministro, ni tener un voluminoso espediente de hojas de servicio, venidas sabe Dios si por intrigas y bajezas, ó perfidias y traiciones. Hay entre esa esfera de altos personajes, un vulgo como hay entre los hombres; vulgo que no merece renombre, que solo sirve para llenar tablas cronológicas: vulgo de mandarines, que no se han hecho notables por el bien, ni por el mal, que no han dejado virtudes que imitar, ni vicios de que huir, ni Trajanos, ni Nerones.
No pertenece este vulgo el doctor Nicolás Piérola, cuyo renombre asilará la posteridad, salvándolo del olvido y de la indiferencia.
Cómo se ha levantado grande el doctor Piérola, lo esplica la lógica natural.
Los hombres se elevan ó bajan al impulso de los acontecimientos, y éstos no son otra cosa que el desenvolvimiento de una época. Por manera, que quien haya leído con inteligencia la historia, quedará convencido, de que la época hace al hombre y no el hombre a la época.
Son los tiempos los que maduran ciertas ideas, que poco á poco se fermentan, se espanden, rompen de una vez sus barreras, y ocasionan las evoluciones sociales que el mundo admira.
Esta ley natural no puede ponerse en ejecución como todas, sino por el hombre, sujeto y objeto, causa y fin de los movimientos sociales.
Para esta ejecución, hé ahí que se presenta un hombre dotado de génio, formado por la época, buscado por las circunstancias, y acomodado por decirlo así, al teatro que se descorre. Este fué Alejandro, fué César, fué Napoleón, fué Washington, fué Bolívar, fué Murillo.
Si estos hombres no hubieran nacido, habrían sido otros. Hombres habría habido para ejecutar las leyes de la época, las ideas de los tiempos, que en su incontenible y eterno curso cruzan al través de todo obstáculo.
Aun cuando no hubieran existido los Mirabeau, Bailly, Napoleón, etc., la revolución francesa habría estallado, porque ella estaba fermentada en las cabezas de los franceses, desde que tomaron imperio los abusos del feudalismo de la superstición.
Si Bolívar y San Martin no hubieran venido al mundo, habría habido otros hijos de la idea de la gran emancipación, que aquí alumbró Murillo, el SUBLIME CHOLO.
De otro lado, aquellos genios, aquellos hombres superiores, si hubieran nacido en otra época, habrían sido superiores, habrían sobresalido en otro género, ó en el mismo, pero según la época.
Así sucede en política como en las ciencias y letras. Si Voltaire hubiera vivido en la civilización ortodoxa del siglo IV, quizá hubiera sido el Santo Tomás de Aquino de la Iglesia.
Sin hacer tan remotas escursiones, Melgarejo en la guerra de la independencia, ó en cualquiera nacional, habría empleado ese admirable valor en el combate del enemigo, dejando nombre en la historia heroica. Pero la época lo hizo tal como no podía ménos que ser: en la guerra civil: dominador de sus enemigos, hijo de las revoluciones, que han perdido a Bolivia.
Y por estas consideraciones deducidas de la filosofía de la historia, creemos que el doctor Nicolás Piérola, es digno de ella, y que honrará las páginas americanas. Veámoslo.
II
La heróica lucha del "Huáscar" con el "Amatist," y el atrevido encuentro del "Alto de los Angeles," dibujó al hombre de génio, como a revolucionario audaz.
Su nombre se confundió sin embargo entre aquellos comunes revolucionarios, que abundado en Bolivia y el Perú, sin mas títulos que la audacia y la ambición, y cuando más noble sea, el deseo de inscribir su nombre en la tabla cronológica de los mandones de un pueblo.
Poca impresión pudieron hacer esas dos luchas de porfía, que a fuer de porfía llegan a tener algún prestigio. Hasta hoy se aplaude en Bolivia la constancia revolucionaria del doctor Linares, pues que nueve años luchó sin cesar para derribar al soldado, que baleó al Congreso del 48, y que no pudiendo obtenerlo, logró su conato con el sucesor Córdova.
El doctor Piérola, se decía entónces en Bolivia, que sería en lo futuro un Lináres, como supremo elogio de constancia y audacia.
Pasaron los tiempos.
El revolucionario estaba proscrito en Chile, en Bolivia, en Europa.
Jóven aun, activo como un guerrillero, de espíritu firme, de vasta inteligencia como lo manifestó siendo ministro de hacienda de Prado(*), dotado de perspicua intuición, preparaba un golpe mas seguro, se alistaba, tenía pendiente su palabra á sus numerosos partidarios, iba tocar el resorte de la revolución, cuando se rompe de súbito la guerra al Perú, (abril 5 1879). Chile, que había ocupado Antofagasta el 14 de Febrero- declara la guerra al Perú.
¿Qué parte había tenido Piérola en este gran acontecimiento? No era mas peruano, si hubiese pertenecido a las vulgaridades, habría tenido quizá derecho para promover recriminaciones.
Pero noble y generoso, ofreció sus servicios al General Prado, quien con igual caballerosidad los aceptó.
Es entónces que principió a brillar como una estrella de esperanza para los dos pueblos aliados, y su advenimiento al mando era aguardado con seguridad, pues el general Prado estaba ya acusado de incompetencia para llevar adelante una guerra colosal, según los acontecimientos que se sucedieron con vertiginosa rapidez.
Bolivia estaba también inquieta por sacudirse de Daza, que había deshonrado las armas bolivianas en Camarones.
Daza y Prado no podían seguir adelante, sin perder a sus países y deshonrarlos.
El doctor Piérola en el Perú y el General Campero en Bolivia fueron encargados, para proseguir la guerra, obligados á restablecer el vigor y espíritu de peruanos y bolivianos abatidos por los pasados contrastes del "Huáscar" y la "Independencia," de "Pisagua", "San Francisco" é "Iquique".
Las esperanzas del Perú fueron realizadas con la presencia del Dictador. Entónces ya Piérola era grande.
El pueblo decepcionado de aquel país recobra su entusiasmo, y dá muestra de ser capaz de vengar los ultrajes pasados, se pone sobre las armas a la voz del Dictador, y no hay un ángulo de toda la república donde no se agiten los nacionales, y se disputen a ofrecer sacrificios a la Patria.
Nadie censura ni rechaza la dictadura. Piérola sabe magnetizar, y hace un hombre de un pueblo.
Qué gloria para el Perú durante la dictadura... ni un acto de decepción, a pesar del rigor con que se ejerce ella.
Estudiando y relatando los actos de aquel ilustre peruano, es admirable cómo en medio de las efervescencias de la guerra, haya podido dictar fecundas medidas de reorganización, sin esceptuar ningún ramo de administración pública. Tribunales, municipios, enseñanza pública, impuestos, manejos financiales, medios de empresas industriales, todo lo tocó con atrevida mano, lo convierte en masa y le da otra forma.
La mirada compasiva del indio le hace espedir decretos en su favor, y tiene el capricho de llamarse Protector de indígenas, quizá previendo, que consumado el apoderamiento de las costas por los chilenos, se asile en las breñas y pampas de los Andes, donde habitan los indígenas, para reunirlos, disciplinarlos y levantarlos un día cual un Tupacamaru. No será difícil traer armas por el Amazonas, y poner en los millares de brazos de aquellos americanos, que serán el constante amago de Chile, si no dejan la patria del Sol.
La confederación Perú-Boliviana, bajo el sistema federal, es la creación de un porvenir seguro esplendoroso, y único haga la grandeza de estos pueblos hermanos.
Piérola es la encarnación de aquella soberbia idea, terror pánico de Chile, y celo de las Repúblicas del Plata; la idea, léjos de estinguirse como las victorias araucanas, vive aun como una gota de agua sobre una plancha encandecida de hierro. Así, de pronto, en estos momentos. Pero os indudable, que después de los acontecimientos actuales, será un caudal, un océano en que se ahogue Chile.
Por lo mismo de que la confederación ha sido siempre combatida por aquel país, pues, por lo mismo toca a bolivianos y peruanos jurar eterna unión, sin dejarse seducir por los halagos sacrílegos de un conquistador, que pretende engalanar al esclavo con su propia fortuna.
Cuanto abundante y fecundo puede concebir el pensamiento sobre el futuro de la confederación federal de los Estados Perú-Bolivianos; todo eso pertenece al génio audaz de Piérola, que supo iniciar a la faz del mundo un deseo popular y una combinación política de urgente necesidad.
A su lado figurarán los nombres del general Campero, y de aquellos que se plegaron a la idea salvadora. Timbre de gloria será haber pertenecido a la propaganda federal, especialmente para los bolivianos; pues, parece crimen contemplar fríos el mal que lleva a la muerte, conocer el remedio, y no aplicarlo.
Que el Perú piense como el Dictador, que abra su corazón como él, que tenga fé y sinceridad; y Bolivia,—quiera el Dios de las naciones—podrá unir sus destinos a los suyos.
Hé ahí por que enaltecemos a aquel hombre, que en medio de la metralla firma la iniciativa de un pacto muy trascendental en bien de dos países.
Lo hemos visto político. Veamos al guerrero.
Chorrillos y Miraflores son dos grandes batallas, que proyectan su sombra de grandeza sobre el hombre que ha sabido presidir el ejército combatiente, cualquiera que haya sido su suerte.
Dos batallas son, que, mas por el número de sus soldados, importan demasiado en la historia de las guerras, pues parecen destinadas a señalar una etapa final.
De pronto, no será aventurado sostener, que la guerra con el Perú es terminada con Miraflores y Chorrillos, y cerrada la dictadura de Piérola.
Con todo, no es poco notable, que este personaje haya sostenido una lucha tan tenaz, levantando 50 mil hombres en Lima, dejando el bufete, para marchar al combate, tomando la espada por pluma, y exaltando al ciudadano particular con un ejemplo digno de la posteridad.
Piérola vencido, se muestra serio sin altivez, hidalgo sin petulancia, ni fanfarronería. Sus oficios merecen estudiarse; pensamiento por pensamiento. Su serenidad, su fuerza de espíritu, su abnegación, no fueron bastantes para contener la mano adversa del destino.
Hijo fué de su época, y expresión de su patria.
Estamos en la mitad de su historia, y le vemos ya muy alto, allá donde están los hombres que han sabido hacer esfuerzos casi sobre naturales, y que no siempre han sido felices.
No les queda sino felicidad, —y es— la memoria de los hombres.
Que de esa felicidad goce Piérola, el famoso Dictador del Perú en 1880 á 81.
La dictadura es crimen; pero el mundo sabrá perdonar al hombre que supo sacrificarse por la bandera unida del Perú y Bolivia. Que ambos pueblos conserven su nombre en grata memoria, y sigan sosteniendo su heroísmo, su pensamiento patriótico, su decisión por el honor de ambos países!
O.
(«El Comercio» de La Paz de 22 de Marzo último.)
_______
(*) Piérola fue ministro de Hacienda de José Balta
******************
"El Patriota" n° 15, Puno, miércoles 1° de junio de 1881.
Saludos
Jonatan Saona
¿Sostuvo una lucha tenaz levantando 50 mil hombres en Lima? Si efectivamente puso bajo bandera a 50 mil, con certeza no estuvo ni la mitad de ellos presente en las batallas de Lima.
ResponderBorrar"Chorrillos y Miraflores son dos grandes batallas que proyectan su sombra de grandeza sobre el hombre que ha sabido presidir el ejército combatiente..."
Cabría definir claramente el sustantivo "grandeza". En cuanto a "presidir", viene a resultar, por lo que se lee, un verbo bastante elástico.
Nicolás de Pierola es hombre público más miserable, ladrón y corrupto que ha tenido el Perú, les sugiero leer el libro historia de la corrupción en el Perú
ResponderBorrar