Nació en Santiago el 22 de febrero de 1854; fueron sus padres Pedro (doctor en medicina) y Clara. Se ordenó de sacerdote el 22 de septiembre de 1877. Durante el primer año de su sacerdocio fue capellán de la iglesia de San Juan Evangelista.
En 1879 fue nombrado capellán del Ejército, cargo que ocupó hasta que las fuerzas chilenas entraron a Lima. De 1882 a 1887 fue Vicario Apostólico de Antofagasta. El 26 de junio de 1890 fue nombrado Obispo de La Serena por el Papa León XIII, a propuesta del gobierno de Chile. Concurrió al Concilio Plenario celebrado en Roma en 1899. Murió en La Serena en 1909.
Su nombramiento como capellán castrense fue fechado el 9 de abril de 1879. Tres meses después se le nominó como Capellán Mayor; en agosto del mismo año se le ampliaron sus facultades para poder bendecir matrimonios. Su labor como Capellán Mayor en el Cuartel General fue organizar y coordinar el servicio religioso, tarea sumamente sacrificada y de gran responsabilidad, ya que debía enviar capellanes donde se necesitaba mayor auxilio espiritual para las tropas, en las distintas localidades del norte. Por otra parte, el Capellán Mayor debía reunir una serie de cualidades que le facilitaran ser obedecido por los otros capellanes y al mismo tiempo tener excelente trato con los militares y el Ministro de Guerra, con quien tenía que planificar todos sus trabajos. Por ello, la actuación del padre Florencia Fontecilla, quien permaneció tan largo tiempo en dicho puesto, demuestra la enorme capacidad de este sacerdote. No es de extrañar entonces que fuese condecorado con las medallas Antofagasta, Pisagua, Tarapacá, Tacna y Arica, Chorrillos y Miraflores.
El padre Marchant Pereira opinó sobre su designación como Capellán Mayor diciendo que: "el nombramiento de Florencia no podía ser más acertado. A mi humilde juicio, entre todos, es el que mejor reúne las cualidades que tan delicado puesto requiere"
Su actuación durante la guerra fue mencionada continuamente por los distintos medios de prensa, como también por los contemporáneos a ella. El auxilio espiritual que prestó a los heridos y moribundos en la captura del Huáscar, en la toma de Pisagua, en las batallas de Tacna, Chorrillos y Miraflores
fue significativamente sobresaliente.
El padre Fontecilla renunció como Capellán Mayor del Ejército Expedicionario el 18 de junio de 1881 y fue reemplazado por el padre Javier Valdés.
Más tarde, el 23 de octubre de 1883 se lo nombró capellán del cuerpo de Ejército que expedicionó sobre Arequipa.
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Larraín Mira, Paz. "Los Capellanes castrenses chilenos en la guerra del Pacífico. Perfiles biográficos". Cuadernos de Historia 23. Universidad de Chile. Diciembre 2003.
Saludos
Jonatan Saona
Llama la atención, en comparación a cánones modernos, la edad en la que fallecían los varones de la época.
ResponderBorrarMonseñor Fontecilla, titular de este espacio en el blog, solo vivió 55 años.
El personaje aludido en este mismo sitio días atrás, E. John Penton, carpintero naval británico al servicio de Chile: 53 años. Su padre, según relata el mismo Penton en su "Diario" falleció con solo 45. José Francisco Vergara, combatiente y ministro de Guerra en campaña que fue de Chile en la GDP, alcanzó solo a los 56. Y el general Pedro Lagos, el mejor táctico de la historia militar de Chile, murió a los 52. Vidas intensas, como sabemos, pero cortas.