Páginas

15 de noviembre de 2022

Respuesta de Taborga

Miguel de los Santos Taborga
Carta de respuesta de Miguel Taborga

Señor General D.D. Eliodoro Camacho.
Presente.

Señor General.
Creía terminada la controversia respecto del suceso de Camarones, mas su carta última, en que se propone satisfacer las dudas que U. encuentra en la mía y considerar algunos puntos de mi artículo de prensa, que me obligan á una última contestación. Seré lo mas breve que me sea posible.

Ante todo, insistiré en un punto que es precisamente el último de su correspondencia. Nunca me he propuesto vengarme de quién me agraviara, y menos aun de una tercera persona; he contestado á una provocación de apreciaciones históricas y para el caso me he servido de los documentos públicos. Si es incuestionable el derecho de investigar la verdadera faz de los hechos públicos, lo es todavía mas cuando ellos están íntimamente ligados con los destinos nacionales y constituyen la trama de nuestra historia.

Si me he equivocado en mis apreciaciones, ¿qué ocasión mas bella, Señor General, para ratificarlos y desvanecer las sombras que comenzaron á extenderse desde que se fijó la atención en el pormenor de los sucesos de la campaña; y desde el día mismo que el Manifiesto del General Daza circuló en la Nación, despertando la curiosidad y el interés de lo que de seguro se creía que iba á responderse á la afirmación mas categórica, á la declaración solemne y á la interpelación mas directa que caber puede, ya que hasta hoy ha quedado sin respuesta?

La correspondencia con que U, me favorece y mis contestaciones tienden á esclarecer un hecho histórico, y quizá sirvan en algo á quien después se proponga aplicar el escalpelo de la crítica para presentar la verdad en toda su desnudez, desenmarañándola de entre afirmaciones diversas La crítica histórica compara éstas, las aprecia, las pesa, las juzga y establece sus fallos. Yo no me propongo ahora semejante tarea, ya porque, aunque desprendido de toda pasión, no puedo tener toda la libertad de la palabra tratando, en carta privada, un asunto en que está U. personalmente interesado; ya porque en la actualidad soy un obrero que trabaja con los únicos materiales que se la ofrecen. No discuto- contesto.

Que el General Daza trata de escudar su responsabilidad con lo resuelto por voto unánime (según él lo asegura) del consejo de guerra tenido en Camarones, es un hecho. Que hasta hoy nadie ha levantado este cargo, es otro hecho, ¿Pero es cierto que por lo que á U. respecta, estaba escusado de hacerlo, porque se hallaban “equilibrados entre acusador y acusado recíprocos"? No, señor General por varias razones.

No es exacto que respecto del incalificable suceso de Camarones, sea U. el acusador de Daza; leyendo el Manifiesto de U. puede asegurarse lo contrario: procura excusar aquel acto cuanto es posible. Dice U. (pag. 13) que la marcha del ejército boliviano fué un doloroso vía crucis, que la falta del método y nada más que la falta de método hizo imposible é impracticable lo más practicable posible de los hechos humanos. La aseveración no puede ser mas explicita : por falta de método y nada mas que de método, la continuación de la marcha desde Camarones fué imposible é impracticable, ¿No recuerda esto involuntariamente lo que dice el General Daza que U. fué quien le anunció que el ejército no subía esa cuesta, (la de Camarones á Chiza)? En este punto como en varios otros el Manifiesto de ese general viene á ser un precioso comentario del de usted.

A renglón seguido, la contra-marcha de Camarones solo es una vergüenza militar pero vergüenza militar únicamente de la más ciega imprevisión, Así califica U. la mas alta traición á la patria: falta de método, imprevisión.

Mas adelante (pag. 16) espresa U. que si había un error en el General Daza, acaso no había un crimen... ¡Acaso no había un crimen en el acto mas proditorio, en el hecho mas inicuo que registran los fastos de la historia del mundo!

Error, imprevisión, falta de método, eso es Camarones para U. ¿Ha dicho mas Daza en su defensa? ¿ ha dicho siquiera otro tanto? ¿qué significa ese ahínco por desnaturalizar y disculpar un crimen que sobrepuja al del mismo conde D. Julian? El General Daza intenta descorrer el velo que oculta ese misterio. ¿Tengo yo la culpa, Señor General, del silencio de mas de seis años que ha confirmado la aseveración del General Daza?

En su manifiesto, incurre U. bien luego en una contra dicción palmaria, según mi juicio: "Daza pudo evitar la contra -marcha de Camarones con su incontestable energía (pag. 13). Pero ¿Cómo puede bastar la energía para hacer posible lo que acaba de declararse imposible? ¿qué energía será capaz de hacer practicable lo impracticable?

¿Por qué esta contradicción? Será un engaño el persuadirse que es por cargar sobre Daza toda la responsabilidad del hecho de Camarones, sin que en ella tengan parte la mas mínima los que le persuadieron o aconsejaron? ¿No deducirá la sana crítica que había interés en presentar indemnes á éstos?

Daza como que era enérgico, fué el único responsable del suceso de Camarones, pero éste no es un crimen, es apenas un error, una imprevisión, una falta de método. Tal es la conclusión que resulta del Manifiesto de U. Fué esto lo que me hizo decir que se habían estudiado frases para encubrir la responsabilidad y que se conocía la fatiga con que ellas se habían estampado en el papel.

Por lo demás, abandono a la critica imparcial la explicación dada por u. relativamente a la frase: aunque el asevera que fue influido por muchos jefes de su círculo, así como lo relativo á la variación de la palabra nuestra en otra, que en nada hace variar lo sustancial.

Volviendo al punto en cuestión, según lo que llevo expuesto no puede afirmarse que en el Manifiesto de U, se haga al General Daza verdadera acusación por la contramarcha de Camarones; entre tanto en el Manifiesto de este general hay una aseveración categórica y clara, y una interpelación rotunda, neta y personal sobre el motivo que lo decidió a la contra -marcha. No hay pues ese equilibrio que U. supone, y menos todavía reciprocidad entre acusador y acusado. U. habla de ciertas influencias, Daza las esplica y las dá a conocer detalladamente. Entre el relato de U. y del General Daza hay una divergencia que puede considerarse secundaria U. dice: "Yo opiné por que se difiere la contra -marcha" Daza asegura que U. y todos opina ron por la contra -marcha inmediata, é interpela nominalmente á U. para que diga si es ó no cierto lo que asevera. Daza contradice á U. directa y personalmente. Hé aquí porque la contestación de U, se hacia mas indeclinable que la de nadie, y mucho mas si se atiende á la parte principal que le atribuye en el hecho y al papel político y militar que representó U. desde el 27 de Diciembre.

Sin embargo, nada se ha contestado al General Daza, nada que merezca el nombre de contestación. El folleto anónimo que se ha servido U. poner en mis manos, y que es la única réplica dada en seis años, contiene evasivas y argucias que no resisten á un trabajo crítico, y cuyo examen seria largo y me llevaría muy lejos.

¿Qué fé merece la palabra del General Daza? Esta es la primera cuestión que debiera resolver la crítica. En el folleto aludido se dice que la palabra del General Daza no tiene autoridad, tanto por la fé escasa que siempre acompaña á sus actos, como porque hallándose sometido á un juicio nacional é histórico o por la retirada en cuestión, es parte directamente interesada y es de suponer que todo su empeño consiste en desnaturalizar la verdad, para salir indemne -Dos falacias es todo lo que se ha puesto directamente á la palabra terminante del General Daza.

Por mas que un hombre acostumbre faltar a la verdad, nunca puede decirse que sea falso en todas sus afirmaciones ; y cuando ese hombre reviste su palabra con el acento de la ingenuidad, cuando refiere un hecho con todos sus pormenores y concluye interpelando enérgicamente á que le desmientan aquellos mismos que intervinieron en el suceso, y tiene empeño en contradecirle, la palabra de ese hombre merece, ascenso, es verídica cuanto puede serlo; y si á esa palabra se ha seguido larguísimo silencio de los interpelados, sin que haya habido uno solo que se atreva á contestar al cargo, la palabra queda victoriosa, tiene fuerza incontrastable é inviste todos los caracteres de veracidad y credibilidad en que se funda la historia. Pues bien, Señor General, es eso precisamente lo que sucede como lo que Daza dice en su Manifiesto; y esas son las reglas de crítica histórica con que yo estudio la cuestión.

Esta es también la razón por qué no he hecho mucho mérito de los atestados que me envió U. y los que si algo probasen, seria un hecho negativo puramente, que además de ser en sí mismo un argumento muy débil, se desvanece como el humo ante un hecho positivo. He aquí también por qué los cortos alcances de mi discurso no se extendieron a las reflexiones que tiene U. la bondad de sujerirme. Por el contrario, creía yo que el G. Daza no tenia precisión de mentar á U, antes de la revolución de Diciembre. Lo sucedido en Camarones, cera acaso un hecho oculto, ignorado de todos, 6 solo verificado entre U. y él? Tampoco puedo comprender que en el acto de la revolución, hubiese estado Daza para otra cosa que para pensar en el hecho mismo que se producía á sus ojos, y cuyas consecuencias le eran fatales y debieron atolondrarle. Después de la revolución la cosa es distinta : primero promete en Arequipa dar su Manifiesto ; luego cumple su palabra con algún retardo, pero que tampoco es mucho si se atiende al tiempo que se emplea en un largo viaje y á las atenciones de una nueva situación y en un mundo nuevo.

Respecto al Señor Gutiérrez tampoco alcancé á hacer la reflexión que U. me indica. En efecto, si U. se cree escusado de responsabilidad porque en el Consejo hizo figura secundaria, Gutiérrez, que no asistió á ese Consejo y que no hizo ni la última figura, ménos puede cargar con responsabilidad alguna, por mas que él se la tome.

De lo dicho puede U. colegir que no pude hacer la última reflexión que me propone. Que Daza le guarde á U. encono, es mas que probable, pero que su Manifiesto solo revele su encono, y que por tanto su palabra sea recusable y deba tomarse como una superchería lo que dice, no lo creo, porque esto es ilógico. No pueden sacarse conclusiones verdaderas de premisas falsas ó solo supuestas Precisamente donde Daza revela menos encono es en el relato del suceso de Camarones: aquí su acento es convencido, su palabra mas tranquila que en ninguna otra parte, es el testigo y el cronista quien habla.

Además, cuando se inventa una superchería, se emplean rodeos y medias tintas, se usan palabras ambiguas y frases calculadas, porque el mentiroso teme ser desmentido y se acobarda de su propia obra; y nunca ja más invoca el testimonio de sus enemigos ni los increpa a que le desmientan.

Seria menester haber perdido el seso para afirmar en defensa propia un hecho falso, con la seguridad de ser desmentido al siguiente día por los enemigos cuya contradicción se desafía.

Esto me conduce á la otra falacia que he apuntado arriba: "Daza tenia interés en desnaturalizar la verdad". Sin duda, pero era preciso que fuera muy torpe para desnaturalizarla invocando el testimonio de sus enemigos. Cuanto mayor sea el interés de Daza en desfigurar la verdad, tanto mas cauto tiene que ser en sus procedimientos.

Se insinúa también la idea de que Daza no merece ser oído por estar sujeto a juicio nacional Qué error! -Razón de mas para oírle. En todo juicio se recibe la confesión del reo, sus descargos se oyen y comparan con la deposición de los testigos. No procede de otro modo el juez para descubrir la verdad, ni la historia tiene otra manera de fundar sus fallos. Esto es lo que yo he hecho cotejando los dos Manifiestos, y el del General Daza sin pretenderlo ha venido á servirme de comentario del de U., y me ha hecho comprender el sentido y alcances de varias frases que yo pasaba por alto ó que las creía incoherentes.

Pero prescindiendo de todo lo demás, ¿cuál es el punto capital en que difieren los relatos de U. y el del General Daza? Este asevera que U. y los demás jefes estuvieron por la inmediata retirada: U. afirma que opinó (segundado por varios jefes, porque ella se difiera, que no se avance ni retroceda hasta que trasladado el general en jefe a Pozo Almonte, dicte las disposiciones del caso. Empero, en su Manifiesto dice U. netamente que esa opinión la dió U cuando se persuadió de la revolución que tenia el General Daza de no llevar el ejército adelante, Pregunto ahora, espresándo tal opinión en semejante coyuntura, ¿cumplía U con los deberes que le imponían la Patria y su alta graduación militar? Semejante opinión era todo lo que tenia que oponer á una traición vergonzosa el jefe prestijioso, ilustrado y entendido, según la apreciación general? se le ocultaban á U, las consecuencias del paso mas desacordado de toda la campaña? Por otra parte, si su opinión la dió U. cuando se persuadió ó de la resolución que tenia Daza de no llevar el ejército adelante, ¿Cómo es que su última carta trata U. de persuadirme que era una temeridad el llevar adelante el ejército? Y sino, ¿cuál es la razón, cuál el motivo que tuvo U. para acentuar tan marcadamente en su Manifiesto que dió U. su opinión cuando se persuadió de la resolución del General Daza?

¿Daría U. su opinión solo como un expediente para que el General Daza no llevara á cabo su inicuo plan, ó para dar tiempo á que pudiese variar su resolución? No! la carta de U. á que contesto, registra las razones y fundamentos en que apoyaba su dictamen, y no da lugar a ninguna hipótesis, á ningún efujio.

Ha tenido U. la dignación de explicarme el plan que se proponía, y me permitirá que haga algunas observaciones disculpando desde luego mi ignorancia en materias de guerra.
Me parece, siguiendo lo que dicta la razón natural, que los fundamentos en que apoya U. su dictámen son nugatorios, á no ser que los principios estratéjicos estén opuestos á lo que á primera vista falla el sentido común.

¿Cómo es creíble, cómo es posible que un ejército se ponga en marcha de campaña sin que se tenga conocimiento del terreno que va á atravesar, y eso cuando en un punto de la zona intermedia está el enemigo? ¿Cómo es creíble, cómo es posible que no se lleven guías, que no se levanten planos topográficos, y que no se aprenda de memoria el camino que se va a hacer? ¿Cómo es creíble, como es posible que una dificultad que preocupa aun á una horda de salvajes en guerra, se le hubiese ocultado á un jefe tan ilustrado como U. para exponerla, no en Camarones, sinó en Arica, en el Consejo Militar á que asistió el 6 de Noviembre, para resolver la marcha del ejército?.

Que la reunión del ejército que conducía el General Daza con el que comandaba el General Buendía era muy practicable sin peligro sério, lo persuade U. mismo cuando dice que solo la falta de método hizo imposible é impracticable, lo mas posible y practicable de los hechos humanos, Parece pues muy natural, que la opinión de U. debió limitarse á correjir el método, á remover el obstáculo.

Todavía mas. En condiciones muy desventajosas y cuando los chilenos extendieron ya su línea de ocupación, los restos del ejército del General Buendía atravesaron sin inconveniente desde Tarapacá hasta Arica. Mucho más factible era llevar un ejército organizado cuando todavía los chilenos ni se atrevían ni podían desprender de Pisagua fuerzas bastante respetables para oponerse á su paso, y cuando quedaba el recurso de hacer un movimiento de circunvalación á las fuerzas chilenas que se destacarán. Cuando el General Buendía llegaba con el ejército al pie del cerro de San Francisco, abandonando su primitiva ruta de la derecha de la vía férrea para pasar a la izquierda, y perdiendo así el tiempo, los chilenos a pesar de aprovecharse del Tren aun no habían podido colocar mas de tres mil hombres en las posiciones elejidas; ¿cómo habrían podido conducir mas allá de la línea ferrea fuerzas suficientes para oponerse al paso de un ejército que caminaba en terreno propio y al cual está acostumbrado? Estas consideraciones hacen ver que sí no era de todo punto imposible la interposición de fuerzas enemigas entre los dos ejércitos, era muy difícil y muy improbable.

Un jefe experto no retrocede ante los peligros puramente imaginarios, mucho mas cuando siempre le queda el recurso de detener su marcha ó de contramarchar presentándose un peligro sério y cierto, pero nunca por simples conjeturas que arguyen miedo o impericia.

Mas sea de esto lo que fuere, el consejo de U., Señor G., estaba escento de todo peligro? Tan obvio se presenta éste que U. mismo lo confiesa, manifestando en conclusión los peligros sérios que correría el general en jefe siguiendo sus consejos. Añado yo que esos peligros si que eran verdaderos. Para oponerse al paso de nuestro ejército, al enemigo habría tenido que destacar fuerzas, si no superiores, por lo menos iguales ; mas para apoderarse del general en para él jefe, acompañado de algunos edecanes, y si se quiere de escolta, había bastado un simple piquete, una partida. ¿Qué medio propuso U. para remediar el peligro? ofrecerse á acompañar al G. Daza para participar de los azares. Y participando U. de los azares, ya no había ningún inconveniente para que el general en jefe cayera en manos de los enemigos? Puede U. calcular cuanto influjo habría tenido la realización de este solo hecho, en el desaliento de la tropa y en el desconcierto del plan de campaña? ¿Qué se proponía U. General?.

Los demás detalles que U. refiere respecto de haberse pasado un telegrama en diverso sentido de lo resuelto en el Consejo de Guerra, y de no haberse levantado acta de éste, son hechos cuyo exámen creo innecesario, y sobre lo que habría que oir al G, Daza, para la aclaración. Nunca he extrañado que deje U. de referir esos pormenores en su manifiesto, cuando yo mismo los creo inconducentes. Si el G. Daza no hizo extender el acta del Consejo, peor pero esa omisión no influye en desnaturalizar el hecho producido, cuya significación y alcances de responsabilidad pueden conocerse y comprobarse por otros medios.

Lo que estrañé fué que de ese célebre Consejo hiciera U. en su manifiesto una mención tan incidental y tan fuera de lugar, que llega el lector á persuadirse que se realizó cuando ya Daza dio a conocer su resolución de no llevar adelante el ejército. Con la relación que U. hace ahora se comprende que su resolución la manifestó el G. Daza en el mismo Consejo con signos de cabeza y palabras entrecortadas, y esto cuando U. desde el principio hasta el fin estaba porque se aplace la retirada. Nada hay que añadir.

Tampoco he tenido la buena suerte de dejar comprender todo mi pensamiento cuando dije. "A los ojos de U. Camarones es apenas uno de tantos sucesos propios de la ineptitud del fatídico G. Daza, y no influye en manera alguna para resolverlo al hecho de 27 de Diciembre". Me pregunta U. por tanto si hay derecho de castigar a la imbecilidad que yerra, sobre todo cuando confiesa su error Podrían darse mil respuestas a esta pregunta, pero lo mas pertinente es repetir que á los ojos de U. Camarones es apenas un error, un acto de imbecilidad! Tal vez habrá, pero no lo sé, no conozco á uno solo en Bolivia que después de U. haya dado una absolución tan plenaria al crimen mas grande, á la mas alta traición á la patria.

La imbecilidad no se castiga, pero al traidor á la patria se le fusila, según todos los códigos del mundo.

¡Camarones un error! Bolivia se engañó cuando retorciéndose en su dolor dejó oir un grito de execracion. ¡Camarones solo un error! Y Bolivia prefería mil veces ser acribillada por las bayonetas de Daza y martirizada, y estrangulada, antes que volver á pasar por la humillación y oprobio de otro Camarones.

¡Camarones solo un error! ¿qué es lo que ha escrito U., S., General? Me engañan los ojos? leo mal?
Camarones solo un error! Pero los jóvenes de la Legión escolta de Corazeros gritaron: Traición! Se engañaban, no comprendían lo que pasaba á sus ojos, Daza era inocente, solo cometía un error... "Quien por ello (por Camarones) merecía castigo, era Bolivia, que aceptó el atentado del 4 de Mayo",. Ah, Sr. General! la carta de U. se me cae de las manos cuando llegó á leer esta frase.

No ha faltado bolivianos desnaturalizados que nieguen y escarnezcan las glorias de nuestra patria; pero eso de insultarla en su desgracia, eso de escarnecerla en su infortunio, eso de condenarla al castigo en su humillación, ¿por qué fatal estrella estaba reservado á U. ser el primero?

Comprendió U. que lo de Camarones no era un simple error, sino una traición, premeditada a la patria y al aliado, solo cuando Daza se proponía volver a Bolivia a castigar la rebelión. Tarde comprendió U. lo que nadie en Bolivia dejó de comprender desde el primer momento; lo que Bolivia maldijo entre sollozos, levantándose como un solo hombre para presentar al traidor su pecho desnudo para que acabara de asesinarla.

Y con todo eso de comprender tarde, pero de comprender al fin, ni una sola palabra sobre el crimen de Camarones para fundar el hecho del 27 de Diciembre, ni siquiera para corroborar la justicia del acto. Esto es lo que yo he dicho, Sr. General, y esto es lo que llama fuertemente la atención sobre conceptos trascendentales del Manifiesto del General Daza.

Concluye U. presentándome algunas observaciones en forma interrogatoria para que yo deduzca si su conducta subsiguiente está conforme con lo que U. dice ó con las  imputaciones que le hacen. Confieso francamente que no comprendo el alcance de la primera observación, porque no encuentro incompatibilidad ó exclusión entre los dos actos de influir con Daza para la retirada del ejército y quedarse con el General después.

En la segunda observación me dice U. que: si influyó en la retirada para desprestigiar ó bajar á Daza del poder ¿cómo es que se negó á verificar la revolución á que le invitaba la única fuerza que le escoltaba?- Para contestar á esto bastaría reforzar algunas consideraciones políticas que insinúa U. en su Manifiesto; pero es inútil, cuando la observación misma prueba lo contrario de lo que se propone U. Si en el propio acto de perpetrarse la traición U. hubiese arrojado al traidor, ¿qué prueba mas grande habría podido dar de no haber tenido participación alguna en su crimen? Pero aconsejar un crimen para aprovecharse de la ocasión misma del crimen contra el criminal, ¿no habría sido una doble traición y una felonía que apenas puede concebirse en tenebroso seno de la perversidad humana? En la vidriosa situación del momento, ¿podría U. haber hecho mas para infamarse, reducirse á nulidad y degollarse al primer paso?

Respecto de la tercera, solo diré á nadie he oído hasta aquí objetar con su valor el hecho de Camarones.
La cuarta, merece ser trascrita a la letra. "¿Y si lo hice por ambición de mando ó de poder, ¿cómo es que puse el Ejército á disposición del Gobierno de Bolivia y me negué á aceptar su presidencia que me venia por derecho consuetudinario?” -Esta cuestión da mucha materia, Sr. General. Examinaré ante todo esa doctrina nueva y singular de derecho consuetudinario, que ningún publicista profesa, que ningún código registra, y que el Sultán de la Sublime Puerta no se atrevería á proclamar á cara descubierta.

En Bolivia hemos tenido varios gobiernos de hecho, i pero cuál de ellos ha sido tan osado que haya proclamado derecho a la presidencia solo por tener bajo su mando algunos batallones? ¿Cuál de ellos ha sido tan imbécil que tan solo por levantarse en el pavés sobre la punta de las bayonetas haya sostenido la adquisición de un derecho consuetudinario a la presidencia? ¿Cuál de ellos dejó de alegar algún titulo cohonestar su ambición? ¿Cuál de ellos no invocó en su apoyo la voluntad popular por mas que el pueblo protestara? Registra U. nuestro copioso archivo de documentos y no encontrará uno solo que confirme la doctrina que U, invoca. 

Derecho consuetudinario contra la soberanía nacional. ¿Puede darse una doctrina mas absurda un principio mas erróneo- y un atentado mas directo contra la soberanía en la democracia?

¿Cómo seria una prueba de que U. no procedía por ambición de mando ni de poder, el no haber descendido mas abajo del nivel de todos los tiranos de Bolivia? el no haber mostrado mas descaro que todos los usurpadores del mando supremo? Porque ¿qué voluntad popular, qué apoyo de la soberanía nacional podía U. haber prestado fuera del territorio de la República? A Dios gracias, con todos nuestros gobiernos de hecho, con todos nuestros abusos y defectos, estamos todavía bastante lejos de los gobiernos pretorianos de Roma. Si U. no aceptó su celebérrimo derecho consuetudinario, fué porque no pudo.

Puso U. el ejército á disposición del Gobierno de Bolivia, por que no podía dejar de hacerlo en ningún caso. Pisaba U. territorio extranjero, ¿de dónde iba á recibir los elementos para la prosecusión de la campaña sino de Bolivia?

Y si Bolivia, en cuya voluntad no podía U, apoyarse ni aun falsificándola, le negaba su sostén, ¿que iba U. á hacer? Imitar á Daza y cometer el mismo crimen, abandonando la alianza y viniendo á imponer por la fuerza su yugo á los pueblos? ¿ ó iba U. á descender a la vez del distinguido puesto en que le colocó el acto del 27 de Diciembre y de la presidencia que se arrogaba U. por el derecho de su voluntad? No habría sido éste un descenso mas vergonzoso que el del mismo Daza, y un despeñadero más rápido que el de la saeta que vuela?

Sin apoyo de Bolivia, sin la elección de Bolivia, sin la sanción de Bolivia, aunque se hubiera U. arrogado el título de presidente, qué papel representaba ante al aliado sinó de un jefe de pretorianos?

Estas y otras muchas reflexiones que omito, i pudieron ocultarse nunca á la penetración y sagacidad de U?

Por último observa U. que no podía tener el pensamiento de traicionar a la Alianza, cuando en Chile y en todas partes se le oyó protestar contra la conquista chilena y la ruptura de la alianza con el Perú. No sé hasta donde se extienden los abismos del pensamiento humano, ni me atrevería nunca á sondear ese oceáno sin fondo ni riberas; pero sé muy bien, y la experiencia lo acredita todos los días, que un hombre puede faltar á un deber y cumplir con otro, sin que se pueda nunca argüir que por cumplido éste, no pudo faltar á aquel.

La Alianza santa y sagrada como es, es acaso mas sagrada y mas santa que la Patria? Hay imposibilidad física, metafísica, moral ó de cualquier órden que sea, para que un hombre en un caso dado se deje seducir por cualquiera de los móviles que precipitan el corazón humano al crimen, y para que el mismo hombre por idénticos ó diversos móviles cumpla en otro caso con lo que prescribe el deber, máxime si espera simpatías, loores, distinciones? No comprendo cual es la fuerza demostrativa de la última observación.

Concluyó que por ninguna de las razones alejadas puede aseverarse que sea imposible el que U. haya podido sujestionar á Daza, en el sentido que él lo afirma.

Debe tener presente, Sr. General, que yo no he tratado de colgar el sambenito ni á U. ni á nadie. Tenía formado mi juicio, pero lo callaba; se me provocó, me ví precisado á levantar una punta del velo. Volví á guardar mi habitual silencio, a pesar de nuevo desafío. La primera carta de U. vino á sacarme de mi retraimiento; con todo, contesté lo muy preciso. Pero vuelvo á ser honrado con una nueva misiva que demanda a contestación mas larga; la he dado buena ó mala, por que no debemos juzgar nosotros, pero dilucidando un punto histórico y sin ánimo de ofender a nadie.

Termino aquí y doy por finalizada mi correspondencia.

Pero no lo haré sin ofrecer los respetos y consideraciones, con que me repito del Sr. General, atento y S.S.

Miguel Taborga
Sucre, Setiembre 1°. de 1887



******************
Taborga, Miguel. "Correspondencia cambiada con el Sr. Eliodoro Camacho sobre la traición de Camarones". Sucre, 1889.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario: