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3 de mayo de 2022

Leonidas Avendaño

Leonidas Avendaño Ureta
Apuntes para la bio-bibliografía del Dr. Leonidas Avendaño
Por el Dr. Enrique D. Tovar y R.

...Del matrimonio de don Juan Avendaño y doña Rafaela Ureta, nacieron varios frutos: Juan, Leonidas, Daniel, Dolores, Avelina y María de las Mercedes. De estos descendientes de la pareja Avendaño-Ureta, Juan, nacido el 23 de Junio de 1858, fué médico, y prematuramente, antes de redondear los 33 años, falleció. Daniel y María de las Mercedes dejaron de existir antes de tener 6 meses de vida. Leonidas, que es la figura central de estas apuntaciones, vino al mundo en Lima, el 22 de Abril de 1860.

Recibió la enseñanza primaria y media en el "Liceo Peruano" que en la calle de Santo Tomás dirigió el pedagogo don Nicolás Sáenz, y en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe. El niño fué aprovechadísimo, y obtuvo muchos lauros, fiel promesa de triunfos de mayor resonancia en los estudios superiores y en el gran teatro de su larga vida.

Concluída la enseñanza secundaria en 1874, cuando sólo contaba 14 años de edad, se vió precisado a interrumpir los estudios en 1875, a causa de enfermedad y alejamiento de Lima, de su señora madre. El mismo, apunta uno de sus biógrafos -el doctor Miguel A. Rojas, en sabrosas páginas de intensa evocación—, "físicamente, no fué en su época de estudiante, de los hombres fornidos", y "su salud, delicada, sufría quebrantos con alguna frecuencia". Así, pues, sólo el año de 1876 se matriculó en la Facultad de Ciencias a fin de seguir ciertos cursos preparatorios, para poder ingresar en 1877 –el 7 de Abril— en la Facultad de Medicina, que funcionaba en el viejo local que erguíase en el ángulo formado por las calles de San Andrés y Sacramentos, que era "la verdadera casa de Unanue", el colegio fernandino.

Los siete años (1877-1883) que allí Avendaño "vivió" como alumno, evidenciaron que si "se nace dramaturgo como se nace rubio", también hay hombres que nacen para médicos. "Historiar cronológicamente la actuación fernandina de Avendaño daría margen, no a un discurso sino a un libro, tanto más, cuanto que para hacerlo con fidelidad, sería menester pasear a lo largo de aquel sendero de siete jornadas, el espejo de que habla Stendhal...", dice Rojas. Afortunadamente, su escasa salud no le obligó a interrumpir los estudios, "gracias a que su régimen de vida, severamente metódico", logró vencer los quebrantos, y también a los veraneos por los alrededores de Lima durante las vacaciones. "Siempre fué el primero en llegar al salón de clase o a la sala de hospital. Jamás le alcanzó a él, como a sus compañeros, la sentencia que nuestro maestro inolvidable Dr. Villar, le endilgaba al retrasado, con esa socarro nería tan suya: Sero venis, nunquam eris bonus scholaris”, anota Rojas. "Desde sus comienzos en San Fernando, Avendaño -dice Rojas en otra página de sus evocaciones, reveló un espíritu escudriñador de excepcional sutileza. Siempre veía las cosas bajo todas sus fases; examinaba, los hechos en todas sus circunstancias ".

Dotado de prodigiosa memoria; cariñoso y desinteresado con sus compañeros, año tras año obtuvo la más alta nota, de sobresaliente, en las pruebas finales. Lo dice también Rojas: "en sus exámenes, la nota de sobresaliente, que siempre y sin fallar, obtuviera, era refrendada por el abrazo con que todos, a porfía, le oprimíamos, viva y cariñosamente entusiasmados; y de allí también que, año tras año, el anuncio que hacía la Facultad, en pleno, de que se le había adjudicado una contenta o concedido una exención de derechos, era recibido en medio de vibrantes aplausos".

Siendo alumno del segundo año de estudios, ya apuntó el escritor. Efectivamente, Leonidas Avendaño iniciose, en 1878, en las labores de la pluma, como colaborador de "La Gaceta Médica" de Lima. Al finalizar el año lectivo siguiente, de 1879, obtuvo la contenta de bachiller. En 1880 y 1881, recibió asimismo, las contentas de licenciado y de doctor. Cursando el tercer año, fué externo del servicio del doctor Aurelio León, en el hospital "Dos de Mayo", interno del doctor José Casimiro Ulloa, en el antiguo Manicomio, y posteriormente externo en el servicio del doctor Lino Alarco, del "Dos de Mayo". En 1880 pasó como interno al hospital de Guadalupe del Callao, en el servicio del doctor Federico Dodero, y posteriormente al hospital de San Bartolomé, en los servicios de los doctores Enrique Basadre y Ricardo Moloche. El año 1881 sirvió en el hospital de sangre instalado en la Exposición, con el doctor Armando Vélez, y en San Bartolomé, en el servicio del doctor Joaquín Andueza. El año 1882 fué interno, en Santa Ana, del servicio del doctor Néstor J. Corpancho, y el 1883, del servicio, en el hospital de Santa Ana, que dirigía el doctor Ramón Morales.

Pero no estuvieron aquellos años de su vida estudiantil exentos de amargura. El propio Maestro, en su discurso de 29 de Abril de 1934, rememoró la época infausta: "los que fuimos alumnos de la Facultad de Medicina de 1879 a 1884, tuvimos una vida por demás azarosa, soportando todas las calamidades inherentes a la situación creada por la despiadada guerra del 79... Muchos salieron a los campos de batalla al sur, abandonando transitoriamente los estudios. Los que quedamos en Lima teníamos que compartir las labores escolares con las faenas militares. Y todos sufrimos con la estrechez económica imperante, con el traumatismo moral de la derrota y de la ocupación militar de nuestras ciudades ... y por el intenso dolor que nos causara la muerte de aquellos de nuestros heroicos condiscípulos que regaron con su sangre generosa el bendito suelo de la patria". Y en otro lugar, en el artículo "Después de veinticinco años ("La Crónica Médica" de 31 de Enero de 1909), después de evocar horrores de la guerra y la destrucción operada en las diversas dependencias de la Escuela de Medicina, dijo que los estudiantes, hasta la desocupación realizada en 1883, sin hogar, sin el nido cariñoso" que los había albergado antes, y sin más elementos de estudio que los enfermos y los cadáveres de los hospitales de beneficencia; por cuyo motivo —sigue refiriendo— "mustios, abatidos con el triste, permanente es pectáculo de la ocupación enemiga, vagábamos de casa, en casa, por los claustros de los conventos, por los hospitales, al igual que los cristianos en las Catacumbas de Roma, en busca de la palabra de nuestros maestros que, abnegados en demasía, no nos abandonaron ni un solo instante y nos enseñaron ciencia, constancia y resignación". Efectivamente, los profesores, con el sabio clínico Manuel Odriozola a la cabeza, no sólo cedieron para la guerra sus haberes integros; sino que, como evocó aquel gesto heroico Miguel A. Rojas, "trocaron en aulas sus domicilios privados, a fin de que los estudiantes recibieran en ellos sus lecciones"; y maestro hubo, Julio Becerra, que a su costa alquiló en el hotel "Maury" un departamento con tal fin, y otros, como Belisario Sosa y José Anselmo de los Ríos, que pusieron a disposición de los alumnos su propia biblioteca, que éstos no podían adquirir.

En tal forma, escribe Avendaño,"así entrenados en la adversidad, acostumbrados a luchar a brazo partido con la desventura, acibarados los floridos años de nuestra juventud; así, con esos fundamentos de entereza y de corrección, fué que abordamos el espinoso e ingrato oficio de la profesión".

Queda dicho que el joven Avendaño permaneció en Lima, compartiendo las labores estudiantiles con las militares. Y a este respecto, Rojas traza una página hermosísima. Recuerda que en la noche del fatídico 15 de Enero de 1881, encontrábanse varios alumnos en el hospital de San Bartolomé entre angustiados y rabiosos, meditando en las desventuras de nuestras armas, y que en medio de la tribulación, "dejóse oír, de improviso, la voz de Avendaño, triste, con la melancolía de un dolor que anonada, pero grave, con la severidad de un requerimiento que apremia”. — "Compañeros, dijo, poniéndose de pie, ya dueño de su emoción; las grandes pesadumbres se mitigan con el trabajo, y pues que van llegando nuestros heridos, vamos junto a ellos, que allí está nuestro deber". Y fueron, y curaron a los nuestros, y curaron, también, a los adversarios, que los horrores de la guerra confundía y transformaba en iguales, amparados por la noble enseña de la Cruz Roja.

En 1883, con un novedoso trabajo, "Etiología del tifus exantemático", obtuvo su grado de bachiller en Medicina. En tal tesis, Avendaño probó que las condiciones meteorológicas de la localidad influyen preponderantemente en el desarrollo y propagación de la temible dolencia infecciosa. Ese mismo año, la Facultad, por vez primera, acordó conceder a tan ejemplar alumno un premio extraordinario, consistente en la dispensa de los derechos de recepción del título profesional, distinción o privilegio que posteriormente se ha otorgado a otros estudiantes con madera de sabios, verbigracia, Hermilio Valdizán y Carlos Monge. En el propio año, el 13 de Agosto, creó, con algunos compañeros, la Sociedad Médica "Unión Fernandina", cuya presidencia le correspondió por voluntad de todos los asociados.

Libre ya el Perú de la ocupación, Avendaño, Presidente fundador de la "Unión Fernandina", quiso restablecer la prensa médica nacional, muda, y muerta más que muda desde mediados de 1880, y el 31 de Enero de 1884 fundó, con varios compañeros, "La Crónica Médica", periódico que hasta la fecha pervive gallardamente, cuya visita se reclama con cariño en el extranjero, cuyas colecciones se cotizan a precios muy altos, cuyas páginas son depositarias de considerable bibliografía y trasuntan las actividades de la nobilísima profesión en más de un cincuentenio de la vida republicana del país. Desde luego, Director de la publicación, por muchos años, fué el mismo que siendo bachiller y escritor ya bien cuajado, la inspiró y logró darle vida feliz. El Director de "La Crónica Médica", Leonidas Avendaño, después de sobresalientes pruebas de recepción, obtuvo, el 29 de Abril de 1884, de manos del Decano de la Facultad, doctor Manuel Odriozola, el codiciado título de médico y cirujano. La licenciatura la obtuvo después de presentar su importantísima tesis "Responsabilidad del médico en el ejercicio de su profesión", trabajo preparado en un plazo de ocho días, sobre punto señalado por la suerte. En tal tesis, planteó Avendaño su parecer acerca del secreto profesional, acorde con el criterio que en estos días es el dominante.

El mismo año, echa las bases de la Academia Libre de Medicina. El 10 de Noviembre de 1884 se instaló ésta -poco después transformada en Academia Nacional, y uno de sus miembros titulares fué el galeno, joven de 24 años, que diera vida a la "Unión Fernandina" y a "La Crónica Médica". La Facultad, además, lo designó Jefe de la clínica quirúrgica del Profesor Sandoval. En 1885, el médico y publicista, ya distinguidísimo, recibía un título honorífico: el Círculo Médico Argentino le enviaba sus credenciales de miembro corresponsal, y en 1886, le agraciaba con diploma de miembro asociado extranjero, la "Société Francaise d'Hygiene". En 1887, la Facultad trasladó a Avendaño a la Jefatura de clínica médica del Profesor Armando Vélez.

Ya era el varón cuya vida se bosqueja en estas páginas, un médico de notoria capacidad, de fama por sus aciertos en el diagnóstico. Era, además, el Director de una revista científica que se difundía extraordinariamente; era, también, personalidad conspicua dentro de la Sociedad Médica por él creada, y Académico titular de la Academia de Medicina, En 1888, el Gobierno designó una Comisión Especial, para que se constituyese en el remoto departamento de Loreto, a fin de hacer múltiples estudios, y Avendaño fué vocal de ella. Las funciones de tal Comisión se dilataron hasta 1891. Fruto del trabajo realizado por quienes la formaron, son los distintos e importantísimos informes que corren publicados en varios tomos de la copiosa "Colección Larrabure", de documentos referentes a Loreto. Obra de Leonidas Avendaño son numerosos capítulos. Tuvo el poco más tarde ilustre Maestro, la visión certera del por venir de Iquitos. Hizo patente la conveniencia de establecer en nuestra región oriental una Corte Superior de Justicia, y de convertir en escuelas dependientes del Fisco las que en aquellos días dependían de las municipalidades. Señaló los serios resultados que habría de acarrear la explotación del caucho con destrucción de los árboles. Y como hiciera un viaje de observación y estudio, provechosísimo, por el Brasil, señaló lo que podría hacerse para establecer un control de las mercaderías importadas, que ingresaban, por territorio de la gran república vecina, de contrabando. Gracias a las sugerencias de Avendaño, se creó la aduana mixta del Pará. A aquellos tres largos años de vida en la región de las selvas se refiere otra página de evocaciones hecha por el doctor Miguel A. Rojas, quien dice que ese viaje saliendo de la costa para llegar a la montaña, pasando por la sierra, revela el espíritu observador de nuestro biografiado. "No hay paraje de su tránsito, villorio en que se albergue, choza en que descanse, riachuelo que atraviese, nada que le pase inadvertido, para anotar nombre, ubicación exacta, naturaleza del suelo, calidad del agua, temperatura ambiente, humedad atmosférica..." Diríase que era un discípulo de Raimondi que seguía fielmente la forma de trabajo del sapiente hijo de Lombardía. Al llegar a Moyobamba, previó el germen disentérico, "cuando Loesch y Shiga, descubridores de la ameba y la bacteria específicas, no existen aún, o, si nacidos ya, están en pañales". En el mismo punto, Avendaño se atrevió a denominar Disentería palúdica, la epidemia reinante entre los moyobambinos, cuando -¡en 1881!- el mundo científico comenzaba a preocuparse apenas por las teorías microbianas que evidenció el microscopio. Por su parte, el Profesor Monge, en el discurso que, como Presidente de la Academia Nacional de Medicina, pronunció en el homenaje que ésta tributó a Leonidas Avendaño el 28 de Abril de 1934 con motivo de su jubileo profesional, dice: "En su recorrido de la Hoya Amazónica --midase bien la distancia de 50 años atrás- dió un ejemplo de la necesidad de estudiar la propia patología; un pioneer de la Selva y de la Medicina Tropical peruana".

Vuelto en Lima el año de 1891, sometió a la Facultad su valiosa monografía "Apuntes sobre la Patología del Departamento de Loreto”, para obtener el grado de doctor. Ese trabajo, todo él de primera mano, que es el estudio científico de la exuberante región de los bosques, no requiere, según el dictamen del doctor Rojas —montañés y residente en la montaña por muchísimos años—, modificaciones sustanciales para ser de actualidad. Aquel mismo año 1891, el ilustre Colegio de Abogados de Lima incorporó al doctor Avendaño como uno de sus socios honorarios, pues en su tesis para el grado de licenciado, sobre la responsabilidad del médico en el ejercicio de la profesión ,asomó definido, con propios contornos, el médico legista que tanto trabajaría en pro de la especialidad en el país.

En 1892, la Facultad lo eligió Profesor adjunto de la Cátedra de Medicina Legal por concurso. En la práctica civil, en la docencia, en la redacción de "La Crónica Médico" , hoy órgano del Centro de Estudiantes de Medicina, sucesor de la "Unión Fernandina", Leonidas Avendaño fué acendrando su prestigio profesional. Hombre de más de 30 años, si no dotado de fortuna, poseedor de muchas posibilidades para formar su hogar propio, el 3 de Febrero de 1893 casó en Lima con distinguida dama, la señorita Sara Hübner y Encalada; y poco después, se dirigió al Departamento de Lambayeque, en donde se le ofreciera situación halagüeña, y en donde discurrieron varios años de su vida. De tal etapa de su existencia guarda el eminente varón muy gratos recuerdos, como los guarda de Loreto, de Arequipa, de Ica y de otros puntos del Perú o del extranjero que contemplaron sus ojos. La Sociedad de Beneficencia de Chiclayo ha denominado una sala de medicina del Hospital cuya inspección ejerció el galeno de Lima, "Sala Avendaño", lo que constituye un monumento erigido en vida. Cuando el ilustre médico residía en Lambayeque, existían las juntas departamentales; y distinción señalada fué la que se le acordo cuando llevósele a la Junta Departamental de Chiclayo, como uno de los delegados, en asocio con el ilustre patricio don Manuel María Izaga. Encontrábase en la capital del departamento, cuando se constituyeron los comités departamentales de la Junta Patriótica que en Lima presidía el probo don Santiago Figueredo . En una reunión de notables, se hizo ostensible cierta pugna por apoderarse de la presidencia del comité chiclayano; y uno de los oradores llegó a decir que si no era elegido presidente don Fulano de Tal, él, que considerábase el hombre más honrado -tal vez el único honrado de la región, declinaria la Tesorería. Al escuchar esto, Avendaño, como movido por un resorte, púsose en pie y dijo: "Señores, pido el uso de la palabra para solicitar de todos un señalado favor ; y es que me elijan Tesorero, pues quiero probarle al caballero preopinante que soy tanto o más honrado que él". Y fué elegido Tesorero de la junta patriótica departamental. "No se extrañe -escribe el tantas veces citado Miguel A. Rojas— que hasta hoy se le recuerde con cariño y agradecimiento en cuantos lugares visitó ... tanto que en algunos de esos pueblos hay personas que guardan, a manera de reliquias , recetas suyas, que usan casi como panaceas, tal es la fe que inspiran esas fórmulas, extendidas hace más de cuarenta años". En el libro "De la Cosecha Ajena y de la Propia", buena cantidad de anécdotas de su vida profesional en el departamento lambayecano relata el ilustre Maestro.

Volvió a instalarse en Lima, después de su provechosa permanencia en el norte de la República. Ya en la capital del Perú había tenido a su cargo, en la Subprefectura e Intendencia de Policía, la Sección de Identificación y Estadística, entre los años 1893 y 1895. En 1899 fué nombrado Jefe del Gabinete Electroterápico del Manicomio , y ese mismo año, en comisión con el doctor Juan de Dios Ramos Palacios, redactó el "Manual de Higiene Escolar”, destinado a vulgarizar las conclusiones del Congreso Higiénico Escolar que se reuniera en Lima, tanto, se encargó de las labores inherentes a su cargo de Secretario Perpetuo de la Academia Nacional de Medicina, y de miembro de la redacción de "La Crónica Médica". Dentro de la Facultad de su ramo, opúsose al titularato de la cátedra de Anatomía Descriptiva. Poco después, formó parte de la comisión encargada de formular el anteproyecto de ley sobre represión del alcoholismo (1901), con los doctores Juan Cancio Castillo, Ernesto Odriozola, Francisco Gerardo Chávez y D. Narciso Alayza.

Al iniciarse, en la Universidad Mayor de San Marcos, el año lectivo de 1901, por designación del Rector pronunció un notable discurso de apertura, sobre Despoblación nacional. En 1902, recibió de la Academia Nacional de Medicina, el encargo de estudiar el problema de traslado del hospital de mujeres a otra zona, en unión de los doctores Manuel Camilo Barrios, Manuel A. Velásquez, Eduardo Bello y Gerardo Bravo; y otro encargo de la Facultad de Medicina, relacionado con el establecimiento en Tamboraque, de un sanatorio para tuberculosos, comisión que cumplió en compañía de los doctores Martín Dulanto y Ernesto Odriozola. En 1904 fué miembro del II Congreso Médico Latinoamericano de Buenos Aires, certamen al que envió su interesante ponencia "Ejecución de las penas en caso de enfermedad sobreviviente", que mereció la aprobación del Congreso y le valió a Avendaño una medalla de oro y diplomadel Concejo Provincial limense. Ese propio año de 1904 ingresó en el Servicio de Sanidad Militar y Naval como primer cirujano, que con el grado de Mayor, sirvió hasta 1909; fué nombrado delegado de la Facultad de Medicina al Consejo Superior de Instrucción Pública , y se le hizo Vicepresidente de la Liga Peruana contra la Tuberculosis. A la vez, y desde el año anterior, con el Ingeniero Santiago Basurco, cumplía el encargo del Gobierno, de estudiar las condiciones sanitarias de las casas de vecindad de Lima, labor que culminaron ambos comisionados en 1906. En 1905 se le nombró Jefe del Gabinete Electroterápico del hospital de Santa Ana, y en 1907 fué miembro del III Congreso Médico Latinoamericano de Montevideo, y designósele Vocal de la Liga Latinoamericana contra la Avería.

Por el lamentable fallecimiento del Profesor Julio Becerra, la Facultad designó al doctor Avendaño, Profesor titular de Clínica Médica en el Hospital de Santa Ana. Y la presencia del ilustre Maestro en esa cátedra bien merece ser recordada especialmente. No todos los hoy galenos que pasaron por los claustros de San Fernando, son médicos legistas. En cambio, todos, cual más, cual menos, resultaron internistas. En su cátedra, Avendaño fué no sólo el clínico experimentado que, sin tasa, trasmitía al alumno sus conocimientos, sino el vidente y el profeta. Su imaginación le llevó a prever los futuros métodos docentes. Así, en su lección inaugural de 1909, dijo estas palabras, que tienen cumplida realización en las presentes décadas: "Me parece que se puede y se debe modificar favorablemente la enseñanza tanto de la patología como de la clínica, haciéndola más atrayente: y utilizando los modernos métodos de exploración y los variados inventos que a diario pone la industria al servicio de la ciencia...; así también puede mejorarse la enseñanza de la patologia, sea médica o quirúrgica, empleando los cuadros murales, las proyecciones amplificadas, las vistas estereoscópicas y hasta las cintas cinematográficas...

Aquel mismo año de 1908 se le hizo Vocal del Consejo Superior de Higiene, entidad que en 1909 lo designó para llevar su voluntad y sus anhelos al IV Congreso Médico Latinoamericano de Río de Janeiro. El año de 1910 fué fecundo en labor para el doctor Avendaño , pues participó con trabajos en el Congreso Internacional de Medicina e Higiene, que reunióse en Buenos Aires; en el IV Congreso Latinoamericano y I Panamericano, que se celebró en Santiago de Chile; en el XV Congreso Internacional de Saneamiento de la Habitación, realizado en Ginebra y en el Congreso Internacional de Tuberculosis, que tuvo a Barcelona como sede.

En 1918 se le nombró Director de la Morgue. El día mismo de la inauguración, el doctor Avendaño dictó una lección en ese instituto. Se iniciaron por Avendaño, Guillermo Fernández Dávila y algunos ayudantes, los trabajos prácticos. Tres años después, la política criolla desbarató lo que con tan pacientes esfuerzos y muy largas esperas se había alcanzado ...

En 1919 obtuvo el doctor Avendaño el titularato de la cátedra de Medicina Legal y Toxicología, la que comprendía: Medicina legal propiamente dicha, toxicología, estudio médico legal del envenenamiento, jurisprudencia médica con estudio y crítica de la legislación peruana, deontología en la formación profesional... En 1927 se acogió a los goces de la jubilación, y la Facultad de Medicina, que hubo de admitir la justicia de tal solicitud, ofrecióle a Avendaño un galardón singular: lo designó su Catedrático Honorario. En 1928 volvió a ocupar la Presidencia de la Academia Nacional de Medicina, así como en 1935.

Pero no apresuremos esta enumeración de funciones de responsabilidad, de títulos honoríficos y de homenajes nacionales y de fuera, pues corremos el albur de alterar la sucesión cronológica. Recordemos que en 1926 se constituyó el Maestro en Arequipa, la blanca ciudad, y que allí se le tributaron manifestaciones de cariño y admiración por los elementos sociales, y muy en especial por los del cuerpo médico, casi todos discípulos suyos. La Sociedad Médica de Arequipa, cuya organización inspiró, lo hizo su Presidente de Honor, y el Ateneo de la Juventud lo incorporó como su socio honorario. Otros diplomas por él obtenidos, son el de la Medalla de Instrucción Pública, con que lo agració el Gobierno de Venezuela; de miembro activo de la Sociedad Geográfica de Lima; de miembro de las Academias Nacionales de Medicina de Cuba y de México, de la Sociedad Médico -Quirúrgica del Guayas, de la Sociedad Médica de Caracas y, en el presente año de 1942, de la Academia Latino Americana de Neurologia, Psiquiatría y Medicina Legal de San Pablo, Brasil (miembro honorario). Tesorero, desde 1924 hasta 1931, de la Cruz Roja Peruana, es hoy su Vicepresidente.

Presidente de la Sociedad de Arqueologia e Historia (1930). Miembro de la Comisión encargada de proyectar la reforma de la Dirección de Salubridad (1931). Director técnico de la Escuela Nacional de Enfermeras del Hospital "Arzobispo Loayza". Director de este último nosocomio. Miembro fundador de la Sociedad Peruana de Historia de la Medicina.
Pero cuatro son los blasones alcanzados en su carrera profesional que más han halagado al sabio Maestro: el premio extraordinario de la dispensa de los derechos de recepción de médico, que la Facultad otorgarale el 17 de Diciembre de 1883, distinción sin precedentes; el título de Catedrático Honorario que el 4 de Abril de 1927 le confirió la misma Facultad, al concedérsele la jubilación; el grandioso homenaje que el cuerpo médico le tributó el 29 de Abril de 1930, al cumplir 70 años de edad, y el nuevo homenaje que la Academia Nacional de Medicina y sus colegas y discípulos volvieron a rendirle el 28 de Abril de 1934 , con oportunidad de sus bodas de oro con la augusta profesión médica.
Limeño ciento por ciento el Profesor Avendaño, no podía dejar de recibir el pleito homenaje de su ciudad natal. Así, pues, el Concejo Provincial de la capital de la República le entregó el año de 1935 -que fué el del IV centenario de la fundación de la que con orgullo se uſana de denominarse Ciudad de los Reyes— un Pergamino de Honor, y el 28 de Julio de 1941 le concedió una Medalla de oro con el correspondiente diploma, por haber redondeado con exceso su medio siglo de vida profesional con honra para las ciencias hipocráticas, para la antiquísima Universidad de San Marcos y para la sociedad en cuyo seno naciera, creciera y tantos beneficios ha hecho.

Hoy, el insigne maestro, con la salud resentida pero con el espíritu siempre lozano, descansa en la inviolable tranquilidad del hogar que él formó y cubrió de laureles conseguidos en legítimas lides. Está tranquilo, porque jamás hizo mal a nadie. Una de sus ufanías es el no haber sido político, ya que limitose a inscribirse como simple soldado del Partido Constitucional. Pero no ha sido beligerante, porque tal vez pensaba como Barret, que entre políticos más que amigos lo que se en cuentra es cómplices... Limitóse a servir, como buen vecino de Miraflores, en el Concejo, unas veces como Síndico, otras como edil. Prefirió entregarse por entero a la vida médica, y no servir un portafolio o una curul en el Congreso. Pero su vida médica estuvo conectada estrechamente con otras actividades afines; por eso bien puede señalársele como magnífico historiador y sutil cronista, como jurista y filósofo, como sociólogo y periodista. Y es un gran causeur... Ultimo sobreviviente de cuantos fundaran la "Unión Fernandina", "La Crónica Médica" y la Academia Nacional de Medicina, hoy es una reliquia para nuestras instituciones médicas y para nuestra sociedad, pues Avendaño enlaza la medicina clínica de los promedios del siglo pasado y la medicina experimental y de geniales investigaciones de la centuria en que vivimos.

Sobrelleva sus 82 inviernos en este sosegado retiro de Miraflores retiro, también, de Ricardo Palma y de Fernando Seminario— rodeado del respeto y del cariño de todos, que lo consideran, nemine discrepante, maestro entre los maestros, caballero entre los caballeros y amigo incomparable y comprensivo, según expresión feliz de Napoleón Valdez Tudela en la fiesta rotaria tenida en su honor. Para los nietos y biznietos de Unanue, de Solari, de Heredia y de los Odriozola, Avendaño -ya lo dijo Espejo acortadísimamente, es figura que se destaca con relieve digno de los proceres de la Medicina Nacional.
¡Y que así sea por muchos años aún!


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Publicado originalmente en el "Boletín Bibliográfico" de la Biblioteca Central de la Universidad de Lima. Diciembre de 1942. Republicado en "La Crónica Médica" Año 63, Lima, 1946.

Saludos
Jonatan Saona

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