Guillermo Serna |
(De “El Independiente” de Ayacucho, agosto, 1885).
Un crespón negro cubre al presente el pabellón nacional. Uno de sus esforzados defensores acaba de bajar á la tumba.
Tal fué el coronel Guillermo Serna que falleció el 2 del mes en curso. después de una penosa enfermedad de largos días. Permitasenos consagrar á la memoria de tan digno patriota estas líneas, como la, expresión sincera del justo sentimiento que su pérdida nos causa.
El coronel Serna nació en el Callao el año 1840. Ingresó en temprana edad al Ejército en la clase de cadete; desde esta ganó todas las clases posteriores en el campo de honor en servicio de la Nación.
En la injusta como sangrienta guerra de conquista que Chile trajo al territorio peruano, el coronel Serna asistió á la desgraciada batalla del 13 de enero. Después tuvo la envidiable gloria de haber peleado con heroísmo en el combate de San Pablo, que será siempre memorable para el Perú, á pesar de todos sus deplorables vicisitudes, en los brillantes fastos de su historia.
Adicto por convicción y simpatías á la causa constitucional, hizo á órdenes de S. E. el General Cáceres la campaña del año pasado, sobre la capital de la República.
Estos fueron sus servicios como militar.
Como autoridad política no ha sido menos útil al país: sirvió con tino y rectitud 9 provincias, y fué prefecto en 3 departamentos.
Destinado últimamente por S. E. á servir esta Prefectura, cuando todavía la División Yessup ocupaba esta ciudad, el coronel Serna, con las escasas fuerzas de su mando, estrechó las posiciones del enemigo é hizo efectiva é inviolable la incomunicación de este con la capital de Lima, en toda la zona de su mando.
Evacuada después esta ciudad por las tropas invasoras. el coronel Serna se consagró al escrupuloso cumplimiento de los deberes de su cargo, dedicándose especialmente á proporcionar recursos de todo género al Ejército Constitucional, que breve í días después de su arribo á esta capital salió sobre el departamento de Junín.
Se encontraba en víperas de marchar á donde le llamaban sus deberes de soldado, á la cabeza del batallón “9 de diciembre”, que con escasos recursos pudo improvisar en poco tiempo, cuando le sorprendió la muerte prematura que lamentamos, cuando aun se encontraba con todo el entusiasmo y la esperanza de la primera, juventud.
La Nación pierde uno de sus mejores servidores, y el Ejército uno de sus muy honorables soldados.
¡Que sus cenizas descansen en paz!
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Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 249, Lima, 13 de febrero de 1892.
Saludos
Jonatan Saona
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