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9 de marzo de 2022

Hermógenes Pérez

Hermógenes Pérez de Arce
Hermógenes Pérez de Arce

Nació el señor Pérez de Arce en la ciudad de Valdivia, el 19 de Abril de 1846. Fueron sus padres Doña Loreto Lopetegui y Don Cosme Pérez de Arce, hijo éste de Doña Melchora Henriquez, hermana única del eminente Camilo Henríquez; de donde resulta que Don Hermógenes Pérez de Arce es sobrino nieto de Camilo Henríquez, y hoy legítimo representante, en la prensa, de aquel que fué en Chile su ilustre fundador.

Hizo sus estudios en el Liceo de su ciudad natal, en el cual se inició en la carrera de funcionario público, obteniendo, en concurso público, el puesto de preceptor de una escuela fiscal, á fines del año 1862.

En 1866 fué nombrado profesor del Liceo de aquella ciudad. En las tareas de la enseñanza, no sólo aprovechó el tiempo en trasmitir celosamente sus conocimientos á sus alumnos, sino en ensanchar constantemente los propios por medio de una consagración infatigable al estudio, mediante lo cual se habilitó, á pesar de residir en una ciudad tan apartada, para abrirse las puertas de una brillante carrera administrativa, y para llegar á ser en la prensa y en el profesorado universitario una de nuestras más distinguidas intelectualidades.

En 1873, en los primeros años del Gobierno del Presidente Errázuriz, fué nombrado Gobernador del Territorio de Colonización de Lebu, el cual, por sus condiciones especiales, por su dependencia inmediata del Ministerio de Colonización y por las atenciones peculiares que en él imponía el servicio militar de las guarniciones del ejército, que en aquel tiempo cubrían las líneas de la frontera araucana, ofrecía ancho campo de labor y de variada experiencia á un funcionario gubernativo, empeñoso en el cumplimiento de sus deberes.

Así lo comprendió el señor Pérez de Arce; y con una laboriosidad y empeño extraordinarios, le arrimó el hombro á todos los servicios administrativos de aquel territorio, donde se estaban improvisando poblaciones, de las cuales debía en breve surgir una nueva provincia del suelo clásico de la inmortal tragedia de Caupolicán y Pedro de Valdivia; y esa nueva provincia iba, en su mayor parte, á deber su existencia al celo esforzado é inteligente del activo mandatario del Territorio de Colonización.

En efecto, creada la nueva provincia de Arauco, aquél fué nombrado el primer Intendente de ella, «sin obedecer en ello el Gobierno—según la propia expresión del Presidente Errázuriz—ni al aguijón de los empeños, ni al de la política." E1 Gobierno solo deseaba aprovechar, para la administración pública, la labor empeñosa de un funcionario que se había hecho una especialidad en los entonces complicados asuntos del territorio indígena.

Á fines de Septiembre de 1880, dejó el señor Pérez de Arce la Intendencia de Arauco para desempeñar el puesto de Delegado de la Intendencia del Ejército y Armada en Campaña, marchando inmediatamente á Arica, para ponerse al frente de la labor excepcionalmente activa y complicada que exigía la movilización general del ejército que iba á expedicionar de Arica para Lima, realizando el más grandioso esfuerzo que nación alguna de América haya intentado para movilizar, como Chile movilizó con éxito admirable, una expedición de veinte y tres mil hombres, venciendo todo género de sacrificios al través de los desiertos y del Océano.

El servicio bien organizado, exacto, abundante de todo género de recursos, de la Intendencia del Ejército, á cargo del señor Pérez de Arce, fué uno de los factores más importantes para el éxito feliz de aquella gran expedición. La Memoria presentada por el señor Pérez de Arce, sobre embarque de los tres convoyes partidos desde el puerto de Arica y su desembarco en los puntos respectivos, es un documento de especial Ínteres que debe tenerse á la vista para el estudio de los casos análogos que puedan representarse en el porvenir.

Después de haber dejado instalados los servicios de la Intendencia del Ejército en Lima, el Callao y demás puntos del Perú ocupados por las armas de Chile, el señor Pérez de Arce pasó á desempeñar el puesto de Superintendente de Aduanas del Perú. En el desempeño de él, tuvo que hacer frente á la dificilísima labor de organizar las aduanas en un país profundamente trastornado por la desolación de repetidos desastres militares, que habían dado lugar á la desaparición completa en el territorio peruano de todo lo que pudiera llamarse gobierno ó administración.

En tales condiciones, y bajo el régimen de una ocupación militar que podía verse en el caso de tener que levantarse repentinamente de un momento á otro, era sumamente difícil establecer un régimen normal de aduanas, para asegurar la recaudación bien garantida del impuesto. Sin embargo, tuvo el señor Pérez de Arce la fortuna de tomar medidas, ó de proponerlas al Cuartel General, mediante las cuales el rendimiento de esas aduanas llegó á tomar proporciones que el Gobierno de Chile, poco antes, había desesperado de conseguir.

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Á principios de 1882, pasó á desempeñar por algunos meses el puesto de Jefe Político de Lima, en circunstancias que esa ciudad, como todo el litoral del norte del Perú, estaba infestada por la fiebre amarilla, que le arrebató numerosas y muy sentidas víctimas á nuestro ejército.

Era necesario desplegar la mayor actividad posible para evitar que nuestras tropas fueran diezmadas por el flagelo; y esto se consiguió en Lima, donde todavía se conserva grato recuerdo de la actividad extraordinaria desplegada por el Jefe Político chileno, para tomar medidas higiénicas en defensa de la salud pública, que era defensa de las vidas de peruanos y chilenos; así como también se conserva allí el recuerdo de la integridad de los servicios de aduana y tesorerías de aquella época, citados más tarde por los mismos peruanos como modelos que debía imitar la administración de su país.

En ese mismo año fué nombrado Inspector General de Aduanas, empleo que, con los respectivos de Tesorerías y Correos, acababan de crearse en los comienzos de la administración Santa María, para iniciar la organización de la Inspección Fiscal de los principales ramos de la administración pública.

En este nuevo puesto, no solo atendió las obligaciones de su cargo, sino que desempeñó la comisión de redactar un proyecto para transformar la antigua Contaduría Mayor en el actual Tribunal y Corte de Cuentas. El proyecto redactado por el señor Pérez de Arce, después de revisado por una comisión especial, fué presentado por el Gobierno al Congreso, donde no llegó á despacharse sino al principiar la administración de Balmaceda.

A fines de Marzo de 1884, fué nombrado Director de Explotación de los Ferrocarriles del Estado, uno de los puestos creados en la ley que se acababa de dictar para reorganizar el servicio administrativo de esos ferrocarriles. De este modo íbale tocando al señor Pérez de Arce la tarea de hacerse cargo de la organización de servicios de nueva creación, ó de la reorganización de otros que necesitaban reformarse muy considerablemente; con lo cual ha conseguido adquirir una versación poco común en muchos ramos de la administración pública, que le es ahora de grande utilidad; porque, mediante ella, puede tratar en la prensa, con incontestable autoridad, una gran variedad de temas administrativos y económicos.

A mediados del año 1885 fué nombrada Director General de los Ferrocarriles del Estado, puesto en que su labor activa y organizadora ha dejado huellas indelebles, como en todos los demás servicios públicos por donde ha pasado.

Antes de terminar el año 1885, el Presidente Santa María lo llamó á desempeñar el Ministerio de Hacienda, en el cual se mantuvo hasta la conclusión de ese Gobierno.

Aunque esa época, agitada por las ardientes pasiones políticas á que dió lugar la elección presidencial, no era apropiada para una considerable labor ministerial, el señor Pérez de Arce consiguió sustraerse á los rigores de la política de partido; y al pasar por el Ministerio de Hacienda, pudo abordar los negocios económicos más importantes de su época, tal como la conversión en un solo empréstito al cuatro y medio por ciento, de los varios empréstitos del cinco y del seis por ciento, por un valor total de 28 millones de pesos de á 48 peniques, ó sean más de 70 millones de pesos de la moneda actual. Con esta operación hízose un ahorro de cerca de tres millones de pesos anuales en el servicio de la deuda externa.

Presentó también el primer proyecto de ley para iniciar la acumulación de fondos para el rescate de papel moneda, como también para garantir y restringir las emisiones bancadas, que entonces
podían, sin garantía especial alguna, alcanzar hasta el ciento cincuenta por ciento del capital pagado de cada banco.

En 1896 volvió al Ministerio de Hacienda con un caudal muy aumentado de conocimientos, de experiencia, de levantadas ideas administrativas y de un austero espíritu de rectitud, que hubo de impresionar favorablemente á la opinión pública, y desarmar á las pasiones de partido que habían increpado su ingreso al Ministerio.

En esta segunda época presentó al Congreso varios importantes proyectos de ley, tales como la reglamentación y garantía de las agencias de sociedades de seguros extranjeras; la de las agencias de bancos extranjeros; la reforma constitucional para que el Congreso no pueda aumentar los presupuestos que le presente el Gobierno; la limitación de los gastos de los ferrocarriles del Estado á la cantidad producida por sus entradas; la reforma de las tarifas de aduana en el sentido moderadamente proteccionista en que hoy existen.

Las memorias presentadas al Congreso por el señor Pérez de Arce, como Ministro de Hacienda, una en 1886 y la otra en 1896, han llamado muy especialmente la atención.

Cada uno de estos documentos es excepcionalinente interesante, por los problemas económicos en ellas tratados, por la exposición sobre la situación de la Hacienda pública y del estado económico del país, presentada con tal claridad y acopio de datos, que la memoria de 1886 durante varios años sirvió de guía para el estudio de los más interesantes problemas económicos de aquella época.

La de 1896 fué una excepción notable, en esta clase de documentos, por la valentía con que anatematizó los propósitos de nuevas emisiones de papel-moneda, y manifestó las verdaderas causas de la crisis económica que afligía al país, cuyo remedio, según su opinión, no debía esperarse que lo efectuaran artificialmente las medidas dictadas por el Estado, sino que vendría por el solo curso natural de las cosas, restringiendo los gastos improductivos y reforzando todos los elementos útiles de la producción nacional.

Estas mismas doctrinas ha continuado sosteniendo firmemente en la prensa, con un eclectisismo económico que, sin ser libre-cambista, acepta todos los medios razonables de fomentar la producción nacional.

Análogas doctrinas propaga en materia política, condenando toda reforma que no esté de acuerdo con el estado social del país, con la vitalidad del espíritu público y de la iniciativa individual.

Con este objeto, el señor Pérez de Arce mantiene levantada en las columnas editoriales de las dos ediciones del Mercurio, la de Valparaíso y la de Santiago, una firme y convencida propaganda encaminada á obtener la revisión de las leyes relativas á municipalidades, incompatibilidades parlamentarias, voto acumulativo, calificación de los poderes electorales por las Cámaras, elección de Presidente de la República, y varias otras que estima inarmónicas con nuestro ínodo de ser social, y á cuya influencia le atribuye cierta desorganización política y administrativa, que otros creen ser el resultado de una decadencia moral del país.

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En cuanto á los negocios internacionales, la propaganda del señor Pérez de Arce en el Mercurio está constantemente inspirada en la conservación de la paz con todas las naciones, y en la aceptación del arbitrage para dirimir sus litiigios; pero no acepta el arbitrage obligatorio y retrospectivo para los negocios internacionales ya fenecidos, y cuya resolución está ya tomada definitivamente en tratados solemnes; como no acepta tampoco que se le dé el nombre de derecho de conquista, de imposición absoluta de la fuerza, á lo que no es más que el derecho que tiene toda nación, provocada á la guerra, de exigir que la nación vencida la indemnice los gastos de la campaña; y que, si carece de recursos pecuniarios, los pague con parte de su territorio, y aunque éste tenga, en algunos casos, que sacrificarse parcialmente para darles á las fronteras del vencedor seguridades de no quedar, para lo futuro, expuestas á provocaciones ú hostilidades que lo vuelvan á compeler á la lucha armada.

El señor Pérez de Arce es uno de los diaristas que, sin estar afiliado en la vida activa de ningún partido militante, tiene ideales políticos propios, que persigue con perseverancia y con una altura de miras superior á todo interés de partido; que se inspira siempre en el derecho, la verdad, la justicia, la equidad, sin cuidarse jamás de que al atacar el error ó el abuso, ó al ensalzar la rectitud ó el mérito, pueda ello redundar en provecho ó en desdoro de ciertos elementos políticos. Su ideal es el bien general del país, sin consideración á ninguna clase de miras de partido.

A más de los puestos que dejamos mencionados, el señor Pérez de Arce ha desempeñado otros, tales como el de Secretario de una Comisión de Diputados y Senadores que, en 1893, estuvo encargada de la reorganización de los servicios públicos, y en la cual el Secretario fué el muelle real de todos los estudios y trabajos.
Ejerció también el cargo de Diputado durante el último trienio de la Administración de Balmaceda.
 
El triunfo de la revolución de 1891 dió lugar á que el señor Pé­rez de Arce, como todos los demás empleados que permanecieron en sus puestos durante la lucha armada de los partidos, fuera separado de su empleo de Director General de los Ferrocarriles del Estado, por las nuevas autoridades constituidas por el triunfo de la revolución; y con esa medida perdió la administración pública á uno de sus más celosos é inteligentes funcionarios, formado durante veinte y nueve años no interrumpidos de laboriosos y honrados servicios.

Hoy ejerce el puesto de profesor universitario en la clase de Administración y Economía del curso de Ingenieros, que obtuvo en concurso en el año 1895; y en este carácter es miembro docente de la Universidad de Chile.

Terminada para él la carrera administrativa, recordando sus antiguos gustos por el estudio y por la propaganda de las mássanas ideas, volvió á la prensa á que había sido aficionado en los primeros años de su juventud; y en ella se mantiene con brillo hasta hoy, dándole prestigio y autoridad á las columnas editoriales de El Mercurio, que, bajo la influencia de su pluma, se han verdaderamente transformado.

Desempeña también en la actualidad, y desde tres años há, el puesto had honorem de Presidente de la Sociedad de Fomento Fabril, en la cual es un valioso auxiliar del Ministerio de Industria, y contribuye con su experiencia administrativa y sanas ideas económicas á tomar medidas que fomenten el desarrollo de la riqueza pública.

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Ademas de la labor diaria en la prensa por más de nueve años no interrumpidos ni un solo día, el señor Pérez de Arce se ha sabido dar tiempo para escribir las siguientes obras, de las cuales hay algunas que tienen una importancia verdaderamente magistral:

El Administrador Público,— Los Ferrocarriles Argentinos y los de Chile.— Tratado de Administración Pública para el curso de Ingenieros de la Universidad de Chile.— Panacea Popular contra la crisis.— Lectura Militar para las escuelas del Ejército y la ármada,— Cartilla Cívica para los Niños.— El Alcohol considerado bajo su aspecto económico y social, obra que obtuvo el primer premio en el certámen abierto en el Ministerio de Hacienda.

Y estas no serán, sin duda, las últimas obras que escríba; porque el señor Pérez de Arce es de aquellos espíritus insaciables en su anhelo de aumentar sus luces, sin dar un día de tregua al estudio, mediante á lo cual ha llegado a ser su vida, como dice uno de sus biógrafos, "un hermoso ejemplo de lo que puede en la sociedad una voluntad bien educada y noblemente dirigida por el estudio, el carácter y el espíritu de trabajo intelectual".


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Fuenzalida, Enrique Amador. "Galería Contemporánea de Hombres notables de Chile (1850-1901) Tomo I." Valparaiso, 1901.

Saludos
Jonatan Saona

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