Los altos jefes de las fuerzas armadas, acuerdan ofrecer al General una manifestación de simpatía y respeto, a la cual adhieren hidalgamente las reparticiones civiles y los altos funcionarios que acompañan al ejército.
Firman la invitación los señores Marcos 2º Maturana, Cornelio Saavedra, Patricio Lynch, Emeterio Letelier, José Francisco Gana, Emilio Sotomayor, José Velásquez, Pedro Lagos, Orosimbo Barboza, Martiniano Urriola y Silvestre Urizar Gárfias.
El banquete tiene lugar en el gran comedor del Palacio de Gobierno, el lunes 24 de Enero, a las 2 P. M. Concurren todos los jefes del ejército y reparticiones, a excepción del señor Ministro de la Guerra, ausente en Arica, y el coronel Lagos, retenido en cama, por prescripción médica.
La Comisión exorna brillantemente el comedor de honor de palacio, con banderas, flores, cuadros y emblemas alusivos al acto; la banda de Navales, regala a la concurrencia con escogidas piezas. El servicio resulta espléndido, atendido por el Hotel Maury.
Al servirse el champagne, ofrece la manifestación el general Saavedra, gobernador militar de Lima, en los siguientes términos:
Señor General: Aceptad este modesto banquete que os ofrecen vuestros compañeros de armas. El tiene por objeto manifestar sus simpatías al Jefe que con tanto acierto ha dirigido a nuestro glorioso ejército en los campos de batalla, levantando muy alto el pabellón nacional.
General: Que la suerte os siga siempre favoreciendo, para vuestra felicidad y la de la patria, son los votos de vuestros compañeros y amigos. (Grandes aplausos).
El General Baquedano, visiblemente conmovido, contesta con el siguiente brindis, que la concurrencia escucha de pié:
El General Baquedano. Gracias, señores, por la demostración que habéis querido hacerme. Si la bandera chilena flamea hoy en Lima, hermoseada por nuestras glorias, a vosotros es debido. Yo, por mi parte, nunca os podré agradecer bastante vuestra valiosa cooperación en la campaña.
Bebo esta copa por el ejército que tanto ha dado a Chile y que sabrá, no lo dudo, ser en la paz el más respetuoso, leal y firme, sostenedor de la ley y de las instituciones, como lo ha sido en la guerra del honor nacional.
(Estrepitosos aplausos).
El señor Altamirano. Señores: La grande empresa ha terminado, la guerra colosal ha llegado a su última etapa: la victoria. Pero la victoria completa, decisiva, abrumadora; la victoria que es rendición incondicional del enemigo, y que es, al mismo tiempo, la exaltación de nuestro Chile querido a las altas cimas de la grandeza y de la gloria.
(Aplausos).
Cuando yo pienso en todo lo que habéis hecho, señores, involuntariamente me vuelvo hacia el ilustre jefe que os ha conducido a la victoria y que ha inmortalizado su nombre dando vida a estos cinco hijos, de su valor y de su patriotismo, que se llaman: Ángeles, Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores. ¡Qué hermosa familia! ¿Quién la tuvo igual en América, señores? (Aplausos).
Pero, al mismo tiempo que me inclino con amor y con respeto delante del jefe nunca vencido, me dirijo también a vosotros que habéis sido los ejecutores, a vosotros que, al frente de nuestros valerosos soldados, habéis atacado a pecho descubierto las formidables barreras que el enemigo oponía a nuestro paso; y os digo que si Chile estima como debe su honor y su gloria, vivirá para bendecir vuestros nombres, ya que con vuestro valor y con vuestro heroísmo habéis rodeado de tanto prestigio y de tanta gloria el augusto nombre de la patria.
¡Por fama inmortal del General Baquedano y de nuestro incomparable ejército! ¡Por vuestra gloria, señores! (Prolongados aplausos).
Don Máximo R. Lira. Señores: Está terminada la gran empresa que se confió al patriotismo y al esfuerzo vigoroso de los hijos de Chile. El camino ha sido largo, penoso y difícil; lo ha regado mucha sangre generosa; son muchas las tumbas abiertas desde Calama hasta Lima; son muchos los compañeros que hemos perdido en estos dos años de lucha contra una naturaleza inclemente y contra enemigos esforzados.
Pero al fin hemos llegado y estamos aquí, en Lima, en la antigua residencia de los virreyes españoles, en el mismo Palacio, donde se había decretado que Chile no figuraría en adelante como nación soberana. (Aplausos).
Estamos en Lima, cobijados por nuestra bandera, dictando leyes a los vencidos, que se hallan desde hace días al amparo de nuestra clemencia, somos los señores de la mejor parte del suelo peruano, los dueños de su capital y de todas las fortalezas de sus puertos, los árbitros soberanos de su destino (¡Muy bien!).
¡Qué inmensa gloria, señores, para Chile, y para nosotros, porque todo eso es nuestra obra! Ahora que venga la paz. Ella será digna de Chile, porque será impuesta por la victoria; será gloriosa, porque afianzará la grandeza que habíamos soñado para nuestro país; será reparadora, porque nos devolverá la quietud que necesitamos para consolidar con el trabajo las ventajas obtenidas con la guerra.
Cuando esa paz se firme restableciendo la buena armonía de estos países, que en mala hora se rompió, volveréis a recibir en gratitud y en bendiciones el premio debido a vuestros servicios.
Vuestro regreso será una fiesta en los hogares huérfanos que recobrarán la alegría, en las ciudades que os recibirán como pruebas palpables de nuestra gloria nacional, en el país entero que recobrará inteligencias y brazos necesarios para su progreso.
Más, antes de que eso suceda, quiero aprovechar la oportunidad en esta fiesta, que obedece a un pensamiento de justicia, para deciros algo sobre la situación que os va a crear la paz y los deberes que ella os impone.
En la vida de campamento que he hecho con vosotros, he aprendido a conocer lo que vale la unión entre los hombres. Os he visto formando con vuestros subalternos y con vuestros jefes, algo como una sola familia, en la que los vínculos de la sangre estaban reemplazados por pensamientos, propósito, aspiraciones y peligros comunes. Esa unión, simbolizada por la disciplina militar, es la que os ha hecho fuertes contra el enemigo. Esa misma unión, mantenida después de la guerra en interés del orden público y del respeto debido a las leyes, hará de vosotros un poder benéfico para la República. Yo os pido, que la conservéis; yo os ruego no rompáis nunca los lazos de esta gloriosa confraternidad; yo os suplico que continuéis siendo como ciudadanos lo que habéis sido como soldados; un solo brazo al servicio de una sola idea, el bien del país. (Bravos y aplausos).
Así nuestra obra se consolidará y producirá todos sus frutos. Todavía espera Chile de vosotros este nuevo beneficio. Y ¿cómo no? Todas las virtudes de buen ciudadano están comprendidas en esta sola: patriotismo. Esa virtud la poseéis vosotros en grado eminente. Por patriotismo tomásteis las armas, por patriotismo habéis derramado vuestra sangre; el patriotismo os ha dado fuerzas para soportar las fatigas de esta larga campaña y el aliento poderoso que se necesitaba para vencer y dominar a dos pueblos. Vuestro probado patriotismo os otorga el derecho de ejercer como ciudadanos una influencia saludable en los destinos de la nación.
Señores y amigos: la guerra cuyo término natural ya divisamos, tendrá un poema por historia. Ante las glorias en ella alcanzadas, casi se eclipsan las glorias de nuestro pasado. Chacabuco y Maipú fueron las proezas de una infancia fuerte; Matucana y Yungay, fueron las hazañas de una adolescencia robusta; Pisagua y San Francisco, Tacna y Arica, Chorrillos y Miraflores, son obra de una sana virilidad. Con las primeras se echaron los cimientos de la Nación; con las últimas se ha coronado el grandísimo edificio que necesitaba brazos de gigante para su elevación.
Habéis sido los fundadores de la gran patria chilena y tenéis el deber de consolidar vuestra obra haciéndola indestructible.
Yo bebo, esta copa porque seáis en la paz tan buenos ciudadanos como habéis sido en la guerra buenos soldados, y así Chile os deberá su doble grandeza de pueblo guerrero y de pueblo libre. (Aplausos que duran largo rato).
El coronel Velásquez. Brindo por el ejército que tan noble y abnegadamente ha cumplido con su misión; por ese ejercito lleno de hombres de buena voluntad que al llenar el deber que Chile les impuso, no se han preocupado un solo momento, ajenos a toda ambición bastarda y todo propósito político, de otra cosa que de la guerra y de la gloria de la patria. Espero que su ejemplo sea lección para lo, futuro, como es en la actualidad uno de sus mejores timbres de honor. (Aplausos y demostraciones de aprobación).
El capellán señor Donoso, dijo: que como chileno se sentía orgulloso por los triunfos obtenidos por el ejército, y que como ministro del Dios de paz, hacía votos por la terminación de la guerra y porque llegara pronto el día en que Chile, Bolivia y el Perú se dieran el abrazo de la fraternidad a la sombra protectora de la cruz.
Brindaron en seguida el coronel Barboza, el capellán señor Fontecilla, don Ángel C. Vicuña y el capitán de fragata don Luís Uribe, abundando todos en los más patrióticos sentimientos y siendo entusiastamente aplaudidos.
El mayor Martínez Ramos, manifestó que había recibido de su jefe, el coronel Lagos, el especial encargo de saludar al General en jefe, y de manifestarle cuanto sentía encontrarse postrado en el lecho en el momento en que era objeto de una tan justa prueba del cariño que le profesaba el ejército y a la cual él de todo corazón se asociaba.
El General Baquedano. Brindo por el distinguido coronel Lagos, cuyos brillantes servicios me hago un deber de reconocer aquí de una manera pública y especial.
Brindo también por el que ha enviado en su representación el doctor Martínez Ramos, cuya conducta como médico fue siempre digna de todo elogio, y sólo comparable a su valiente comportamiento de soldado. (Aplausos).
El capitán Viel, dijo: que con motivo de no haber llegado a tiempo las invitaciones, muchos de sus compañeros de la marina no pudieron venir a saludar al General, y que él, en nombre de todos ellos, saludaba al ilustre vencedor de Chorrillos y Miraflores. (Aplausos).
Contestó el General brindando por el Almirante y la marina y expresando el voto de que siempre la confraternidad y la armonía reinen entre la escuadra y el ejército de Chile, cuyos comunes esfuerzos habían dado el triunfo a las armas de la República. (Aplausos y vivas a la marina).
El señor Altamirano, brindó en el mismo sentido que el General en jefe, y le siguieron en el uso de la palabra el coronel Lynch y el general Sotomayor, manifestando el primero su agradecimiento al ejército, por la aceptación con que le había recibido en sus filas, y pidiendo el segundo una nueva copa por el General Baquedano.
La animación y alegría había llegado a su colmo.
A las 6 P. M., y antes de cerrar el banquete, el General en Jefe pidió un recuerdo para los que murieron como buenos en las batallas, sellando con su sangre los triunfos de Chile.
Toda la concurrencia se puso de pié para saludar con un minuto de silencio a los muertos de la guerra.
En seguida el señor Baquedano pidió una copa por S. E. el Presidente de la República y por la actitud firme y decidida que había manifestado durante esta gran lucha.
Este brindis fue aplaudido con entusiasmo, y se dio por terminado el banquete.
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Machuca, Francisco "Las cuatro campañas de la Guerra del Pacífico: Tomo III Campaña de Lima." Valparaíso, 1929.
Saludos
Jonatan Saona
Tantos brindis y palabras para que la guerra continúe 3 años más y los chilenos sigan sangrando en las montañas peruanas y dejando a sus muertos abandonados en esos fríos parajes.
ResponderBorrarClaro que se continuó el sufrimiento del pueblo peruano, por la tozudez de sus dirigente de no querer reconocer lo evidentes. La población chilena se había olvidado de la guerra, disfrutando de los beneficos y haciendo crecer el pais. Perú seguría destruyendo su pais, por los rigores de continuar sin querer una descabellada resistencia
BorrarExcelente comentario Marcos tapm. El Perú No se rindió con la caída de Lima. La guerra aún estaba en pié con el movimiento de resistencia que ya estaba organizándose en la Sierra Central del Perú. Los oficiales organizadores de ese famoso banquete obviamente no esperaban lo que se venía durante los siguientes 3 años que duró la guerra. Los pseudo discursos y brindis muestran una ilusa idea de superioridad. La guerra de 1879-1883 no fue un desfile para sus tropas. Ciertamente ganaron la guerra, pero el ejército y marina de Chile recibieron también lo suyo de parte del ejército, Marina y pueblo del Perú.
ResponderBorrarIlusos estos rotos...no alcanzaban a ver la enorme brecha de sangre que abrian entre países vecinos...ese karma está ahí... pendiente...si Perú no se los devuelve..lo hará el universo con un terremoto y sunhami
ResponderBorrarLas celebraciónes aplaudida por Inglaterra luego serían l a mentaciobesdobde muchos de estos gebo idas pagarían con sus vidas... Casi de orozimbo Barboza que fue salvajemente descuartizado en la guerra civil de 1891 donde el ejército chileno fue masacrado
ResponderBorrar10 años de preparación apoyo de Inglaterra lo que debió durar 6 meses duro 4 años y que de cada 10 genocida 6 nunca jamás regresen a chile... Para que al final los ingleses se queden con más del 89% de las salitreras.... Gran parte de estos genocida que estuvieron en el banquete murieron como perros en la guerra civil de 1891...donde el ejército constitucionalismo formado x salitreros peruanos bolivianos peruanos y chilenos masacro repaso y quemo en una pira a más de 3000 genocidas chilenos que vino a Peru.. Luego entró en Valparaíso y Santiago violando y fusilando hasta a niños... Mientras Argentina les robaba medio país....
ResponderBorrarCuando uno trata de apegarse a la investigación histórica, afirmaciones como la que antecede producen desconcierto y pena. Sería interesante conocer la fuente de los datos que aporta Paucarpata.
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