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24 de noviembre de 2021

Testimonio sobre Quequeña

Placa que muestra el fusilamiento en Quequeña

Testimonio del cura Emeterio Retamoso sobre Quequeña

"El Presbítero Emeterio Retamoso, cura propio de la parroquia de Pocsi. en obedecimiento al mandato de VS. consignado en el apreciable oficio que antecede; doy el informe siguiente: 
El jueves 22 del presente me hallaba en la casa parroquial de Quequeña y sentí la detonación de cinco tiros; ví el reloj y eran las ocho y cuarto de la noche; un cuarto de hora después sentí mas tiros. En la mañana del 23, me avisaron varias personas que de resultas de una reyerta entre varios jóvenes, vecinos del pago de Buenavista. y el piquete de soldados chilenos, habían resultado muertos dos de éstos, y uno de los paisanos, cuyo cuerpo habían ocultado, y dos heridos. Es positivo que ni el pueblo de Quequeña ni el de Yarabamba tomaron parte en este lamentable suceso, y que el oficial chileno no lo presenció por haberse ido de convite al cerro de Yarabamba, distante de Quequeña una legua, y de donde regresó al otro día; que, ya de noche, pasaba por Yarabamba un soldado chileno; á quien Mariano Linares le dijo que le devolviera un reloj, que días antes le había quitado; que el soldado quiso hacer uso de su arma y Linares se la quitó. 

Otros añaden que el chileno quería violar á una mujer: que después regresó de Quequeña. acompañado de los otros soldados á provocar á Linares, el cual asociado á cuatro ó cinco amigos suyos los persiguió hasta su cuartel, cuyo desenlace fué el mencionado. El 23 fueron á Quequeña dos oficiales á informarse de lo sucedido y se regresaron a esta ciudad. 

El sábado 24. como á las nueve de la mañana. llegó el destacamento chileno: á poco rato fuí llamado, y me presenté y saludé á los oficiales. Habían reunido á varios honrados ciudadanos, sacados de sus casas y chacras, y formaban una hilera en la plaza, delante del atrio del templo. Entonces furioso el jefe y paseándose, dijo: no se me escapa ni la iglesia; no quedará piedra sobre piedra; hemos venido a libertarlos, y nos matan los soldados aún en las calles de Arequipa. Entonces don Mariano Ávila, que estaba en el atrio, se entró á la iglesia, de donde fué sacado por un soldado, á quien el oficial intimó la orden de darle un balazo si no se entregaba y fué puesto en línea de los demás. 

Le hize presente que tres individuos eran de Sabandía y los demás, inocentes, pero no recibí contestación. En seguida estiraron en el suelo á Mariano Oportu que parecía un esqueleto de tan flaco y lo flajelaron; entonces me dirijí á un oficial de mayor edad, pues era el único que tenía canas, y le dije: poniendo la palma de mi mano derecha sobre el corazón: "con la palabra de sacerdote aseguro á Ud. que todos son honrados é inocentes..." y no fuí atendido. Cuando interrogaron á Liborio Linares y empezaron á flajelarlo, lo cual habían repetido segunda vez. 

Me retiré traspasado mi corazón de dolor. A eso de las doce fui llamado otra vez y conducido á la casa donde murieron los chilenos, y encontré allí á don Juan de Dios Acosta, honrado y laborioso vecino de Quequeña, casado y con numerosa familia huérfana á la que sostenía con su trabajo y que había sido Juez de Paz y actualmente miembro del Concejo municipal; á don Mariano Avila, arequipeño, cuñado del presbítero don Jorge Benavides y que ha sido municipal varias veces; á don Manuel B. Linares. honrado y laborioso ciudadano, vecino de Yarabamba, casado, con nueve hijos, y varios pupilos huérfanos, sobrinos suyos, á quienes amparaba y sostenía con su trabajo; á don Liborio Linares, vecino de Buenavista, jóven honrado, recién casado, y con dos hijos; á don Angelo Figueroa, honrado jornalero, casado y con cinco menores hijos que deja en la mendicidad y últimamente al buen jóven Luciano Ruiz que hacía solo tres días que llegó de Tambo, y que con sus jornales alimentaba á su anciana madre, á todos los cuales exorté y absolví y en seguida fueron fusilados á bala. Después flajelaron á diez y ocho ó veinte ciudadanos, crueldad que no presencié. Es de notoriedad pública que todos eran inocentes; que ninguno de ellos tuvo parte en la reyerta, y que tal vez aparesca culpable Liborio Linares solo por haber sido hermano de Mariano, con quien se dice que tuvo principio la cuestión. A eso de la una se bajaron los chilenos á Buenavista é incendiaron las casas de don Andrés Barrera de don Marcelino Linares, del anciano don José Arenas, convaleciente de pleurecia, de doña Nazaria Oportu y de doña Gregoria Arenas, todos pobres y cargados de familia, sumida por consecuencia en la miseria, sin pan, sin ropa y aún sin cama. Réstame añadir que el 23 me visitó don Cesáreo Alarcón y me preguntó si se daría sepultura á los cadáveres chilenos, y le contesté que sí; pero que, siendo grave el caso, era conveniente que la autoridad me pasara una nota, pues que yo no podía proceder de oficio, y que el Padre, mi Teniente, se había ofrecido á acompañarlos hasta el panteón. Mas supe después que directamente del cuartel los llevaron á sepultar sin traerlos al templo como debieron hacerlo y llamar al señor Ayudante para que les rezara las exequias que se han hecho después. No ha incurrido, pues, en la mas leve falta ni el cura, ni teniente, pues de ninguna manera estaban obligados á ir al cuartel á hacerlos conducir al templo; operación que debían haberla hecho los comisarios por mandato del Gobernador. 

Es cuanto debo informar en unos hechos como que los presencié y en otros por datos que expontáneamente me han dado algunos individuos. Arequipa, Noviembre 28 de 1883. 
Emeterio Retamoso." 


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Muñiz, Carlos María. "Historia del Patriotismo, Valor y Heroísmo de la Nación Peruana en la Guerra con Chile. Segunda Parte: Campaña Terrestre" Arequipa, 1909.

Saludos
Jonatan Saona

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