Nació en Santiago, en 1832 y sus padres fueron don Ramón Yávar Vivanco y doña Dolores Ruiz de Cabrera y Morán. Su nombre se debió a una curiosa coincidencia. Su hermano mayor, José Tomás Yávar, nacido en Santiago en 1811, hizo las últimas campañas de la lucha contra los Pincheiras y en una expedición a Los Ángeles y fue sorprendido por una partida de tropas adversarias, viéndose obligado a internarse en territorio trasandino para escapar de la persecución. Allí permaneció durante un tiempo sin que su familia supiera nada de él; en tanto a sus padres les nació otro hijo en 1832 y, en su recuerdo, fue bautizado con el nombre de Tomás. Los días transcurrieron y una tarde, ante los ojos sorprendidos de sus progenitores, apareció el hijo al cual se había dado por muerto. Este Yávar continuó sirviendo en el Ejército, se batió en Loncomilla y falleció en 1865, siendo gobernador de San Carlos. Aquél de quien nos ocupamos aquí, agregó a su nombre, el de Segundo.
Luego de haberse educado en la capital, ingresó a la Escuela Militar en febrero de 1847, a la edad de 14 años y salió 3 años más tarde con el grado de Alférez de Caballería.
En 1851, el Alférez Yávar fue destinado al Regimiento de Granaderos a Caballo y en él hizo sus primeras armas combatiendo a los revolucionarios en Illapel, Le correspondió dispersar con sus jinetes a las bisoñas fuerzas que mandaba “el comisionado” , Benjamín Vicuña Mackenna. Formando parte de las fuerzas que actuaban bajo las órdenes del Gobernador de Combarbalá, don Francisco Campos Guzmán, los gobiernistas se enfrentaron a los 150 fusileros y 172 hombres montados que, con don Benjamín Vicuña Mackenna, se apostaban defensivamente en el caserío de Cuz-Cuz. La acción resultó de opereta y tan pronto se cambiaron los primeros disparos, los insurgentes escaparon del campo dejando 91 prisioneros, sus caballos y sus armas en poder del vencedor que sólo registró la baja de un contuso.
Posteriormente participó en la acción de Petorca, bajo el mando del Coronel Juan Vidaurre Leal, Vencidos las fuerzas revolucionarias en el norte, Yávar fue destinado al Ejército del Sur, que, bajo las órdenes del General Manuel Bulnes, avanzaba contra el General José María de la Cruz. En esta ocasión le correspondió batirse en Loncomilla y su valor le hizo ser acreedor al ascenso al grado de Teniente en 1853.
Terminada la guerra civil, continuó sus servicios en el Regimiento Granaderos, cuya misión era servir de Escolta al Presidente de la República en Santiago y en la rutina del trabajo de cuartel.
Contrajo matrimonio con doña Hortensia Urrutia Anguita, hija del General Basilio Urrutia y tuvieron dos hijos.
Al estallar la Guerra del Pacífico fue enviado al frente, al mando de su unidad. Participó en la expedición sobre Suca, durante la campaña de Tarapacá. Posteriormente, en la campaña de Tacna y Arica se encontró presente en las Batallas de Los Angeles y Tacna, bajo el superior comando del General Manuel Baquedano.
La Campaña de Lima iba a ser su última actuación junto a sus Granaderos que tanto amó y condujo a la victoria. En la carga ordenada en la mañana del día 13 de enero de 1881, partió con su gente en demanda de las trincheras adversarias, a través de la pedregosa pampa de Tebes y cuando al galope se
acercaba al enemigo, una bala atravesó su mano izquierda y se incrustó en su pecho. La muerte le llegó cuando la Batalla de Chorrillos había sido ganada por el Ejército de Chile.
Al recibir el impacto mortal, el Comandante Yávar no cayó de su caballo, Quebrantado sobre el cuello del animal y sostenido por dos granaderos, fue llevado a una casa de la hacienda San Juan, donde recibió asistencia médica; a medianoche murió, teniendo a su lado a su cuñado, el Capitán Temístocles Urrutia.
La noticia llegó a Santiago y fue el General Basilio Urrutia el encargado de darla a su hija. El valeroso soldado de las campañas de la Araucanía llevaba hasta el hogar de ese ser querido la más amarga noticia y como consuelo, la brillante actuación que había cabido al Comandante Yávar en la acción que abrió las puertas de Lima al Ejército de Chile.
Sus restos fueron traídos a Chile por su cuñado, el Capitán Urrutia y sepultados en el Cementerio General, el 31 de mayo de 1881.
La carga que motivó su muerte ha sido reproducida muchas veces por nuestros pintores nacionales y sirve de motivo de legítimo orgullo a los soldados del arma de caballería del Ejército.
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Estado Mayor General del Ejército. "Galería de hombres de armas de Chile" Tomo II. Santiago.
Saludos
Jonatan Saona
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