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18 de julio de 2020

caricatura peruana

Cáceres y Canevaro
caricatura peruana
(Nota satírica tomado de la revista Mundial, 11 de junio de 1920)

"Del ambiente político

Al buen Mariscal le despertaron a las cinco de la mañana, le dieron el desayuno de prisa, y luego cuatro fámulos diligentes se encargaron de su tocado. Uno le enfundaba los pantalones, calzábale otro los zapatos y los guantes, y quien otro le alisaba las barbas y los cabellos ralos, y le prendía de cruces y medallas el pecho heróico. Así el Mariscal se halló vestido tan ligero, cual si hubiera de entrar en batalla. Y una vez arreglado y compuesto, introdujéronlo en un auto y lo llevaron volando a la tribuna oficial, donde le esperaba el bastón y las aclamaciones del pueblo. 

Esa noche, pues, el buen Mariscal, derrengado y molido, hubo de quedarse a dormir en casa de su viejo camarada, el general Canevaro. Fué huésped obligado del ingenioso Canevaro, ya que sus achaques y molimiento, no le dejaron regresar a Ancón.


Apenas llegó la noche, después de la dieta, el Mariscal se metió en cama, con más gana de sueño que de bastón Y enseguida que posó la cabeza sobre la almohada, cerró los ojos y durmióse con sueño profundo de abuelito. Viéndole así, libre de atavíos militares, tan pacíficamente durmiendo, parecía en verdad, cualquier abuelito que durmiera sus noventa años y su reumatismo.

En cambio Canevaro no pudo dormir. Desvelado e inquieto, revolvíase en el lecho, con el pueril deseo de levantarse y palpar con sus propias manos, el magnífico bastón del mariscal.

Canevaro pensaba, —(no creáis que es una ironía)— Canevaro pensaba en el mariscalato, y no podía cerrar los ojos. ¡Era  tan fuerte el deseo que tenía de cojer el bastón! Y no pudiendo más, echóse de la cama sigilosamente, y andando de puntillas. llegó hasta la mesilla-velador, donde se hallaba la ansiada presea. Cojiólo con manos trémulas y emocionadas, recorriéndolo en toda su extensión, y fuése después, con él, al salón, para ensayar ante el espejo, el gesto y la parada que le sentaría mejor. Ante las lunas venecianas, se miraba contoneándose, feliz de tener, siquiera sea pasajeramente, el bastón de mariscal. Y nuevamente pensó; pensó en la ingratitud de los hombres, de la patria toda, que no sabe premiar sus setenta años de chistes regocijados."


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Texto e imagen: Revista "Mundial", Lima, 11 de junio de 1920

Saludos
Jonatan Saona

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