Era el perro "Terranova" finísimo que tenía á bordo de la "Independencia" el segundo de ese buque, capitán de fragata don Eugenio Raygada.
Incansable en el agua, como todos los de su raza, arrastraba á los divertidos marineros hasta muy lejos del buque en las horas de baño y era el último que regresaba á bordo.
El 21 de Mayo de 1879, mientras el «Huáscar» espoloneaba á la «Esmeralda»; la "Independencia", persiguiendo á la "Covadonga" se metía entre los arrecifes de Punta Gruesa. La rara coincidencia de caer los timoneles en el momento más peligroso de la persecución nos hirió con la pérdida de la hermosa y fuerte fragata. El choque á la velocidad traída fué tremendo y el agua invadió rápidamente todos los compartimentos, el buque se tumbó y entonces regresó "valientemente" la "Covadonga'' á fusilar sobre seguro y sin miramiento alguno á nuestros marinos; acaso porque en tan crítica situación y sin esperanza no arriaron banderas.
Durante el combate se veía correr de un lado á otro, á "Cholo", sordo al estampido de los cañones, saltando junto á algún marinero y mordiéndole alegremente como de costumbre en todo «zafarrancho de combate.»
Después del choque nadie se ocupó de él, porque el salvamento de la colecticia tripulación era extremadamente difícil pues se acribillaba á balazos á los botes no bien desatracaban del costado. Muchos no llegaron á la playa y la gente tuvo que echarse al mar.
La defensa era imposible en un buque lleno de agua, tumbado y con la munición inservible. Aún desde á bordo eran muchos los que se tiraban al mar prendidos de algún remo ú otro madero y trataban de ganar así la brava costa de Punta Gruesa.
En tales circunstancias los ojos atónitos de los que ya estaban en tierra vieron cómo el valiente «Cholo» con la boca fuertemente cerrada, halaba á un marinero desfallecido y llegaba con él á la playa; pero lejos de quedarse, el fiel animal se arrojó una y otra vez y repitió su hazaña hasta siete regresando en todas con algún marinero. Quedó tan rendido el noble perro que lo tuvieron que sujetar, aunque á duras penas, para evitar muriese después de salvar tantas vidas á despecho de las balas y otros peligros.
Cuando la tripulación náufraga emprendió su triste y silenciosa caminata hácia Iquique, el "Cholo" indomable, rompió la marcha haciendo mil piruetas y siempre ganoso de escapar hácia el mar en donde veía cada vez más lejanos los despojos de su antes gallardo buque.
Llegó al puerto, "indiferente" el pobre á la magnitud de la catástrofe que había presenciado y á su propia abnegación y al saberse qué cosas había acabado todos se disputaron por alimentarle y acariciarle.
Lleváronle al cabo de unos días á Arica donde permaneció bastante tiempo acompañando á la tripulación de su buque, destinada á guarnecer las baterías del Morro al mando de su infortunado jefe.
Poco después se embarcó «Cholo» á bordo del trasporte «Rímac», tomado á los chilenos. Se hartaba de golosinas y era el mimado de la marinería. En ese buque hizo toda la campaña con el gran bloqueo del Callao.
En la dársena guardaba como el más avisado centinela y era su enemigo quien no vistiese uniforme de marino.
Muchas veces algunos de sus predilectos amigos estaba de ronda en alguna de las lanchas que sostenían continuos combates con los buques bloqueadores y entonces "Cholo'' inconsciente á todo lo que no fuera fidelidad, luchaba desesperadamente por ser de la partida y no se le satisfacía á causa de su fuerte "charla" que podía desbaratar cualquier plan.
Perdidas las batallas de San Juan y Miraflores, el «Rímac» junto con los demás buques fué incendiado y hundido para que no fuese presa del enemigo y el heróico y fiel "Cholo" pasó á vivir en tierra en poder de don Adolfo Santillana.
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Vegas, Manuel I. "Crónicas de la Marina peruana". Callao, 1916.
Ilustración realizada con I.A. y editor de imágenes.
Saludos
Jonatan Saona
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