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9 de enero de 2020

Brenton sobre Rinconada

Detalle de mapa de Lima 1889, destacando la hacienda Melgarejo.
Informe del Teniente Carey Brenton, como observador en el Cuartel General del Ejército Peruano.
Los siguientes párrafos son parte del informe remitido por Carey Brenton a su gobierno. Transcribo lo relacionado con el combate de Rinconada (09 de enero de 1881).


"El jueves seis de enero, a las ocho de la mañana, los chilenos atacaron San Juan con dos cañones de campaña desde una pequeña colina de arena a unas 3,000 yardas de distancia. Dispararon nueve proyectiles, 3 de los cuales cayeron sobre las colinas que ocupábamos, donde estallaron. Los demás se quedaron cortos y uno o dos no explotaron. Al mismo tiempo, iniciaron un reconocimiento en dirección a Villa con un escuadrón de caballería.

Piérola había previamente dado órdenes estrictas de no contestar el fuego chileno, por temor a revelar nuestras posiciones, pero a pesar de ello se dispararon tres tiros de los cañones que estaban sobre Villa y se dieron algunos disparos de fusil. A las diez y media se retiró el enemigo, y terminó el reconocimiento. Los chilenos establecieron puestos avanzados en un cerro que se levantaba delante de las posiciones peruanas, y se podía observar jinetes constantemente vigilantes. La caballería chilena era tan buena que encubría perfectamente todos los movimientos de tropa a sus espaldas.

El 9 de enero, mientras nos preparábamos a pasar un domingo tranquilo y descansar los caballos, se escucharon disparos a la extrema izquierda de nuestra posición. Cabalgando hasta un cerro en las cercanías de Monterrico Chico, vimos un cuerpo de unos 3,000 chilenos bajando por el valle desde Manchay. Cuando llegué a La Molina me encontré con algunos montoneros y caballería desmontada, que me informaron acababan de estar luchando con el enemigo. Varios de los primeros estaban heridos con cortes de sable. En ese momento los cañones del fuerte de San Bartolomé abrieron fuego sobre los chilenos que avanzaban y estos, como de costumbre, no demostraron ningún deseo de perseguir a sus enemigos en retirada, sino que retrocedieron fuera del alcance de las armas peruanas. Entonces se despachó alguna caballería a observar a los chilenos, con órdenes de avanzar con gran cautela. Pasando La Molina, y ya cerca de La Rinconada, se dio una alarma y los montoneros empezaron a disparar sus fusiles a diestra y siniestra, sobre cualquier objetivo. Era claro para mí que los chilenos no habían entrado a La Rinconada, pues al llegar a aquel lugar encontramos los capotes de los soldados tirados en el camino en las mismas posiciones en que los peruanos yacieron sobre ellos para dormir la noche anterior. Desde unos cerros a una media milla delante de La Rinconada, se podía ver a los chilenos acampados detrás de otra pequeña colina, a unas tres millas de distancia.

Los detalles de la escaramuza fueron probablemente así: la infantería chilena, con unos 3,000 hombres, había avanzado por el valle por el camino de Manchay, precedida por unos 200 hombres de caballería. La caballería había sorprendido a los montoneros en el reducto al que ya nos referimos, que yacían delante de La Rinconada. Estos muy probablemente dispararon una salva y luego corrieron atrás hacia unos arbustos. Los siete muertos que encontré yaciendo en el lugar de la refriega fueron muertos a sablazos, y seguramente fueron atacados mientras intentaban escapar.

Los montoneros siguieron disparando desordenadamente desde los cañaverales y arbustos, y la caballería chilena, al ver que nada efectivo podía hacer, retrocedió hasta donde estaba la infantería, que avanzaba lentamente. Los peruanos se retiraron ante esta fuerza numerosa, y los chilenos habiendo cumplido con el objetivo de su reconocimiento, debieron haberse retirado sin entrar en La Rinconada, acampando fuera del alcance de los cañones de San Bartolomé. Allí se les podía ver claramente en la tarde. No creo que hubo intervención de ninguna de las tropas regulares peruanas, sino solamente de los montoneros. La caballería escapó inmediatamente a pie; un batallón de reserva que fue enviado desde Monterrico Grande para asistirlos ni siquiera entró a La Rinconada. El fuego encubridor de los fuertes peruanos fue en esta ocasión, como en muchas otras, más peligroso para sus propias tropas que para los chilenos. Se habían formado para combate dos líneas de caballería peruana en las colinas frente a La Rinconada, listas para auxiliar al coronel Rondón quien, con otro oficial, estaba inspeccionando el valle de abajo. De repente, el comandante de San Bartolomé, suponiendo que se trataba de fuerzas chilenas, abrió fuego contra ellos, lanzando dos proyectiles que estallaron entre las dos líneas de caballería. Por supuesto, el resultado fue una estampida inmediata, y se hizo llegar una reprimenda del presidente al comandante del fuerte quien, después de todo, no era tan culpable como aquellos quienes debieron haberlo mantenido informado. El efecto de la refriega (como calculó sin duda el general chileno) fue alejar las tropas peruanas de San Juan para fortalecer la izquierda. Como la división de Dávila fue enviada a La Molina, la derecha quedó con solo tres divisiones. Esta disposición fue luego alterada de manera que dos de las brigadas bajo la comandancia de Dávila acamparon en Monterrico Chico mientras que una, la del coronel Canevaro, regresó a su posición anterior en el frente izquierdo de San Juan...."

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Texto tomado del libro "Testimonios británicos de la ocupación chilena en Lima" por Celia Wu Brading.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. El reporte menciona “Montoneros”. Se refiere a la Columna Pachacamac?

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