(Texto publicado en "El Hijo de la Patria", 16 de julio de 1881)
Al tender nuestra mirada sobre la pléyade de jóvenes e improvisados guerreros que, sordos a los placeres con que su edad i posición les brindaran, se lanzaron a la arena del combate para defender el honor de la Patria, excita singularmente nuestra atención el distinguido joven don Alberto Gormaz Araoz, sarjento mayor de artillería.
Hijo de una respetable familia, ha llegado a ser el ídolo de su hogar; conquistando el aprecio de sus amigos por su bello carácter, la estimación de la sociedad por su educación, i un porvenir lisonjero por su trabajo.
Apenas iniciada la guerra, cuando el personal de nuestro ejercito era mui reducido, el joven Gormaz, que se encontraba en Antofagasta por asuntos comerciales, impulsado por un santo entusiasmo, acompañó a nuestras huestes que se dirijian a tomar a Calama, donde, como simple paisano, despreciando el peligro, prestó sus servicios como ayudante de Sotomayor, mereciendo por su patriótica acción ser recomendado en el parte oficial.
Esta fué la primera hoja del laurel que los méritos del señor Gormaz han sabido conquistar, hoja cuyo embriagador perfume le hizo aspirar una corona para rendirla a los pies de su Patria.
Despreciando intereses i comodidades, vino a Santiago con el único propósito de entrar en el ejército que había visto ya coronado por la victoria.
Nombrado capitán ayudante del estado mayor de la reserva, soportó resignado las privaciones de la campaña hasta que exasperado de aquella monótona inactividad, escribió a sus padres solicitando un puesto en el ejército de operaciones.
La hora del peligro encontró al señor Gormaz como capitán de artillería en Tacna i Arica, prestando, con Luis Larrain Alcalde, importantes servicios en el acarreo de municiones, haciéndose acreedor por segunda vez a una especial recomendación.
Poco después, el señor Gormaz volvió a Santiago, premiándole el Gobierno con el grado de sarjento mayor. Cuando nuestro ejército se aprestaba para dar el golpe de gracia a la Capital del Perú, Gormaz, sacudiendo los dulces lazos con que sus padres trataban de retenerlo, volvió al norte al lado de Velásquez, i, aunque aquejado en Chorrillos por una penosa enfermedad, peleó valerosamente, resistiendo con nobleza a sus jefes que por consideraciones a su salud se oponían a que tomara parte en el combate.
Por fin, cuando destruido el poder militar del Perú, su capital se hubo humillado a los piés de nuestros guerreros i, satisfecho ya el honor nacional, no fueron necesarios sus servicios, solo entónces volvió al seno de su digna familia i sociedad a que pertenece.
A esta corona de gloria, conquistada por el señor Gormaz en el ejército, falta la mas hermosa flor, hija del mas desinteresado patriotismo. Ápénas fué nombrado capitán, dirijió al digno director del Asilo de la Patria una carta en que destinaba su sueldo i gratificación durante todo el curso de la campaña a enjugar las lágrimas de los ilustres huérfanos que, victimas de la gloria de sus padres, "tenían hambre i frío".
Tan desinteresadas acciones han hecho acreedor al señor Gormaz a la estimación de sus conciudadanos i aprecio de nuestros huérfanos, cuya gratitud nos hacemos un deber de manifestar colocándole hoi en nuestro lugar de honor.
J. F.
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Texto e imagen publicados en el periódico "El Hijo de la Patria" núm. 2, Santiago, 16 de julio de 1881.
Saludos
Jonatan Saona
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