Teniente Coronel Movilizado
II.
Distinguióse el teniente coronel don Marcos Latham, muerto de la fiebre amarilla en las pestilencias de Trujillo el 7 de mayo de 1882.
I en efecto, ¿había al comenzar la guerra una exploración del desierto desconocido, indispensable para las operaciones?
Marcos Latham montaba en el acto a caballo i la ejecutaba.
¿Era preciso llevar un despacho urjente i grave a través de las sombras, del peligro i de la trasnochada?
Marcos Latham era el elejido por el voto unánime del cuartel jeneral.
¿Organizábase en medio de la calma estólida de los campamentos que entonces tenían por único jeneral la mole de la Moneda, organizábase decíamos, una cuadrilla de animosos guerrilleros?
Era Marcos Latham su capitán por aclamación.
¿Necesitaban los ferrocarriles peruanos, a medio destruir por los prófugos, un injeniero un maquinista, un herrero, un peón, un fogonero?
Allí estaba Marcos Latham que, apeándose cual titán de su hercúleo bridón, cojía el riel o la locomotora i conducía nuestras divisiones a la batalla.
Ni excusaba el valiente mestizo concurrirá éstas pagando valerosamente con su persona, pues asistió a todas ellas, sin excepción de una sola, desde Pisagua a Miraflores.
I por último, cuando la hora de la prueba cruel i silenciosa sobrevino, no le encontró menos pronto para sacrificarse en aras del deber i del patriotismo.
Consagremos por tanto una breve palabra a contar tan probada i tan magnánima vida.
II.
Marcos Latham era hijo de un soldado del Potomac i de una beldad del Bío-Bío.
Su padre, el sarjento mayor de caballería don Tomás Latham, fué uno de los oficiales voluntarios de la independencia sud-americana que trajo consigo de Estados Unidos don José Miguel Carrera en 1817; i su madre, doña Carmen Squella i Lopetegui, hija i nieta de dos capitanes de la frontera i hermana de las dos bellísimas mujeres que fueron madres de Luis Cousiño i de Mariano Astaburuaga.
De ese matrimonio, verificado en Santiago en 1825, nació el "hombre del desierto" en Valparaíso, el 24 de abril de 1838; de suerte que al caer al pie del lecho de los moribundos, Marcos Latham fué derribado como la robusta encina por el rayo, en todo el vigor de su savia.
III.
Hizo el joven criollo sus primeros estudios en el colejio de los Padres franceses de aquella ciudad, pues su casa paterna hallábase colindante con aquel establecimiento i fronteriza al cuartel de la brigada de marina, donde, como niño novedoso i enérjico, hizo sus primeros ensayos militares.—“Fué un insigne cruzista, dice uno de sus condiscípulos, aludiendo a las turbulencias de 1851, i uno de los pocos que en las guerras del colejio era nuestro partidario."
IV.
En aquel mismo año perdió Marcos Latham a su enérjico padre, ya mui anciano; pero encontró quien lo sustituyera en su filantrópico i bondadoso tío don Matías Cousiño, que en esa época, con la creación de Lota, llegaba, antes que ningún otro capitalista de Chile con el ajio, al auje bienhechor de su fortuna. En este sentido, sólo el opulento i jeneroso industrial de Tamaya, don José Tomás Urmeneta, estuvo en ese tiempo a la altura de aquel benefactor público.
Pero antes de entrar en la arreglada carrera del trabajo, el inquieto criollo, hijo de yankee en seno de penquista, dió muestra de su afición innata a las aventuras, fugándose al Perú con uno o dos de sus condiscípulos en demanda del vellocino de oro que nunca halló.
V.
De regreso a Chile, a la edad de 20 años, comenzó a servir de contador en el vapor norteamericano Bío-Bío, que hacía la carrera del sur; i por la pérdida de éste, pasó a Carrizal como ajente de la Compañía de Lota para comprar metales.
Por esta misma época contrajo matrimonio con la apreciable señorita Fresia Squella, su prima hermana, la cual debería darle cinco tiernos hijos que hoi le lloran.
VI.
Aficionado, como los hombres de su raza, a los grandes negocios, le encontramos después, en julio de 1870, jestionando en Lima el planteamiento de un ferrocarril urbano; en Caracoles, en agosto de 1871, haciéndose minero i descubridor; i en Quintero, en el verano de 1873, delineando la ciudad i el puerto que, sin la muerte prematura de su primo i protector, el malogrado Luis Cousiño, sería hoi uno de los planteles mas florecientes, como Lota, entre los pueblos de nueva creación en la República.
VII.
A su turno i llegada la hora de la guerra, Marcos Latham, como lo dice el valiente i verídico jéneral Escala, en un informe que copiaremos más adelante, fué de los primeros en llegar al campamento de Antofagasta. i en aceptar todos los puestos, incluso el más humilde, sin exceptuar el más riesgoso.
En este sentido fué el primero que expedicionó sobre Bolivia por la vía de Huanchaca, a la cabeza de una partida de voluntarios; fué el primero que llevó socorro a los heridos de Tarapacá en la noche misma del terrible conflicto; fué el primero que desembarcó en Junín junto con el infatigable Stuven; i el primero que, a la par con éste, lanzó la locomotora a las alturas del Hospicio, salvando dos veces al ejército de perecer de sed.
"Sin él,—nos escribía su noble compañero desde Concepción el 21 de junio de 1882, —no habría salvado la división Muñoz en el camino de Ilo a Moquegua. Dos noches i dos días se trabajó sin parar, i en la tercera noche logramos llevar el agua i salvar a nuestros soldados. Latham era el hombre preciso de la guerra del desierto."
VIII.
El digno jeneral don Erasmo Escala expidió a su vez el siguiente honroso certificado de los sentimientos que animaron a Latham cuando, en clase de voluntario, sirvió durante los pocos meses en que aquel pundonoroso pero poco afortunado caudillo mandó las huestes de Chile en los hórridos desiertos de Bolivia:
"Erasmo Escala, jeneral de división retirado absolutamente, certifico: que en el mes de julio de 1879, mandando en jefe el ejército que expedicionaba en la república peruana, encontrándome en Antofagasta se me presentó el señor don Marcos Latham, chileno de nacimiento, a ofrecer sus servicios en el ejército, sin remuneración alguna. Como este señor, según informes, reunía condiciones especiales, convenientes a las operaciones que debíamos emprender, pues tenía conocimientos minuciosos de las localidades por donde tendríamos que operar, fueron aceptados."
IX.
En esa primera i segunda campañas, de las cuatro o cinco que formaron los anillos de la guerra i de la pereza de sus primeros conductores, el capitán Latham, ascendido a sarjento mayor, se encontró en las batallas de Pisagua, de San Francisco i Tarapacá, i en las de los Anjeles, Tacna i Arica.
Asistió como teniente coronel i ayudante del jeneral en jefe a las batallas de San Juan, Chorrillos i Miraflores; i por último, partió a la más fatal de aquellas jornadas, contra el clima, el abandono i la muerte, en los ponzoñosos valles de Trujillo.
X.
Postrado todo el ejército allí estacionado por el implacable flajelo, hízose preciso sacarlo de la ciudad, i entonces el sufrido i nobilísimo coronel Urizar Garfias buscó al hombre que debería quedarse a cargo de la guarnición i el lazareto, como en la primera hora de la guerra se había buscado al hombre de la pampa i del desierto.
I entonces fué el teniente coronel Marcos Latham el que se ofreció en jeneroso holocausto al compañero de armas, al amigo, al jefe, al más infeliz soldado.
XI
Pertenecía Marcos Latham a esa especie de hombres, raros en Chile, comunes en la raza de su procedencia, para quienes no es un esfuerzo i menos un desdoro trocar el deber en entusiasmo. Hombre de corazón, no escondía su corazón tras de sus acciones. Hombre de trabajo, no ocultaba sus nervudos brazos bajo la túnica, sino que los exhibía como ejemplo, al candente sol, a fin de estimular la común faena con su ejemplo. Fué un hombre por su enerjía i su poderosa estructura física digno de servir de modelo; pero careció de ventura en todos sus pasos, especialmente en el de su fin, que fue el más heroico pero al mismo tiempo el más desdichado.
Por esto, callado, tranquilo, resuelto, magnánimo, aceptó la orden de ir al cementerio, i quedóse en el dintel de su puerta esperando el llamamiento.
I esto no tardó sinó horas en hacerse oír!
XII.
Tres días después, el comandante Latham voluntario jeneroso de la guerra, voluntario sublime del sacrificio, estaba muerto.
I el Congreso Nacional, teniendo en cuenta su magnánima conducta otorgó una pensión a su viuda, i considerólo dignamente como muerto en el campo de batalla. Este fué todo su premio, i su alma grande no habría necesitado otro.
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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.
Saludos
Jonatan Saona
Que gran historia, y que gran persona el Sr. Latham, un soldado con la capacidad de un ingeniero.
ResponderBorrarGracias al Sr. autor de este blog por presentarnos a un chileno patriota, digno de ejemplo.
Un vulgar terrorista chileno. Desgració su nombre y el de Chile con sus cobardes acciones terroristas y de destrucción en el Perú. La fiebre amarilla procedió a hacerlo entrar definitivamente en razón en Trujillo, Perú, en 1882.
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