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1 de julio de 2019

Roberto Souper

Roberto Souper
El Teniente Coronel Don Roberto Souper

I.
De todos los hombres de guerra que liemos tratado en ya no breve vida, con excepción tal vez de José Silvestre Galleguillos, el sarjento-héroe i comandante del sitio de la Serena en 1851, no hemos conocido una naturaleza más jenuinamente militar que la de Roberto Souper. Cuando se le divisaba de lejos, en cualquier traje, en la calle, de camino, en el paseo, en el baile, en el teatro, cada cual se decía, quizá sin darse cuenta: "¡Hé ahí un soldado!"

Cuando se le estrechaba la mano i sacudía él con su inimitable, abierta, candorosa i varonil cordialidad su brazo largo i membrudo, parecía tocarse la guarnición de una espada, porque todo su organismo vibraba como el acero. Su acento mismo, confuso i rápido, parecía una continuada detonación, i el azul de su mirada, dulce i apacible en horas de paz i de intimidad, en la víspera del combate teñíase de fuego como los lampos del cielo en los días de borrasca.

Roberto Souper nació en la ciudad de Harwich. condado de Essex, no lejos de Londres, el 9 de setiembre de 1818, siendo su padre el capitán inglés don Guillermo Souper, caballero de mediana fortuna pero de nobles hechos militares en la India durante la guerra de Tippoo-Saeb, i su madre la señora Emelina Howard, que sobrevivió a su esposo, muerto trájicamente, largos años. (1)

Era Roberto el menor de ocho hermanos varones, i la carrera de los que le precedieron en el camino de la vida marcó para él los tenebrosos perfiles de su propio sendero. Cinco de ellos murieron o con las armas en la mano o labrándose independiente porvenir de hombres, lejos de su hogar: Guillermo i Juan, que eran los mayores, sucumbieron en acción de guerra en las Antillas, Carlos mordido por un perro loco, Jorje de la fiebre amarilla, i por último Moubery, el más amado de Roberto, en Portugal. (2)

II.
Pudiera decirse, sin figura, que Roberto Souper nació al ruido del cañón de Waterloo que se apagaba después de la lucha titánica de todo el universo contra un jenio. Su padre era capitán del ejército inglés en esa gran jornada, Í después de ella fué llamado a cuartel i puesto a medio sueldo.

Con este motivo, i siendo un verdadero gentleman inglés, el capitán Souper, a fin de hacer honorables ahorros i educar numerosos hijos, se avecindó en la ciudad de Canterbury; en seguida pasó con sus penates el canal de la Mancha i se estableció en la ciudad de Calais, especie de Canterbury francés, ciudades ambas de asedios i de batallas que están mirándose casi la una frente a la otra.

III.
Roberto era el último llegado de la tribu varonil del capitán de Waterloo; pero si todos habían heredado su sangre de soldado, no habían adquirido su reposo. Hemos dicho que uno de los más jóvenes de éstos pereció, al servicio del Portugal, en el asedio de Oporto, defendiendo aquella plaza de guerra bajo las banderas de doña María de la Gloria. "La gloria!" ese solo nombre era suficiente enganche para un Souper. No importaba para el caso, que la gloria fuera reina.

IV.
Roberto Souper poseía, como toda su estirpe, una alma volcánica. A la edad de doce años, nos refería él misino, cuando estalló en París la revolución de julio en 1830, amotinó a los pilluelos de Calais, i fue a librar batalla al prefecto de Carlos X, fabricando una barricada junto a su palacio.

Un día su institutor, que era un austero sacerdote presbiteriano, fué a decir a su padre que la educación de su infante estaba concluida.... El buen pastor protestante tenía razón para su protesta, porque Roberto sabía ya hacer barricadas i había ganado su primera batalla contra un déspota.

Roberto, en esta situación, aprendió, sin embargo, bastante bien las matemáticas, el dibujo i hasta el latín, lengua muerta que nunca habló así como no hablaba las vivas sino medianamente (inclusa la suya propia) en razón de su precipitada natural dicción.

V.
Del Continente pasó Roberto Souper a Inglaterra con su madre i de allí, mediante influjos de lord Raglan, el de Crimea, amigo i camarada de su padre, obtuvo un buen lote de tierras de colonización en Perth, ciudad de la Australia occidental; i a tan apartada, remotísima comarca dirijióse el animoso mancebo en 1834, cuando tenía sólo dieziseis años de edad.

Sus primeros ensayos bélicos tuvieron lugar con los indíjenas de aquellas soledades; pero habiendo estallado de nuevo la guerra verdadera en la India inglesa, marchóse a los combates que eran el solo ideal poderoso de su vida libre i suelta cual el aire.

VI.
Pelear era la misión de su cuna, i por esta saltando los tejados i los mares marchóse un día a Calcuta i a Bengala por el cabo de Buena Esperanza, i se domicilió en aquel país en busca de aventuras.

Allí, al poco tiempo, Roberto Souper ejecuté su segunda hazaña de guerrero. Existía en la opuesta orilla del Canjes una fortaleza, el castillo de Serrampore, guarnecido por un destacamento de tropas de Dinamarca, estado que en ese paraje poseía una factoría de comercio; i en cierta ocasión varios oficiales ingleses fueron a dar un asalto nocturno a la guarnición fronteriza, llevados por cierta enemiga de vecinos. Roberto Souper fué de voluntario al asalto, i aunque sufrió después su proceso i su carcelazo respectivos, viósele el primero saltar al muro i aferrar por la cintura al centinela. Roberto Souper tenía el instinto de los asaltos. No tenemos cuenta de los centinelas que en su vida se echó al hombro, desde el que arrojó al suelo en la villa de Molina cuando se sublevó en setiembre de 1851, hasta el que estuvo al tirar por la borda en la barca Olga en marzo de 1859.

VII.
Antes, mucho antes de aquella temeridad, Roberto se había hecho reo de otra que era mayor, pero de diverso jénero, porque su alma i su cerebro estaban divididos en dos compartimentos completamente iguales en que cabían sólo la guerra i la mujer, la gloria i el amor.

Todo lo demás era en él como un muro impenetrable. Muchas veces, no pudiendo darnos cuenta de su infinita audacia i de su asombrosa galantería, solíamos tocarle la parte posterior de su erguida cabeza; i notamos que la tenía cortada a pico como los precipicios.... Allí no había lugar para el miedo, para el egoísmo, para el cálculo, para el negocio, para ninguna pasión que no fuera nobilísima i temeraria.

VIII.
Pero contemos su aludida aventura de la niñez, su "primera batalla de amor," como en otra ocasión la contamos.

"Cuando Souper tenía dIeziseis a diezisiete años, regresó de Calais a Inglaterra, i apenas puso el pie en la tierra del spleen i del suicidio, se apasionó de una romántica "miss" en un hotel de Londres, donde la ventura había llevado a los dos amantes. Hubo suspiros, billetes, citas al balcón, i todo ¡ai! concluyó con una caja de fulminantes que se tragó el galán en un momento de fulminante despecho.... Sólo la robustez de un estómago lozano i remedios oportunos salvaron a nuestro héroe de aquel tósigo que propiamente usado, habría sido suficiente para matar un batallón entero o despoblar un parque inglés de todas sus liebres i faisanes."

IX.
De la India, Roberto volvió otra vez a Inglaterra un tanto más sosegado con el propósito de obtener una colocación fija en el ejército, lo que no logró. 1 habilitado allí por un antiguo amigo de su padre con unos carneros de raza, se fué de nuevo por el cabo de Buena Esperanza a las planicies ganaderas de Australia.

Roberto Souper había nacido para ver el mundo. No tenía la codicia del oro, pero albergaba todos los apetitos de lo desconocido, de lo peligroso, de lo heroico. Si hubiera nacido en la edad de hierro no se habría sacado jamás el casco bruñido de las sienes ni habría soltado la manopla i la tizona de las manos.

Nacido en la edad de la fe, habría Ido a Jerusalén con Ricardo Corazón de León, su compatriota i su modelo.

Llegado a la vida en tiempo de los dioses, habríase embarcado de seguro con Jasón tras el vellocino de oro. Mas no teniendo en la presente prosaica edad sinó carneros de Rambouillet, llevólos más allá del mar, en medio de los bosques salvajes que el hombre europeo aun no conocía.

Por esa época hallábanse en Australia en boga los descubrimientos mediterráneos que han inmortalizado más tarde el nombre de King i de otros ¡lustres viajeros. Contábanos Roberto que habría dado todo su rebaño por acompañar a aquellos esforzados gastadores del desierto; pero el carácter oficial de esas exploraciones no le dio en ellas cabida.

X.
La inquietud natural del carácter del colono australiense, le hizo fatigarse a los tres o cuatro años de su residencia en las monótonas lomas de Victoria, porque era evidente que Roberto Souper no había nacido para pastor... de ovejas. I oyendo un día hablar que frente a frente de aquellas posesiones de S. Μ. B. había una tierra libre i republicana que se llamaba Chile, el constructor de barricadas infantiles de Calais se encaminó hacia nosotros por la vía de Inglaterra, realizando la trasquila de su última oveja para pagar su pasaje.

Tenia esto lugar en 1841. (3)

XI.
Albergaba además el joven Souper, para emprender aquel viaje, ciertos motivos de familia.

Residían entonces en Chile dos de sus deudos, pertenecientes a honorables familias de Inglaterra. La segunda esposa de don Ricardo Price, respetabilísimo i opulento capitalista inglés, i el acreditado comerciante de Valparaíso don Edmundo White eran sus primos hermanos.

Había vivido a la sazón Roberto Souper 23 años i era un bellísimo mancebo que a muchos hacía recordar la apuesta i marcial figura de su compatriota el coronel Tupper, adalid cual él. Como Nicolás I, czar de Rusia, medía el joven titán seis píés i seis pulgadas, pero tenía la jentil flexibilidad de sus años, de su perenne alegría i de su eterno i charlero buen humor.

Los devaneos de recién llegado agotaron, por lo mismo, demasiado aprisa los restos de la lana de sus carneros, i de éstos no le quedó, como a la princesa Catincka de Jerónimo Paturot, sinó la memoria i la polvareda...

XII.
En su desgracia, encontró, sin embargo, nuestro joven huésped un amigo jeneroso en su pariente Price; i como fuera mui intelijente en la labranza, le confió aquel buen caballero la administración de su valiosa hacienda de Semita, situada en las faldas de las cordilleras que riegan el Nuble i el Perquilauquén. Ahí llevó Souper una vida según su carácter i según sus hábitos. Cansó todos los caballos de la hacienda; trasmontó la cordillera; asistió a las "parlas" de los pehuenches en sus valles andinos; se hizo el amigo de todas aquellas tribus pastoras a quienes confiaba sus invernadas de ganado; visitó las pampas; oyó contar las hazañas de los Pincheiras en los sitios de sus mas desesperadas proezas, i por último, rodeado de sus compadres, i como si fuera él mismo un cacique nómada, tomaba parte en sus salvajes festines, bebiendo en cueros de potros sus agrias chichas mezcladas con la sangre i la saliva de sus feroces pujilatos.

No faltó tampoco al ardoroso inglés el culto de alguna beldad indíjena, i más de una vez los ásperos farellones de los Andes escucharon a la caída de la tarde el canto de la Pocahontas araucana que embelesaba las horas del cautivo capitán Smith....

Por otra parte, Souper se granjeó entre la jente más civilizada de aquellos parajes una reputación harto singular, a la que daban razón algunas de las escentricidades de su travieso humor. Como era gringo, teníanle en consecuencia por hereje, i como tal, corrióse luego entre los sencillos campesinos de Semita que el guisado favorito de su mesa eran los “niños asados".

Referíanos Roberto por aquel tiempo que tan extraordinaria novedad había cundido de tal manera entre los guasos de Semita, que los niños subían a los árboles o saltaban las cercas cuando lo divisaban. Ocurrió también que vivía en la montaña una mujer sumamente gorda, i como se asustase esta infeliz con la noticia “del gringo come-niños de Semita," preguntó a un vaquero si la comería también a ella. El huaso, que en ladino, contó a su patrón aquel lance i para tranquilizar a la pobre montañesa encargóle el último decirle con reserva que no tuviera cuidado porque él no comía carne humana sino en tiempo de manzanas, pues éstas abundan silvestres en aquella latitud.

La pobre mujer se mantuvo quieta, pero apenas comenzó a pintar la fruta en los árboles, desapareció para no volver más a su cerril guarida.....

XIII.
Otras veces el joven inglés se daba a ejercicios más filantrópicos entre sus semejantes. Cuéntase que durante un verano entero se entretuvo en viajar por los pueblos de la provincia del Maule llevando un gatillo de barbero en las alforjas, con el que sacaba muelas a destajo a todos los pacientes; i como hiciese la operación gratis, salían éstos en tropeles a su paso. Uno de los vecinos más influyentes de aquella provincia, don Juan Antonio Pando, fué una de las víctimas aliviadas por los férreos dedos de aquel singular cirujano.

XIV.
La innata, la irresistible simpatía que adornaba la existencia entera de Roberto Souper, como un enérjico perfume, proporcionóle luego un jénero de galardón de otra especie, el mayor de la vida: una esposa amante i virtuosa en la señora Manuela Guzmán i Cruz, hija de Talca.

Volvió Roberto con este motivo a sus faenas favoritas de campo, i en los llanos de Pelarco, en un pequeño fundo de su esposa, trasquiló otra vez ovejas como en Australia.

No duró, sin embargo, el idilio largos años, porque la epopeya estaba cerca.

XV.
En razón de su carácter entusiasta i belicoso, Roberto Souper fué en 1851, como en 1859, el primer encarcelado. Redújolo a prisión en Talca, por órdenes perentorias de Santiago, el intendente Cruzat, apenas estalló la revolución del jeneral Cruz en Concepción; pero al llegar a Molina el reo de estado, o más propiamente el “reo del miedo," sublevó su escolta, en medio de una infinidad de detalles tan cómicos como atrevidos. I con los mismos soldados que le custodiaban como a prisionero de guerra, marchóse por la cordillera a Chillán en demanda del jeneral Cruz, ya francamente sublevado.

Dióle éste el mando de un escuadrón, i ¡cosa curiosa! al frente de él peleó en Loncomilla a las órdenes del jeneral Baquedano padre, como pelearía más tarde en Chorrillos a las órdenes del hijo, a la sazón simple capitán en las filas enemigas. La bravura de Souper en aquella terrible batalla, verdadera pelea de perros bravos, llenó de admiración a sus mismos adversarios; i cuando fué llevado al hospital enemigo prisionero i cubierto de sangre, el capellán Despott, tan bravo i tan humano como él, salvóle la vida.

XVI.

Pasada la tormenta, hízose Souper otra vez campesino, i fué entonces cuando adquirió, como subdelegado de Pelarco, su renombre de perseguidor i de azotador de ladrones. El mismo aprehendía, vendiendo cada día a barato precio su noble vida, a los malhechores del lugar; metíalos al cepo i les inflijía por su propia mano el final castigo, llevando de él prolija estadística... Pero una vez aplicada la pena, que llegó en su conjunto a muchos millares de azotes, él mismo cuidaba como padre a los dolientes, i, una vez curados, enviábalos al juez del crimen.

De esa manera limpió el subdelegado de Pelarco toda la provincia de Talca de bandidos, haciendo por sí solo lo que no habría hecho un escuadrón de policía: su solo nombre valía un rejimiento.

XVII.
Dijimos también que en 1859 fué Roberto Souper "el primer encarcelado," i esto es otra vez rigurosamente exacto. Tenía Souper tan bien sentada su reputación de incomparable bravura, que apenas soplaba la primera brisa de la borrascosa política, por precaución lo enjaulaban, como a fiera mansa pero capaz de terribles enojos.

Mas, Souper tenía, como cautivo, la máxima de que la libertad es un derecho, i por esto jamás se resignó a vivir entre barrotes. Debió a esta animosa creencia, que en él no era aspiración sinó hecho de incansable tentativa, el privilejio de ser encerrado en febrero de 1859 en la penitenciaria de Santiago, i por una gracia especial, que era una flagrante relajación del reglamento de la sombría casa, permitiéronle instalarse en nuestra propia celda. Alegró así, aquel ameno, espontáneo, festivo charlador muchas i pesadas horas de cautividad, especialmente las estrelladas noches del verano, porque como su cuerpo era tan largo i el recinto tan estrecho, hacíase matemáticamente indispensable que el carcelero dejase entreabierta la puerta... I así, con ese remedo i postigo de libertad, debido a la lonjitud de sus piernas, éramos felices, porque éramos los únicos huéspedes de la honradez bajo las bóvedas del crimen.

XVIII.
De allí salimos nosotros para la Luisa Braginton i Liverpool, Souper para la Olga i Magallanes. Pero a las pocas horas de viaje, el prisionero recordó su máxima de calabozo, i secundado por dos o tres de sus compañeros asaltó la guarnición del buque, i lo llevó al Callao con sus amigos redimidos i la guarnición presa, a su orden.

Un detalle desconocido i que hoi tiene el atractivo de reunir en un sólo recuerdo dos nombres heroicos. Quien envió a bordo del buque carcelero las pistolas que sirvieron para rescatar las víctimas, fué un jeneroso mancebo que a la sazón era teniente de nuestra marina. Su nombre fué Manuel Thomson.

XIX.
Volvimos a encontrar a Roberto Souper en Lima en 1860, siempre alegre, franco, rolando en la mejor sociedad, cantando con su medialengua tonadas de Chile, bailando jentiles walses con las más graciosas limeñas, estimado de muchos, querido de todos, viejo eternamente niño, gentleman inglés eternamente gentleman.

En su conversación, en sus modales, en su altura, en su respeto i su delicadeza extremada para con la mujer, en su benevolencia con los inferiores, en todo su porte exterior conocíase de lejos que Roberto Souper era un hombre bien nacido. Pero en lo que se transparentaba más que en todo el temple de su alma caballeresca traen su lealtad magnánima. Nunca aspiró a nada, i siguió siempre a los caídos. Cuando el jeneral Arteaga perdió el arzón de su silla de jeneral en jefe antes de ir a la batalla, su voz se levantó para defenderlo como a caído; cuando cayó a su turno el jeneral Escala, él vino a acompañarle, como su fiel ayudante, hasta su hogar, i esa fué la única ocasión en que el comandante Souper dejó la penuria de los campamentos en medio de los achaques continuos de su edad. Para Roberto Souper el sol no tuvo nunca naciente ni tuvo ocaso. Para él, el sol brilló siempre en el alto cenit del deber i del honor.

Pero volvamos al proscrito de 1859.

XX.
Cuando fué otorgada la amnistía de octubre 1861, el galante caballero de los estrados limeños pasó a vestir su poncho de campesino i a perseguir i a azotar ladrones, hasta que surjió la guerra con España.

Por supuesto, Souper fué el primer tripulante del Dart, cuando el capitán Lynch llevólo al Callao con un puñado de auxiliares, i desde entonces data la amistad que le ha ligado al último jefe.

Convencido Souper de la traición que los peruanos Pezet i compañía hacían a su patria, regresó a Chile, i en la memoria de todos está su atrevidísima hazaña cuando, salvando con un mar furioso la barra de Constitución, llevó a nado al capitán Williams la palabra del gobierno después de la captura de la Covadonga.

Roberto Souper tenía entonces 50 años, i lo que no se atrevieron a ejecutar los más diestros i robustos marineros, llevólo él a cabo por dar ejemplo de sublime patriotismo.

XXI.
Desde esa época, Roberto Souper comenzó a sentirse viejo. Su salud decaía año por año. Sufría una bronquitis crónica, i su extremada flacura, encorvando visiblemente su bello i altivo busto, parecía seguro anuncio de una consunción jeneral.

Pero sonó el clarín de la cuarta guerra de Chile en los últimos cuarenta años, i Roberto, acompañado i reproducido por sus dos gallardos hijos, marchó a la campaña, i se halló en todas partes donde había balas. Donde no las había, allí no estaba Souper; i como si el plomo hubiera sido su remedio específico, comenzó a revivir con el plomo de las balas. Todos recordarán que acompañó a Lynch en su expedición al norte, i que él solo, yendo a caballo delante de todo el ejército, se tomó a Pisco, como una copa, espantando a Zamudio con el trago.... (4)

XXII.
Pero Roberto Souper había renacido a la juventud de las batallas, sólo para ofrecer a su ídolo antiguo, la gloria guerrera, el holocausto de esa misma juventud, pedida en préstamo al heroísmo. I por esto al caer de su caballo llamado característicamente por él "Pedro José," atravesado por cinco balas en los desfiladeros de Chorrillos, ha podido decirse de él, como de Bayardo en Carigüano, que fué en el ejército de Chile "El caballero sin miedo i sin reproche." (5)

_____________

(1) Según unos interesantes apuntes biográficos que don Diego Barros Arana publicó sobre el malogrado Souper en El Heraldo del 16 de febrero de 1881, su padre falleció en Gante por los años de 1831.

(2) Este hermano de Roberto Souper había estudiado medicina en Francia, i otro, que según creemos era el mayor, murió hace pocos años con el grado de teniente coronel en la isla de Mauricio.

Después de su muerte, se presento también en Buenos Aires un hermano que vivía en esa ciudad en calidad de artista i poseía una considerable fortuna. Su nombre es Carlos Zambra, i aunque escribió al autor de estos recuerdos que era efectivamente hermano de Roberto, parece que aquel nombre, que no es el de su familia, oculta un triste i aun penoso misterio de la naturaleza.

(3) Según el señor Barros Arana, Souper vino directamente de Inglaterra a Chile en 1843, llamado por su primo hermano político don Ricardo Trice, i así talvez aconteció. En esta parte nos hemos guiado por apuntes que hicimos a la vista de Souper cuando ambos habitábamos en 1859 la misma celda de la Penitenciaria de Santiago.

(4) Roberto Souper llevó un prolijo i extenso diario de la campaña que figurara en su tiempo debido como uno de los documentos mis curiosos i reveladores de su época. Su publicación dará materia para un grueso volumen, que conservamos, ya puesto en limpio para la imprenta, aguardando la hora oportuna de lanzarlo con todas sus injenuidades a la luz de la crítica i de la publicidad.

(i) Como una muestra de la universal simpatía que Roberto Souper supo inspirar a todos los chilenos, sin excepción de partido, reproducimos en seguida las firmas de los veinticinco diputados de todos los colores políticos de la situación, que en el Congreso de 1881 presentaron una moción destinada a obtener una pensión vitalicia para su apreciable señora viuda.
"Don Justo Arteaga Alemparte.—Ricardo Letelier.—D. de Toro H.—Agustín Edwards.—P. N. Videla.—J. Antonio Tagle A.—Francisco Gandarillas.—J. Rodríguez Rosas.- Enrique De Putrón.— Zorobabel Rodríguez.— A. Vergara Albano, —Jovino Novoa.— Enrique Mac-Iver.—Isidoro Errazurís.—Dositeo Errázuríz.—M. R. Lira.—C. Walker Martínez.—José Tocornal.—R. Larraín C.—Abdón Cifuentes.-J. A. Orrego.—R. Allende Padin.—Joaquín Walker Martínez.—Miguel Luis Amunátegui.—Juan D. Navarro.—Pedro Nolasco Vergara.—R. E. Sanfelices.—Gaspar Toro.—Luis Jordán.—Juan Domingo Dávila. "

Su biógrafo i amigo de intimidad don Diego Barros Arana, propuso que los restos del bravo capitán inglés que tanto había amado a Chile, fueran sepultados a costa del Estado con el siguiente sencillo pero apropiado epitafio:

ROBERTO SOUPER 
1818-1881
INGLÉS POR EL NACIMIENTO, CHILENO POR EL AMOR

Murió como héroe defendiendo el honor de Chile.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. Souper vivió una vida larga - para la época - y aventurera. Herido en Chorrillos, falleció atendido por dos de sus hijos, oficiales ambos del ECH en la GDP, en un hospital de campaña.
    Murió, pues, en combate. ¿Puede pedir algo mejor un viejo soldado?

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