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17 de junio de 2019

Juan Martínez

Juan Martínez
Don Juan Martínez
Comandante del Rejimiento Atacama

I.
Don Juan Martínez, coronel del Rejimiento Atacama, era hijo de Chillán, como San Martín, como Marchant, como Vargas-Pinochet, como Jiménez-Vargas, como la mitad de nuestro ejército; i, como esos bravos que nombramos al acaso, porque murieron como él, Martínez fue soldado raso.

Nacido en 1827, tenía solo 27 años cuando sentó plaza en su ciudad natal, i fué durante algunos años asistente de un jefe, hoi bien conocido en el ejército, que le enseñó a leer.

En junio de 1844, Martínez era cabo; en abril de 1849, era sarjento; i fué preciso que la guerra civil hiciera brillar su rencorosa segur en los campos i ciudades de Chile, para que el que es hoi llamado caudillo de todo un ejército, cambiase la jineta por la espada.

II.
El coronel Martínez, que al día siguiente de su última espléndida Victoria, a las puertas de Lima, habría sido nombrado con justicia jeneral, había sentado plaza en el batallón Yungai, pero entró de subteniente al batallón Chillán en octubre de 1851, cuando ese aguerrido cuerpo se replegó de aquella ciudad, hacia el Maule, entregarse al jeneral Bulnes, antes de Loncomilla.

En 1852, el subteniente Martínez, pasó al 4° de línea; i en 1853, al Buín.
Sólo en los comienzos del año 58, recibió sus despachos de capitán.

Un año más tarde, era ascendido a sarjento mayor.

III.
Detúvose en este punto su carrera por un desafío, o más bien, por un reto de rival arrebatado i tan valiente como él, que a su lado se ha batido en todas partes. El retador fué Jorje Wood pero sujetos ambos al rigor de la disciplina, sufrieron larga prisión en San Bernardo.

Tenía eso lugar en 1867.

IV.
Llamado a calificar, el mayor Martínez, en ese tiempo, a consecuencia de la aventura de cuartel
que acabamos de recordar, fué enviado el año siguiente a la asamblea de Valdivia, como instructor de milicias.

I desde entonces comenzó para él una era de peregrinaciones con su pobre hogar i con sus hijos a cuestas.

En 1876, lo encontramos en la asamblea de Atacama; en 1877, en la de Valparaiso; en 1878, en la de Arauco; i otra vez, en ese mismo año (octubre 3), en la de Atacama.

El coronel Martínez no era un favorito, no era siquiera una hechura. Había nacido para levantarse sobre sus propios pies, sin báculo de nadie, excepto tal vez el hombro de sus hijos. I por esto las tres nobles vidas fueron una sola.

Uno de los últimos, el primojénito, Melitón Martínez, había obtenido un empleo en la policía de
Copiapó; el otro, Walterio, era conductor subalterno de trenes. Pero ambos, al lado de su padre, crecieron de cien codos, como soldados de Chile, en la mañana de Tacna.

Se sabe que en la víspera del sangriento encuentro, el Atacama, que se había batido ya con alto renombre en Pisagua i en Los Anjeles, estaba de guardia; i el comandante Martínez pudo velar así en su postrera noche, la tienda de sus hijos.

Los cachorros del león, habían vuelto a la vieja madriguera para dormir su último sueño, en segura i cariñosa custodia.

V.
Conocidos son los numerosos i tiernos testimonios de simpatía que tributó al acongojado padre, después de su duelo, el pueblo atacameño, i en jeneral toda la república, por aquella doble pérdida ocurrida en el campo de inmortal victoria.

"Al bravo comandante Martínez,—decía a este respecto la prensa de Copiapó,—le mandó el pésame todo el estado mayor, por la pérdida de sus dos hijos en el campo de batalla de Tacna; i el señor Martínez contestó estas palabras, dignas de figurar en boca del viejo Horacio:

“Como padre, lloro la pérdida de mis hijos, como chileno, me siento feliz de que hayan caído en defensa de la patria. Siento que el único hijo que me queda, no esté en estado de venir a reemplazar a los que han rendido su vida al pie de la gloriosa bandera nacional."

¿No era ésta en todas sus partes, una respuesta digna de la antigüedad?

VI.
Pero lo que no es conocido todavía, i será leído tal vez con irreprimibles lágrimas por los que tuvieron hijos i los perdieron... es la siguiente carta que en contestación a una tarjeta de condolencia íntima, acompañada de un recorte de diario, nos escribiera el afectuoso pero indomable padre.

Esa carta, que desde hace tres años conservamos con melancólico orgullo entre nuestros más nobles trofeos de la guerra, decía textualmente como sigue:

“Señor Benjamín Vicuña Mackenna.

“Tacna, junio 20 de 1880.

“Señor i amigo: Recibo vuestra tarjeta de pésame juntamente con las palabras que me enviáis, escritas por el señor Justo Arteaga Alemparte, en su acreditado diario Los Tiempos.

“Vosotros me avergonzáis, señores; yo no merezco los sentimientos que con el bello idioma del entusiasmo habéis tenido a bien expresar.

"Mis hijos han caído, es cierto. Yo, como padre, jamás me cansaré de llorarlos; en ellas iban
refundidas todas las aspiraciones del hombre; eran ellos mi porvenir en la ancianidad, mi aurora en el crepúsculo de mis días. Pero como soldado al servicio de la patria, como amante de ella que soi, bendigo orgulloso, con lágrimas de profunda resignación la suerte que a esos niños  míos cupo, cayendo en el puesto del deber abnegados i triunfantes.

"¡Gloria para ellos, eterno recuerdo!

"I para mi, satisfacción i consuelo: pues que sé que, si se han ido, aun queda en mi alma vivo, palpitante, el perfume del amor que me consagraron i que les consagré siempre. empeñándome cu enseñarles el camino que conduce al cumplimiento de sus obligaciones.

"Recibid, señor, toda la gratitud de mi alma, que tanto debe a vos como al señor Arteaga Alamparte, por los nobles sentimientos con que me acompañáis en mi desgracia.

"Vuestro atento i seguro servidor

J. Martínez."

Tal era el corazón, tal era el brazo, tal el héroe espartano que perdió la República en la última hora de sus titanicos combates.

VII.
De igual manera, cuando en el moroso campamento de Antofagasta fué puesto en sus callosas manos el estandarte que delicadas obreras de Copiapó habían bordado de realce, como insignia de su cuerpo, el héroe atacameño había pronunciado estas palabras, que arrancaban del fondo de su alma fiera, i que él supo impertérrito cumplir.

"Señores oficiales i soldados: el estandarte que en este momento se os entrega simboliza i representa el honor de Chile, i sobre todo, el honor de la noble provincia de Atacama que nos lo ha enviado.

"Espero que moriremos todos, antes que permitir que esa enseña sagrada caiga en manos de los enemigos i la profane.

"Ayudado por vosotros, juro defender con mi sangre i la vuestra, ese noble pedazo de nuestro querido tricolor."

VIII.

Por lo demás, la hoja de servicios del coronel Martínez hasta el momento de salir a campaña, hallábase condensada en las líneas siguientes que acusan una existencia sobria, talvez oscura, pero eminentemente militar.

«Había hecho la campaña al sur de Chile, desde el 27 de setiembre de 1851, hasta el 11 de diciembre del mismo año, a las órdenes del jeneral de división don Manuel Bulnes. Se halló en la acción de guerra que tuvo lugar en los Guindos, el 19 de noviembre, i en la batalla de Loncomilla, el 8 de diciembre del precitado año. a las órdenes del mismo señor jeneral. El 16 de febrero de 1859, marchó con su compañía a reunirse a la división que, bajo las órdenes del teniente coronel don Tristán Valdés, operaba sobre la ciudad de San Felipe, encontrándose en la toma de dicha plaza, el 18 del mismos mes i año.

«Hizo la campaña al norte de la República, a las órdenes del jeneral de brigada don Juan Vidaurre Leal, desde el 30 de marzo hasta el 7 de mayo de 1859, encontrándose en la batalla de Cerro Grande, el 29 de abril del referido año, por cuya campaña el Gobierno, por decreto de 8 de junio de ese año, le confirió el grado de sarjento mayor.

"Se encontró en el bloqueo que la escuadra española puso al puerto de Valparaíso, desde el 24 de setiembre de 1865, hasta el 14 de abril del año 66, siendo segundo jefe del batallón Buín i.° de línea, i en el bombardeo de dicho puerto, el 31 de mayo del citado año, en la división del centro, que mandaba el teniente coronel don Víctor Borgoño.

« Las comisiones que ha desempeñado, son las siguientes:

"Por decreto supremo, de fecha 8 de julio de 1868, fué nombrado mayor en comisión del batallón cívico del Parral.

“Por decreto supremo del 13 de octubre del mismo año, fue nombrado gobernador interino de ese departamento, cargo que desempeñó hasta el 1.° de febrero de 1869.

“Por decreto supremo del 1.° de octubre del precitado año, fue nombrado mayor en comisión del batallón cívico de Copiapó.

“Por decreto supremo del 1.° de octubre del año 1873, fué nombrado mayor en comisión del batallón cívico de Artillería Naval de Valparaíso.

“Por decreto supremo, del 12 de diciembre de 1876 i con motivo de haberse disuelto el Cuerpo de Asamblea, fue nombrado nuevamente mayor en comisión del mismo batallón cívico Artillería Naval de Valparaíso,

“En 9 de enero del año 1877, fué nombrado, por decreto supremo, ayudante de la Comandancia Jeneral de Armas de la provincia de Atacama.

“I por último, al comenzar la guerra, comandante del batallón movilizado de Atacama.»

IX.
Después de la batalla de Tacna, el comandante del Atacama, fué llamado por el jeneroso pueblo copiapino para aclamarlo i para consolarlo.

Pero el viejo custodio del honor de Chile, queedóse inmóvil, como el centinela del campamento que guardaba la puerta de Pompeya en la avenida llamada de las Tumbas,

X.
El senado, le nombró entonces coronel por unanimidad de votos; mas todavía,——porque delante de la fosa de los muertos ilustres, puede descorrerse el velo de reservas rutinarias que no envuelven comprometimientos,—la sala hubiera querido nombrar al caudillo del norte por aclamación, porque alguien propúsolo así, como una excepción de honra.

XI.
Del sitio de la eterna demora, del limbo de la guerra, que fué Tacna, silencioso, pero acerado i resuelto como bien templada hoja dentro de su vaina, el coronel Martínez marchó a Pisco en la primera división, i desde Pisco se adelantó por tierra a Lurín a las órdenes de don Patricio Lynch, este Príncipe Rojo de las campañas de los trópicos.

Martínez, en esa esforzada marcha, fué promovido al mando de la primera brigada de la primera división, i por esto hemos dicho, que bien pronto habría sido nombrado jeneral, aunque era solo un coronel de ayer. Era el bizarro jefe de nuestra vanguardia; i delante de las hazañas formidables, las fechas del calendario se estrellan como el humo contra el flanco de ríjida montaña.

XII.
Mas, el coronel Martínez, fué glorificado solo para morir.

No tenía ya a sus hijos. El añoso tronco, privado del ramaje protector, iba a ser tronchado en la mitad de la colina por el furioso vendabal de plomo que soplaba desde la cima.

Después de haber conducido, en efecto, al fuego i a la victoria su valerosa brigada en las alturas de Chorrillos, entró el coronel Martínez a formarla hallándose un tanto avanzada la sangrienta jornada subsiguiente de Miraflores; i en los momentos en que, habiendo descendido del caballo, junto a unas tapias derribadas, para observar con su anteojo de campaña el movimiento retrógrado del enemigo, (que era su fuga), una bala perdida, flecha de Partho, lanzada por un prófugo, vino a perforarle el estómago con mortal herida.

XIII.
Sobrevivió con todo, hasta el próximo día, el enérjico soldado, i preocupado sólo de lo que debía a su país i a su bandera, exijió en varias ocasiones i con voz ya desfallecida por el extertor de la muerte, que su secretario. Gonzalo Matta, ex-capitán del Atacama, redactase a su presencia el último boletín de la última jornada.

Ansiaba el campeón moribundo inscribir en el rejistro de la inmortalidad su postrer victoria como el héroe tebano, a quien si no por su talla, por su fiereza, aseméjase. De suerte que él también habría sido dueño de decir, si en aquellos solemnes momentos hubiese hablado de sí mismo, i ya que el cielo le había quitado su prole, que en el Alto de Tacna i en el Alto de Chorrillos, dejaba su Leuctres i su Mantinea.

El coronel don Juan Martínez murió como Epaminondas.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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