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7 de mayo de 2019

Ernesto Henry

Ernesto Henry
Ernesto Henry

El último en el escalafón del Santiago al hacer su terrible estreno en Tacna, pero no el postrero en ánimo entre los jóvenes oficiales que sacrificaron su vida en las arenas del desierto que rodea la ciudad de Tacna i la proteje, fué el aspirante don Ernesto Guillermo Henry, hijo de francés i de chilena (la señora Isidora de la Fuente) nacido en Concepción el 18 de agosto de 1856.

Desde su primera edad dió muestras el niño Henry de su afición a las cosas de la guerra entregándose con placer a todos los fuertes ejercicios que preparan desde la cuna al soldado, la equitación, la pesca, la jimnasia, el arte hípico i especialmente la caza, en cuyo varonil entretenimiento no tuvo en su juventud rivales.

Aparecida la guerra, en efecto, como si fuese una cacería en gran escala, i pudiendo haber optado por un puesto de oficial, prefirió Henry ser soldado, es decir, simple tirador, i en esta condición incorporóse en el Santiago apenas organizaron este cuerpo en la capital.

"Yo vivo orgulloso de mi carrera militar, —escribía con este motivo a su padre desde el campamento de Buena Vista, el 19 de mayo de 1880, esto es, una semana antes de morir,— puesto que ya he sabido resistir las grandes fatigas de la dura campaña, con resolución firme, i así lo haré hasta la muerte. Por otra parte, yo no he sido sarjento ni oficial cuando me enganché en las filas del rejimiento Santiago, como lo han sido otros. Orgullo tengo de haber sentado plaza de simple soldado; pero supe vencer la escala de los individuos de tropa, que tan espinosa es. Ahora me encuentro gozando, después de haber sufrido tanto".

"Son tales mis deseos de pelear con el enemigo, —exclamaba en otra ocasión,— que Ud. no puede figurárselo por un solo instante. ¡Quizá será mi desgracia o mi felicidad! Pero yo portarme cobarde i morir sin honor para mi familia, no lo crea ni por un momento! Quiero que mi nombre quede estampado en la historia de mi patria para siempre".

¡I así ha quedado!

Su noble padre, que aún vive i era hombre de su propia índole, puesto que le había enseñado el manejo de las armas desde su primera niñez, aconsejábale con frecuencia en sus cartas íntimas dejar bien puesto el nombre que le diera, i con este motivo en el principio de la guerra el hijo injenuamente le decía:

"No tenga cuidado, querido padre, por lo que tanto me advierte: yo no seré cobarde, i antes de serlo dejaría toda la sangre de mis venas en el campo de batalla".

I en otra ocasión desde el árido campamento de Jazpampa había escrito al comenzar el año de su fin (enero 1.° de 1880) estas palabras que traicionaban su ardor i su presentimiento:

"Dentro de un mes estaremos en Lima. Todos lo pedimos a nuestro jeneral Escala. El nos dijo que antes de un mes se pasearía nuestro ejército en la calle principal de Lima.

"Papá, quizá esta que le escribo sea la última; quién sabe si quedaré en el campo de batalla; pero he de morir como un valiente, como un héroe: moriré como mueren los chilenos".

Todos se equivocaron en la iniciativa, en la marcha, en la duración de la guerra.

Pero quien jamás se equivocó fué el pueblo.

Desde el primer día de la ruptura de las hostilidades el grito de todos fué ¡a Lima! ¡a Lima!

I por esto la sangre derramada en la provincia de Tarapacá (1.° campaña) i en la provincia de Tacna (2° campaña) será puesta siempre a cargo de la morosidad de un gobierno que quería hacer la guerra sin hacer la guerra.

Por lo demás, como el padre lo solicitara i el hijo teníalo ofrecido, púsolo por obra el aspirante Henry, derramando "toda su sangre" en el campo de batalla i mereciendo del segundo jefe de su cuerpo el bravo i mutilado coronel León el siguiente elojio en carta póstuma a sus deudos:

"El aspirante Henry fué un cumplido militar, i siempre se hizo notar de sus superiores por su entusiasmo i contracción al servicio, i más que todo por su acrisolada honradez i juiciosidad. En la batalla de Tacna lo vi pelear como una fiera, i después de hora i media de combate tuve el sentimiento de verlo caer a mi lado pronunciando estas últimas palabras: —"¡Viva Chile! Adelante, compañeros." En conclusión, señor Henry, diré a Ud. que su hijo, en el modesto puesto que ocupó en las filas del rejimiento Santiago, desempeñó cumplidamente su deber en la campaña i de una manera heroica en el campo de batalla.

Quédele el consuelo, señor, que el recuerdo de su valiente hijo vivirá eternamente en el corazón de sus compañeros, testigos de su heroísmo".


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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