Páginas

22 de abril de 2019

Francisco Yuseff

Francisco Yuseff
Don Francisco Yuseff

I.
Hemos dicho en más de una ocasión en el curso de estos recuerdos póstumos, que el continjente de la lejión extranjera que, no congregada bajo una sola bandera como cuerpo mercenario, sino repartida bajo todas las banderas libres de los rejimientos que Chile envió a la guerra, ayudáronnos en la consecución de tantas i señaladas victorias, procedía de los variados oríjenes de la Europa moderna i aun de más lejanos continentes.

I en la significación evidentemente árabe del nombre que precede a esta última memoria de tantos desinteresados servidores, el lector habrá comprendido toda la verdad i toda la extensión de aquella evolución de razas, que el metal de las batallas fundió en una sola.

II
El bravo subteniente del rejimiento Concepción don Francisco Yuseff, que perdió la vida combatiendo con señalado valor, fué hijo, en efecto, de un honrado i entusiasta palermitano, nacido al pie del Etna, desde cuyo ígneo cono domínanse los mares i las tierras que pueblan todavía las tribus de los Mahometos, que en siglos ya lejanos fueron señores del mediodía de la Europa occidental. Su padre, don Antonio Yuseff, excelente vecino i acreditado industrial de Concepción hoi día, había nacido así en Sicilia con un apellido morisco, al cual el trabajo de la paz i la gloria de las armas han dado de consuno en Chile bien merecida i antigua carta de ciudadanía.

III.
En ciertas razas de hombres, i especialmente en las ardientes del mediodía, acentúanse las trasmisiones de carácter de tal manera que muchas veces la existencia de los hijos no es sinó un reflejo de la de sus projenitores. I al menos en el presente caso la evidencia de esa derivación aparece de relieve.

IV. 
Don Antonio Yuseff, nacido en Palermo en 1833, a la edad de trece años había tomado ya las armas contra el rei Bomba, opresor de las Dos Sicilias, en 1846; a los dieziocho había emigrado a Filadelfia, i a los diezinueve era uno de aquellos atrevidos argonautas que, dando la vuelta del cabo de Hornos, se encaminaban en inacabables bandas hácia el Pacífico del Norte en demanda de fabulosas riquezas i de aventuras más fabulosas todavía.

El incendio casual i aciago del vapor City of Pittsburgo, ocurrido en la rada de Valparaíso el 17 de mayo de 1852, i de cuyo siniestro escapó Yuseff, que era uno de sus tripulantes, en razón de su destreza en la natación, fué causa de su avecindamiento en Chile i en seguida en Chiloé, donde temprano el isleño de Sicilia encontró, para formar hogar en el parifico archipiélago, una isleña de Ancud, la señora Mercedes Martínez.

V.
De esa unión marítima de dos isleños nació el soldado del Concepción cuyos perfiles trazamos, i fiel a heredadas tradiciones, hízose desde su primera niñez hombre de mar i corredor del mundo como su andariego padre.

Hé aquí, en efecto, como el último refiere aquella iniciativa de una carrera que era sólo la reproducción de la suya propia.

"Los primeros años de mi hijo—dice aquél— trascurrieron como los de todos los niños que se crían en la rejión austral de Chile. Sin grandes cuidados de parte de la familia, acostumbrado desde chico a combatir los elementos, a gozar del espectáculo del casi siempre embravecido mar, jugando con sus olas, sin temerlas, por no tener conciencia del peligro; su naturaleza por eso fué siempre la de un verdadero chilote, siendo mediana su estatura pero fuerte i musculosa.

"Cuando mi hijo contaba como ocho años de edad trasladé mis negocios desde Ancud al puerto de Tomé en esta provincia, i allí, siempre a orillas del mar, siguió creciendo sin haber tenido que cambiar casi nada sus hábitos i costumbre de niño. Desde que estuvo en edad de prestar algunos servicios, i sin perjuicio de sus tareas escolares, me acompañó Francisco en mis ocupaciones de comerciante primero, i después como dueño de hotel.

"Cuando contaba como doce o trece años de edad, acostumbrado a oír las narraciones de los marinos que frecuentaban mi establecimiento, se aficionó a la vida de los viajes i de las aventuras, i en su imajinación de niño formaba miles de proyectos que pensaba realizar cuando contara la edad suficiente para sufrir los percances del marino.

"A tal punto llegó luego en Francisco esta inclinación, que apenas había cumplido los trece años pedíame permiso para embarcarse en un buque mercante mandado por un capitán amigo, a lo que accedí gustoso.

"El buque pertenecía a la casa triguera de Serdio hermanos, i su capitán lo era mi amigo Pedro Philipi.

"En este buque permaneció embarcado mí hijo un año más o menos, habiendo recorrido durante este tiempo casi todos los puertos de la costa de Chile i gran parte de los de la del Perú.

"Volvió después a mi lado a entregarse a sus antiguas ocupaciones, pero trayendo la cabeza llena de relaciones i de recuerdos de su vida de embarcado, i habiéndose acentuado en él más aún su natural propensión a los viajes".

VI.
En efecto, el hijo del ardoroso siciliano, una vez suelto en el mar, no dejaría caer fácilmente en pesadas arenas ni en aguas muertas el ancla de su barquilla; porque se sabe que después de haber ensayado hacerse maquinista en el Abtao, desapareció repentinamente de su hogar, de su isla o de su buque i vagó por el mundo sin rumbo señalado, durante cinco o seis años, recorriendo todo el Pacífico, atravesando dos veces el continente, en una ocasión por Méjico i en otra vuelta desde Nueva York a San Francisco. Internóse, además, en varias de las repúblicas de Centro América, i viajó por último como mercader ambulante entre los puertos del Perú i Panamá.

VII.
Quiso, en consecuencia, el acaso, que se hallase el inquieto mozo en el Callao cuando los peruanos acentuaron su aceptación de la guerra con la inhumana expulsión de la colonia chilena que allí existía i trabajaba, despojándola el populacho i los sayones de cuanto poseía.

Puesta así a saco la pequeña fortuna del enérjico chilote, regresó a su casa desnudo como el hijo pródigo, pero ardiendo en ira como verdadero isleño del Mediterráneo.

La vendetta no sólo es cosa i palabra corsa, sinó que es palabra i daga siciliana.

VIII.
Pidió, en consecuencia, Yuseff a sus padres un fusil, i no quiso solicitar una tira de galón, porque a su juicio i a su gusto aquella arma de fuego le permitiría castigar mejor, i de hombre a hombre, balazos por insultos, a sus insolentes ex pulsadores.

"Para enrolarse en el batallón Concepción,—-dice su padre,—no tomó mi hijo Francisco mi consentimiento, el que yo jamás le habría negado, pues iba a combatir por los derechos, por la honra i por la gloria de su patria.

"Amo i he amado siempre a Chile, al que considero mi segunda patria; i así como yo concurrí con mi persona a su defensa en época aciaga,—el año 66 formé parte como capitán de un batallón cívico en Ancud,—no habría tenido el menor inconveniente para que mi hijo hiciera lo mismo, i con más razón, pues él defendía su verdadera patria, la patria que lo vió nacer".

IX.
Después de todo esto no le quedaba al hijo del capitán Yuseff, que en Huito se había batido contra los españoles en 1866, sinó una sola cosa: batirse con los peruanos de 1879, i así púsolo por obra con extraordinaria bravura, cayendo en el campo de la refriega con nueve de sus compañeros i ciento diez de sus soldados.

X.
Por una de esas casualidades del destino que forman la poesía de los accidentes de la vida moderna, de suyo monótona más que la antigua, cupo, según de todos es sabido, al valeroso rejimiento penquista, que en Miraflores hacía su brillante estreno, cerrar por el lado del mar la extrema izquierda de la línea de cal i canto que allí formó, como en Bull—Rum la brigada Stonewall, la división Lagos; i de esta manera tocó todavía en suerte al valiente i vengador isleño, al cerrar por la última vez sus párpados, oyendo el clamoreo de ínclita victoria, lanzar una última i sublime mirada a aquel océano que había sido su cuna i el itinerario de los suyos a través del mundo.

**********************
Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

No hay comentarios.:

Publicar un comentario