Natural de esta ciudad, por su esfuerzo propio había alcanzado en el comercio una posición verdaderamente envidiable, viéndose dueño á los 44 años de una fortuna y jefe de un hogar digno de todo respeto.
Desde el comienzo de la guerra, puso al servicio de su patria todo el contingente de su patriotismo y generosidad, contribuyendo con crecidas sumas de dinero para el sostenimiento de los ingentes gastos de la campaña.
Organizada la Reserva, Barrón, como todos los buenos ciudadanos, corrió á alistarse en sus filas y vistió el humilde uniforme de soldado, con el cual sucumbió gloriosamente en el reducto número 1.
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Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 88, Lima, 12 de enero de 1889.
Saludos
Jonatan Saona
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