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12 de noviembre de 2018

Tadeo Calderón

Tadeo Calderón
Tadeo Calderón

"... Hoi no vamos más allá del propósito de ofrecer una humilde corona a una tumba escondida que en el curso de las campañas se ha tragado, como los antros de la mitolojía, cinco vidas en cinco años: una víctima, es decir, una ofrenda por año. 

IV. 
Esa familia, que hemos denominado "los cuatro Calderón", vivía en condición modesta pero dichosa antes de que el hálito caliente de la guerra tiñese de rojo los horizontes lejanos de la patria libre. 

El padre común, errante como todos los soldados de Chile i del mundo, habíase ido en la víspera (1878) a habitar a Concepción, como ayudante de aquella comandancia de armas, cuando se hizo sentir en todas nuestras ciudades el redoble de los tambores i los alegres repiques que declaraban abierta con una helada fórmula oficial, leída por un escribano, la  era  de las batallas. 
Tenía a su lado el coronel don Tadeo Calderón, hijo de un antiguo oficial de marina i empleado superior en ese ministerio, siete mancebos, a ejemplo de la madre de Cauquenes, en su hogar: i aquellos siete infantes de Lara eran ocho, contando con el valiente Rafael Vargas, que tomó esposa bajo aquel techo de patriarcas i de soldados. 

I de ese grupo, que recuerda el de los siete Macabeos, el padre común envió seis a la guerra, quedándose él, anciano i enfermo, a la puerta de sus lares para verles partir, i más tarde con brazos entreabiertos, esperarlos... 

V. 
Pero de los que partieron uno en pos de otro en el albor de la niñez, i que por lo mismo no tuvieron sinó sus nombres i sus efijies que legar a la historia, sólo le serían devueltos los huesos de los unos i la lenta agonía de los otros. 

VI. 
Hemos hecho alusión a sus nombres i vamos, por brevedad, a apuntarlos  por edades i por puestos. 
Néstor, cirujano del Blanco. 
Juvenal, capitán de Cazadores a caballo. 
Emilio, subteniente del Santiago. 
Arnaldo, subteniente del Santiago. 
Arturo, subteniente del Santiago. 

Los otros dos, Manuel e Ismael, niños a la sazón de 13 i 14 años, quedaron en la  escuela i en la alcoba desamparada de su madre fallecida hacia poco. 

I bien! todos los demás, con excepción del facultativo de mar, no volvieron o volvieron sólo para morir....

VIII. 
Desgajadas así todas las ramas, quedaba sólo el añoso tronco, sin abrigo yermo i abatido por el cierzo helado de los ancianos años, cuyos gajes son la pobreza. Sus cuatro niños, mediante sus jenerosas asignaciones, le habían ayudado a vivir, i por esto su alma i su cuerpo habían muerto con ellos.

IX. 
El coronel graduado i edecán del Presidente de la  República don Tadeo Calderón, a quien debemos el tributo de esta palabra póstuma, había comenzado su carrera de soldado en el batallón que en 1838 debió marchar a la campaña del Perú, i en cuyas filas militó como alférez el brillante i malogrado escritor don Juan Nepomuceno Espejo. 

Sirvió después cinco o seis años en el batallón Chacabuco, i en Loncomilla fué capitán. Un año más tarde, soplándole propicio el aire arremolinado de la guerra civil, ascendía a sarjento mayor, pasaba en esta capacidad al batallón 4.° de linea, i en 1854 era nombrado gobernador del departamento de Rere. 

I aquí el carro de la suerte detuvo sus ruedas en el angosto sendero de los ascensos de la paz. Sólo en 1872 recibió sus despachos de teniente coronel efectivo, i habiendo mandado en comisión varios cuerpos provinciales en San Fernando, en Curicó i en Concepción, vino a radicarse en Santiago, donde traidora i no explicada enfermedad le dejó muerto en un carro del servicio público de la  ciudad en una fríjida noche del mes de julio de 1884. 

X. 
Díjose entonces por muchos i en aquella triste ocasión, que el desdichado anciano había sucumbido victima de una afección al corazón, que en sus postreros días tomará creces. 

I esa era la verdad; pero lo que había abultado en su pecho el bulbo de la vida no era la savia de la existencia que en el hombre sube i desciende como en el árbol, sinó la acumulación de las lágrimas que dentro de su cavidad habían caído en silencio, al cargar sobre sus hombros, uno en pos de otro, los cuatro ataúdes de sus inmolados hijos. "


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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