I
Tan injusta fué la guerra que nos declaró Chile; tanta perfidia encerraba su proceder, al sorprendernos en momentos que sufríamos la anemia de la bancarrota y no contábamos siquiera con un buen barco que oponer á su poderosa escuadra, ni un pequeño ejército para contrarestar los avances del suyo, -formado y disciplinado de años atrás- que no sólo llenó de indignación nuestros pechos, sino también los de muchos extranjeros residentes en el Perú, á quienes no se ocultó el móvil principal de esa iniquidad, cual era enriquecerse á costa nuestra.
Estas simpatías las tradujeron la mayor parte de tan ilustres huéspedes, con expontáneos donativos de dinero para la guerra, y muchos de ellos alistándose bajo el bicolor pabellón y derramando su generosa sangre en los campos de batalla.
En Pisagua, (2 de Noviembre 1879) se opusieron al desembarco de los chilenos, varios españoles, franceses, italianos y austríacos; en Tacna, pelearon en nuestras filas, cubanos, franceses é italianos; en Arica, el caballeroso argentino Roque Saenz Peña, lucha denodadamente y es herido y prisionero; en San Juan, Chorrillos y Miraflores, caen víctimas del plomo enemigo, más de cuarenta italianos y algunos franceses, ecuatorianos y colombianos; y en la campaña del centro rodean al General Cáceres, en todos los combates, varios extranjeros.
¡No olvidemos tampoco á los ingenieros, maquinistas y otros empleados del «Huáscar», que tanta gloria, ganaron desde la declaratoria de guerra hasta caer exánimes en Angamos, abrumados por toda la escuadra contraria!
¡La santidad del derecho que defendíamos, se imponía á los corazones honrados!
Sean estas líneas respetuosa muestra de gratitud á cuantos compartieron las penas del vivac y las amarguras de las derrotas, en tanto que hacemos votos á la Providencia para que premie á los que defendiendo la justicia como valientes cayeron como héroes.
II
Así como hay naturalezas formadas para gozar las dulzuras de la vida contemplativa, las hay dispuestas para la lucha contínua; lucha de la hora, del día, del año, de toda la vida. Espíritus que padecen la neurosis de la actividad; que escalan las alturas y sondean los abismos; que quieren verlo todo, palparlo todo, gustarlo todo; seres que, como las estrellas errantes en el espacio, vagan por la tierra, estudiando, anatomizando y buscando siempre algo nuevo que estudiar y que anatomizar; existencias que no conocen el descanso, porque jamás sintieron la necesidad de él, hasta que bajan á gozar de esa paz de que nos habla el cantor de Elvira.
Pedro Dugué era uno de esos seres nacidos para la lucha sin descanso, dominado por su naturaleza impresionable y entusiasta por todo lo grande y lo noble.
Nacido en la Bretaña (Francia), era hijo único de una familia que disfrutaba de regular posición, la que lo hizo educar en París hasta su mayor edad, en la que recibió el grado de Bachiller en Letras, carrera con la que había simpatizado su amor á lo bello. Fué entonces que perdió á sus padres, ahondando más esta desgracia la ruina de su patrimonio. Con lo poco que de los restos de éste pudo reunir, pasó á México, donde estudio ingeniatura, llegando a ganar el título de Agrimensor del Estado.
La guerra separatista de 1860, le llevó á Estados Unidos de Norte América, donde su actividad é inteligencia prestó grandes servicios á el partido liberal con su profesión, así como su brazo á la justicia de la causa que apoyaba, recibiendo en uno de los combates grave herida en la cabeza.
Fué en su convalescencia que leyó magníficas descripciones de la zona montañosa del Perú y la hoya del Amazonas, y absorto ante la exhuberancia de esa naturaleza virgen, desconocida para él, determinó visitarla. Vino á ella, y su espíritu aventurero lo mantuvo siempre en contínuos viajes á las selvas y los ríos, aumentando el tesoro de sus conocimientos. El amor procuró un poco de descanso á su agitada vida, y contrajo matrimonio con una compatriota suya, estableciéndose en el puerto fluvial de Iquitos.
Disfrutaba los goces de su nuevo estado, cuando llegó á sus oídos el eco de los cañones alemanes retumbando en el seno de Francia, y más hijo que esposo, voló á defender a su madre patria. Regresa á Iquitos tras un año de ausencia y determina venirse á la costa del Perú, buscando más basto campo á su actividad. En Moyobamba pierde á su esposa y sigue solitario su camino hasta Cajabamba, donde se establece abriendo un taller de fotografía.
III
Los desastres sufridos por las armas aliadas en Tacna y Tarapacá, si bien llenaron de luto todos los corazones, enardecieron más los espíritus, y el Perú se transformó en un inmenso cuartel. En el Norte, Centro y Sur se organizaron legiones que acudieron presurosas, atravesando grandes distancias, á salvar á la hermosa capital del golpe de gracia que á la nación preparaba el enemigo.
Brazos había á millares, la carne de cañón se contaba por fuertes mazas; pero ¡ay! faltaban cabezas directoras y nuestros elementos de guerra eran muy inferiores á los contrarios.
El desastre se imponía!
Cajamarca fué de los primeros en enviar el tributo de sus hijos á Lima. El notable patricio Miguel Iglesias, organizó, con los naturales de ese departamento, una división, y con ella marchó á la marcial cita. Pedro Dugué venía en sus filas.
No se avenía el carácter del bretón con la vida monótona de la sierra, y aprovechando la salida de una columna con la que Cajabamba contribuía á la guerra, se enroló en ella el mismo día que marchaba á Cajamarca á formar en la división.
Sus amigos le instaron á que se quedase significándole que como extranjero no estaba obligado á sacrificarse, pero el les contestó:
-Cumplan ustedes con su deber, como yo cumplo con el mío. Si es verdad que no soy hijo del Perú, tengo contraído con él una deuda de gratitud por la cariñosa hospitalidad que me ha prestado en cerca de veinte años, y que como hombre honrado y huésped agradecido, tengo de pagarle. La ocasión se me presenta, y voy á saldarla ofreciendole mi sangre y mi vida.
Y partió.
En Cajamarca los mismos amigos consiguieron que el Prefecto lo separara de la división, alegando su nacionalidad francesa y Dugué lloró como una criatura al saberlo. Llegó el día de la partida, se hicieron formar las fuerzas para el reparto de los uniformes, acabado éste, sobró uno, y Dugué con lágrimas en los ojos suplicó al Prefecto se le adjudicara; ante tan noble tenacidad la autoridad cede, y Dugué entró á formar en el batallón "Libres de Cajamarca".
Llegó á Lima, y su sólida instrucción, la austeridad en el cumplimiento del deber y más que todo, los conocimientos en ingeniatura, que poseía, lo llevaron al cuerpo de ingenieros militares en el que ganó por sus servicios los grados de alférez, teniente y capitán.
En vísperas de las batallas de “San Juan” y “Miraflores, Dugué que ambicionaba batirse en las filas del ejército, obtuvo de sus jefes permiso para ello, y presuroso corrió a unirse con sus antiguos camaradas de Libres” cambiando las insignias de oficial por el rifle y la manta del soldado raso.
IV
Motivo de graves discusiones y hasta disidencias entre los altos jefes del ejército chileno, fué la manera cómo se había de atacar á los peruanos en sus dos líneas de defensa de la capital.
Opinaba el Ministro de la Guerra en campaña, D. José Francisco Vergara, y con él el Jefe de Estado Mayor, General D. Marcos Maturana, y otros, envolver á los peruanos por la izquierda, cortándoles el camino para la sierra y encerrándolos entre el valle del Rímac y el Océano.
Por su parte el General en Jefe del Ejército, D. Manuel Baquedano, apoyado por casi todos sus subalternos, era de opinión atacar de frente las posiciones nuestras, desdeñando todo otro plan estratégico.
A este respecto, da cuenta el Ministro Vergara, de su actitud en el consejo de guerra, donde quedó aceptado el plan de Baquedano, en los términos siguientes:
“Cuando ya todo estaba listo y se podía iniciar la ofensiva, notando el ministro en campaña que prevalecía en el ánimo del General en Jefe la idea de dar la batalla atacando de frente al ejército enemigo en sus mismos atrincheramientos, le pidió que, antes que adoptara definitivamente el plan de ataque, se celebrara una conferencia a la que deseaba que asistiesen los generales y jefes de división del ejército. Quedó convenido que así se haría, y uno ó dos días después tuvo lugar la reunión. En ella hizo presente el Ministro que creía de su deber llamar la atención del General en Jefe y de recomendar á su consideración los importantes y fidedignos informes que había recogido sobre las posiciones, fuerzas y plan de defensa del enemigo, de los cuales resultaba que se había concentrado totalmente entre Miraflores, Chorrillos, Villa y San Juan, habiendo dejado abandonado, sin ninguna defensa importante, el resto de la campiña que se extiende al rededor de Lima. Que había montadas algunas piezas de artillería , gruesas, en las cumbres de los cerros vecinos á la ciudad, pero que por su elevación sobre el nivel de la llanura, por su aislamiento y por otras circunstancias no eran obstáculos que pudieran estorbar seriamente las maniobras de un ejército como el nuestro. Que la fuerza total del ejército peruano podía estimarse con certidumbre entre 25 á 28,000 hombres, casi todos de infantería, porque no tenía sino insignificantes partidas de caballería cívica, y muy escasa y mala tropa de artiilería para servir cincuenta ó sesenta cañones colocados en las crestas de las colinas atrincheradas que se extienden desde San Juan hasta el mar , ó en los reductos construidos cerca de Miraflores; siendo de notar que, á lo menos las dos terceras partes de estas tropas, eran bisoñas, é incapaces de ejecutar ninguna maniobra en cuerpo , por cuyo motivo y por consideración á la poquísima consistencia de la reserva, compuesta de los ciudadanos armados de Lima, y que sólo el 24 de Diciembre se había incorporado al ejército, el dictador peruano estaba resuelto á no abandonar sus posiciones y esperar en ellas nuestro ataque."
“En vista de todas estas circunstancias, creía que bien valía la pena de considerarse madura y atentamente, si un movimiento emprendido por nuestra derecha, que podía hacerse sin inconveniente de ningún género y por excelentes caminos, para rodear al ejército peruano, y tomar lo por la espalda, no nos ahorraría muchas vidas preciosas para el país y no nos aseguraría más completamente el éxito, que, marchando á buscar de frente á nuestros adversarios en sus mismos atrincheramientos.”
“Ni la subsistencia del ejército ni su impedimento podían ser motivo para condenar este movimiento, porque tan fácilmente se podía llegar á Lima por San Juan y Miraflores como por la Rinconada y Monterico, pudiendo apoderarnos de la capital y del Callao, antes que fueran socorridos, si esto convenía á nuestros propósitos, consiguiendo con un movimiento rápido en este último sentido, capturar intacto el resto de la flota peruana aislada en el Muelle Dársena, y hacer de este puerto, casi indefenso en estos momentos, nuestro centro de operaciones.”
No andaba descaminado el Ministro Vergara y cuantos su plan secundaban, al buscar con éste una fácil victoria para sus armas. Ya el General peruano don Ramón Vargas Machuca había abrigado temores por ese ataque, los mismos que manifestó al dictador don Nicolás de Piérola en la siguiente comunicación.
Santa Teresa, 12 de Enero de 1891.
Excmo. señor Coronel don Nicolás de Piérola.
Chorrillos.
Excmo. Señor y amigo.
Un jefe de ejército, amigo mío y conocedor muy práctico de todos los alrededores de Lima, reflexionando sobre los planes de campaña que puede adoptar el enemigo, convencido como parece de nuestras ventajosas (?) posiciones, me ha formulado la hipótesis siguiente, cuya realización, más o menos probable, es V. E. el único que puede apreciar.
De Pachacamac, donde se encuentra el invasor, puede tomar el camino de Pampa Grande dejándose caer á Pampa Chica, donde estuvo el 9, y volteando el cerro llegar á Vitarte; así interrumpía la comunicación de la quebrada, encontrando bastantes recursos en todas las haciendas de ese lado у las del frente. Si fuese acometido por nosotros, se posesionaría del estrecho de Sauce Redondo y Huascato, teniendo libres los caminos de Santa Inés ó de Chaclacayo á Cieneguilla para su retirada á Lurín. Si no es atacado, de Vitarte expedicionaría sobre el valle que baña el río «Chillón» para salir por Canto - grande ó más arriba de Punchauca, sin ser ofendido por los fuegos de nuestros fuertes. Tomando Punchauca, imposibilitaría las posiciones de Cerro Partido, y marchando por Asnapuquio, se colocaría en Boca Negra para interponerse entre Lima y el Callao, con el objeto de emprender el ataque sobre este último .
Para verificar este movimiento de circunvalación, no hay necesidad de audacia ni de llevar mucho parque; en la cadena de cerros conseguirían magníficas posiciones militares; las distancias de unas á otras son cortas y los recursos no le escasearian. Tomando su escuadra el parque lo conduciría á Ancón ó Márquez, protegiendo la marcha del ejército por la playa norte del Callao.
Aproximadamente recorrería las distancias siguientes: De Pachacamac á la Rinconada, 5 leguas; Rinconada á Vitarte, 1; Vitarte á Canto grande, 3/4; Cantogrande á Punchauca, 3; Punchauca á Cerro Partido 2 1/2; Cerro Partido á Piedras Gordas 1/8; directamente de Punchauca á Asnapuquio 3 leguas; y de aquí á Boca Negra 1 legua.
V. E., con el mapa á la vista, rectificará este plan, que indudablemente ha estudiado ya, y que le comunico á pesar de eso, porque mi deseo es que como cabeza del ejército, tenga perfecto conocimiento de todo. Sólo agregaré que, con un espionaje activo y organizado á todo costo, como lo tiene sin duda el Estado Mayor General, no se nos ocultará el menor movimiento del enemigo y estaremos listos para prevenirlo. Esta gran necesidad de la guerra, es también un elemento que no debe faltar á un general en jefe en ningún caso; y creo por lo mismo, inútil su recomendación á V. E. Según parece, los sucesos del 9, tuvieron por origen el descuido en este particular, en cuyo caso ya estamos advertidos.
R. Vargas Machuca.
Pero, como ya dijimos, prevaleció el plan del General Baquedano, y el 13 de Enero á las 4 y 1/2 a. m. se iniciaba el ataque sobre la primera línea de los peruanos.
V
Brillantes páginas de resistencia heroica, de valor expontáneo, de patriótico sacrificio, simbolizan dos morros de nuestra costa: el de “Arica” en el puerto de este nombre; el "Solar" en Chorrillos; últimos baluartes de defensa en esas dos batallas, el heroísmo hizo en ellos lujo de sus más brillantes manifestaciones.
En "Morro Solar”, el ala derecha de nuestro ejército, fuerte de 4500 hombres, es atacada al principio de la acción por 8000, á los que no tardan en unirse 11000 más, que llegan después de haber destrozado el centro de la línea peruana que contaba 5000 combatientes.
La lucha es de uno contra seis, en vano es que nuestros soldados hagan derroche de valor; el número los aplasta, y cada paso que retroceden dejan una muralla de cadáveres entre los que sobreviven у los enemigos.
Manda á esos valientes el coronel Miguel Iglesias, y no son los menos en defender la honra nacional sus paisanos de “Libres de Cajamarca”, que en ese concurso de arrojo conquistan alta fama de dignos y viriles hijos del Perú .
Si todos cumplen como buenos su deber, se hace distinguir entre todos Pedro Dugué, que se ha impuesto por su ardimiento á un numeroso grupo de compañeros á los que comanda, y que es el último en cejar ante el avasallador avance del chileno. Llevando cruzada en su espalda una banderola del “Libres”, que flamea sobre su cabeza como santa égida, sus brazos no descansan en la terrible tarea de muerte que le procura el rifle, ni su voz varonil deja de oirse, en el fragor de la batalla alentando á los suyos.
-¡Viva el Perú !-grita incesantemente, y como eco de esa frase truena el Peabody que arma sus manos, con rugido de exterminio.
Empujado por el enemigo, llega á la cima del “Morro”, y viendo allí un cañón, abandonado por haber muerto todos sus sirvientes, se hace cargo de él, y soldado y oficial a la vez, lo carga, corrige su puntería, y lo dispara contra los asaltantes por varias veces. Pero ellos se acercanmás cada momento, distan apenas unos cuantos metros, y los compañeros de Dugué se retiran invitándolo á hacer otro tanto; pero él no les presta oidos y vuelve á cargar la mortífera pieza, y la emboca contra los que suben...
En este instante una bala le hiere mortalmente en el pecho y le hace caer sobre la culata del cañón; pero él no desperdiciará su tiro .... las ansias de la muerte arranca de su espalda la banderola que lleva, la coloca enhiesta sobre la cureña, y á boca de jarro hace fuego contra los chilenos, que aturdidos por un momento, contemplan á ese hombre, que tinto en su sangre, disputando con la muerte, aún se levanta altivo contra ellos, desafiándolos.
-Pasa la sorpresa, y cien rifles vomitan plomo sobre Dugué que cae; insulta á sus enemigos con terrible mirada de odio, y como maldición les escupe estas frases: ¡Viva el Perú! ¡Viva Francia! ¡Muera Chile! ... y esa frente que tan audaz se irguiera en el combate, se inclina hacia el frio granito del "Morro", y ese espíritu entusiasta y generoso, se eleva en busca de la divinidad que preside la suerte de los combates , á clamar contra las veleidades de la Fortuna que proteje en la tierra el crimen, dando casi siempre el triunfo á Caín sobre Abel.
ERNESTO RIVAS.
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Saludos
Jonatan Saona
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