José Martí |
Seguimos con transcribiendo lo que Martí escribió sobre la guerra de 1879, después de leer al libro de Barros Arana:
"Esfuérzase desde ahora Barros en acumular razones contra el Perú,
-y en pintarlo agitado, clamoroso, amenazador i vociferador, colérico. -Mas todo lo que el Perú hiciese después de la declaración de la guerra,
y fueran los que fuesen el grado de su alarma y la exaltación con que
la expresara -no añade esto ápice a las razones que tuviera Chile a la
declaración para llevarla a efecto.
-Que por el 15 se ordenó la expulsión de los chilenos q. no tuvieran
carta de ciudadanía, o estuviesen casados con peruanas, residiesen. desde
diez años en el país, y fuesen propietarios de bienes raíces.
-Que por decreto del 17, la expulsión se hizo gral.: -y “en cumplimiento
de la parte penal de esos decretos, en Lima y Callao fueron reducidos
a prisión los chilenos q. por falta de recursos o enfermedad -no
pudieron embarcarse; pero se respetó el plazo acordado para salir del
territorio”.
-Que el prefecto de Arequipa, que 2 días antes que el Gobierno
decretó la expulsión, concedió 48 horas.
-Que en la provincia de Tarapacá se concedieron dos o tres horas.
-Que en Iquique no habían podido embarcarse sin la protección de
marinos ingleses y americanos.
-Que en Huanillos tuvieron q. emprender su viaje a pie, por los
arenales del desierto hasta llegar a orillas del Loa, donde los socorrieron
las tropas chilenas.
-Que los chilenos del Perú ascendían a 40,000.
-Que Chile no pensó en expulsar a los bolivianos y peruanos.
-Que de esto se aprovechó Chile, -haciendo de los fuertes trabajadores
expulsos de Tarapacá y refugiados en Antofagasta, los mejores
y más útiles soldados de la campaña. Lo que no fue torpeza del Perú,
ni habilidad de Chile -puesto que en Tarapacá lo hubieran sido aún mejores, y se hubieran alzado inmediatamente con la tierra, como se
alzaron con la de Atacama.
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Barros pinta así el estado de los dos ejércitos:
A principios de 1879 tenía el Perú 4,200 soldados mandados por
3,870 oficiales de todas categorías, de los cuales 26 eran Grales. Gastaban
en ellos 4.000,000. Cuatro buques acorazados: la fragata Independencia.
Los monitores Huáscar, Atahualpa y Manco Cápac.
Corbetas de madera Unión y Pilcomayo.
Doce buques menores.
Gastaba en su escuadra $5000,000
Se creían los peruanos -dice Barro- más diestro por sus revoluciones
que los chilenos.
Chile tenía 2,400 hombres -de los cuales 410 eran artilleros, 530
jinetes, -y el resto infantes.
Su marina era 2 fragatas acorazadas: el Blanco Encalada, y el Almirante
Cochrane, dos corbetas de madera: O’Higgins y Chacabuco, una
cañonera de madera: Magallanes. 4 buques menores.
Dice que el Congreso había venido aminorando el ejército de 3,500
hasta el tipo de entonces: -y que tan distante se hallaba de pensar en
guerra que el dbre. de 1878, cdo. la discusión diplomática con Bolivia
tomaba un carácter alarmante, hicieron las Cámaras supresiones importantes
en el ministerio de Guerra y Marina. Y al fin del capítulo dice:
“Chile llevaba a sus dos enemigos una gran ventaja: -tenía admón. sólida
y seria”. -Pues si la tenía, no pudo rebajar el ejército cdo. se estaba en
peligro de una guerra conocida. O no era seria la admón.: o no es cierto
que Chile hiciera realmente semejantes rebajas.
“No es de extrañarse, que el día en que la guerra vino, Chile se hallase
con un ejército insignificante y un armamento insuficiente para la campaña
a que era provocado, contra los deseos y las tendencias del país.”
Dice que al Perú le era fácil aumentar sus fuerzas, con las que fácilmente
pasaría a él, como pasó, Bolivia.
Que los ejércitos de Chile estaban fortalecidos por la instrucción y
por la paz.
Que Chile no estaba preparado para la empresa a que se le provocaba.
Ni el Perú provocó a Chile, puesto que nada tuvo que hacer el Perú
con la ocupación de Antofagasta, principio imprevisto y súbito de la
guerra; -ni el Perú se ocupó en dar o negar la declaración de neutralidad,
que mañosamente exigió Chile, sabiendo que, dado el tratado de alianza con Bolivia, había de vacilar en responder, para hallar de esta vacilación
indispensable, que no podía ser más inofensiva, pretexto para la declaración
de guerra; -ni puede dejar de pensarse que si el Perú hubiera
asumido actitud tan arrogante, y deseado tan ardientemente la lucha, y
estado tan de antemano preparado pa. ella, -no hubiese pedido un mes de
plazo, (lo cual era visiblemente manera de retardar, sino evitar, el conflicto,
o de hallar durante el mes un modo de evitarlo aún no hallado) para
hacer la declaración, sino que, en acuerdo con su arrogancia, con su desdén
de su adversario, con el auxilio que esperaba de Bolivia, con su doble
número de tropas de mar y de tierra, con su presunción en sus ciencias
militares, con su convicción de que la guerra seria una campaña de aparatos,
y con los 5 millares y medio de población que podía alzar con la de
Bolivia, contra los 2.500,000 de Chile; -en acuerdo con todo esto, que
supone en el Perú, y, afirma que en él había y bullía, Barros Arana, hubiera
-sin necesidad de declarar la guerra, y suponiendo que mientras comenzaba
transcurriría spre. el mes de preparación que se intenta creer que buscaba
con la demora -hubiera publicado su tratado de alianza, y declarado
que estaba a é1. Paréceme ver intento marcado, generoso y prudente
intento, en el Gobierno del Perú de impedir la guerra, y de buscar tiempo
y medios para impedirla. Niego a Chile el derecho de declarar la guerra
al Perú. Y si Chile dice que no podía desocupar a Antofagasta, como el
Perú le pedía, pa. tratar con Bolivia, porque desamparaba los intereses
de los chilenos, ¿por qué calla la fórmula o las fórmulas que indudablemente
proponía Lavalle, porque no hubiese tenido sentido común que
no los propusiera, para garantizar las propiedades de los ciudadanos de
Chile mientras se gestionaba el arreglo?
Chile venía apeteciendo el territorio, poblándolo a su guisa, y poniendo
la mira en el vejamen y destrozo del pueblo peruano, -cuyas riquezas
naturales, desdén del acumulamiento paciente de la fortuna, y brillo
intelectual,-como que son condiciones que ella no posee, -envidia. Si
con Bolivia era la querella ¿a qué ir a Lima, sólo porque el Perú protegía,
como era natural, sus tierras de Tarapacá y pedía un mes pa. declararse
o no neutral; -y no ir a La Paz, donde estaba el Gobierno vejador,
perseguidor de los chilenos, arruinador de la Compañía de Antofagasta,
-el dueño de los terrenos discutidos, el enemigo más cercano, y disputado
del terreno discutido, -el perpetuo ofensor y burlador de los tratados
y derechos chilenos; que así lo pinta Barros?
Bolivia fue pretexto, con el cual se recogió de paso a Antofagasta;
Perú, el objeto real, en el que se iban a saciar, no tanto ansias de poseer
las salitreras de Tarapacá, cuanto viejos, celosos y tenaces rencores. El
odio del fuerte al débil, odio misterioso e implacable: el odio del que
envidia una superioridad de espíritu y una largueza de corazón que no
posee. El odio del que no inspiraba simpatías hacia el que las inspira.
El odio del mezquino al generoso: un odio grande.
La guerra toma, en manos de Chile, un carácter devastador, asolador
innecesario de la riqueza peruana, desde el primer combate, el de Iquique.
Cuéntalo así Barros:
Habían salido del Callao la Unión y Pilcomayo el 7. El 12 de abril
avistan al N. de la embocadura del Loa a una cañonera chilena Magallanes:
Aurelio García contra Juan J. Latorre. Averióse una de las máquinas
peruanas. Retiráronse éstos.
De enfrente de Iquique, donde regía la escuadra chilena el Almirante
Williams Rebolledo “salieron algunas naves a recorrer la costa vecina,
destruyendo los muelles y aparatos de embarque que el gobierno del
Perú tenía en esos lugares para el carguío del guano”.
Pues eran acaso los muelles y aparatos instrumentos de guerra? Pues
estaba la guerra suficientemente enconada en esa primera escaramuza
para justificar esa destrucción injustificada y a mansalva? Pues no es
claro desde el primer instante que la guerra no se hacía por honor
mancillado, sino por odio a las riquezas del Perú -el más villano, el
menos excusador, el más imperdonable de los odios? Pues, triunfantes
en este primer encuentro, ni la disculpa de la ira por la’ derrota tienen los chilenos para esa obra de tala. Por el contrario, debía la primera victoria
disponerlos a la generosidad.
Luego cebaban odios viejos; -porque no había causa para encenderlos
nuevos, -ni deja nunca la victoria, y sobre todo la la victoria, de
predisponer a la clemencia.
Y ahora, y en una nota vergonzante, sale a relucir la causa, astutamente
callada en su lugar natural, de los decretos de expulsión de los
chilenos dados en Lima. Encendidos en ira por el destrozo voluntario,
innecesario y frío de sus muelles y aparatos de embarque, se amotinó
-como dice Barros, -el pueblo de Lima, y en consecuencia de aquel
clamor público, y por este acto chileno, se decretó la expulsión de los
chilenos del Perú. ¿A qué el alarde del historiador de que no expulsó
Chile a peruanos y bolivianos? Ni éstos tenían por hábito, como los de Chile, dejar sus hogares en busca de fortuna; ni eran numerosos en
Chile; ni habían destrozado muelles, ni aparatos, ni pueblos chilenos.
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El libro de Barros Arana ha sido escrito para demostrar que ha tenido
razón Chile: pues ése es precisamente el libro que convence de que no
ha tenido razón Chile.
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El libro de Barros Arana.
Yo entré a leer este libro con una generosa creencia (prevención) de
que, aunque las razones de abnegación y sentimiento pudiesen estar
de parte del Perú, las razones prácticas a lo menos estarían de parte de
Chile. Porque sólo se concibe lo racional, en tanto no se palpa lo
monstruoso. El primer movimiento, al tener noticia de un crimen, es
rechazarlo. Y una vez creído -explicarlo, si cabe; -y si cabe, disculparlo. -Mas
yo no creía que un pueblo se hubiera echado responsabilidad
tan grave encima -si no lo hubiera podido aligerar con causas visibles y
capitales, de fuerza y de peso. "
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Texto publicado en 1991. José Martí. Obras Completas. Volumen 21. Cuadernos de Apuntes. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
Saludos
Jonatan Saona
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