LOS REDUCTOS DE MIRAFLORES.
(Texto escrito por Jorge Basadre en su libro "Historia de la República del Perú")
La idea de la defensa pasiva, bajo la suposición de que la potencia del fuego basta para detener el ataque, había dominado, como se ha dicho, a los directores de la línea de San Juan.
La segunda línea en la que había un vago presentimiento de la moderna guerra de trincheras, tenía análogo significado y consistía en hendiduras cortas y murallas con bastiones aislados, "islotes de resistencia", dispuestos a dar fuego al frente sin que hubiesen obras intermedias en los intervalos que los separaban.
Los reductos eran siete y se encontraban unos de otros distantes de ochocientos a mil metros, partiendo desde las orillas del mar, en las inmediaciones del barranco de Miraflores donde habíase erigido el fuerte Alfonso Ugarte, hasta las haciendas de Monterrico y Vásquez; entre ellos mediaban las numerosas hileras de tapias que cercaban los potreros y sembradíos de la campiña. La distancia del reducto más cercano al pueblo de Miraflores era como de mil metros. He aquí como describe los reductos una relación de la época: "Un cuadrilátero, estrecho, una estacada cerrando el recinto de la plaza, un foso incluso sin agua en el exterior...". Y del reducto segundo, que tanta importancia tuvo en la batalla de Miraflores dice:
"Cuando acampamos en él se hallaba a medio hacer; no tenía concluida la trinchera que daba frente a la campaña ni la del costado izquierdo tampoco y en cuanto a la de la derecha sólo había tierra y piedras hacinadas en desorden". Prosigue la misma relación narrando que se contrató una cuadrilla de peones asiáticos cuyos jornales se cubrieron con el resto de una suscripción hecha en el Club Nacional; pero esa suma apenas bastó para pocos días, pues hubo necesidad de comprar herramientas y algunos cientos de costales vacíos. Fue entonces que el batallón número 4, entero, con personas de la magistratura y el foro, la universidad y el periodismo, el profesorado y el comercio; empleó el pico y la lampa durante varios días.
Entre otras cosas hicieron, además, la tarea de despejar el frente para que tapias y arboleda no protegieran al enemigo.
De los reductos sólo cuatro se enfrentaron a los invasores que concentraron sus esfuerzos principalmente sobre los tres primeros colocados en la línea que cubría el camino hacia Lima.
Las fortificaciones en los cerros San Cristóbal, El Pino, San Bartolomé y Vásquez no dispararon o dispararon poco en la batalla.
Los reductos de la izquierda y varios batallones de la Reserva quedaron sin tomar parte en el combate.
El reducto número 1 fue ocupado defendido por el batallón número 2 de la Reserva cuyo jefe era el comerciante y Prior del Consulado Manuel Lecca y cuyo personal se componía, en su mayor parte, por comerciantes distinguidos. Entre este reducto y el número 2 se encontraban, bajo el mando de Andrés A. Cáceres, parte de los restos del ejército de línea despedazado en San Juan y los bizarros batallones del Callao Guarnición de Marina y Guardia Chalaca (de voluntarios) que tanto habían de distinguirse en la batalla de Miraflores con sus comandantes el capitán de Navío Juan Fanning y el capitán de fragata Carlos Arrieta. Tenía a su cargo el reducto N° 2 junto a los rieles del ferrocarril de Chorrillos, el batallón número 4 de Reserva ya citado, a la cabeza del cual estaba el coronel temporal y abogado Ramón Ribeyro. También habían tropas de línea entre los reductos 2 y 3 comandadas por Belisario Suárez. El reducto número 3, entre el número 2 y el fundo La Palma, fue asignado al batallón número 6 a las órdenes del abogado limeño, ex diplomático y director general de ferrocarriles de Tarapacá Narciso de la Colina, con Natalio Sánchez, antiguo diputado, como segundo jefe. En el reducto número 4, situado en uno de los potreros de La Palma, hallábase el batallón número 8, encabezado por Juan de Dios Rivero, jefe de una de las secciones del Ministerio de Hacienda.
Las tropas de línea, entre los reductos 3 y 4, obedecían a Justo Pastor Dávila. El reducto 5, entre La Palma y la Calera de la Merced, había sido confiado al batallón número 10 en el que José M. León, propietario, ejercía la primera autoridad. Los reductos 6 y 7 tenían su ubicación en el antiguo estanque de la Calera de la Merced y en el potrero de la Chacarilla. Las divisiones de la Reserva formadas por doce batallones que quedaban desde la hacienda de la Calera hasta la hacienda Vásquez estaban mandadas por Juan Martín Echenique con Julio Tenaud como jefe de Estado Mayor.
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Texto escrito por Jorge Basadre en su libro Historia de la República del Perú
Saludos
Jonatan Saona
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