Jorge y Luisa Basadre |
(párrafos del ensayo escrito por Jorge Basadre)
Los recuerdos de la infancia en Tacna en los días de la ocupación chilena no son para mí una serie de hechos, o de rostros, o de panoramas eslabonados sistemáticamente en el tiempo. Superviven, más bien, dentro de un vasto conjunto indiferenciado, como el mar aparece ante los ojos de quien lo contempla desde una playa o desde un barco. Se mezclan dentro de ese todo el hogar, la familia, la ciudad natal, los amigos, cosas que ocurrieron o que oí relatar, sucesos en los que participé o que vi, o que creo existieron, sentimientos o impresiones cuyo aroma aún me sirve de compañía, mezclados con fragmentos de experiencias más recientes.
Mi vieja casa familiar con su fachada de piedra, que el afeite de una pintura sacrílega mancilló no hace mucho tiempo, ubicábase en la plaza Colón, en una esquina. Al lado derecho veíamos a la Catedral, entonces inconclusa, pero con sus dos torres, erectas como si fueran mástiles orgullosos sobre un barco varado sobreviviente de alguna, silenciosa tempestad. Está hecho aquel edificio con el rosáceo sillar tacneño, más hermoso aunque menos conocido que el blanco de Arequipa...
En la otra esquina de nuestro hogar veíamos, en cambio, algo mucho más prosaico y siempre lleno de actividad el sobrio local donde funcionaban la autoridad política de la provincia, la Corte de Apelaciones y el Correo. La plaza asóciase también en mi recuerdo con dos palmeras solitarias, una delante de la Catedral y otra en la glorieta con la estatua de Cristóbal Colón obsequiada por la siempre poderosa colonia italiana en 1892; monumento que, imitando al personaje en él simbolizado, ha hecho ya tres viajes en la ciudad y pronto efectuará, según esperamos, el cuarto y último. Evoco también las acacias y el jacarandá del jardín cerrado por una reja de fierro y la pila que trazó y construyó la firma francesa de Gustavo Eiffel...
El espacio hallase subordinado al tiempo. Después de abandonar, junto con los míos, nuestra casa solariega en 1912, cuando apenas había cumplido nueve años, volví a encontrarme delante de ella sólo en 1925, en que regresé a Tacna con motivo del plebiscito; pero sólo la vi de afuera, porque era entonces un casino militar chileno. En 1931, cuando Tacna había sido incorporada al Perú, atravesé su umbral de nuevo, después de diecinueve años. Funcionaba allí la oficina de la Caja de Depósitos y Consignaciones. Ahora sirve como local para el Banco de la Nación.
Con sorpresa constaté que, en realidad, los patios, las habitaciones y los corredores eran mucho más pequeños de lo que creía. La memoria, sea porque la edad y la estatura influyen en la mente, sea porque la perspectiva de los años y la distancia agrandan las cosas, había cambiado la dimensión de esos lugares en los que tantos años viví y que tan familiares me habían sido.
Oficialmente las escuelas peruanas habían sido clausuradas en 1900, porque en ellas se incumplía uno de los artículos de la ley chilena de 24 de noviembre de 1860, por la que la instrucción primaria debía darse bajo la dirección del Estado y la enseñanza de la geografía y de la historia de aquel país era obligatoria (*)
Asistí a una escuela de primeras letras y de educación primaria, que bajo el nombre de "Liceo Santa Rosa" usado antes por otro plantel, regentaba la señora Carlota Pinto de Gamallo, en su casa particular, en la misma plaza donde vivíamos. La enseñanza que doña Carlota, antigua maestra peruana, junto con don Pedro Quina Castañón, impartía a un grupo muy reducido de niños, presentaba, para nosotros, las apariencias de la clandestinidad. Experimentábamos la sensación de ir a clases día a día como quien va a algo prohibido. Hasta los policías de las esquinas conocían, sin duda, la existencia de ese centro escolar; pero como era pequeño y aislado, habían decidido tolerarlo.
No recuerdo exactamente lo que me enseñaron, salvo que usé el libro chileno —¡chileno!— de Abelardo Núñez y que deletreábamos en coro. No va en contra de mi cariño y de mi gratitud por doña Carlota, anotar que, cuando viajé a Lima, a los nueve años, sabía leer muy bien, pero, como buen zurdo, sólo podía escribir con la mano izquierda.
Sospecho que tuve como verdaderas maestras a mi madre y mi hermana Luisa y también a mi nodriza Genoveva Salinas. El cariño ciego y absoluto de ésta, independiente de que yo fuese buen mozo o feo, popular o aislado, famoso o desconocido, venció al tiempo, a la ausencia, a las mudanzas de la fortuna. Tampoco he olvidado a la morena Natividad, una vieja doméstica afectuosamente incorporada, de hecho, a través de muchos años, como Genoveva, a la familia....
Gran interés revelaron también las autoridades chilenas por desarrollar los establecimientos de instrucción pública. Eran ellos, en 1911, un liceo para niñas y otro para niños, una escuela profesional para mujeres, dos escuelas superiores y once públicas. Estas entidades deben ser calificadas como magníficas desde el punto de vista pedagógico ya que en Chile se había puesto en vigencia un eficiente sistema escolar. Los directores de dichos establecimientos procuraban ganarse a la causa de su país a los alumnos más distinguidos y en algunos casos les ofrecían becas en Santiago. El himno nacional chileno se cantaba diariamente en los liceos....
Durante la época hasta donde alcanzan mis recuerdos no podía haber manifestaciones públicas peruanas. También era un acto prohibido izar en la ciudad la bandera bicolor, el 28 de julio, si bien todos los años manos anónimas las colgaban bien alto en algunas vilcas, pinos y molles de intransitados vericuetos o de zigzagueantes callejones. Sospecho que, al lado de la vida religiosa, en las congregaciones, procesiones, novenas y demás actividades de ese tipo, hubo pretextos o circunstancias favorables para el fomento o el estímulo del amor al Perú, mientras estuvieron los sacerdotes de nuestro país. Pero no sólo allí sino en múltiples aspectos de la vida diaria podíamos hacer ver que éramos peruanos.
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(*) Las escuelas peruanas en Tacna fueron organizadas por Modesto Molina, en cumplimiento de órdenes del Presidente Nicolás de Piérola. En mayo de 1900 estaban regentadas por las siguientes personas: Carlota Pinto de Gamallo (calle Comercio N. 248, Escuela de Mujeres); María Luisa Rospigliosi de Quiroz (Calle Comercio N. 200, Escuela de Mujeres); Clorinda F. Vda. de Benavides (Calle Comercio N. 17, Escuela Mixta); Carolina Vargas de Vargas (Avenida Bolívar N. 53, Escuela Mixta); Zoila Sabel Cáceres (Calle Zela N. 111); Eduardo Zevallos Ortiz (Calle Zela N. 124, Liceo Mercantil); Rosa Román (Calle Zela N. 64); José A. Saona (Calle Zela N. 655); María F. y Celinda Arca (Calle Sucre. 114, Colegio de Mujeres); Perfecta Vda. de Taillacq (Calle Gamarra N. 146, Escuela Preparatoria de Varones); Juana A. Vda. de Mansilla (Calle Bolívar N. 490); Manuel O. Silvestre (Pallardelli N. 29, Escuela Preparatoria); Ricardo M. Mena (Alameda N. 162, Colegio Primario de Varones); Leonor Vera (Calle Bolívar N. 532); Matilde Arbulú de Rospigliosi (Avenida Dos de Mayo, Escuela Mixta N. 26).
Zoila Sabel Cáceres protestó altivamente contra 81 actos de fuerza que se estaba cometiendo y se negó a firmar la notificación respectiva. Lo mismo hizo Carolina Vargas de Vargas. También fueron clausuradas las escuelas de Arica, Pára, Azapa, Calana, Molino, Pachía, Tarata, Codpa, Belén, Estique, Socoroma, Putre y Livílcar. Quiere decir, pues, que la gran mayoría de los tacneños y ariqueños que optaron por la causa peruana en las jornadas plebiscitarias de 1925 y 1926 había sido educada en planteles chilenos.
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Texto escrito por Jorge Basadre Grohmann en su ensayo "Infancia en Tacna"
Imagen, Jorge Basadre junto a su hermana Luisa, foto tomada en la Casa Museo Basadre - Tacna
Saludos
Jonatan Saona
Texto escrito por Jorge Basadre Grohmann en su ensayo "Infancia en Tacna"
Imagen, Jorge Basadre junto a su hermana Luisa, foto tomada en la Casa Museo Basadre - Tacna
Saludos
Jonatan Saona
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