Chosica, Diciembre 15 de 1881.
Señor Prefecto y Comandante General del Departamento de Arequipa.
Señor:
La proclamación de Jefe Supremo de la República de que mi persona fue objeto por parte del Ejército y de los departamentos del Centro, que invitados a deliberar acerca de la situación por la que atraviesa la república, protestaron unánimemente no someterse al régimen inaugurado en La Magdalena, ha creado un orden de cosas que no permite esperar la fusión nacional bajo el gobierno provisorio.
Pero bien sabe V. S. cuánto importa la unidad de acción y de propósitos para acudir con el concurso común a la salvación de la patria, ya sea en el terreno de la diplomacia o de las armas, y el empeño de procurarla a todo trance no debe detenerse ante ningún obstáculo o consideración que tienda a contrariarla, porque en los actuales momentos de crisis doméstica y de supremo conflicto internacional, no hay intereses que no puedan sacrificarse en aras de la patria.
En cuanto a mí, me hallo muy distante de atribuir a la proclamación del ejército y de los pueblos de mi dependencia título alguno de investidura oficial, pues si las seducciones del poder o la mezquina ambición de mando podrían sacar de ella un gran partido, yo no quiero estimarla sino como un voto de confianza y de simpatía que me estimula a perseverar en el servicio de la patria con todo el desinterés y la abnegación que reclama su suerte, entregada hoy a todos los azares de la anarquía y de la guerra.
Por otra parte, estoy muy lejos de creer que mi modesto nombre sea la enseña de la unificación nacional y el vínculo que restablezca la estrecha fraternidad en el seno de la familia peruana, harto trabada por inveteradas disensiones, que desgraciadamente han venido a acentuarse más y más bajo la influencia de los últimos acontecimientos políticos; y antes de que ese nombre sea un estorbo, prefiero mantener mi carácter de Jefe Superior, como preferiría retirarme a la vida privada si ello fuese necesario, consagrando mis esfuerzos todos a la doble tarea de sostener hasta el último trance nuestra bandera a pocas millas de la poderosa línea chilena y de conservar inalterables el orden y la tranquilidad en la zona de mi mando, mientras se constituya un gobierno verdaderamente nacional.
Si todos los esfuerzos que hasta ahora se han puesto en juego son impotentes para derribar de una vez el monstruo de la anarquía que nos devora, alentada nada más que por nuestras disensiones y rencores de bandería, el deber aconseja buscar la reconciliación bajo los auspicios de un espíritu verdaderamente fraternal, que abra paso hacia la región del poder a todos los intereses y partidos políticos que se disputan el predominio exclusivo a expensas de los grandes intereses sometidos al fallo inexorable del sangriento tribunal de la guerra.
Esta imperiosa exigencia encontraría, a mi juicio, su más amplia satisfacción en una Junta de Gobierno que llamase al ejercicio del poder a todos los elementos políticos, sin distinción de banderas ni colores, constituyendo así un centro de fuerza y de acción capaz de imprimir el sello de la unidad en el sentimiento público, y de atender con el concurso de los pueblos en general a la solución inmediata de los dos problemas más importantes que jamás han preocupado la conciencia nacional, a saber: el término de la guerra que viene segando nuestras principales fuentes de vitalidad, y la reorganización del régimen interior por medio de una Asamblea Constituyente, que como encarnación del voto popular, sería el árbitro de nuestros destinos y la base sólida de un orden constitucional, cuyo imperio no es posible restablecer con los mutilados elementos de un organismo profundamente dislocado en el torbellino de recientes vicisitudes de nuestra vida política.
Me lisonjea la esperanza de que la combinación que acabo de proponerle con la estrechez propia de una correspondencia oficial, será acogida por V. S. con el favor que merece una idea salvadora, cuya realización depende en mucho de la autoridad e influencia de que dispone V. S.; idea que, aceptada en su fondo, no ofrecerá sin duda serias dificultades en cuanto a la manera y circunstancias como debe llevarse a la práctica; por eso, al invocar los sentimientos patrióticos de V. S. creo contar desde ahora con su valiosa colaboración, siéndome grato ofrecerle, con tan plausible motivo, las consideraciones de aprecio con que me suscribo de V. S. su obsecuente y seguro servidor.
Andrés A. Cáceres
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Saludos
Jonatan Saona
INTERESANTE
ResponderBorrarLa desunión nacional o los "Intereses de Bandería" que Cacéres menciona en el documento dejan una lección muy amarga para el futuro. Han cambiado las cosas?
ResponderBorrarmientras la patria se desangraba y eramos pisoteados por el invasor, reinaba la anarquia en el pais por la ambicion de
ResponderBorrarpoliticos q solo buscaban sus intereses personales