Nació en Ayabaca, Piura, 27 de mayo de 1832. Fue hijo de José Casimiro Montero del Águila y de Gregoria Flores Izaga.
Inició estudios en la Universidad de Quito y, trasladado a Lima en 1851, ingresó a la Escuela Naval del Perú en calidad de guardiamarina. Con grado de alférez de fragata pasó a formar parte de la dotación de la goleta Mercedes y se halló en su naufragio frente a Casma, el 3 de mayo de 1854, donde pereció heroicamente su comandante Juan Noel y Lastra, al negarse abandonar su nave hasta que estuvieran a salvo toda su tripulación.
Pasó luego a la fragata Apurímac, a bordo de la cual secundó las incursiones revolucionarias que Manuel Ignacio de Vivanco efectuó a lo largo del litoral en 1857, y participó en los combates de Arica y Callao, durante aquella guerra civil.
Finalizada la contienda, viajó a España en 1858, retornando en 1862. Se le reconoció el grado de capitán de corbeta y se le confió el mando del bergantín Lerzundi, con el cual secundó la revolución acaudillada por el coronel Mariano Ignacio Prado contra el gobierno del general Juan Antonio Pezet en 1865. Fue ascendido a capitán de navío y nombrado comandante general de la Escuadra, durante el conflicto contra España. Durante el combate del Callao del 2 de mayo de 1866, situó las unidades peruanas entre las naves españolas y la población del Callao, impidiendo así la destrucción del puerto, en tanto que puso a los atacantes bajo los fuegos de las baterías costeras.
Se unió a otros marinos peruanos para protestar contra la decisión de contratar a John Tucker para dirigir la armada peruana en un plan de ataque contra las posesiones españolas en Filipinas. Fue sometido a juicio para ser finalmente declarado inocente.
En 1871 estuvo entre los fundadores del Partido Civil, que en 1872 llevó al poder a Manuel Pardo. Fue elegido senador por el departamento de Piura, cargo que ejerció de 1872 a 1876 y de 1878 a 1879. Contribuyó a debelar la revolución que Nicolás de Piérola inició en el sur en 1874 contra el gobierno de Pardo. En 1875 postuló a la presidencia del Perú, pero perdió las elecciones frente al general Mariano Ignacio Prado, que asumió el poder en 1876
Tras la declaratoria de la guerra con Chile, se dice que Miguel Grau aconsejó al presidente Mariano Ignacio Prado que nombrara a Montero comandante de la Escuadra. Pero Prado, haciendo cálculos políticos, optó por darle el mando de las baterías de Arica. Luego, ya a fines de noviembre de 1879, lo nombró jefe político y militar de los departamentos del sur. Pero Montero no recibió los refuerzos y pertrechos que demandaba la defensa de Tacna y, tras la pérdida de esta plaza luego de la batalla del Alto de la Alianza, realizada el 26 de mayo de 1880, se replegó hacia Arequipa. Pasó luego a Lima, donde fue alcalde de la ciudad. Por decisión del dictador Nicolás de Piérola pasó a integrar el Estado Mayor y luchó en las batallas de San Juan y Miraflores, en los días 13 y 15 de enero de 1881, respectivamente.
Tras la ocupación chilena de Lima, marchó a Huaraz, como jefe político y militar de los departamentos del norte. Por acuerdo del congreso reunido en Chorrillos, fue elegido primer vicepresidente de la República en el gobierno provisorio de Francisco García Calderón Landa, el llamado Gobierno de La Magdalena.
Tras el apresamiento y la deportación de García Calderón a Chile, Montero se convirtió en presidente provisorio, el 15 de noviembre de 1881. Inicialmente la sede de su gobierno estuvo en Cajamarca, luego en Huaraz y finalmente en Arequipa, donde instaló el Congreso de la República, que funcionó del 28 de abril al 20 de julio de 1883.
Siguiendo la línea de su antecesor, Montero continuó las negociaciones de paz con el gobierno chileno pero sin acceder a concesiones territoriales. Al mismo tiempo trabajó intensamente para proseguir la guerra junto a Bolivia, adquiriendo armamento en Europa y Estados Unidos que, con gran esfuerzo, llegó a puertos argentinos, desde donde fue llevado a Bolivia y a Puno. Brindó asimismo importante ayuda a la resistencia dirigida por el general Andrés A. Cáceres, reforzando su ejército de la Breña hasta en tres oportunidades. Todo ello desmiente la leyenda negra que, al igual que el presidente Mariano Ignacio Prado, se ha cernido sobre su persona, acusándosele de no haber hecho nada en favor de la resistencia y de haber mantenido en la inactividad al ejército acantonado en Arequipa.
Pero tal vez el episodio que se le reprocha más es la retirada de las tropas peruanas de Arequipa, que fue enseguida ocupada por los chilenos, constituyendo así el último episodio de la guerra. Ello ocurrió algunos días después de la firma de la paz con Chile en el Tratado de Ancón, el 20 de octubre de 1883, obra del controvertido gobierno del general Miguel Iglesias.
En realidad, la idea original de Montero era hacer una retirada estratégica del ejército de Arequipa hacia Puno, para reorganizarse allí y contraatacar al enemigo, pero al surgir la división en el pueblo arequipeño (unos querían entregar la ciudad a los chilenos y otros resistir a estos), quiso organizar la defensa de Arequipa. Pero al caldearse más los ánimos, al punto de ser él mismo atacado a balazos por una turba de descontentos, decidió entonces retirarse, a fin de evitar una guerra civil dentro de la ciudad, lo que habría constituido una vergüenza, vista la cercanía de las tropas chilenas.
Montero dejó el poder en el segundo vicepresidente, que era Cáceres, a quien remitió una carta el día 28 de octubre, donde decía textualmente:
… mi alejamiento de Arequipa no tiene por objeto reconocer el gobierno impuesto por Chile, bajo la presidencia del sr. Iglesias, sino únicamente eliminar mi persona, a fin de que V.E. como segundo vicepresidente se encargue del gobierno provisorio constitucional, que es el que reconoce la nación peruana.
Montero abandonó Arequipa con dirección a Puno, acompañado de una pequeña comitiva, que en el trayecto de Chiguata tuvo aun que soportar el tiroteo de la gente enardecida. En Santa Lucía, Montero tomó el tren hacia Puno; de allí pasó a Bolivia y luego a Buenos Aires.
Durante los años siguientes, el Perú vivió una época de anarquía, con Iglesias detentando el poder en el norte del país y Cáceres dominando la sierra central. Finalmente, Cáceres triunfó y asumió constitucionalmente el poder, en 1886.
En 1890, ya de vuelta al Perú, Montero fue nuevamente elegido senador por Piura, cargo que detentó hasta 1894. Al triunfar la revolución cívico-demócrata que favoreció la exaltación de Nicolás de Piérola a la presidencia, en 1895, se retiró a la vida privada. Sólo aceptó, durante sus últimos años, una vocalía del Consejo Supremo de Guerra y Marina.
Falleció en Lima el 05 de febrero de 1905.
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Saludos
Jonatan Saona
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