Teodoro Elmore

Teodoro Elmore

Entrevista al ingeniero Teodoro Elmore

"El ingeniero Elmore negó indignado la especie de traición, como se ve por el siguiente reportaje que le hizo un periodista chileno en su prisión de San Bernardo, y que publicó El Ferrocarril  de fecha 23 o 24 de junio de 1880, y del que tomamos la parte sustancial:

"-Le manifestamos el deseo de saber donde había sido hecho prisionero.

"-Yo fui tomado, dijo, antes de la batalla de Arica, por avanzadas de la caballería chilena, había ido a reconocer ciertos lugares para levantar planos, y de repente, sin poder huir, fui capturado y llevado a presencia del señor coronel don Pedro Lagos. El señor Lagos me recibió con mucha cortesía y me pregunto el objeto que me llevaba a reconocer los alrededores de Arica. Respondí que era el ingeniero en jefe de las fuerzas sitiadas.

Entonces me hizo una serie de preguntas sobre las minas que había en la ciudad. Yo respondí simplemente asegurando que había minas, pero sin detallar sus colocaciones respectivas, sin guiar al ejercito como se me imputa. Se me atribuyen cosas que como hombre de honor no puedo aceptar, que como peruano y defensor de Arica rechazo con todo el calor y energía de mi alma. El coronel Lagos no me puso en aprietos, no me coactó ni empleo amenazas. Me recibió con amabilidad. Las explicaciones en globo que le hice estaban muy lejos de entrañar los secretos de la defensa y de las minas de Arica.

"-¿Entonces, usted fue el ingeniero que dirigió la construcción de las minas que había en Arica?

"-Si, señor, gran parte de los planos y de la distribución era obra mía. Solo en el flanco izquierdo no tome una parte muy directa.

"-¿Cuantas minas había en la plaza ?.

"-En el flanco derecho, 5 series, en el flanco izquierdo 7, en el centro 4, cada serie constaba de diez cargas, cada carga de diez kilogramos de dinamita. En la ciudad había varias distribuidas por secciones, bajo el parque, frente adonde estuvo estacionado por largo tiempo el batallón Bulnes, existía una inmensa que encerraba 30 quintales de dinamita. Esta estaba destinada a hacer volar toda la ciudad. La sección de defensa principalmente dirigida por mi fue la del Cerro Gordo.

"-¿El ejercito chileno vaciló en marchar al saber que había bajo sus plantas tantas minas?

"-No, señor. Por el contrario, avanzó con paso firme, sin dudar un solo segundo, con una audacia e intrepidez que lo hacen alto honor.

"-¿ Es verdad que los nuestros cortaron los alambres?.

"-Es completamente falso, ni yo podía haberlo hecho. Tal era lo oculto que estaban y la seguridad de ellos. Era necesario que los chilenos hubiesen estado al cabo de mil secretos que ignoraban.

"- Y¿por qué entonces, no reventaron todas las minas? ¿Hubo, por ventura, una mano oculta que frustró el plan de defensa? ¿Vaciló alguien?

"-Nada de eso, si no estallaron fue por obra de la providencia. Antes de caer prisionero, era yo el encargado de hacerlas volar, pero desde el momento en que me tomó el enemigo la cuestión cambio de aspecto. Mi segundo, quizás confundiéndose y no estando al cabo del manejo perfecto de los alambres, solo pudo hacer saltar algunas series que correspondían a las fortificaciones que volaron en mil pedazos al espacio.
Es esta la única razón que hubo para que el ejercito chileno no hubiese pagado con la vida de los dos tercios de sus soldados el asalto a la plaza. Si yo no caigo prisionero o si mi segundo está al cabo del secreto de las redes de alambres, a estas horas ustedes lamentarían la desaparición de toda la división que cayó sobre Arica. La suerte de Chile estuvo en un segundo de tiempo.

"-¿Cree justo y legitimo en el derecho de la guerra, en las leyes del derecho internacional, hacer volar a los cielos masas de soldados, sin pelear, sin haber caído como buenos en la lid después de honrosa lucha?.

"-Terrible es el hecho, pero no le queda otro medio de defensa a un país extenuado. ¿Qué quería que hiciéramos?

"-¿Es cierto que usted fue enviado por el coronel Lagos a la plaza con el objeto de exigir una capitulación?.

"-Fui mandado a hacer presente a mis compañeros la inútil efusión de sangre, inútil sacrificio de un puñado de valientes que honra al Perú y cuya sangre era muy preciosa. A este respecto le haré unas rectificaciones, se ha dicho que yo tuve miedo de entrar a la plaza. Esta es una calumnia, la misma que aquella que se refiere a las minas. Yo estaba profundamente convencido de la inutilidad de la resistencia, así, creí un deber de mi parte cooperar en la medida de mis fuerzas para evitar la inútil efusión de sangre. Por eso fui a hablar a mis queridos e infortunados compañeros. ¿Miedo? ¿Por qué? ¿Acaso no tenía mi conciencia libre como el sol? ¿Acaso no iba a caer en los brazos de nobles amigos, de hermanos, de compañeros de armas, de dolor, de infortunio, de amarguras? ¡Ah! La calumnia es sorda como la herida de un puñal y sangrienta como el chacal...

"-¿Es cierto que fue usted obligado a marchar a vanguardia de nuestro ejercito para volar primero en caso que estallasen minas?.

"-Al principio se me había ordenado marchar delante de las divisiones de ataque, pero después que el coronel Lagos vio que volví de la misión que me había encargado, me dijo que quedaba en libertad."

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Texto tomado del libro "Nuestros héroes: episodios nacionales de la Guerra del Pacífico, 1879-1883"

Saludos
Jonatan Saona