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5 de enero de 2012

Parte de Villavisencio

Manuel Villavisencio
Parte de Manuel Villavisencio

REPÚBLICA PERUANA
COMANDANCIA DE LA FORTALEZA DE SAN CRISTÓBAL

Señor General:

Cumplo con el deber de pasar a V.S. el parte referente a las disposiciones tomadas en la fortaleza de mi mando después de las pérdidas de las batallas de San Juan y Miraflores.

En la tarde del 15 del presente llegó a dicha fortaleza la noticia de la pérdida de la última de las expresadas batallas, la que fue confirmada por las fuerzas nuestras que entraban en retirada a la ciudad y por el gran número de dispersos a que se veía tomar, en distintas direcciones, el camino de la sierra.

No habiendo recibido órdenes de ninguna clase, y creyendo que aún podría reorganizarse parte de nuestro ejército, me concreté en la tarde y noche de aquel día a conservar el orden y disciplina de las fuerzas de mi mando y a vigilar, por medio de avanzadas, las avenidas del cerro. A las 8 P.M. tuve conocimiento de que V.S. con varios jefes habían tomado el camino de Canto Grande, y que el coronel Suárez había entrado a la ciudad con orden de hacerse cargo de las fuerzas que allí habían entrado.

La noche se pasó sin novedad, permaneciendo todos en sus puestos.

Al día siguiente me comuniqué con el expresado señor coronel y con el señor alcalde municipal, e impuesto de la situación de la ciudad, dispuse lo conveniente para inutilizar la artillería y demás elementos de guerra allí existentes, así como para conservar organizadas las fuerzas para evitar los desórdenes que podrían ocurrir con los dispersos y gente del pueblo, que en gran número subían al cerro.

A las 8 A.M de hoy 17, estando terminadas las expresadas operaciones, se arrió el pabellón nacional con los honores de ordenanza, en medio del dolor general que se manifestaba en todos los semblantes en tan solemne y triste momento. 

Pocos instantes después se dio la orden de dispersión, y el que suscribe, acompañado del coronel primer jefe de la brigada de artillería, don Fernando Palacios, y demás jefes y oficiales de dotación, abandonamos la fortaleza con el sentimiento de no habernos tocado en suerte combatir y morir por la patria.

No terminaré sin manifestar a V.S. el buen comportamiento de cuantos sirvieron a mis órdenes y el decidido empeño en ayudarme en todas las labores. Igual recomendación debo hacer a V.S. de varios jefes que desde días antes del 15 se presentaron en la fortaleza a ocupar el puesto que se les designase, y que cooperaron en el alistamiento de la batería y en el servicio de campaña, entre los que se hallaban el capitán de navío don Gregorio Casanova, comandantes don Francisco Pásara y don Gregorio Peña, y teniente 1º don Nicolás Chuliza.

Dios guarde a V.S.
M. A. VILLAVICENCIO

Al señor General Jefe de Estado Mayor de los ejércitos.


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Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. ¡Qué manera de desperdiciar los servicios de un buen oficial! La fortaleza San Cristóbal era una antinomia en sí. Distanciada del frente de batalla, no se explica la razón para fortificarla y mantener allí una dotación de gente escogida. Y menos destinar a ella a uno de los marinos más hábiles y decididos del Perú en esa guerra.
    A Villavicencio debió ordenársele tomar el mando de La Unión, y en la noche del 15 de enero, intentar abrirse paso combatiendo entre las naves de la escuadra bloqueadora de El Callao. La oscuridad y la conocida habilidad de Villavicencio quizás habrían posibilitado esa sorpresa. Pero, aunque esa nave y toda su tripulación hubieran sucumbido en el intento, lo que es muy probable, habría sido ese un sacrificio de gloria para el Perú, un acto de arrojo y de valentía que habría causado admiración mundial. Preferible, en cualquier caso, al espectáculo de la famosa corbeta ardiendo por mano de su propia tripulación, sin combate.

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