Acompaño a V.S., para conocimiento del Ecxmo. Señor general director supremo de la guerra, la nota que me ha sido dirigida por el señor general don Pedro Villamil, Comandante general de la segunda división del ejército de Bolivia, acompañándome el parte de su Estado Mayor y el que me ha sido pasado por el Comandante militar de la plaza, sobre el combate que ha tenido lugar en el puerto de Pisagua el día 2 del corriente.
Había llegado a aquel puerto la víspera de los sucesos que motivan esta nota, a efecto de inspeccionar personalmente las fuerzas a quienes estaba confiada su defensa; pero al amanecer del día siguiente, cuando no había dado principio a mi tarea, fui avisado de la presencia de la escuadra enemiga en aquel puerto, compuesta de veinte buques.
Ordené inmediatamente las operaciones y medidas que se detallan en los partes adjuntos, y comenzó el enemigo sus hostilidades a las 6.55 A.M., siendo contestadas por los únicos dos cañones de a 100, que se encontraban uno al norte y otro al sur de la bahía.
Nuestros soldados soportaron los fuegos de la escuadra sin hacer un disparo, como se les había ordenado hasta el momento que comenzó el desembarco, y con el fuego de nuestra infantería. Esta constaba de los batallones Victoria e Independencia, cuyas plazas ascienden a 790 y algunos guardias nacionales del Perú.
990 hombres componían toda la resistencia, y asimismo vemos retirarse al enemigo bajo el fuego de nuestra escasa fuerza.- Reorganizarse bajo la protección de la escuadra que aumentaba por momentos nuestras pérdidas y reparaba las propias ocurridas en las 44 lanchas de desembarco que habían intentado llegar a la costa. Este segundo como el primer ataque, fue también rechazado con pérdidas menos considerables.
Pero el tercer ataque fue ya decisivo; el terreno que ocupaban nuestras fuerzas era desventajoso: no mide más de 200 metros entre el mar y el escarpado barranco que cierra aquel punto por el costado este, y cuyo camino sólo permite el tránsito de las fuerzas en desfile. Fue sobre aquel pedazo que la escuadra chilena hizo funcionar con prodigiosa rapidez toda su artillería, sus ametralladoras y su fusilería, porque los buques se hallaban a tiro de revólver de la costa. Una nube densa producida por el fuego del enemigo, por el propio y por el incendio que devoraba ya la población y millares de sacos de salitre, envolvía el teatro del combate a los invasores, en tanto que continuaban los tiros dirigidos del mar.
Fue en esta situación, después, las bajas extraordinarias que revelan los partes, después de 7 horas de resistencia y de combate heroico sostenido por las fuerzas del ejército boliviano y por los nacionales del Perú, que acordamos con el señor general Villamil retirarnos con nuestras fuerzas convencidos de que era inútil continuar la resistencia con 900 hombres contra 4.000 que habían ya desembarcado, sin contar con las poderosas reservas que mantenían los buques dispuestos siempre a reparar las pérdidas, y sin tener artillería ni elemento alguno de los que nos oponía aquella numerosa escuadra.
Hízose la retirada con toda la disciplina y el orden que se habían mantenido en el combate. La conducta bizarra del señor general Villamil, de su jefe de Estado Mayor General y los jefes, oficiales y soldados del ejército boliviano, de los nacionales del Perú, del jefe militar del puerto y demás oficiales de nuestro ejército, ha sido altamente abnegado, y es la misma abnegación y el general entusiasmo manifestado en el combate por las fuerzas aliadas, lo que me impide entrar en recomendaciones especiales que tendrían que ser injustas, o comprender a todos los que se han batido en mi presencia.
La ocupación de Pisagua por fuerzas enemigas ha infundido en el corazón del soldado el deseo de la reparación y la venganza. Las fuerzas aliadas sólo aspiran a nuevos combates, donde puedan brillar una vez más su decidido entusiasmo y su abnegado heroísmo.
Grande es sin duda la diferencia de temple moral de nuestro ejército, con el ejército chileno: ha necesitado hacinar su poder marítimo y terrestre para batirse con 900 hombres que mantuvieron el fuego durante 7 horas y les hicieron retroceder dos veces: es nuestra fuerza moral robustecida por la justicia de la causa que defiende la alianza; es el brío y la serenidad de nuestros soldados acreditados ya en numerosos combates, lo que hace indispensable nuestra victoria y seguro el triunfo que en el primer encuentro sabremos arrancarle al enemigo.
Dios guarde a V.S.
JUAN BUENDÍA.
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Saludos
Jonatan Saona
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