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6 de octubre de 2011

Mac Mahon sobre Angamos

Samuel Mac Mahon
Parte de Samuel Mac Mahon

A bordo del vapor Copiapó.- 
Al ancla, Antofagasta, Octubre 10 de 1879.

Señor teniente 1º comandante accidental del monitor Huáscar.
Señor comandante:

En cumplimiento de mi deber, tengo el honor de poner en conocimiento de usted todo lo ocurrido en el departamento de la máquina durante el combate con los blindados chilenos y la goleta Covadonga el 8 del presente.

A las 4 A. M. recibí orden de ir a tomar fuerza con la máquina, porque algunos buques estaban a la vista; aumenté el andar a 60 revoluciones, teniendo 25 a 26 libras de vapor.

A las 5.40 A. M. recibí orden del señor contralmirante Grau para disminuir el andar. Desde esta hora hasta cerca de las 8.30 A. M. la máquina iba de 25 a 24 revoluciones por minuto.

El blindado Cochrane y dos buques más se avistaron por el norte cerca de las 7.30, pero a distancia que sólo se veían los humos y no muy claros; por eso el señor contralmirante Grau, creyendo sin duda parar claros sin aumentar el andar, me dió orden para ello.

A las 8.30 A. M. me llamó el señor contralmirante y me ordenó que fueran tres a cuatro revoluciones más; después de dar las órdenes necesarias subí a la cubierta para ver la posición de los buques enemigos, y vi, en efecto, que el blindado Cochrane nos ganaba acercándose notablemente; volví a la máquina y di orden para hacer todo el vapor posible, teniendo ya bien seguras todas las válvulas de seguridad para dar mayor presión, y entónces tuvimos de 25 a 30 libras de vapor, lo que con 26 a 27 pulgadas de vacío daba a la máquina de 60 a 63 revoluciones. Si el buque hubiera estado con sus fondos limpios, habría andado doce o más millas en lugar de once, que, en mi concepto, es lo más que ha andado el buque.

La primera bomba que tuvo efecto en el departamento de la máquina fue por el costado de babor, en mi camarote, rompiendo la lumbre y echándola encima de los caballos, así como también una porción de tornillos y pernos del blindaje, produciendo un incendio en dicho lugar. La segunda se llevó el cubichete de la máquina, arrojando encima de los caballos una lluvia de trozos de madera. La tercera vino de popa por la cámara de los oficiales, trayendo una gran cantidad de astillas y mamparos rotos a la máquina. La cuarta vino por el costado de estribor al centro del departamento, reventando dentro, rompiendo los camarotes de dicho lado y destruyendo todo el departamento; esta bomba dejó a algunos muertos e hirió a otros, entre los que se encontraban el doctor Távara y el señor John Griffche, capitán de la presa Coquimbo. En este momento la máquina estaba completamente cubierta de trozos de madera, fierro y camas. Gracias a la Providencia no hubo ninguna avería en la máquina; durante este tiempo todo el departamento estaba lleno de humo, procedente del incendio ocasionado por las bombas. En la sala de fuegos no hubo material avería, pero el número de bombas que habían reventado en el interior de la chimenea estaba llena de humo y hollín, haciendo imposible ver los indicadores de vapor y de agua de las calderas. Como las cámaras estaban demolidas, fue necesario mandar abajo a los heridos; la mayor parte de ellos fueron puestos en las carboneras de proa.

El capitán de fragata señor Carvajal fue conducido con dos o tres más al pañol de la máquina. En este estado y viendo los oficiales que era imposible la salvación del buque, recibí orden personal y privada del alférez de fragata don Ricardo Herrera, para abrir las válvulas y echar el buque a pique, cuya orden la ejecuté en el acto, con toda la actividad y deseos posibles, sacando todos los heridos de abajo. Después de esto tuve que parar la máquina para sacar las puertas de los condensadores: pero no tuve tiempo suficiente para concluir de sacarlas, pues fuimos abordados y tomados prisioneros; en este momento el buque tenía tres o cuatro pies de agua en la sentina superior: en pocos momentos más iba a comenzar a entrar el agua por los agujeros de las bombas enemigas, y el buque se hubiera ido violentamente a pique. Yo y el segundo ingeniero fuimos amenazados con revólver al pecho, diciéndonos que moviésemos la máquina y sacásemos el agua; nosotros rehusamos el hacerlo por ser prisioneros de guerra; pero nos dijeron que los ingenieros del Rimac habían sido forzados a entregar la máquina bien, y que nosotros teníamos que hacerlo so pena de morir.

No concluiré sin manifestarle que he tenido gran placer al ver el entusiasmo, valor y disciplina de mi gente: todos han cumplido con su deber hasta el último momento, particularmente el segundo ingeniero señor Thomas Hughes, a quien había encargado del cuidado de todos los maquinistas y de la gente de la parte de abajo, y no subió hasta que vió que el agua estaba cerca de las hornillas.

Es cuanto en verdad y justicia puedo decir, para los fines consiguientes.

Dios guarde a usted.
SAMUEL MAC MAHON
Primer Ingeniero


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Saludos
Jonatan Saona

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