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31 de mayo de 2010

Gabriel Carrasco


Gabriel Carrasco y el incidente del brindis

Conocido en todo Valparaíso, el incidente del brindis a Miguel Grau realizado por el Teniente argentino Manuel Barraza ante marinos chilenos (ocurrido en enero de 1889), originó sentimientos de agitación e incomodidad contra Argentina, país con quien hace poco habían tenido problemas limítrofes.

Para remediar esta situación se pidió al periodista argentino Gabriel Carrasco, que escribiera sobre el particular, y en su artículo publicado en "El Heraldo", trata de minimizar el hecho y de recordar la confraternidad que debe existir entre Chile y Argentina.

Transcribimos lo más importante del artículo, que fue publicado en su libro "Del Atlántico al Pacífico, y un argentino en Europa, cartas de viaje":

"Chile y la República Argentina. — Cuestiones de política internacional 

Durante mi permanencia en Chile, se habló mucho de un incidente promovido con motivo de un brindis de un oficial argentino, que fué mal interpretado. 

Con este motivo, algunos amigos chilenos, me pidieron que, en mi calidad de periodista argentino, diera mi opinión relativa á las cuestiones internacionales entre ambas naciones. 

Acepté con gusto aquella indicación, porque me ofrecía la oportunidad de hacer notar la cordialidad sincera que reina en la República Argentina respecto á Chile, y publiqué el siguiente artículo, que trascribo tal como fué dado á luz: 

CHILE Y LA REPÚBLICA ARGENTINA 

Bajo el siguiente rubro hemos recibido el artículo adjunto, de la bien cortada pluma del señor Gabriel Carrasco, distinguido miembro de la prensa argentina, hoy entre nosotros. El trabajo del señor Carrasco no necesita recomendación. 

Hélo aquí: 

A LA PRENSA CHILENA 
UN PERIODISTA ARGENTINO 

Valparaíso, Marzo 2 de 1889. 
Señor director de El Heraldo. 

Muy estimado colega y amigo: 
Llegado á Chile hace diez días, y debiendo partir mañana para Buenos Aires y en seguida para Europa, he tenido aquí en el corto tiempo de mi permanencia en la república, el honor de hablar con algunos de sus más distinguidos hijos y de ponerme en relación con varios de nuestros colegas de la prensa, siendo usted con quien, por circunstancias accidentales, he tenido oportunidad de estrechar amistad, recibiendo las atenciones que la cultura y bondad chilenas dispensan á los que, como yo, se encuentran recién llegados á un país que no conocen, y en el cual, sin esas atenciones, quedarían aislados sin poder apreciar la verdad ni visitar los más importantes monumentos que en él se encuentran. 

Sirva, pues, esta amistad naciente, para que sea por intermedio de usted, que pueda dirigirme con una palabra de amistad y agradecimiento á la prensa de Chile, si es que á tanto pudiera llegar mi humilde voz. 

Creo un deber que me impone el título de periodista argentino, el dirigirme á los colegas de la prensa chilena para hacerles una manifestación, tan franca como leal, de como se piensa en la Argentina relativamente á las relaciones internacionales de que tanto se habla aquí en estos momentos á consecuencia de hechos á que se ha dado una importancia que nunca han podido tener. 

Pero debo hacer constar claramente que mi palabra en este caso, no tiene ni puede tener más trascendencia que la manifestación sincera de mis pensamientos, que creo son en la actualidad los que dominan en todo mi país, sin que, en manera alguna, pueda atribuirse á ella otra importancia que la que los lectores quieran conceder á la opinión de uno de los tantos periodistas argentinos, sin más vinculaciones oficiales que las que á todo ciudadano impone el honor de su país y el cumplimiento de sus leyes. 

Dada esta franca esplicación que he creído imprescindible para que no se dé á mis palabras una trascendencia que no tienen, entro ya á ocuparme de los asuntos que motivan esta carta. 

Periodista desde hace muchos años, he escrito en mi país sobre cuantas cuestiones se han suscitado en el desarrollo de los múltiples acontecimientos que se han sucedido; sin embargo, hasta el día de hoy, no había escrito jamás, sobre asuntos internacionales con Chile. 

No recuerdo, tampoco, haber tenido largas y notables conversaciones relativas á asuntos internacionales chilenos, después de terminada la guerra del Pacífico. 

Es solamente desde hace diez días, es decir, desde que he pisado el territorio de esta república, que, diariamente, con numerosas personas, y en diversas circunstancias, he tenido oportunidad de conversar relativamente á asuntos internacionales entre ambos países. 

Todo esto significa, lisa y llanamente, que al este de las cordilleras se juzgan tan completamente terminadas las cuestiones internacionales con Chile, y tan perfectamente asegurada la armonía y confraternidad entre ambas naciones, que nadie, ó casi nadie, pone en tela de juicio la prosecución de esas cordiales relaciones. 

Las pruebas son tan numerosas como palpables. 

Recórranse las hojas de nuestra prensa periódica, desde Buenos Aires hasta Mendoza y Salta y resultará que, ó no se encuentra una palabra sobre cuestiones internacionales con Chile, ó si se habla del país es solamente para hacer las más francas manifestaciones de cordialidad y buena armonía. 

Cuando con motivo de la fraternal acojida que se ha hecho en Chile á nuestra corbeta La Argentina, nuestra prensa ha dado cuenta de ello, la nota culminante era y tenía naturalmente que ser, la manifestación de los más ardientes sentimientos de amistad y armonía. 

Después, cuando surjieron especies relativas á una falta de cortesía que según las últimas explicaciones dadas aquí mismo, resulta que no se cometió ó que solo fué un cambio de nombres ó palabras, meramente casual, y en que no tuvo parte la voluntad, la prensa argentina, unánime, condenó el hecho, censurando duramente á su autor, sin que hubiera ni una voz, tan solo, que se levantase para aplaudirlo. 

El hecho mismo de que el gobierno argentino enviara uno de sus buques á visitar los puertos del Pacífico, es la mejor prueba de la buena armonía, de los fraternales sentimientos que por unanimidad reinan en la Argentina respecto á Chile.

Pero, aún hay más: todos nuestros más notables hombres públicos, tanto actuales como de las últimas épocas de nuestra historia política, son ó fueron decididos amigos de Chile, vinculados hondamente á esta sociedad...

En cuanto á los hombres del gobierno, el Presidente de la República, sus Ministros, los principales ciudadanos que se encuentran actualmente en el poder, sus opiniones, su manera de pensar relativamente á la política internacional argentina, es notoriamente favorable para la buena armonía entre ambas naciones, de lo que es la mejor prueba el hecho mismo de haber enviado á visitar estos puertos, á uno de los buques de nuestra escuadra. 

¿Dónde, pues, hay siquiera la posibilidad de una sombra, para que pueda ponerse en duda la conservación de la confraternidad entre ambas naciones? 

¿Sería acaso, por cuestiones de límites ó de intereses comerciales ó políticos? 

Examinemos: 
La política internacional argentina, es muy conocida, y bien conocida. 

Si la política interna da lugar á la formación de partidos con distintos propósitos personales, la política internacional cuenta con la unanimidad de todas las opiniones; á este respecto, no hay partidos en la argentina. 

La opinión unánime, reclama la conservación de las buenas relaciones en que estamos con todo el mundo. 

Aún más: la política internacional argentina, no es, ni ha podido ser nunca, más honorable, ni más elevada. 

Cuando teníamos cuestiones de límites pendientes con Chile, cuando el dominio del territorio de la Patagonia estaba en tela de juicio, se promovió la guerra del Pacífico, oportunidad que una nación más interesada y menos caballeresca no hubiera dejado pasar sin tratar, por lo menos, de obtener ventajas. 

¿Qué hizo la argentina? 
¿Qué contestación dio á los diplomáticos de las naciones en guerra que solicitaban su alianza? 
Una, y muy honorable: la neutralidad. 

Un pueblo, una nación que tuviera pensamientos egoístas, y que fuera menos honorable en sus relaciones internacionales, hubiera procedido de otra manera, tratando de obtener las ventajas á que las circunstancias parecían invitar. 

No se hizo esto, pues, con lo que nuestro país dio la mejor prueba de su honradez política internacional. 

A una nación que tal conducta observó, no se la puede tachar de pensamientos que no sean la expresión de la más acrisolada honorabilidad...

Actualmente, pues, no hay, no existe cuestión alguna, que pueda turbar la buena armonía y cordialidad que reina entre ambas naciones: aceptar lo contrario, sería suponer que, después de terminada por la República Argentina, la cuestión de límites, en que por acatar el derecho, ha perdido 
decenas de millares de leguas cuadradas de fértilísimos territorios, habría de variar de política para oponerse á la justicia y adquirir por tales medios algunos peñascos aislados en medio de los mares, donde durante siglos no se formará probablemente ni una miserable población. 

Y digo que sería suponer tales cosas, respecto á la República Argentina, porque no será ella, seguramente, la que promueva conflictos en contra del derecho y de la justicia. 

¿Sería, acaso, por cuestiones comerciales, que la República Argentina perdiera su buena armonía con Chile? 
¡Imposible! 

Todo nuestro comercio, todas nuestras relaciones financieras, todo nuestro porvenir industrial y económico, está del otro lado del Atlántico! 

El comercio argentino de importación y exportación, que pasa de doscientos millones de pesos anuales, se hace, casi todo, con Europa. 

En 1886, según las estadísticas de Chile, la importación á este país, de artículos de la Argentina, solo llegó á 4.000,000 y la exportación de Chile á la Argentina, ha sido tan pequeña, que no se consigna el dato en la "Sinopsis Estadística y Geográfica de Chile" (publicación oficial hecha en Enero de 1888) porque es inferior á 150,000 pesos. 

La inmensa barrera de los Andes, que hasta ahora nos divide, ha impedido el progreso del comercio entre ambos países....

No serán, pues, las tarifas aduaneras, las que puedan promover entre ambos países, cuestiones enojosas que disminuyan la cordialidad y buena armonía entre vecinos. 

¿Serán acaso cuestiones políticas, las que pudieran dar origen á divergencias serias? 
No existen! 

La República Argentina, no tiene emigración como en las épocas de Rosas, en que los emigrados bien acogidos por un gobierno amigo, eran una pesadilla, ya que no un peligro, para el gobierno vecino. 

Chile, por su parte, como la nación mejor administrada de la América Meridional, tampoco tiene emigrados políticos. 

Los partidos, en la Argentina, no son partidos de principios, porque, afortunadamente, en cuestión de principios no hay divergencias entre nosotros: todos respetamos la Constitución y estamos de acuerdo en las grandes ideas que forman la base de nuestro credo. 

No tenemos, pues, más que partidos personales — ó son juaristas (partido en el poder) ó roquistas, ó mitristas, ó irigoyenistas, pero, sean cuales fueren las opiniones ó afectos personales de cada uno, todos estamos conformes en una idea: el respecto á las leyes, la conservación de la paz, á la cual hacemos y estamos dispuestos á hacer todo género de sacrificios honorables. 

Si no son, pues, cuestiones internacionales, ni tratados de límites, ni antagonismos comerciales, ni influencias políticas las que pueden originar un enfriamiento de relaciones cordiales entre ambos 
países, ¿cuáles pueden ser? 

¡Ningunas! 

Y hé aquí la conclusión á que quería arribar, llevando al espíritu de mis colegas de la prensa chilena, á quienes especialmente me dirijo, el convencimiento que yo abrigo, y que, en este caso, lo repito, es el que se tiene por todos en la Argentina. 

La Argentina, después de medio siglo de sangrientas guerras civiles, se ha convencido de que todo bien proviene de la paz...

Es la paz, por fin, la que asegura el orden interno del país, concluyendo con la época de las revoluciones sangrientas, acallando los. antiguos y tremendos odios de partidos y permitiéndonos apreciar con justicia, y sin exaltación, los acontecimientos que en otras partes agitan al pueblo y hacen temer complicaciones internacionales, porque un marino dijo ó no dijo un disparate, y bebió ó no bebió una copa más de vino! 

¡Desgraciada suerte sería la de las repúblicas americanas, si la paz de las naciones estuviera á merced del primero que pretendiera encontrar una ofensa nacional en las acciones privadas de un simple individuo, cualquiera que sea el traje con que se viste! 

No siendo, pues, nosotros; no siendo, pues, la República Argentina, quien dará motivo para una complicación internacional, solo, y únicamente pudiera serlo el pueblo chileno, si, instigado por su prensa, llegara á perder la tranquilidad propia de la justicia y de la buena armonía. 

Esto es lo que quería decir á mis colegas de la honorable, ilustrada y culta prensa chilena! 

Esto es lo que quería decir como periodista argentino! 

Toca, ahora, á la prensa de Chile, contribuir, con su poderosa voz, con su ilustrado razonamiento, á propagar estas ideas, á hacer conocer en Chile, de todos y por todos, que en la Argentina existe la más perfecta y buena armonía respecto á las relaciones internacionales, y que no hay motivo alguno que pueda menoscabar estos sentimientos. 

La poderosa voz de la prensa, puede llevar á todos los ánimos el convencimiento de que la paz es un hecho inalterable y duradero y de que ambas naciones no tienen motivo alguno para dejar de continuar unidas por fraternales vínculos en el grandioso camino de sus progresos, en prosecución de sus destinos, en la perfecta armonía que nos impone el común origen, las tradiciones de gloria y la confraternidad de pensamientos. 

Pueda mi palabra, tan humilde como sincera, hallar repercusión en los corazones chilenos, y pueda así, pagar la deuda de gratitud que he contraído hacia el país á que llegué solo y del que salgo dejando tantos y tan distinguidos amigos! 

Gabriel Carrasco, 
De la redacción de La Prensa de Buenos Aires. "

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Texto tomado del libro "Del Atlántico al Pacífico, y un argentino en Europa, cartas de viaje" por Gabriel Carrasco, 1890.

Saludos
Jonatan Saona

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