Domingo de Toro Herrera |
A dos cuadras escasas de la iglesia del Cármen Bajo, del convento de Monjas Carmelitas de la vieja Cañadilla, hoi Avenida de la Independencia, a dos cuadras, al norte del santuario nombrado i en el costado oriente, existía en Marzo de 1879 una casa, de no mui humilde apariencia, signada con el número 45. Moraba en esa mansion un entusiasta vecino de aquel populoso barrio, i aunque sabemos que vamos a herir su innata modestia, nuestro amigo estimado, don Julio de la Cuadra; que era de don Julio la casa número 45, i en ella hubo de tener lugar la primera reunión para organizar la Brigada de la Recoleta, jeneradora del batallon movilizado Chacabuco.
A don Domingo de Toro Herrera cúpole el alto honor de ser designado primer jefe de la Brigada recoletina; hombre, práctico, alentado i entusiasta, buscó inmediatamente entre los vecinos del populoso barrio ultramapochino, al hombre, al soldado, que uniese al conocimiento del proletariado de la Recoleta i Cañadilla, el espíritu militar i la disciplina necesarias para organizar en debida forma su brigada.
I el hombre elejido fué don Luis de la Cuadra, veterano del antiguo 7.º de Línea, que se habia batido mui bien en Cerro Grande i que tenia fama de buen instructor, a la vez que de hombre de letras.
El comandante de TORO HERRERA, tenía ya mayor; oficiales, tropa, uniforme, armas, cuartel, nada habia, faltaba todo; existia sí el santo entusiasmo i la actividad asombrosa del futuro jefe del movilizado Chacabuco, que habia de formar en el populoso barrio ultra mapochino el primer cuerpo movilizado de la campaña de 1879 a 1884, porque Navales era uno de los veteranos de Abtao.
I en una noche de la primera semana de Marzo de 1879, la brigada fué formada.
El día 3 en el escritorio de don Julio de la Cuadra, habitacion colocada en primer término al costado izquierdo de la casa número 45 de la Cañadilla, tuvo lugar la primera reunion, a que citó don Domingo de Toro Herrera, para elejir la oficialidad de su brigada, buscar cuartel e iniciar los trabajos tendientes a levantar el cuerpo, cuya organizacion se le habia encomendado.
Serian las ocho de esa memorable noche cuando, presidida por el comandante de Toro Herrera, se abrió la sesion en el escritorio del señor Julio de la Cuadra.
No hubo acta, ni lectura de documento alguno, ni oficios, ni tramitación escrita ninguna.
Presidió el comandante de Toro Herrera con su llaneza acostumbrada, i presentes se encontraron en aquella histórica junta don Luis i don Julio de la Cuadra, don Roman Espeche, don Carlos Campo, don Vicente Dávila Baeza, don Santiago Luna, don Roberto Ovalle Valdés, don Temístocles Castro, don Moisés Campo, don Ramon Bustamante, don Julio Olmedo Búlnes, don Juan Antonio Ibañez, don Fernando Pardo, don Ramon Sotta Dávila i el que estos renglones escribe, que llegó a la casa citada acompañado de don Cárlos Campos.
No fue larga aquella sesion, que mas bien fué breve, porque el novel comandante Toro Herrera probó desde esa noche que era hombre llano, mui activo, mui patriota, bien intencionado, caballeroso. Desde ese momento i durante toda la campaña su lema, sus propósitos fueron: servir bien, con valor, abnegacion, desinteres i patriotismo.
En esa primera sesión se acordó el uniforme, se elijió el vistoso i militar ropaje que usó en otro tiempo el viejo Chacabuco: cuello, botamanga i vivos verdes en la casaca; franja verde en el pantalón; kepí azul negro, con faja tambien verde.
Se tocaría jenerala el próximo Domingo la casa, el cuartel no lo teníamos; alguien indicó un conventillo de la calle Salas, propiedad de don Juan Fernández Puelma, cito en la primera cuadra de esa calle, número 25, se aceptó la idea i al siguiente día teníamos cuartel.
Se elijió la oficialidad, los grados se repartieron hermanablemente: el aspecto, la edad, la vivesa que demostraba cada cual designó el empleo, el galón que a cada uno se dió.
No hubo votacion, ni cambullon alguno: sencillamente cada cual aceptó el puesto que se le discernió: lo único que se peleaba entre aquellos hombres era un galon para combatir, para morir!
Comandante de la Brigada era ya don Domingo de Toro Herrera"
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Saludos
Jonatan Saona
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Saludos
Jonatan Saona
Bueno es recordar que Toro Herrera era muy amigo con Ricardo Santa Cruz (del Zapadores). Fueron los primeros que trataron de modernizar el ejército chileno. Como no les hicieron caso, el Zapadores y el Chacabuco entrenaban juntos por su cuenta en tácticas nuevas.
ResponderBorrarHola, soy descendiente de josé fernandez puelma, tienes más información de él ????
ResponderBorrarDomingo de Toro Herrera tiene una "fea yayita": siendo cuñado del presidente José Manuel Balmaceda no hizo absolutamente nada para defenderlo durante su último año de gobierno. En la Cámara guardó un ominoso silencio. Después del suicidio, no se presentó a los funerales ni saludó a su suegra Encarnación Fernández.
ResponderBorrarNo hubo funerales para J.M. Balmaceda en septiembre de 1891. Su cuerpo, envuelto solo en una colcha (o cubre cama) fue transportado en secreto, en el piso de un coche de alquiler, al cementerio General, y sepultado allí, en la noche del 19 al 20.09.91, sin ceremonia alguna, en una tumba anónima. Y trasladado más tarde, esa misma noche, a otra diferente, para salvaguardar sus restos de la ira popular. Ira originada en los meses de opresión y terror vividos bajo la dictadura caída en los campos de Concón y La Placilla en agosto anterior.
ResponderBorrarDomingo de Toro había optado por la opción "constitucional", opuesta a la dictadura, durante enero de 1891, y lo mismo ocurrió con gran número de familias chilenas que se dividieron. Esa profunda división de la sociedad chilena, causada por el odio y las matanzas (de ambos bandos) durante la guerra civil, duró más o menos hasta la guerra de Corea, en 1950, según ha historiado el ex rector de la UDP D. Manuel Montt Balmaceda.