14 de enero de 2022

Junta de Miraflores

Nicolás de Piérola
Junta de Guerra de Miraflores, 14 de enero de 1881

Su Excelencia el Jefe Supremo: Principió manifestando que el objeto de la reunión a la que había invitado a todos los jefes presentes era conocer sus ideas respecto al estado moral y material de las fuerzas con que contábamos. Que aún tenía la convicción de que, individualmente, cada jefe estaba dispuesto a sacrificarse sin la menor reserva en defensa de su patria; pero no siendo el individuo lo que en estos casos debe guiarnos sino los verdaderos intereses patrios mirados en conjunto, esperaba que cada uno expresara sus opiniones con la más absoluta libertad, con prescindencia de su persona.  

Coronel César Canevaro: Considera que el estado moral de la tropa no permitiría resistir dos horas como necesitaría para vencer. Y que ese desaliento había cundido en la Reserva, según ha podido observarlo en conversaciones con varios de sus miembros.

Coronel Mariano Noriega: Opina lo mismo respecto a la tropa de línea que maneja y conoce.

Coronel Bartolomé Figari: Que la Reserva hasta antes de ayer mantenía buen espíritu, pero que ahora teme que no pelee como debía esperarse.

Coronel Ramón Montero: Que las guarniciones que se han introducido en los reductos han dado gran desaliento en la Reserva en los que antes tuvo confianza, y considera que ya no están en condiciones favorable para batirse.

Coronel Silverio Gómez Silva: Que los tres batallones de la Reserva que él maneja están dispuestos a batirse hasta sucumbir y él a la cabeza.

Coronel Dionisio Derteano: Que hasta ayer los cuerpos a su mando estaban animados del mayor entusiasmo y deseosos de salir para batirse como él se lo expresó a su jefe, pero que hoy con los batallones del ejército que se han puesto a retaguardia, temen no a los chilenos sino a esas fuerzas que pueden fusilarles, prefiriendo verlas en una línea paralela a los reductos o concentrarse la Reserva en dos o tres reductos para defenderlos, diciendo que, en resumen, sus fuerzas estaban dispuestas a batirse, pero no confían en el ejército.  

Coronel Buenaventura Aguirre: Que después de lo que ha visto hacer ayer al ejército ha sufrido grandes decepciones, que no tiene confianza en el éxito, pues su espíritu desfallece.

Coronel Pereyra: Que considera necesario saber antes que todo cuál es la fuerza moral y efectiva del ejército, pues solamente así se llegará a la verdad, que él ve un mal moral en el espíritu del país y del ejército, de lo que concluye que no es prudente comprometer una nueva lucha, pues ella nos traería una vergüenza más.

Coronel Piérola: Opina lo mismo atendidas la falta de moral y decaimiento del soldado.

Coronel Lorenzo Iglesias: Reproduce las consideraciones anteriores sobre el decaimiento del espíritu del ejército, pero cree que tal vez interpolando las fuerzas con otras, esto es los del ejército de Reserva, se llegará aun esfuerzo satisfactorio aunque lento, pero de otra manera todo esfuerzo será inútil.

Coronel Zevallos: Cree que esa interpolación y levantar el espíritu de la tropa es obra de mucho tiempo y aunque él opina como el coronel Iglesias, no ve pues por el momento se haga nada positivo.

Coronel La Fuente: Opina como el coronel Pereyra y que con tropas tan decaídas no es posible llegar al triunfo.

Coronel Manuel Francisco Benavides: Que los tres batallones de la Reserva que él comanda están en las mejores condiciones, pero que un tercero no le inspira confianza por falta de jefes y oficiales. Que en cuanto al ejército, de más de mil hombres que pasaron por la Calera observó flojera, decaimiento y los peores síntomas para luchar, lo mismo que hoy volvió a observar con otros mil que también han pasado por su campamento.

Coronel Antonio Bentín: Que nota a la tropa poseída de gran terror, como lo prueba el hecho de haber abandonado su puesto hombres que no dispararon un tiro, y con tales hombres no se lucha.

Coronel Correa y Santiago: Que al hablar el coronel Figari del poco entusiasmo del ejército de Reserva, se refiere sin duda al 2do. Cuerpo de Ejército pues el que él maneja está animado del mejor espíritu y que la Reserva sostendría como ayer al ejército en los reductos que se les señalase, desde que esa era su misión, se entiende estando el ejército en disposición de mantener sus puestos; que cree además que sus fuerzas irán al sacrificio atendida su composición, de modo que si el ejército activo se reacciona, ellos darán gran impulso a la lucha y aún en el caso de ser abandonados continuarán peleando.

Coronel Serapio Orbegoso: Que en su cuerpo de ejército ha mermado algo el espíritu de la tropa de ayer a hoy, pero que puestos en sus reductos cumplirán su deber con excepción de uno o dos cuerpos que no están en el mismo caso.

Coronel Justo Pastor Dávila: No encuentra en la tropa ni en los oficiales el espíritu de otros tiempos, pero que oyó decir a sus soldados indignados que pelearán hasta morir, al ver los incendios de Chorrillos y Barranco producidos intencionalmente por los enemigos, y por eso cree que pelearán con vigor y aun se podría sacar las tropas a vanguardia de los reductos para debilitar al enemigo y así pelearía la Reserva con más facilidad y citó el ejemplo de Tarapacá, donde nuestro ejército peleó con el mayor denuedo venciendo toda clase de dificultades; de modo que, en resumen, aunque hay decaimiento, retemplándolos, pelearían.

Coronel Belisario Suárez: Que después de ver la conducta de los soldados que con tan poco vigor sostuvieron ayer sus posiciones se ha convencido de su falta de espíritu, lo que pudo palpar en el batallón del coronel Cáceres, de modo que en su opinión, no hay el número indispensable de soldados disciplinados para vencer o resistir como sucedió en Tarapacá, que se peleó con un ejército disciplinado; así que, en conclusión, no ve que exista confianza para disponer de la tropa con que contamos. 

Coronel Cáceres: Que poca confianza debe inspirar un ejército que abandona posiciones como las que ocupábamos ayer, lo que hace de ser bisoña la tropa que disponemos; que no debe inspirar confianza una línea tan estrecha como la que ocupamos, y dice en conclusión que el resultado de la resistencia no puede ser halagüeño.

Coronel Juan Martín Echenique: Que la Reserva está en condiciones de poder batirse y aunque sin el entusiasmo de antes resistiría; pero si el estado del ejército es tal como han manifestado los comandantes generales, no sería posible que la Reserva sola pueda contener al enemigo, desde que hay dos o tres batallones que no están en el mismo caso, pero que los demás lucharían hasta perder la mitad o dos tercios de sus fuerzas.

General Ramón Vargas Machuca: Que la retirada vergonzosa de ayer ha destruido la moral y disciplina del ejército, según observó en las vacilaciones que manifestaban al cumplir las órdenes que se le dieron, pero que retemplando su espíritu se volvería por la honra del país. Y que hoy, reorganizándose, pelearían.

General Pedro Silva: Que tuvo la convicción de la victoria observando el entusiasmo del soldado antes, pero que ayer, lejos de coronar las alturas y posiciones ventajosas que teníamos, el ejército se desbandó tristemente; de lo que deduce que podemos combatir, pero no triunfar; y en cuanto a la Reserva cree que por la inmediación a Lima se irían después de poca lucha a sus casas. 

Coronel Montero: Que aunque militar de poco tiempo, conoce el espíritu del soldado peruano, el cual una vez disuelto necesita para rehacerse largo tiempo, pues estando hoy a merced del enemigo, establecerán baterías y que con sólo el bombardeo disolvería nuestro ejército, de modo que en su opinión y mirando sólo los intereses del país, declara que no hay ninguna posibilidad de éxito.

General Juan Buendía: Que por lo visto ayer, no hay ejército, y que antes de la ruina total del país, debe emplearse los medios para salvarlo, siempre que no sean humillantes; en cuyo caso es preferible sucumbir.

Teniente Coronel Nemesio Orbegoso: Que a su juicio todo terminó ayer, pues disuelto el ejército no hay duda de que pasarían sobre nuestros reductos, que esto hace del terror esparcido en nuestras masas. De donde se deduce que hoy no puede sino practicar actos de heroicidad, o si fuere posible alguna combinación, como pactar con el enemigo diciéndole "Allí está Lima si nos garantizan ustedes la ocupación tranquila de la ciudad, pues solo así se le salvaría de los incendios y exacciones de todo género practicados en Chorrillos y Barranco, retirándose en otra dirección."


"Esta copia me fue proporcionada por una persona adicta a la causa del Jefe Supremo, doctor don Nicolás de Piérola, exigiéndome el que jamás revelara su nombre, y lo cumplo omitiendo su nombre en esta constancia. De todos los acontecimientos que son conocidos y los que personalmente conozco, como jefe del servicio telegráfico de campaña en esos días que fui. Considero exacta esta Minuta de Acta, que me fue entregada el día 28 de octubre de 1886, para insertarla en "El Sol", pero no lo hice.
Carlos Paz Soldán.


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Guerra, Margarita. "Historia General del Perú. La República Contemporánea (1919-1950) Tomo XII". Lima, 1984.

Saludos
Jonatan Saona

1 comentario:

  1. La moral de un ejército, vale decir, su espíritu y voluntad de combate, es clave en el momento de las grandes confrontaciones. Suponiendo esta acta real y representativa de una Junta a la que habrían concurrido los citados, llama la atención que el coronel Cáceres, al parecer poco esperanzado en una buena respuesta de las tropas en la próxima batalla - de acuerdo a lo que se cita en su nombre - haya liderado tales tropas con tanta energía pocas horas mas tarde, poniendo en serios aprietos a la III División (Lagos) del E. de Chile.

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