13 de agosto de 2019

Diego Argomedo

Diego Aurelio Argomedo
Don Diego Aurelio Argomedo
Ayudante de Artillería

I.
Entre la sangre jenerosa vertida por balas peruanas en la empinada colina de Dolores, no fué ciertamente la menos noble la del valiente i pundonoroso oficial, cuyo nombre léese al frente de esta pájina.

Por lo mismo, deber es del patriotismo, consagrar unas pocas palabras a su digna memoria.

II.
Diego Aurelio Argomedo nació en San Fernando en diciembre de 1842. Ha muerto por consiguiente, a la temprana edad de 37 años, en el primor de la vida i con la misma cuenta exacta de años que su valiente jefe en aquel día, el mayor Salvo.

Argomedo llevaba el nombre de su abuelo, el doctor don Diego Argomedo, hermano del ilustre prócer i tribuno de la independencia, don José Gregorio Argomedo, procurador de ciudad de Santiago en 1810. Fué su madre la señora Isidora Mardones, que falleció dejando tres tiernos hijos en la cuna.

Uno de esos huérfanos era Diego Aurelio Argomedo.

III.
El niño Argomedo Mardones hizo sus primeros estudios durante cinco años en el liceo de San Fernando, i en 1861 vino a cursar el remate de sus humanidades en el Instituto Nacional.

Terminado su bachillerato, su tío el señor don José Tomás Argomedo, que por el temprano fallecimiento de sus padres se había hecho cargo de su educación, inclinó su ánimo al estudio de la medicina, i desde entonces siguió el alumno esta carrera, que cuadraba a sus gustos, con perseverante entusiasmo durante tres o cuatro años.

IV.
Mas en el corazón de Argomedo era tan poderoso el amor a la patria como el que profesaba a la ciencia, i cuando sobrevino la guerra con España en 1865, alistóse, cual muchos otros estudiantes, en el ejército de línea.

En calidad de alférez del 10.° de línea, Argomedo asistió al bombardeo de Valparaíso en 1866, i en seguida pasó de ayudante a la Comandancia Jeneral de Armas de Santiago, empleo que le permitía consagrarse a sus estudios favoritos i terminar su carrera profesional. Lo que él ambicionaba era ser soldado í a la vez cirujano de ejército, esto es, dos veces soldado.

V.
Durante troce años desempeñó el intelijente ayudante sus deberes en ese destino con relijiosa exactitud i pudo dar cima a su profesión, recibiéndose de licenciado en medicina en 1874. Es digno de notarse, hoi que este buen servidor de la República ha perecido bajo el plomo, que su memoria universitaria para obtener su grado versó sobre — "La dirección de las balas en el cuerpo humano i la naturaleza de sus heridas."

VI.
Hallábase el teniente Argomedo en su doble puesto de estudiante i de militar en servicio, cuando estalló la guerra con Bolivia, i en el acto, como en 1865, pidió a sus jefes su inmediata traslación al teatro de la guerra, fuera como cirujano, fuera como simple soldado.

En consecuencia, Argomedo hallábase ya en Caracoles cuando ocurrió el combate de Calama, i fué el quien curó en el hospital de aquella ciudad a los heridos de esa primera jornada de nuestras armas.

Con fecha 8 de julio anunciábanos todavía su presencia en Caracoles en carta que tenemos a la vista, dirijida a rectificar un error jeográfico que habíamos padecido en el estudio del desierto de Atacama. Asimismo, el teniente Argomedo, ferviente adepto de la literatura i de la historia nacional, ocupando sus ocios en rebusque de papeles, había encontrado en el archivo de la Comandancia de Armas de Santiago un documento precioso sobre los honores públicos tributados al ilustre Camilo Henríquez en su tumba, rectificando de esa manera un concepto de M. L. Amunátegui, según el cual aquel
grande hombre había desaparecido en completo i lastimoso olvido. "Nó—exclamaba Argomedo, —el pobre fraile de la Buena Muerte tuvo un poco de pólvora i de humo al pasar glorioso a la posteridad."

VII.
Mantúvose Argomedo durante cinco meses en Caracoles ejercitando más el bisturí que la ociosa espada. Mas, organizado definitivamente el ejército de campaña en Antofagasta en agosto de 1879, trasladóse con alegría a esa ciudad de salitre, i hallábase allí como oficia! de artillería cuando tuvo lugar el combate del Huáscar con el Abtao i los fuertes improvisados de aquel puerto. "Me encontraba en los trabajos de la maestranza de la artillería,—escribía a un amigo desde Antofagasta. el 15 de setiembre,—cuando a las once i media oigo decir a los obreros que iba entrando el Huáscar a la bahía, i media hora después, encontrándome en el corredor del cuartel, oí un cañoneo... Al momento dije al teniente Wood:—"Me voi al fuerte del capitán Carvallo por si me necesitan", i apresuré el paso para llegar a este puesto del honor i del peligro, con la satisfacción que se experimenta al exponerse por la patria."

El ayudante Argomedo hacíase un voluntario del honor, como pondríalo otra vez en ejercicio en el cerro de San Francisco, porque su puesto era puramente pasivo i de retaguardia, como oficial agregado al parque. ¡Noble ejemplo de amor al sacrificio, que revela una alma levantada i la virtud heredada de acendrado patriotismo!

VIII.
Es digna también de conservarse, como característica de aquel corazón estoico, la carta peculiar que para solicitar su incorporación al servicio activo escribió Argomedo al jeneral Escala desde Caracoles. " Mi jeneral,—le decía,— sólo antes de ayer, a las 4 P. M., he tenido el gusto de leer su apreciable del 7, i al momento redacté mi solicitud, no con palabras bombásticas, sinó en términos enérjicos i decisivos, como debe hablar un chileno.

"No pretendo ascensos ni honores, porque mi corazón de huaso colchagüino sirve a mi patria con mi sangre, mi vida i hasta mi porvenir. Nada soi yo ante Chile, pero por mis venas circula sangre araucana, i los libros me han enseñado que no debo escatimarla citando se traía de seguir el ejemplo de O'Higgins i Freire.

"Tampoco soi valiente; pero si Aquél que dirije los destinos del universo quiere en esta campaña llamarme a su lado, me presentaré a ante Él con la satisfacción del deber cumplido.

"Mil gracias, mi jeneral, por las molestias que V.S. se ha tomado por mi carta anterior, i aunque yo no valgo nada, cuente V.S. siempre con el aprecio i cariño de su afectísimo i seguro servidor

Diego Aurelio Argomedo" (1).

IX.
Después del último combate de Antofagasta, que el entusiasta ayudante de artillería refiere minuciosamente en la carta de que copiamos el párrafo que precede al anterior, continuó sus laboriosas tareas en el parque de artillería, depositado en aquella ciudad bajo la guarda del mayor Salvo. "Hoi he recibido,—escribía en el día ya citado,—299 cajones con 149,500 tiros Comblain que, agregados a los 3.648,948 de existencia en el parque, son bastantes para concluir con los ejércitos de la América del Sur"...

X.
El ardor patriótico del bizarro artillero no tardaría en ejercitarse en campo de mayor aliento, i en la jornada de San Francisco cúpole el honor de servir de ayudante de campo al bravo i distinguido jefe que acabamos de nombrar, comandante de nuestro centro, tres veces asaltado por el enemigo i tres veces rechazado con increíble denuedo por un puñado de artilleros.

En el postrer ataque i agotadas las municiones, corrió el ayudante del mayor Salvo a pedir socorro, i cuando regresaba a caballo, alentando a las compañías del valeroso Atacama que llegaban como último i decisivo refuerzo, dos balas le hirieron a un mismo tiempo en el corazón i en la cabeza.

XI.
El ayudante Argomedo cayó, pues, con la muerte de los bravos i expiró instantáneamente.

Sus nobles compañeros velaron aquella noche su cadáver i diéronle al día siguiente piadosa sepultura en la fosa común i sin lápida de los héroes sin deudos.

Allí, al pie de la loma de Dolores, fué sepultado el patriota en medio de patriotas, al lado de Vallejos, de Wilson, de Blanco, de Cerey' i de tantos otros que no llevan en la historia otro nombre que el de su bandera: "los invencibles del Atacama i del Coquimbo".

XII
El ayudante Argomedo era de un temple especial, sufrido, cumplidor, un tanto misántropo, apasionado por los libros, sumamente estudioso i de hábitos tan retirados que algunos le tenían por excéntrico, siendo que era simplemente un carácter definido e independiente.

En las últimas elecciones, votó en Santiago, a dos pasos de la Moneda, con sufrajio abierto contra las candidaturas oficiales, porque en ello obedecía a enteras condiciones de carácter i de alma. I a la verdad, ¿no era esto en aquel tiempo una verdadera excentricidad, o, más propiamente, incomparable heroísmo en quien vivía de una migaja del festín del Estado?

XIII.

Hombres de corazón como el humilde ayudante de artillería Argomedo, de ese temple i de esa altura, son los que con su valor i con su sangre han defendido la honra de Chile, glorificando a su patria i haciéndola grande i respetada a los ojos de la América.

¡Honor a ellos al pié de la bandera, sacudida por el viento!

¡Honor a ellos en la urna del sufrajio libre que desafía el castigo i el hambre!

¡Honor a ellos a la orilla de la fosa, que el resplandor de esa doble gloria, la gloria cívica i la gloria de las armas, ilumina con sus inmortales lampos!

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(1) Carta fechada en Caracoles el 13 de junio de 1879 i que orijinal conservamos en nuestro poder, remitida a Santiago por el comandante Santa Cruz, deudo inmediato de Argomedo.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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