24 de julio de 2019

Petit Thouars

Abel Bergasse du Petit Thouars
(Texto tomado de "El Perú Ilustrado" Lima, 28 de junio de 1890)

Estamos, con el pensamiento, junto á dos urnas funerarias donde reposan los restos de dos eminencias igualmente gloriosas, bien que en distintas esferas de acción.

El Almirante francés Bergasse du Petit Thouars.
El poeta español José Zorrilla.

Ante esas tumbas traemos una humilde flor que significa gratitud, y dice admiración.

Sabido es que las flores que crecen junto á los sepulcros, plantadas por manos cariñosas tienen el aroma balsámico de lo que no siendo va de esta tierra de lodo, de miserias y pequeñeces, trasciende algo purísimo y celestial que parte del alma para subir al espacio.

Y cuando esas flores son colocadas por toda una nación agradecida, representan algo tal vez superior á la gratitud del individuo.

Esto acontece hoy en el Perú que impresionado por la desaparición de uno de sus nobles y generosos defensores en la hora tremenda, acude á colocar las siemprevivas de su gratitud junto al ataúd del Almirante du Petit Thouars, á cuyo hogar enlutado ha trasmitido el cable, la expresión de condolencia de la ciudad de Lima, interpretada por el Honorable Alcalde Municipal; en cuyo nombre se han vestido de luto los órganos de la prensa nacional; y a cuya memoria rendimos por nuestra parte el tributo de gratitud que nos corresponde, colocando el retrato del Almirante francés en nuestra, galería enriquecida de antemano por los de Grao, Bolognesi, Suárez, Espinar, Silva y casi todos nuestros héroes y mártires.

El Perú no olvidará que en la postrera y más funesta hora de la reciente guerra la generosa acción del ilustrado Almirante Du Petit Thouars, salvó nuestra bella capital del incendio y de los excesos de la soldadesca chilena, de que fueron victimas tantas de nuestras poblaciones.

Los datos biográficos que publicamos en nuestra sección de referencias de grabados, acentúan más los motivos que tiene nuestra Patria para hacer suyo el duelo que és de toda la Francia.
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La elegante pluma de nuestro colega el director de “La Opinión Nacional” nos ahorra el trabajo de ordenar los apuntes biográficos relativos al Almirante du Petit-Thouars, pues aun que la tarea la consideramos grata para nosotros, los lectores amantes de la buena redacción ganarán con la preferencia, que damos á las siguientes líneas del diario citado:

«Bergasse du Petit-Thouars, pertenecía á una familia marítima. Fué hijo adoptivo y sobrino del Almirante du Petit Thouars, y entró en la Escuela Naval á los quince años de edad. Como aspirante de 1.a clase comenzó á hacer sus primeros servicios desde el 1.° de Agosto de 1849 en el Océano Pacífico, donde su tío había dejado muy gratos recuerdos, y allí estuvo durante cinco años. A su vuelta á Francia se embarcó en la fragata “Christophe Colomb,” que pertenecía á la escuadra del Mar Negro. Su valor y sangre fría durante el bombardeo de Sebastopol, lo distinguieron al punto de ser llamado para mandar baterías de marina en tierra, en el sitio memorable de esa gran fortificación rusa.

El 12 de Abril de 1855, el joven Alférez de navío fué herido por la primera vez, por la astilla de una granada, y el 7 de Junio recibió otra herida más grave en el momento en que rectificaba la puntaría de su artillería. Sus heridas fueron graves y su vida estuvo en peligro. Sin embargo Bergasse salvó gracias á su constitución robusta; pero perdió el ojo izquierdo.

Vuelto á Francia fué promovido al grado de Teniente de navío, á los 24 años, y llamado al servicio como Oficial de Ordenanza cerca del Ministro de Marina, después se embarcó en la cañonera "Suffren" de la que salió en 1859, para tomar el mando de la cañonera “Eclair” de la armada del Adriático. Habiéndose firmado la paz con Austria, el Teniente de navío du Petit-Thouars pasó á mandar “L'Euphrate” en Algeria, y sirvió en seguida en el Estado Mayor del Almirante Rigault y Genouilly. Jefe de la escuadra del Mediterráneo. En 1864 se le nombró Capitán de fragata y se le dió el mando de la corbeta “Dupleix”, en los mares de China. En 1870 fué ascendido á Capitán de navío.

Al principiar la guerra franco alemana, du Petit-Thouars fué enviado á Alsacia para tomar el mando de las baterías flotantes que debían operar en el Rhin. Pero los reveses sufridos por nuestros ejércitos lo obligaron á encerarse en Strasbourg. Tomó parte en la defensa de esta plaza, y siempre sobre la brecha y á la cabeza de un puñado de artilleros de marina, daba el ejemplo del valor más heroico y de abnegación completa. Herido en la cabeza en una de las salidas de la fortaleza, no se movió de su puesto y por este hecho fué citado en la orden del día: después de la capitulación de Strasbourg, du Petit Touars fué internado á Rastadt.

Cuando volvió del cautiverio se le nombró miembro del consejo del almirantazgo. Pasó á mandar la cañonera "L’Alexandre” y ocupó el puesto de jefe del estado mayor del ministerio de marina, durante el ministerio del almirante Fourichon, su tío por alianza de familia.

El 26 de Marzo de 1877 fué promovido á contra-almirante. El año siguiente arboló su pabellón en el acorazado “Victorieuse”, y mandó por dos años la división naval del Océano Pacífico, donde desempeñó el noble papel de salvar la capital peruana, á que hemos hecho referencia. Al volver á Francia manifestó el deseo de servir en un arsenal, y pidió el puesto importante de jefe superior de la flota de Tolón. De aquí se le llamó á París á presidir la comisión de la defensa sub marina.

Nombrado vice almirante el 31 de Diciembre de 1883, fué sucesivamente prefecto marítimo de Cherbourg y Tolón y comandante en jefe de la escuadra del Mediterráneo.

Du Petit-Thouars tenía en su mano enérgica esta fuerza naval, y la había elevado á un grado de Instrucción jamás sobrepasado. El jefe estaba animado del más puro patriotismo, lleno de energía no vivía sino para su país y ardía con el deseo de contribuir á su grandeza. Fué verdaderamente un hombre nacido para educar á los otros y esencialmente de guerra.

En este alto puesto lo ha sorprendido la muerte á la edad de sesenta y ocho años y después de haberse hecho célebre por sus preciosas cualidades de marino y ciudadano, premiadas aquellas por sus ascensos sucesivos y estas por las condecoraciones de la Legión de Honor, de que era gran oficial: adornaban, además su pecho, las medallas de Crimea, de Italia y otras.»

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El almirante Bergasse du Petit Thouars.

De noche y en medio de su negra oscuridad, se miraba con espanto desde Lima, una gran parte del cielo, iluminada por las llamaradas de tres hogueras inmensas: eran los pueblos de Chorrillos, el Barranco y Miraflores que simultáneamente ardían: un día antes, llenos de lujosas y elegantes moradas; de alegres pobladores y de todo ese bienestar y felicidad, frutos de la confianza, de la prosperidad y de la paz: esa noche, recorridos por bandadas de hombres, que ebrios, locos, ensangrentados, matan, saquean é incendian, con ese furor que sólo la envidia y el odio provocan, y que el horror profundo que inspiran, hace que obligado por la nobleza, un pueblo ¡jamás! lo olvide.

¿Para que repetir esas repugnantes y horribles escenas, baldón eterno de la nación que de ellas es capaz, que quitan toda su humillación al vencido y toda su gloria al vencedor? él uno sucumbe defendiendo lo que el hombre tiene de más santo y más querido ¡la patria! el otro, deshonra la suya, no habiendo podido ser noble, venciendo. Lima y sus moradores, contemplaban con estupor, ese cuadro horrible y conocedores los habitantes de las intenciones del vencedor, sentían en sus pechos, ese dolor sin igual que solo siente el padre de familia; esa rabia que sólo siente el impotente para ahogar y destrozar al que injusta y villanamente lo sorprende, le profana y le destruye su hogar, y le arrebata y separa por la fuerza una gran parte de su suelo y de sus compatriotas ¡queridos!

Lima debía correr la suerte que la fraternidad del siglo XIX, tolera que se depare á los pueblos vencidos. ¡Maldita fraternidad! que no tiene otras manifestaciones que egoísmo y falsedad entre los individuos; desconfianza y amenaza— entre las naciones; separación y odio entre las clase sociales; pero odio de ese que tiene dientes y muerde, que tiene garras y destroza; que tiene puñales, dinamita y petróleo, y todo sin misericordia. Un Francés; un valiente y tres veces ilustre marino, el almirante Bergasse du Petti-Thouars, se empeña en salvar á Lima, y lo logra. Grande, buena y generosa acción, puesta por la mano de la Providencia frente á frente de lo malo, de lo miserable, de lo vil. ¿Cómo olvidar ese noble corazón? ¿Cómo olvidar esos dignos elevados sentimientos, capaces de pesar ellos solos más en la balanza de la justicia, que todas las maldades de los que pretenden ser sus semejantes? ¿Cómo no inclinarse con respeto y gratitud, ante esa grande alma que ha alcanzado ahora, toda su elevación ¡el cielo! Los hijos de nuestros hijos bendecirán tu nombre y Lima pone sobre tu tumba, una corona de pensamientos que sólo hacen nacer las acciones inmortales.

Jimio 19 de 1890. J. P. Alarco.


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Texto e imagen tomados de "El Perú Ilustrado" núm 164, Lima, 28 de junio de 1890

Saludos
Jonatan Saona

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