14 de julio de 2019

Otto Von Moltke

Otto Von Moltke
El Capitán Otto Von Moltke

IV.
El capitán ayudante del Chacabuco, Otto von Moltke, era hijo de un conde dinamarqués, que conserva todavía su honrada pobreza, pobreza de patriota, su título de alcurnia i el respeto que le rodeara en días de mayor prosperidad.

El conde Federico von Moltke, que aun vive i pertenece a la misma familia del gran estratéjico del siglo, era, como éste, natural del gran ducado danés de Holstein, que la Prusia reclamó como una dependencia suya, a título de unificación de razas, en 1864. I desde entonces, por la fidelidad que conservó a su rei lejítimo, cayó en desgracia el prócer danés.

Fué el conde dinamarqués presidente (prefecto) de una de las provincias de Holstein, la provincia de Plöu, cuando la Prusia desmembró I este Estado, después de prolongada i sangrienta lucha, sostenida con incomparable i sin igual heroísmo por sus compatriotas contra dos imperios coaligados.

Habiéndose negado el noble danés a prestar pleito homenaje en su calidad de funcionario público al rei extranjero, retiróse a la ciudad libre de Lubeck, donde hoi día habita con una corta pensión del Gobierno de Dinamarca.

V.
Algunos años antes de estos sucesos había nacido en el seno de comparativa opulencia el joven soldado que en las faldas del Morro Solar selló con su sangre su alianza a Chile.

Otto Moltke vino al mundo en la ciudad danesa de Lauemburgo el 13 de agosto de 1851, de suerte que ha muerto apenas en la vecindad de los 30 años.

VI.
A virtud del cambio de domicilio impuesto en su niñez a su padre, Otto von Moltke, educóse con su hermano mayor Carlos von Moltke en el jimnasio de Lubeck, donde hizo sus estudios de humanidades, hasta que tuvo la edad de ser soldado, simple trámite, como el del bautizo i la confirmación, en la vida de la juventud moderna de Europa, que tiene cinco millones de hombres sobre las armas.

En obedecimiento a su término de servicio, Otto von Moltke alistóse en enero de 1869 en el rejimiento de Granaderos de Silesia num. 11, acantonado a la sazón en Altona, ciudad separada de la de Hamburgo por una simple reja de jardín, antes de la anexión de los ducados.

VII.
El adolescente danés tomaba servicio en la víspera de una gran guerra europea, i en consecuencia. dieziocho meses más tarde hacía su estreno en la terrible batalla de Mars-la-Tour, llamada por los franceses de Rezonville, en que los últimos fueron arrojados sobre las murallas de Metz, cuando pretendían abrirse paso con el inhábil Bazaine a su cabeza hacia Verdun i hacia París. En esta horrible batalla, que fué una carnicería de doce horas entre medio millón de combatientes, los alemanes perdieron diezisiete mil hombres, pues había rejimiento, como el 16 de infantería, que cargado a la bayoneta por la división de infantería que mandaba el jeneral Cissey i por la caballería de la guardia imperial, fué reducido de tres mil hombres de que se componía a ciento dieziseis.

El joven Moltke cayó también en las filas de su cuerpo, junto a su jefe el coronel von Shönning, que allí fué muerto.

Por su bizarra conducta, más que por su herida, el joven soldado del rejimiento de Silesia fué ascendido a porta-estandarte i en seguida, en setiembre de 1870, a subteniente, recibiendo la cruz de hierro, que en las paradas i en las batallas de Chile debería brillar con su opaco i casi fúnebre resplandor sobre su pecho i sobre su cadáver.

VIII.
Terminada la guerra franco-alemana, Otto von Moltke continuó en su rejimiento, haciendo la vida de cuartel, i por el año de 1875 ascendió a teniente.

Pero, por una parte, el tedio de la vida de guarnición, la modicidad extrema de los sueldos i cierta irregularidad de cuartel, que en Chile habría sido cuestión de un arresto de veinticuatro horas, le indujeron a dar su dimisión i a buscar en otros horizontes el de su propia vida.

Asociado con su hermano Carlos, que era por un año su primojénito, i que junto con él había sido soldado, echó una mirada al vasto atlas del mundo; i después de haberse informado de las condiciones de trabajo, orden i porvenir en que vivía el pueblo de Chile, de su cónsul en Hamburgo, Mr. Schutte, resolvieron uno i otro embarcarse para esta tierra hospitalaria que hoi la muerte ha hecho suya.

IX.
Los dos hermanos Moltke llegaron a Valparaíso en agosto de 1876, por la vía del cabo de Hornos en el Adolphus, i luego encontraron modesta pero honrosa ocupación en la Refinería de Azúcar de Viña del Mar, que rejenta un hombre que ha conocido los vaivenes de la vida i no ha sentido, en la altura, desvanecida su cabeza ni su corazón. Don Julio Berstein recibió a los dos emigrados daneses con la misma cordialidad protectora con que treinta años hacía fuera recibido él mismo en el hogar chileno como emplearlo subalterno de El Mercurio.

X.
Otto von Moltke residió tres años en la pintoresca aldea en que consagramos estas líneas a su modesta memoria, i se hizo amar por todos los que le conocieron i trataron. Era tan arrogante de porte como sencillo i suave en sus maneras. Percibía escaso sueldo, pero una vez independizado de su penosa i diaria tarea entre los filtros, cultivaba sus relaciones sociales con la jentil afabilidad de un hombre altamente nacido. Su gran pasión, pasión alemana, era el baile.

XI.
Pero decimos mal, su pasión verdadera era la guerra, i cuando sintióse en los tranquilos ámbitos de Chile el primer clarín de Calama, solicitó licencia de su patrón, que le reservó su empleo, i obtuvo del excelente coronel Eckers (otro mestizo) un puesto de subteniente en el batallón de Artillería de Marina, en que aquel malogrado jefe inició las operaciones de la guerra, ocupando todos los puertos del litoral boliviano.

Cupo a von Moltke ir a guarnecer con su compañía el mineral salitrero del Toco, i allí ocurrióle un lance de mal augurio que entonces, cuando el país no se había acostumbrado todavía al horror de las matanzas, hizo triste impresión en los ánimos. Examinaba un grupo de oficiales cierto revólver que decían había pertenecido a un jeneral peruano, cuando de repente estalló el arma traidora i la bala fué a traspasar de banda a banda el hígado del joven voluntario.

Creyóse por todos que la herida era de necesidad mortal. Pero conducido a Valparaíso i puesto bajo el cuidado del intelijente doctor von Schroeder, su robustez natural i el talento del facultativo lo devolvieron luego a su cuerpo i a la campaña.

Debió Otto von Moltke a esta circunstancia el honor i la ventaja de hallarse presente en el combate de Angamos, como jefe de la guarnición militar del Amazonas. Era, por consiguiente, uno de los participantes legales del precio de captura del Huáscar, única herencia suya i de los suyos.

XII.
Von Moltke combatió en Tarapacá en la compañía del bravo capitán Alamos, i en Tacna en su rejimiento, bajo las órdenes del bizarra comandante Vidaurre. Sabida es la noble participación que cupo a ese cuerpo en la última jornada, decidiendo, junto con el Coquimbo i el Chacabuco, la disputada victoria en el centro de la línea de batalla. Esos tres cuerpos formaban la tercera división.

Probablemente fué en esa ocasión cuando tuvo motivos personales, i como testigo presencial, el coronel Domingo Toro Herrera, el más entusiasta de los valientes voluntarios de esta guerra, de conocer el mérito militar del joven Moltke, porque lo solicitó para su cuerpo i lo nombró su propio ayudante con el grado de capitán del Chacabuco.

XIII.
Otto von Moltke tenía fe en su estrella, i desde Pisco escribía a su hermano el 11 de diciembre que confíaba todavía en su buena fortuna. No se acordaba, al parecer, de Mars-la-Tour ni del Toco. "Aun no puedo calcular,—le dice,—el punto en donde tendrá lugar el primer encuentro, aunque se presume que Piérola ha de buscar al sur de Lima una posición que le sea más ventajosa para defenderse. Es mas que probable que en lo que queda del año no se librará la batalla decisiva. aunque actualmente nos hallamos a corta distancia de solo nueve jornadas de Lima. Hermano mío, si mi buena suerte no me abandona en el último combate, creo que ya no habrá nada que temer, pues me alienta la idea de que éste no podrá tener sino el mismo resultado de los anteriores. De todos modos, la parte más· difícil de nuestra misión aun queda por resolver".

XIV.
Pero más adelante, escondido presentimiento, esta previsión de la muerte, debió asaltarle en carrera, porque apenas hubo echado su ancla el trasporte que lo conducía en Curayaco, el capitán del Chacabuco escribió a su hermano en una tarjeta postal sus últimos adioses en las palabras siguientes, que no revelaban una vacilación sino una ternura:

"A bordo del Angamos, en la bahía de Curayaco, diciembre 26 de 1880. —Mi querido hermano Carlos: En este momento acabamos de echa ancla en esta bahía; el resto del ejército ya se encuentra en Lurín, paunto que, según se calcula será atacado por los peruanos. Como ya nos hallamos en las inmediaciones de Lima, la gran batalla decisiva tendrá lugar en los próximos días. Si muero, lo avisarás a nuestro querido padre del modo que le sea lo menos doloroso posible. Mis papeles están depositados en la mayoría del rejimiento Chacabuco. Al mismo tiempo no olvides que te dejo mi parte que me corresponde de la toma del Huáscar, como que todo lo que dejo será tuyo. Espero que después de la batalla podré darte buenas noticias. ¡Salud!...

Otto de Moltke"

XV.
Otto von Moltke mandaba en la gran batalla de Chorrillos, este Mars-la-Tour de los peruanos que los arrojo sobre los muros de Lima, la 4° compañía del primer batallón del rejimiento Chacabuco, brigada Amunátegui; i no hai todavía detalles ciertos sobre su fin. Según unos, cayó como el bravo Augusto Nordenflicht (otro escandinavo) al pié de una trinchera, siendo su cadáver despedazado por el enemigo hasta no haber podido encontrarlo. Pero según otros, sucumbió en las filas subiendo por el médano hasta el empinado reducto. Sábese únicamente que habiendo sido derribado a su lado el animoso subteniente Carlos Aldunate, del 4.° de línea (que peleó revuelto con el Chacabuco), von Moltke, tan bravo como humano, hízole la primera curación en el campo de batalla i en medio de las balas.

XVI.
Lo que de todas suertes ha quedado como un hecho esclarecido es que el capitán danés murió adelante de las filas, resistiendo con un puñado de bravos el embate de un batallón enemigo momentáneamente victorioso; i como testimonio de su hazaña i su desdicha quedó su cuerpo, albo como el papel, cubierto de sangrientas heridas que desfiguraron su rostro con las cobardes cortaduras de los yataganes. Sus villanos inmoladores llegaron hasta la profanación indíjena i semi—bárbara cortándole las orejas i la nariz.

XVII.
Muerto así tan bravo i juvenil soldado, demandó la prensa que, en desagravio, su noble efijie mutilada fuese trasladada a Chile i se le tributaran los honores debidos a los héroes, a expensas de la nación en cuya pro i defensa sucumbiera.

Hizose asi, i durante largo tiempo recordará la ciudad de Valparaíso la solemne procesión i entierro nocturnos que a sus restos se hizo a la luz de las antorchas con acompañamiento de altas autoridades de la ciudad, i de todos los que saben honrar la memoria de los buenos.

A su anciano padre recibió de esta manera bálsamo apropiado a su dolor, i su respuesta a la carta de pésame que le llegara en su apartado hogar a nombre de la nación chilena, sera durable testimonio de que la gratitud suele latir más viva i jenerosa lejos de Chile, pero en nombre de Chile i por su gloria.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo I, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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