13 de mayo de 2019

Nicolás Jiménez

Nicolás Jiménez Vargas
Nicolás Jiménez Vargas

Todos los oficiales del fornido rejimiento Chillán, almácigo de crecidos robles de enhiesta talla y pechos de pellín, que los jefes de aquel robusto cuerpo entresacaron de su histórica "Montaña",  cuajada de jente recia, de árboles corpulentos i de bravos voluntarios que se sacrificaron por su patria i por su suelo desde Tacna a Lima, término de su jornada, fueron, como San Martín, montañeses: nobilísimo elojio i definición gráfica de una provincia de valientes. I el más notorio entre ellos fué su propio 2°jefe el sarjento mayor don Nicolás Jiménez Vargas, que fué el primero en caer bajo el plomo enemigo al comenzar el ataque de San Juan el memorable 13 de enero de 1881. 

Hijo de un pueblo de aquella comarca en la cual hasta los árboles parecen soldados, el mayor don Nicolás Jiménez Vargas, sobrino del comandante Vargas-Carampangue i hermano del capitán Manuel Antonio Jiménez Vargas, mozo de probado valor desde cadete, militó durante más de 20 años en el Buin i tomó parte en las intermitentes guerras civiles de esa época (1859), así como en las de la Araucanía, esta guerra civil en permanencia.
Fué también por ese tiempo uno de los fundadores de Mulchén, en cuyas vegas, famosas desde la inmolación del último defensor del rei en 1824, estuvo destacado con su compañía, de noviembre de 1861 a mayo de 1862.

Ascendido a capitán en su antiguo cuerpo al comenzar la guerra (29 de marzo de 1879), batióse en Pisagua i asistió a las batallas de Tacna i Arica. 

Hizo en seguida la malhadada campaña de intermedios con el coronel Lynch; i habiendo muerto su tío el comandante Jiménez Vargas, al emprender la campaña sobre Lima, ofreciósele el puesto de 2° jefe del rejimiento Chillán, que aquél mandara i a cuya cabeza pereció al comenzar la batalla, por efecto de una bala perdida que le cayó en el pecho, desde las alturas de la derecha, a cuyo pie su cuerpo avanzaba. 

Pertenecía el mayor Jiménez a la escuela de esos soldados valerosos pero poco afortunados que de continuo encuéntranse en las filas del ejército; i hasta para morir mostróse airado con él el destino, porque el plomo apagó su existencia, no por el soplo de fuego del combate cuerpo a cuerpo, sinó en una escaramuza preliminar que le hizo víctima no de su notoria bravura sinó de una triste casualidad. 


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna.

Saludos
Jonatan Saona

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