21 de abril de 2019

Federico Sullivan

Federico Sullivan
Don Federico Sullivan

I.
No quedó agotada en la sangre de Enrique Ewer la pródiga ofrenda que la más fuerte i la más rica raza del norte, dominadora del mundo moderno en ambos lados del Océano Atlántico, ha ofrecido a Chile desde la primera era de su libertad. Es un hecho digno de ser señalado, que, en el primer encuentro de guerra de la independencia, un anglo-sajón, el norte-americano Enrique Ross, recibió once heridas batiéndose por los chilenos en Yerbas Buenas (1813) i que en la última batalla de aquella gran edad, en Pudeto (1826) cubrióse de gloria otro sajón, el noble coronel De Vic Tupper, hijo de Jersey.

Ahora bien: aquel intrépido espíritu de pasados tiempos volvió a renacer en los presentes, i a los meritorios nombres que llevamos apuntados debemos agregar ahora el de un buen soldado i jentil caballero, natural de Nueva York, que sacrificó alegremente su vida por la causa de Chile.

II.
Llamábase este jeneroso voluntario Federico Sullivan, i cuando comenzó la guerra en abril de 1879, ejercía tranquilamente la profesión de minero en el departamento de Illapel. Arrebatóle a sus faenas el entusiasmo que despertó en toda la república la expedición a Lima, i en consecuencia incorporóse en el ejército de operaciones en calidad de subteniente del rejimiento Chacabuco, que mandaba el prestijioso Domingo Toro Herrera. Promovido a teniente en Lurín el 4 de enero de 1881, batióse en Chorrillos con el denuedo que allí lucieron todos sus juveniles compañeros de rejimiento, desde Otto Von Moltke, que era ya un capitán veterano, hasta Camilo Ovalle, que era un capitán bisoño por su edad, ilustre por su pundonor.

Trajéronle en consecuencia a Santiago, junto con el último, a bordo del Itata, que no fué barco sino sepulcro, i al fallecer sereno, el 10 de febrero de 1881, declaró que moría feliz porque moría por Chile.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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