5 de marzo de 2019

Alfredo Baignol

Alfredo Baignol
Don Alfredo Baignol
Teniente del Rejimiento Valparaíso

I.
Hacia el año de 1849, cuando el mar Pacífico veíase invadido de velas de todas las naciones que conducían a California i a sus campos de oro a los febriles argonautas de la mitad del siglo, que hoi con cansadas alas desciende a su ocaso, quedábase rezagado en Valparaíso i después en el Callao un caballero francés, natural de Limoges, que había tomado parte activa en los movimientos revolucionarios de su patria en el año precedente.

Era su nombre Juan Bautista Baignol, i en la última de aquellas ciudades casóse con una joven oriunda de Méjico, la señora Lorenza Loreto, que le dio dos hijos.

Fué uno de aquéllos el digno mancebo que con su sangre jenerosa tiñó en el campo de Miraflores sus blasones, i a quien debemos, por su noble muerte, tributo de admiración i de cariño. Su hermana única es la señora Matilde Baignol, casada con un estimable caballero chileno.

II.
Fallecido el padre en 1858, con motivo del menoscabo de su fortuna causado por el voraz incendio que consumió el comercio de Valparaíso en noviembre de aquel año, el niño Baignol quedó sin apoyo cuando ensayaba sus primeros pasos fuera de la cuna, pues había nacido en Santiago en 1855.

Como fuera, esto no obstante, un mozo serio, resuelto, constante i el fondo de su alma buena hallábase preparado para el ejercicio de elevadas virtudes morales, comenzó a hacerse hombre desde niño, i a los veintidós años hallábase cerca de recibir su diploma de médico, cuando la guerra hizo sentir en el pavimento de todas nuestras ciudades el ruido de su carro de fornido acero. En el acto el joven aprendiz de sabio, corrió a unirse a sus potentes bridas, porque quería marchar más aprisa que sus libros.

III.
Conducido a la campaña a principios de 1880 en el primer batallón Aconcagua por el comandante don José María Marchant, cuando este gran soldado, digno de aquella brillantísima lejión, pasó a mandar el Tejimiento Valparaíso en la víspera de las jornadas de Lima, llevólo al nuevo cuerpo, i nombróle en la víspera de los combates su ayudante de campo. I así como le había enseñado el ejercicio de las armas, así le enseñó a morir, muriendo a su lado en Miraflores.

Sus compañeros de armas encontráronlo, en efecto, espirante a pocos pasos de su jefe, junto al talús de los rieles, que habían sido convertidos por las ametralladoras peruanas en un verdadero cauce de plomo candente.

Fué aquélla la verdadera vía de la muerte, i por ésto el paso i repaso que de aquel sendero fatal hizo en varias ocasiones, i siempre incólume, el denodado comandante Demófilo Fuenzalida para mejor empuñar los dos batallones de su rejimiento (el Santiago), hízose su hazaña comparable i comparada por algunos al “salto de Alvarado “ en la noche triste de Méjico. Como el Tionahuh de Anahuac, el valiente jefe había quedado ileso...

IV.
Trasportado el ayudante Baignol a Lima en hombros de su tropa, fué instalado en el hospital de Guadalupe, i allí falleció antes de cumplir su mayor edad, en la medianía de febrero de 1881.

“De carácter afable,—dice de aquel malogrado mozo alguien que de cerca le conociera en el aula i en el hogar, en el libro i en las armas,—aunque un poco retraído, el joven Baignol tenía convicciones firmes i marchaba siempre resuelto al cumplimiento de su deber, i cuando creyó llegado el momento prefirió empuñar la espada a manejar el bisturí. Su mayor penuria en la campaña fué cuando, en la vida de guarnición, veía que otros podían encontrarse cerca del enemigo cuando él estaba aún en la reserva.

“El joven Baignol tenía por ideal la conclusión de sus estudios profesionales i, después de algunos años de ejercicio en la escuelas médicas de Europa, regresar a Santiago como especialista de las enfermedades pulmonares.

“Era un poeta filósofo, a la vez que un buen polemista. En sus escritos era elegante i tenía gran facilidad para expresar sus pensamientos. Tratándolo mui de cerca i durante algunos años, pude formarme juicio de que el estudiante Baignol no estaba lejos de llegar a ser un hombre distinguido, no tan sólo en el ejercicio de su profesión sinó quizás aun para la sociedad" (1).

Los restos del malogrado ayudante del coronel Marchant fueron trasladados a Santiago, i hoi honrosamente descansan en la sepultura de sus honorables deudos de afinidad, los señores Castro.

(1) Carta al autor del hermano político de A. Baignol, don J. Clemente Castro, Santiago, setiembre 4 de 1884.


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Texto e imagen tomado de "El Álbum de la gloria de Chile", Tomo II, por Benjamín Vicuña Mackenna

Saludos
Jonatan Saona

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