19 de noviembre de 2017

Gutiérrez sobre Dolores

Militares bolivianos
Rectificaciones al parte del coronel Suárez sobre el combate de San Francisco: nota del Secretario General del ejército boliviano al contralmirante Montero.

EJÉRCITO BOLIVIANO.‑ SECRETARÍA GENERAL DEL PRESIDENTE DE BOLIVIA.

Tacna, Diciembre 6 de 1879
Señor:

Tengo orden del señor Presidente de Bolivia para dirigirme a V. S. llamándole la atención sobre la marcada prevención, adversa a las tropas bolivianas, con que ha sido redactado el parte oficial dirigido por el Jefe de Estado Mayor General a su respectivo Jefe, dándole cuenta de la desgraciada acción de armas que tuvo lugar el día 19 en San Francisco. Aun cuando el nombre y la conducta del señor capitán general están cuidadosamente salvados, no obstante él, como jefe de la nación y jefe de su ejército, no puede abstenerse de formular la defensa de éste en los puntos en los que parece evidentemente que no es la verdad lo que ha inspirado el parte referido.

Se asevera en él que el ejército que salió al mando del capitán general de Arica el 11 del pasado, debía estar en Tana el 16, lo que es inexacto, porque el 16 estaban aun en Camarones por haber solicitado expresamente el proveedor del ejército, señor Melgar, que descansase allí dos días a fin de aprovisionar convenientemente el resto del camino. Aunque estos hechos no podía saberlo el Jefe de Estado Mayor General del ejército del Sur, es bueno que consten. Debe constar, igualmente, que el 14 y 15 se recibieron comunicaciones del general Buendía, por las que se anunciaba que el 16 estaría sobre el enemigo ocupando a Agua Santa, e indicaba al capitán general que él, por su parte, atacara el punto de Dolores, operación calificada de imposible, porque ni era fácil de efectuar el movimiento sobre ese punto, ni era posible que un ejército de 3.000 hombres fuera a estrellarse sobre el grueso del enemigo fortificado, mientras el ejército del Sur, mas fuerte en nú mero, ocupaba posiciones relativamente inferiores.

Es también inexacto que el capitán general hubiese dejado de contestar a los oficios del general Buendía. Se han remitido varios extraordinarios con las contestaciones, como es notorio al señor Melgar, al coronel Albarracín, que se ha encargado de la remisión de algunos de ellos, y como era notorio y público en el campamento del ejército del Sur. Será fácil probar estos hechos siempre que fuese necesario.

Pero lo más grave que hay en el parte que motiva este oficio, es la acusación genérica y sin excepciones hecha a la conducta de todo el ejército boliviano, juzgado severa mente por el coronel Suárez. No es posible admitir un cargo tan tremendo y tan general; y aunque la verdad no se establecerá sino como resultado definitivo del juicio respectivo, sin embargo, hay hechos notorios que parecen olvidados en el parte tantas veces citado.

Los jefes bolivianos aseveran que la orden de ataque fue expresamente dada por el general Buendía en contra dicción con su Jefe de Estado Mayor, que mientras éste hacia armar pabellones, aquél ordenaba el asalto. Este hecho gravísimo debe ser investigado con toda prolijidad, porque él, a ser cierto, explicaría la confusión y desorden consiguientes.

En el parte se da a entender que las tropas bolivianas no tomaron parte en el asalto a las posiciones enemigas, lo que no es absolutamente cierto; porque, si es verdad que gran parte del ejército se dispersó sin combatir, también es cierto que la columna de vanguardia compuesta en su mitad de tropas bolivianas, fue la primera que emprendió el ataque según lo confiesa el mismo parte, y estaba mandada por un jefe boliviano. Asimismo el parte menciona la primera división por su heroico comporta miento, haciendo caso omiso del batallón Illimani, que hacia parte de esta división, y que parece que fue el primero en coronar la altura y llegar hasta el pié de los cañones enemigos.

Si, pues, la inculpación hecha a las tropas bolivianas puede ser cierta, nunca podría ser general y absoluta, y el hacerla así ratifica cierto espíritu de injustificable pre vención que se ha creído encontrar desde más antes en el jefe que da el predicho parte.

En consecuencia, el señor capitán general quiere que se establezca la verdad de los hechos; y me ordena indicar a V.S. la necesidad que hay de que se pida, al respecto, las explicaciones convenientes, tanto al Jefe de Estado Mayor como al General en Jefe; y que, además, se proceda a la severa averiguación de los hechos en el juicio respectivo en que debe hacerse la investigación de la conducta de los jefes bolivianos, así como la de los peruanos.

Es necesario establecer la armonía a toda costa; pero también es necesario establecer la verdad sobre hechos consumados.

Con tan sensible motivo y haciendo justicia al celo del Estado Mayor del ejército del Sur, me es grato
ofrecer a V. S. mis más distinguidas consideraciones.
J. R. GUTIÉRREZ.

A S.S. el Contralmirante Jefe superior político y militar de los departamentos del Sur del Perú, don Lizardo Montero.



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Fotografía de militares bolivianos tomada posteriormente a la guerra del Pacífico

Saludos
Jonatan Saona

2 comentarios:

  1. Justificar el desastre. Es todo lo que el famoso Capitán General trata de hacer. El nunca llegó a cumplir la parte del plan de ataque que le correspondía, el ejército Boliviano se dispersó en su totalidad, abandonando el campo, y para completar el panorama de lo que fué Dolores, La Encañada, o San Francisco, como se quiera llamar a esta batalla, el ejército del Perú es forzado a una retirada en condiciones excepcionalmente duras. Desde Pisagua, Germania, y San Francisco, ya era claro que esa guerra no iba a terminar bién para el Perú y Bolivia.

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  2. Felicito al Sr. Saona por su importante labor de divulgación histórica, demostrando una notable imparcialidad en sus juicios

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