9 de octubre de 2016

A Grau

Miguel Grau
Del maestro Velarde al alumno Grau

Fernando Velarde del Campo Herrera, poeta español, llegó a Lima desde 1847 donde colaboró en diversos diarios de la época y codirigió un colegio modelo de primera y segunda enseñanza, uno de sus alumnos fue Miguel Grau.

En 1855 recorre otros países de América para luego regresar a España en 1876 y posteriormente vivir en Londres, ciudad donde falleció.

Cuando ocurre la guerra del Pacífico, los diarios europeos señalan los primeros combates y empiezan a resaltar la figura del Huáscar y de su comandante Miguel Grau.

Luego de ocurrido el combate de Angamos, el poeta español escribe una composición dedicada a su antiguo alumno:


"A GRAU.

Tragedia muy sublime es nuestra vida,
precursor muy audaz nuestra esperanza:
al festín de la gloria nos convida
y al gran ciclón universal nos lanza.

¿Cómo en regiones olvidadas pudo
ser tan sublime y tan fugaz tu historia?
¡Héroe! recibe mi postrer saludo:
es un sollozo de dolor y gloria.

Siendo yo joven, desgraciado y triste,
mensajero de amor de clima en clima
mi alumno dócil y constante fuiste (1)
allá en la noble y opulenta Lima.

A pesar de los años que se lanzan,
cual aves negras, al profundo olvido,
mis recuerdos mas íntimos te alcanzan
en la revuelta oscuridad perdido.

Te recuerdo muy bien, meditabundo
con tu mirada cariñosa y tierna
como un sublime pensador profundo
que sólo adora la beldad eterna...

En transportes de júbilo temblabas
cuando los hechos de Numancia oías;
con Bolívar el grande, te exaltabas;
con Sucre el inmortal, te enternecías.

Siempre fué dulce para mí tu nombre,
siempre fué fausta para mí tu estrella:
es un arcano incomprensible el hombre;
Dios en la muda eternidad le sella.

Nunca fuiste halagüeño ni elocuente,
y tu faz pocas veces sonreía;
pero inspirabas entusiasmo ardiente,
cariñosa y profunda simpatía.

Los días melancólicos y bellos
pasaron cual relámpagos veloces;
mí sentimiento, meditando en ellos,
exhala dulces, soñolientas voces.

¡Marcha! me dijo mi contraría suerte,
y cantando me fui de clima en clima;
mas nunca pudo devorar la muerte
mis memorias poéticas de Lima.

De nuestra vida en los confusos giros
en Londres otra vez nos encontramos;
y cual dos melancólicos suspiros
que lleva el huracán... nos separamos!

Esperé que otra vez te encontraría
de este mundo en la grande encrucijada;
mas fué sarcasmo la esperanza mía,
mi sueño hermoso convirtióse en nada.

Nuestras tristes y lánguidas estrellas,
coronadas de fúnebres misterios,
brillaban melancólicas y bellas
en distantes y opuestos hemisferios.

Como lejano cántico elocuente
triunfaste del olvido en mi memoria;
y flotabas en mí confusamente
como fantasma de futura gloría.

Cuando en los mares comenzó la guerra,
hirió mi corazón la profecía:
te vi, cual Nelson, coronar la tierra
con tu noble y suprema valentía.

Te ví del Huáscar en las humilde popa (2)
midiendo el polo y observando á Antares (3);
con grandes hechos sorprender la Europa, (4)
barrer las costas y asombrar los mares.

Pero vi que la espada de la suerte
hacia tu corazón se dirigía,
y ante tan noble y generosa muerte
lloraba de dolor y sonreía.

Llegó, por fin, el último momento
del afán... del fragor... de la batalla...
y taladró tu voz el firmamento...
Los vientos gimen... lo infinito calla...

Fué formidable para ti la gloria;
no quiso darte ni siquiera un día:
como á Ricaurte te arrojó á la historia
coronado de eterna poesía.

Cuando vencido... ¡vencedor caíste!
del mar gimieron las soberbias ondas,
y te cantaron un poema triste
Leónidas y Catón y Epaminondas.

Surgió Alburquerque en la distante Goa,
y lloraron los héroes del Callao;
desde el cadalso te aplaudió Balboa,
y en nobles himnos prorrumpió Bilbao. (5)

Cual siderales pléyades lucientes
todos los manes te cercaron juntos;
y al compás de los sínodos vivientes
aplaudieron los éxodos difuntos.

Cual inmortal constelación tu nombre
arrojaste á las bóvedas esféricas:
lleno de asombro te contempla el hombre,
llorando de entusiasmo las Américas.

Tú resplandeces refulgente y sólo
ceñido de tormentas huracánicas
en la corona antártica del polo,
mas allá de las nubes magallánicas.

Humilla ¡oh Chile! tu soberbia gloria
ante la sombra del audaz marino,
mil veces superior á tu victoria,
mas grande que la muerte y el destino.

FERNANDO VELARDE.
Londres 1880

(1) Grau fué discípulo del autor
(2) El Huáscar en, en efecto, un buque pequeño y casi viejo; se había construido en 1864 y sólo medía 1,100 toneladas, al paso que los buques de coraza chilenos, construidos con todos los adelantos de la arquitectura naval en 1875, miden 3,400 toneladas inglesas.
(3) Estrella roja de primera magnitud, situada en el corazón de Scorpio, el escorpión, que es una de las constelaciones más visibles y más bellas del hemisferio austral. Antares es además notable, porque es una de las nueve estrellas náuticas.
(4) La prensa europea ha reconocido que los hechos de Grau, son, en su género, los más extraordinarios que se han realizado desde que hay buques blindados. Los mismos chilenos, con una magnanimidad digna de su raza, han glorificado á Grau.
(5) Francisco Bilbao, chileno, el alma más generosa y más bella que después de Bolívar, 1783-1830, ha aparecido en Sud-América, 1823-1865."


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Texto tomado de la revista española "La América" Tomo XXI, Madrid, 08 de enero de 1880.

Saludos
Jonatan Saona

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